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Génesis - Capítulos 24:35 - 25:18

Publicado en Genesis

Continuamos estudiando hoy el capítulo 24 de Génesis y estamos considerando la maravillosa y dramática historia de la búsqueda de la esposa para Isaac. En nuestro programa anterior nos detuvimos en el versículo 34, donde el criado que había enviado Abraham para tal búsqueda dice: Yo soy criado de Abraham. Y destacamos el hecho de que no se nos da el nombre propio del siervo; y dijimos que de igual manera el Espíritu Santo no tiene nombre, porque no viene para hablar de Sí mismo sino para hablar de otro y ese otro es Cristo Jesús. Leamos ahora el versículo 35 de este capítulo 24 de Génesis:

 35 Y Jehová ha bendecido mucho a mi amo, y él se ha engrandecido; y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos.  (Gén. 24:35)

Vemos aquí que el siervo habla de la casa del padre del novio. De igual manera, el Espíritu de Dios nos revelará las cosas concernientes a Dios. Como dijo el Señor Jesús en el evangelio según San Juan, capítulo 16, versículo 8: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Estas son las tres cosas sobre las cuales Él habla al mundo perdido; y Él habla de que el juicio es sobre una tierra pecaminosa, y sobre la humanidad. Y los hombres se pierden hoy porque son pecadores; y sea que hayan oído acerca de Cristo o no, son pecadores perdidos; es nuestra condición hoy, esa es la condición del hombre hoy. Y el Espíritu Santo ha venido para darnos a conocer que hay un Salvador que ha llevado nuestro juicio sobre Sí mismo, y nos ha dado justicia. Por lo cual podemos tener un lugar en el cielo. El Espíritu Santo ha venido, pues, para hablar de otro, y ese Otro, como vemos, es Cristo.

Ahora, note usted que el criado dice: Y Jehová ha bendecido mucho a mi amo, . . . y tiene todas estas cosas. ¡Cuán maravilloso es eso! También nosotros tenemos un Padre que es rico en todo aspecto.  ¡Cuán grande es nuestro Padre!  Leamos ahora el versículo 36:

36 Y Sara, mujer de mi amo, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado a él todo cuanto tiene.  (Gén. 24:36)

 El Señor Jesús es el heredero. Y nosotros somos coherederos con Él hoy día. El siervo cuenta a esta familia que él se encuentra en busca de una esposa para el hijo de su amo, y que el hijo ha de heredar todas las cosas.  Continuemos leyendo aquí en el capítulo 24, los versículos 37 y 38 que dicen:

37 Y mi amo me hizo jurar, diciendo: No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito; 38sino que irás a la casa de mi padre y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo.  (Gén. 24:37-38)

 Amigo oyente, Dios está llamado pecadores, pero son pecadores que han sido renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. (1 Ped. 1:23) Esos son los que Él está escogiendo. Pecadores, sí, pero pecadores que han sido hechos hijos de Dios. . . . Si alguno está en Cristo, nueva criatura es. (2 Cor. 5:17) Dios no está llevando cananeos. Tienen que ser transformados.  Ahora, leamos los versículos 39 al 49 que dicen:

39 Y yo dije: Quizá la mujer no querrá seguirme. 40Entonces él me respondió: Jehová, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre. 41Entonces serás libre de mi juramento, cuando hayas llegado a mi familia; y si no te la dieren, serás libre de mi juramento. 42Llegué, pues, hoy a la fuente, y dije: Jehová, Dios de mi señor Abraham, si tú prosperas ahora mi camino por el cual ando, 43he aquí yo estoy junto a la fuente de agua; sea, pues, que la doncella que saliere por agua, a la cual dijere: Dame de beber, te ruego, un poco de agua de tu cántaro, 44y ella me respondiere: Bebe tú, y también para tus camellos sacaré agua; sea ésta la mujer que destinó Jehová para el hijo de mi señor. 45Antes que acabase de hablar en mi corazón, he aquí Rebeca, que salía con su cántaro sobre su hombro; y descendió a la fuente, y sacó agua; y le dije: Te ruego que me des de beber. 46Y bajó prontamente su cántaro de encima de sí, y dijo: Bebe, y también a tus camellos daré de beber. Y bebí, y dio también de beber a mis camellos. 47Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos; 48y me incliné y adoré a Jehová, y bendije a Jehová Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino de verdad para tomar la hija del hermano de mi señor para su hijo. 49Ahora, pues, si vosotros hacéis misericordia y verdad con mi señor, declarádmelo; y si no, declarádmelo; y me iré a la diestra o a la siniestra.  (Gén. 24:39-49)

Notemos que Labán sirve como vocero para la familia. Dice que en cuanto a ellos, esto es del Señor y que Rebeca tiene permiso para irse.  Leamos los versículos siguientes del 50 al 53:50 Entonces Labán y Betuel respondieron y dijeron: De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. 51He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová. 52Cuando el criado de Abraham oyó sus palabras, se inclinó en tierra ante Jehová. 53Y sacó el criado alhajas de plata y alhajas de oro, y vestidos, y dio a Rebeca; también dio cosas preciosas a su hermano y a su madre.  (Génesis 24:50-53)

Esto es lo que hace el Espíritu de Dios. Recibimos las arras del Espíritu cuando llegamos a Cristo para ser justificados por la fe. Tenemos entonces, paz con Dios y acceso a Dios. Tenemos gozo y esperanza y tenemos al Espíritu Santo. Estas son las cosas maravillosas que le han sido dadas al creyente hoy día. Notemos ahora los versículos 54 y 55:

54 Y comieron y bebieron él y los varones que venían con él, y durmieron; y levantándose de mañana, dijo: Enviadme a mi señor. 55 Entonces respondieron su hermano y su madre: Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días, y después irá.  (Gén. 24:54-55)

Ahora, a la mañana siguiente el siervo quería partir. Y, amigo oyente, es una gran responsabilidad para él. Los otros no tenían tanta prisa y querían que Rebeca se quedara un poco de tiempo más para conferenciar con ella en cuanto a este asunto. Ahora, notemos lo que dicen los versículos 56 y 57 de este capítulo 24 de Génesis que estamos estudiando:

56 Y él les dijo: No me detengáis, ya que Jehová ha prosperado mi camino; despachadme para que me vaya a mi señor. 57 Ellos respondieron entonces: Llamemos a la doncella y preguntémosle.  (Gén. 24:56 y 57)

Ahora,  llegamos  a  una  porción  muy importante  y es  en  verdad  realmente  maravillosa.
Escuche usted.  El versículo 58 dice:

58 Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré. (Gén. 24:58)

Volvamos ahora a considerar este cuadro una vez más. Es una escena oriental que tuvo lugar hace unos 4.000 años. Esta familia se encuentra hospedando a un huésped, a un extranjero, y lo están haciendo en grande. Habían dado de comer a los camellos, cuidaron de los siervos que venían con él, le dieron una gran comida y además le permitieron expresar la razón de su viaje. Y les contó su negocio extraordinario. Les habló acerca de la casa de su amo. Luego, les dijo cómo llegó a buscar una esposa para el hijo de su amo. Podemos imaginarnos al siervo sacando los regalos que trajo: oro, plata, alhajas de plata y de oro. Recordemos que Abraham era un hombre riquísimo, y el siervo muestra esa riqueza.

Luego, comienza a hablarles sobre su amo, y al hacerlo, podemos imaginar a una señorita de ojos color café y muy bella, dentro de ese círculo familiar y escuchando y viendo todo. Oye hablar al siervo acerca de Abraham. Escucha cómo nació Isaac y del milagro de aquel nacimiento. El siervo cuenta también acerca de la vida de Isaac, y luego les dice lo relacionado con el día cuando el padre llevó a Isaac a la cumbre del monte Moriah para ofrecerle como sacrificio, y cómo Dios escatimó a Isaac, es decir, cómo Dios evitó que Isaac muriese sacrificado y le devolvió vivo a su padre. Ahora, el padre de Isaac le ha enviado a él, un siervo, para buscar una esposa. No quiere tomar una mujer de entre los cananeos. Quiere hallar una que sea del mismo parecer, una que tenga la misma capacidad y disposición para el Dios vivo. Debe ser nacida de nuevo por la Palabra de Dios. Busca, pues, una esposa, y Rebeca lo escucha todo. Y la transacción sigue haciéndose con la familia.

Ahora, todos vuelven sus ojos hacia ella. Nadie le ha hecho mucho caso hasta este momento, pero ahora mirándola fijamente, le preguntan: “Rebeca, ¿qué te parece? ¿Irás con este hombre?” Y ella sin rodeos y sin vacilaciones, simplemente dice: “Sí, iré”. Amigo oyente, ¿alguna vez se ha fijado usted en aquellos hombres que el Señor Jesús llamó cuando estuvo aquí en la tierra? Dejaron sus redes y le siguieron. Ah, sí, ya sabemos que volvieron unas cuantas veces a tomar las redes, pero llegó el día cuando se desprendieron completamente de esas redes, y nunca jamás volvieron a tocarlas. Siguieron a Jesús. Fueron con Él.  Y el Señor Jesús, todavía llama hoy día. El Espíritu Santo es el que toma el lugar del siervo. Dios el Padre y el Espíritu Santo enviaron al Hijo al mundo para morir por el mundo; luego el Hijo dijo que cuando volviera al cielo, enviaría al Espíritu Santo, el Consolador.

Ya ha entrado en el mundo ahora, y está buscando la esposa. Y le pregunto a usted, amigo oyente: ¿Irá? Aquí está el que murió por usted. Le salvará. Usted tiene que ser redimido primero. Usted tiene que acudir a Él como pecador y tomar su posición justa y aceptarle como su Salvador personal. Al hacer eso, usted será nacido de nuevo; llegará a ser hijo de Dios, y formará parte de la iglesia que será presentada a Cristo un día como una esposa. Y ahora, usted debe manifestar interés en Él. La pregunta es: ¿Irá usted? ¿Confiará usted en Cristo Jesús como su Salvador personal? ¿Acepta usted la invitación? Ahora, no debe usted vacilar o andar con rodeos en cuanto a esto; o bien, lo acepta, o lo rechaza. Nos cuenta un predicador que en cierta oportunidad estaba presentando el mensaje de Cristo, y al final hizo la pregunta: “¿Desea alguien aceptar a Cristo Jesús como Salvador?” Y dijo que notó que entre las personas que asistían había un joven que se veía como si tuviera interés.  Bueno, este joven simplemente se puso de pie y luego pasó adelante para recibir a Cristo Jesús.   Este acto hizo un efecto tremendo sobre las demás personas que asistían. Nos dice este predicador, que no se notó debilidad o indecisión, o vacilación en este joven. Y, amigo oyente, da gusto cuando se hace una decisión bien definida así como esta. Esa es la manera como Dios quiere que nos acerquemos a Él, que le aceptemos así como estamos. Y esa es la forma como Él nos recibirá, la única manera como Él ha de recibirnos. Ahora, leamos los versículos 59 y 60 de este capítulo 24 de Génesis:

59 Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de Abraham y a sus hombres. 60Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos. (Gén. 24:59-60)

Esto ya se ha cumplido, amigo oyente. No estamos hablando acerca de una profecía no cumplida, porque ya se ha cumplido. Ahora, la historia tampoco termina aquí. Aquí empiezan ahora su viaje de regreso a la tierra prometida.  Prosigamos ahora, con el versículo 61:

61 Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue.  (Gén. 24:61)

Note usted que fue un viaje largo, y sin embargo, no se nos dice nada en cuanto a aquel viaje. Ahora, no es fácil montar en camello. Yo he montado varias veces a caballo, y me he dado cuenta lo agotador que es un viaje a caballo, especialmente a grandes distancias. Y supongo que un viaje en camello, es algo sumamente difícil. A estos camellos les llaman las “naves del desierto”, y creemos que fue un viaje muy difícil para Rebeca y sus demás acompañantes.

Imagínese usted a estas personas montadas en aquellos camellos, atravesando por ese desierto bajo un sol ardiente durante el día y deteniéndose por las noches en un oasis, preparando la fogata y cenando. Y podemos imaginarnos que ellos estaban allí sentados antes de acostarse, y quizá Rebeca le pedía al siervo que le contara una vez más la historia de Isaac. Después de todo, ella iba a ser la esposa de Isaac. Y el siervo le preguntaba, qué deseaba escuchar. Y Rebeca, quizá le pidió que le dijera una vez más, cómo nació Isaac, cómo fue su nacimiento y que le repitiera la historia del sacrificio allá en el altar.   Y el siervo le diría: “Pero, ya te dije eso anoche”. Pero ella insistía una vez más, que se lo contara repetidas veces. De noche se gozaría de aquel dulce sueño, soñando con el tiempo cuando llegara para conocer a Isaac. Fue un viaje largo y siguen viajando a través del desierto ardiente. Y quizá el gran deseo de Rebeca de llegar, hizo que el viaje no fuera tan arduo ni tan largo, y que el desierto no fuera tan caliente. Por fin, ven la tierra de la promesa, y entran en ella.  Leamos ahora el versículo 62:

62 Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev. (Gén. 24:62)

Este pozo está ubicado en esa parte agradable cerca de Hebrón y Beerseba. Ahora, el versículo 63 dice:

63 Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían.  (Gén. 24:63)

Tenemos aquí un punto de vista diferente en cuanto a la venida de Cristo. Muchas personas dicen que será maravilloso cuando venga el Señor y seamos arrebatados . . . en las nubes para recibir al Señor en el aire. Bueno, hay otro punto de vista y es el de estar con Él cuando Él venga. La mayor parte de la iglesia ya ha pasado por las puertas de la muerte, y vendrá con Él cuando Él venga. Y los cuerpos serán levantados y el espíritu y el cuerpo se unirán. Los que estén vivos serán arrebatados con los muertos – arrebatados para recibir al Señor en el aire. Los que ya hayan atravesado por las puertas de la muerte, le verán cuando se levante de la diestra del Padre, y cuando venga para llamar a Su iglesia y para recibir a Su iglesia en el aire. Este es el cuadro que tenemos y, ¡qué cuadro tan glorioso! Leamos ahora los versículos 64 y 65 de Génesis capítulo 24:

64 Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello; 65porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió. (Gén. 24:64-65)

Y nosotros tendremos que ser vestidos con la justicia de Cristo. Pero Él ya ha sido hecho nuestra justicia. El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. (Ro. 4:25) Esto fue hecho para que pudiéramos tener una justificación que nos permitiera pararnos delante de Dios. Ahora, notemos que Rebeca quería saber quién era aquel varón que venía hacia ella. Y Dios, amigo oyente, quiere que le amemos aunque no le hayamos visto. Y a veces nos preguntamos si le conoceremos cuando Él venga. Hay un himno que expresa que le conoceremos al ver la señal de los clavos en Sus manos. Y creemos que es por aquella señal que vamos a reconocerle cuando venga. ¡Qué cuadro más glorioso, maravilloso y bello, tenemos aquí ante nosotros! Leamos ahora el versículo 66:

66 Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho.  (Gén. 24:66)

Y así el Espíritu Santo nos entregará en el día de la redención. Hemos sido sellados para el día de la redención. Y créanos, amigo oyente, que este siervo habría de cumplir su misión de entregar la esposa a Isaac. Demos ahora lectura al versículo 67:

67 Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre.  (Gén. 24:67)

Note usted que dice, que Isaac la amó. Asimismo Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. Luego dice, que fue consolado después de la muerte de su madre. Y esto nos revela que Cristo logra muchísimo en nuestra salvación. Él nos ama, nos desea, nos anhela. Él desea que seamos fieles a Él día tras día.

Y con esto, concluimos nuestro estudio de este maravilloso capítulo 24 del libro de Génesis. Y llegamos al capítulo 25, que es también otro gran capítulo de la Biblia. Y suponemos que se puede decir lo mismo en cuanto a todos los capítulos y por tanto, continuamos diciéndolo, aunque probablemente ya está convirtiéndose en una frase monótona. Pero, este capítulo 25, cuenta de la muerte de Abraham y el nacimiento de los gemelos Esaú y Jacob, a Isaac y Rebeca. Registra las generaciones de Ismael y también las de Isaac. Luego, tenemos el incidente relacionado con la primogenitura.   De modo que este es un capítulo notable y abarca mucho terreno. Este capítulo hace la última mención de Abraham, aunque francamente su historia terminó allá por el capítulo 23, cuando envió al siervo en búsqueda de la esposa para Isaac. Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este capítulo 25 de Génesis:

1 Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, 2la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. (Gén. 25:1-2)

 Ahora, Abraham tiene una familia de tamaño regular. Tuvo su familia más grande después de la muerte de Sara. Quizá alguien dirá: “Yo creía que en el tiempo del nacimiento de Isaac, este hombre Abraham estaba como muerto, en cuanto a su capacidad de engendrar hijos”. Bueno, eso es verdad, estaba como muerto. Pero, es que cuando Dios hace algo, lo hace bien hecho de veras. Por eso creemos que cualquier cosa que haga Dios, lleva Su firma. Aquí mismo, este hombre Abraham no sólo engendró a Isaac sino también a esta familia numerosa.

Lo interesante es que aquí ante nosotros, se menciona a Medán y Madián. Ahora, de los otros hijos procederán naciones, pero no las podemos identificar ahora mismo. Y no tenemos interés en ellas porque no se cruzarán en nuestro camino nunca más en la Escritura. Pero, Madián sí se cruzará en nuestro camino. Veremos más adelante que Moisés baja a la tierra de Madián para tomar una esposa allá. Tengamos en mente que él procede de la línea de Abraham. También los medanitas son de su línea. De modo que, encontramos aquí el hecho de que hay otros hijos de Abraham. No los estudiaremos por la sencilla razón de que la Biblia sigue la línea de Isaac. Como el Señor ha dicho, es por Isaac que la simiente de Abraham será llamada. Es por Isaac, y no por los otros hijos. No es por Ismael, ni por Madián, ni por Medán. Todos estos eran nómadas del desierto.  Leamos entonces, los versículos 5 al 11 de este capítulo 25 de Génesis:

5 Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. 6 Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental. 7 Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. 8 Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo. 9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar heteo, que está enfrente de Mamre, 10 heredad que compró Abraham de los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su mujer. 11Y sucedió, después de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo; y habitó Isaac junto al pozo del Viviente-que-me-ve.  (Gén. 25:5-11)

Notamos aquí que Ismael también viene al funeral, porque después de todo, Abraham es su padre. Y tanto Isaac como Ismael entierran a Abraham. Isaac luego va a vivir en el lugar donde primero conoció a Rebeca.

En los versículos 12 al 18 leemos las generaciones de Ismael, el hijo de Abraham, al cual Agar, la egipcia, la sierva de Sara, dio a luz a Abraham. La lista de las generaciones se da aquí, y no tenemos intención alguna de leer esta sección. Notemos sin embargo, el hecho de que el Espíritu Santo emplea este método en el libro de Génesis. Se da primero la línea rechazada, y luego se deja de lado para no mencionarla más. Luego, se da la línea que conduce a Cristo y se continúa con ella. Por tanto, es sólo después que se menciona la línea de Ismael, que llegamos a la línea de Isaac. Y entraremos en ella, en nuestro próximo programa. Mientras tanto, ¡que el Señor le bendiga es nuestra ferviente oración!

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