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Génesis - Capítulos 22:11 - 23:20

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, considerando el capítulo 21 del libro de Génesis. En nuestro programa anterior, estábamos haciendo la comparación entre los dos nacimientos, el de Isaac, y el del Señor Jesucristo. Dijimos en primer lugar, que ambos habían sido prometidos. Y en segundo lugar, dijimos que en ambos casos, transcurrió largo tiempo entre la promesa y el cumplimiento de ella. En el caso de Isaac, pasaron 25 años entre la promesa y su cumplimiento. Las promesas con respecto a Cristo, abarcaron más de mil años. Fue prometido específicamente que procedería de la línea genealógica de David. Y David gobernó mil años antes que Cristo naciera. Hay una analogía, un parecido bastante notable aquí. Ahora, en tercer lugar, el anuncio de ambos nacimientos pareció increíble. Usted recordará, amigo oyente, que antes del nacimiento de Isaac, los hombres que fueron los siervos del Señor visitaron a Abraham en su camino hacia Sodoma. Anunciaron que Sara daría a luz un hijo, y eso parecía ser absolutamente increíble. Sara hasta se rió porque pensaba que esto no podía suceder. Parecía ser algo imposible y fuera de toda creencia.

Ahora sí sabe. Ahora, ¿cómo es que sabe? Por la acción. Por la obra. Antes, Dios sabía porque conocía el corazón de Abraham. Conocía la fe de Abraham. Sabía si era genuina, o no. Pero, los vecinos de Abraham no sabían estos detalles. Sus amigos no estaban tan seguros. Sólo podían conocerlo por las obras. Por eso, Santiago dice que la fe sin obras es muerta. La fe debe producir algo.  Y, por tanto, Dios aprueba a Abraham.

Amigo oyente, cualquier persona a quien Dios llame, a quien Dios salva, a quien Dios use, va a tener que atravesar por pruebas. Dios probó a Abraham, y hoy en día Dios prueba a todos aquellos que son Suyos. Nos prueba a usted y a mí para fortalecer nuestra fe, para establecernos, para hacernos útiles en Su servicio.  Y esto es lo importante que debemos notar aquí.  Está dando a Abraham la prueba suprema. Dios no tendrá que ordenarle hacer otra cosa más después de esta.

Ahora, Dios le dijo a Abraham que no le hiciera nada a Isaac. Ya hemos leído el versículo 13 acerca del carnero que estaba trabado en el zarzal. Y esa ha sido una substitución a través de toda la historia desde el huerto de Edén hasta la cruz de Cristo. Fue este pequeño animal que señalaba hacia la venida de Cristo. Dios no permitiría el sacrificio humano. Pero cuando Su Único Hijo entró en el mundo, Él fue a la cruz, y murió allí. El Apóstol Pablo nos dice en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 32: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, – es decir, por usted y por mí, amigo oyente. Aquella cruz llegó a ser un altar sobre el cual el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo fue ofrecido. ¿Entiende usted esto, amigo oyente?  Leamos ahora, el versículo 14:

14Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.  (Gén. 22:14)

Abraham puso nombre a aquel lugar. Muchísimas personas creen que este es el lugar donde se encuentran el templo que Salomón edificó, y el Gólgota, el lugar de la Calavera. Están en la mima cordillera donde Abraham sacrificó a su hijo. Fue allí donde crucificaron al Señor Jesucristo. Abraham, pues, llama a aquel lugar Jehová proveerá. Y es aquí donde Dios intervino por él. Veamos ahora, cómo Dios reafirma las promesas originales a Abraham. Leamos los versículos 15 al 18 de este capítulo 22 de Génesis:

15Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 17de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 18En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. (Gén. 22:15-18)

Dios tiene ahora un mensaje para Abraham.  Dios dijo que no había rehusado su hijo.  Ahora, ¿sacrificó Abraham de veras a su hijo? No, amigo oyente, Dios no le obligó a llevarlo a cabo. Pero Abraham mostró que creyó a Dios, y fue hasta lo último para dejarnos saber a usted y a mí, y también a Dios, y para dejar saber a todo el universo creado que estaba totalmente dispuesto a sacrificar a su hijo. Por tanto, Dios lo consideró como si lo hubiera hecho de veras. Es justificado por la fe. También se justifica delante de los hombres por sus obras. Demostró que tenía esa fe. Ahora, fíjese usted cómo Dios habla de este asunto. Él dice:  No me has rehusado tu hijo, tu único hijo.   Y, Dios dio a su Único Hijo.

Dios dice que todas las naciones de la tierra serán benditas en su simiente. Hoy, el Evangelio de Cristo ha sido proclamado en casi todo el mundo. Hay los que todavía no han escuchado, es cierto, sin embargo la bendición ha llegado a todas las naciones. La única bendición de la cual realmente se gozan las naciones es Cristo Jesús.

Dios dio esta promesa porque Abraham había obedecido Su voz. Aquella obediencia se apoya en su fe, y la fe siempre produce acción. La fe sin obras es muerta.

Esta es la crisis final en la vida de Abraham. Dios le ordenó sacrificar a su propio hijo, y eso contrario a la enseñanza que había sido dada por Dios mismo. Lo importante es que ahora Dios clarifica que habrá de ser un hombre que habrá de ponerse en la brecha. Habrá de ser un hombre que será capaz de ser el Salvador de la raza, si es que alguien de la raza de los hombres ha de ser salvo. Esa es la gran lección que nos es dada aquí en esta historia. Dios no dejó a Abraham llevar a cabo el sacrificio humano porque eso era malo. Dios escatimó, es decir, Dios salvó al hijo de Abraham; en cambio, Dios no escatimó a Su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. Dios proveyó un carnero para el sacrificio de Abraham, pero 2000 años después, Dios proveyó al Cordero de Dios para ser sacrificado por usted y por mí, amigo oyente.

Ahora, cuando Dios promete que en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, – ¿de qué habla? ¿De cuál simiente? Bueno, el Apóstol Pablo lo interpreta de esta manera. En el capítulo 3, versículo 16 de su epístola a los Gálatas, dice: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

¿Se da usted cuenta, amigo oyente? La Biblia tiene su propia interpretación de esto. El Apóstol Pablo dice también en Gálatas, capítulo 3, versículos 8 y 9: Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.

¿Cuándo predicó Dios el Evangelio a Abraham? Fue cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac sobre el altar. Ese fue el tiempo cuando Dios le predicó el Evangelio porque le dijo que en su simiente todas las naciones serían benditas. Y esa simiente es Cristo Jesús. Este es el Evangelio que fue dado a Abraham.

Deseamos añadir algo aquí, porque es algo que comúnmente se lo deja de lado. Muchas veces asumimos o pensamos que Abraham e Isaac y Jacobo, y todos aquellos santos del Antiguo Testamento, eran grandes hombres, pero que no eran tan inteligentes como somos nosotros. Asumimos que no sabían tanto como nosotros sabemos. Pues, opinamos que Abraham sabía muchísimo más acerca de la venida de Cristo y del Evangelio que lo que usted y yo le atribuimos. El hecho es que el Señor Jesús dijo en Juan 8:56: Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó. De modo que debe haber sido muchísimo más lo que él sabía que lo que le atribuimos hoy día.

Dios reveló muchísimas cosas a Abraham. Dios le dio el Evangelio. El Salvador todavía no había venido. Pero, aquí en el monte de Moriah, Dios lo reveló a Abraham a través del sacrificio de Isaac, el cual es un tipo del sacrificio de Cristo, y aun de Su resurrección. Recordemos que esto ocurrió tres días después de que Dios le había ordenado a Abraham que sacrificara a Isaac, y Dios devuelve a Abraham su hijo vivo, en el tercer día.  Esto es muy semejante a la muerte, y la resurrección de Cristo.  Por esto, Pablo dice que Dios predicó el Evangelio a  Abraham.  Ahora, los versículos 19 y 20 de Génesis 22, dicen:

19Y volvió Abraham a sus siervos, y se levantaron y se fueron juntos a Beerseba; y habitó Abraham en Beerseba.  20Aconteció después de estas cosas, que fue dada noticia a Abraham, diciendo: He aquí que también Milca ha dado a luz hijos a Nacor tu hermano: (Gén. 22:19-20)

Encontramos aquí algunos detalles menores en cuanto a la familia de Abraham. No vamos a entrar en estos detalles aquí, pero Abraham había dejado a sus parientes allá en la tierra de Harán, y esta es simplemente una información en cuanto a aquella familia.  Esta línea no es la que se va a seguir en la Escritura, pero se cruzará más adelante con la línea de Abraham. Por eso es importante, y se incluye aquí. Por otra parte, notará usted que los demás versículos de este capítulo, constituyen lo que pudiéramos llamar un pequeño ejercicio en la pronunciación de los nombres.  Por eso, no vamos a considerarlos en detalle.

Y entramos así, al capítulo 23 de Génesis. Este capítulo nos cuenta de la muerte de Sara, y de la compra de Abraham de una cueva para sepultarla. Esa es la cueva de Macpela. Génesis, capítulo 23, versículos 1 y 2, dicen lo siguiente:

1Fue la vida de Sara ciento veintisiete años; tantos fueron los años de la vida de Sara. 2Y murió Sara en Quiriat-arba, que es Hebrón, en la tierra de Canaán; y vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla. (Gén. 23:1-2)

Sara tenía 127 años cuando murió. Ahora, siendo que tenía 90 años cuando nació Isaac, Isaac debió entonces tener 37 años, cuando murió su madre. Suponemos que esto sucedió algunos pocos años después del incidente del sacrificio de Isaac.

Sara murió en Quiriat-arba que es Hebrón en la tierra de Canaán. Fijémonos que Abraham tuvo que comprar una cueva para enterrar a sus muertos en la misma tierra que Dios le había dado.   Ahora, ¿por qué no llevó a Sara a otro lugar para sepultarla?   Bueno, es porque la esperanza que tienen se halla en la tierra, y esa es su esperanza del futuro. Los arreglos para un funeral no tienen tanto interés. Pueden ser hasta un poco enfermizos para algunos. Pero es muy interesante ver la verdad que se nos enseña aquí. Leamos ahora, los versículos 3 al 6:

3Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: 4Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí. 5Y respondieron los hijos de Het a Abraham, y le dijeron: 6Oyenos, señor nuestro; eres un príncipe de Dios entre nosotros; en lo mejor de nuestros sepulcros sepulta a tu muerta; ninguno de nosotros te negará su sepulcro, ni te impedirá que entierres tu muerta. (Gén. 23:3-6)

Abraham se llama a sí mismo extranjero y forastero, aun estando en la tierra que Dios le había prometido dar. Los hijos de Het que vivían en esta tierra le hicieron una oferta muy generosa. Le permitieron escoger el sitio de sepultura en cualquiera de sus sepulcros. Y se alegraban muchísimo de tenerlo allí, porque Abraham había causado buena impresión. Fue un príncipe poderoso, y su influencia había contado para algo. Los versículos 7 al 9 dicen:

7Y Abraham se levantó, y se inclinó al pueblo de aquella tierra, a los hijos de Het, 8y habló con ellos, diciendo: Si tenéis voluntad de que yo sepulte mi muerta de delante de mí, oídme, e interceded por mí con Efrón hijo de Zohar, 9para que me dé la cueva de Macpela, que tiene al extremo de su heredad; que por su justo precio me la dé, para posesión de sepultura en medio de vosotros. (Gén. 23:7-9)

La cueva de Macpela era el lugar que Abraham deseaba tener pero lo quería comprar. No quería que nada fuera regalado. En otras palabras, hasta cuando Dios le diera aquella tierra, él compararía lo que necesitaba y lo que deseaba tener. Aquí, pues, realmente compra la propiedad para sepultura.

Ahora, preguntamos una vez más: ¿por qué no llevó a Sara a otro lugar para su sepultura? Bueno, la enterró allí porque allí es la tierra, y allí quedaba la esperanza del futuro. Vamos a ver, amigo oyente, al recorrer la Biblia entera, que hay dos grandes esperanzas, y que Dios tiene dos grandes propósitos. Tiene un propósito terrenal, y otro celestial. Dios tiene un propósito terrenal, es decir, esta tierra en la cual usted y yo vivimos, pasará a la eternidad. Habrá nuevos cielos y una nueva tierra, pero habrá tierra. Y estará habitada por toda la eternidad. Esa es la promesa que Dios dio a Abraham, y a los que le siguen.

Esta tierra en la cual usted y yo vivimos, amigo oyente, quedará completamente nueva cuando Dios concluya Su programa que tiene en la actualidad. Dios tiene la interción de entregarla completamente nueva para que los nuevos cielos, y la nueva tierra pasen a la eternidad, y haya personas que la habiten. Esa era la esperanza de Abraham. Abraham quería ser sepultado en aquella tierra para que cuando llegara la resurrección, él y Sara fueran levantados en aquella tierra. Abraham no sabía cuántos le iban a seguir, pero serán levantados literalmente millones de la muerte, y esa era su esperanza.  Es una esperanza terrenal, y se realizará.

Cuando nuestro Señor estaba en el aposento alto con los discípulos, quienes habían sido educados en el Antiguo Testamento, y por tanto tenían la esperanza del Antiguo Testamento, les dijo, según Juan 14:1-3: No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Esa es la Nueva Jerusalén. Es algo que está preparando hoy, y es el lugar a donde irá la iglesia. Será la morada eternal de la iglesia. Esto fue algo nuevo para los discípulos, y tememos que vaya a ser algo nuevo para muchos cristianos hoy en día. Dios nunca le dijo a Abraham que le iba a cambiar de la tierra al cielo. Le dijo que le iba a dar la tierra. Abraham creyó a Dios, y por eso quiere enterrar a Sara en aquella tierra. Es el lugar para la sepultura de los muertos, y él también intenta ser sepultado allí. Y, está sepultado allí, en Hebrón.

En ese sitio, hoy día hay una mezquita musulmana. Y a todas las personas que visitan esa mezquita, les advierten que tengan mucho cuidado en Hebrón, porque existe mucho antagonismo que se muestra a los turistas y casi a todas las personas que no son de esos lugares. Por supuesto que dejan entrar a los turistas en la mezquita, porque tienen que pagar por la entrada.  Bueno, se dice que la persona entra y mira por un orificio en el piso y ve la cueva.  Sara y Abraham, e Isaac y Rebeca, y Jacob se supone que están allí.  Raquel fue sepultada en Belén.

Todas estas personas fueron enterradas en aquella tierra. Tenían una esperanza de ser levantados de la en esa tierra. Tenían una esperanza terrenal. Pero, nuestra esperanza es celestial. Esperamos que esto sea bien claro para usted, de manera que usted pueda entender por qué esta sepultura era tan importante para Abraham en este tiempo en particular. Abraham, pues, debe hacer un convenio para comprar la cueva. Y fíjese usted en la transacción que hace. Leamos los versículos 10 y 11 de Génesis 23:

10Este Efrón estaba entre los hijos de Het; y respondió Efrón heteo a Abraham, en presencia de los hijos de Het, de todos los que entraban por la puerta de su ciudad, diciendo: 11No, señor mío, óyeme: te doy la heredad, y te doy también la cueva que está en ella; en presencia de los hijos de mi pueblo te la doy; sepulta tu muerta. (Gén. 23:10-11)

Parece que estos hombres eran verdaderamente generosos, y en particular este hombre Efrón. Los versículos 12 al 15, nos dicen:

12Entonces Abraham se inclinó delante del pueblo de la tierra, 13y respondió a Efrón en presencia del pueblo de la tierra, diciendo: Antes, si te place, te ruego que me oigas. Yo daré el precio de la heredad; tómalo de mí, y sepultaré en ella mi muerta. 14Respondió Efrón a Abraham, diciéndole: 15Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata; ¿qué es esto entre tú y yo? Entierra, pues, tu muerta. (Gén. 23:12-15)

Ciertamente eran educados en aquel día. A veces, tenemos la impresión de que esta gente era una gente cavernícola que llevaban cachiporras y aporreaban al prójimo. Amigo oyente, si a Abraham, a Isaac, y a Jacob, y a todos los santos del Antiguo Testamento les fuera posible venir a alguna de nuestras grandes ciudades hoy en día, creemos que regresarían a sus lugares con el informe de que los hombres modernos son sumamente incivilizados. Son descorteses y bruscos y hasta oprobiosos.  Creemos que eso es lo que dirían de nosotros hoy en día.  Pero, claro, nosotros llevamos ventaja sobre ellos porque a nosotros nos es posible hablar de ellos. Es pues, interesante que nos fijemos cuán educados eran en aquel entonces. Los versículos 16 al 18 de Génesis, capítulo 23, dicen:

16Entonces Abraham se convino con Efrón, y pesó Abraham a Efrón el dinero que dijo, en presencia de los hijos de Het, cuatrocientos siclos de plata, de buena ley entre mercaderes. 17Y quedó la heredad de Efrón que estaba en Macpela al oriente de Mamre, la heredad con la cueva que estaba en ella, y todos los árboles que había en la heredad, y en todos sus contornos, 18como propiedad de Abraham, en presencia de los hijos de Het y de todos los que entraban por la puerta de la ciudad. (Gén. 23:16-18)

El hecho principal que se destaca aquí es que Abraham hace el pago por la heredad en la moneda corriente de aquel día. Continuando con los dos últimos versículos, los versículos 19 y 20, tenemos que:

Después de esto sepultó Abraham a Sara su mujer en la cueva de la heredad de Macpela al oriente de Mamre, que es Hebrón, en la tierra de Canaán. 20Y quedó la heredad y la cueva que en ella había, de Abraham, como una posesión para sepultura, recibida de los hijos de Het.  (Gén. 23:19-20)

Al parecer, este es el lugar en Hebrón donde queda la mezquita aquella que mencionamos hace un momento. A propósito, esa mezquita es considerada como la segunda o la tercera más importante del mundo islámico hoy en día. Hay muchas mezquitas hermosas en el Cairo, y en otros lugares. Algunas de ellas son verdaderamente hermosas. La principal, por supuesto, está en la Mecca. Y las que están en Jerusalén y en Hebrón, ocupan los próximos lugares aunque en realidad no estamos seguros del orden. Pero, podemos notar la importancia de todo esto, porque data desde Abraham. Este sitio es importante porque Isaac también será sepultado en este lugar. Jacob, morirá por allá en Egipto, pero a la hora de su muerte, ruega que se le entierre aquí. Y aquí es sepultado también en Macpela.

Bien, amigo oyente, así concluye nuestro estudio del capítulo 23 del libro de Génesis. Comenzaremos en nuestro próximo programa, el estudio del capítulo 24 y confiamos que usted volverá a sintonizarnos. Gracias por su atención de hoy y que Dios le bendiga es nuestra ferviente oración!

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