Imprimir esta página

Génesis - Capítulos 27:41 - 28:22

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del capítulo 27 del libro de Génesis. Y en nuestro programa anterior, concluimos notando que Isaac había descubierto el complot, el engaño que habían hecho Rebeca y Jacob. Notamos también la amargura de Esaú, cuando se dio cuenta que había perdido la bendición de su padre. Hoy, comenzamos con el versículo 41 de este capítulo 27 de Génesis, donde dice:

 41Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. (Gén. 27:41)  

En otras palabras, Esaú piensa que su padre ya es viejo, y que no vivirá por mucho tiempo más. Entonces, piensa que al morir su padre, matará a Jacob; dice: “Me voy a deshacer de él”. Este fue el pensamiento en el corazón de Esaú.  Ahora, los versículos 42 al 45 dicen:

42Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. 43Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán, 44y mora con él algunos días, hasta que el enojo de tu hermano se mitigue; 45hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que le has hecho; yo enviaré entonces, y te traeré de allá. ¿Por qué seré privada de vosotros ambos en un día?  (Gén. 27:42-45)  

De nuevo notamos aquí a Rebeca resolviendo esto por su propia cuenta. Le dice a Jacob que le va a enviar a la casa de Labán.  Ella no sabía que realmente iba a pagar por su parte en este pecado. Y jamás volvió a ver a Jacob.   Dijo que le mandaría allá a la casa de Labán por un tiempo corto; pero resulta que ella murió antes que Jacob regresara.

Debemos recordar, en toda esta historia, que Jacob era el favorito de Rebeca, y que Esaú era el favorito de Isaac. Ella quiere que Jacob vaya a la casa de su hermano Labán, y es allí donde le envía. Amigo oyente, y es precisamente allí en la casa de Labán, donde Jacob aprenderá su lección. Es que Labán le va a inscribir en una escuela, y le va a enseñar algunas cosas. Jacob pensaba ser mañoso de nuevo, pero resulta que el tío Labán ya era perito en esa astucia. Pobre Jacob, encontrará que es simplemente un aficionado, y gritará de desesperación, gritará a Dios antes de que termine esto.

Note usted que Rebeca dice que le enviará por algunos días. ¿Algunos días? Bueno, se prolongaron por unos 20 años, y durante ese intervalo, ella murió. Nunca más vio a su hijo, al niño mimado, a su favorito. Ya puede usted imaginarse la vida de ella durante esos años, especialmente cuando se tiene en cuenta que Esaú tuvo mal concepto de su madre después de lo que sucedió en el incidente de la bendición. Ahora, leamos el versículo 46:

46Y dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como éstas, de las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero la vida? (Gén. 27:46)

 ¿Recuerda usted que Esaú se había casado con estas mujeres paganas e impías? Y eso trajo tristeza al hogar de Isaac y Rebeca; y aun Rebeca quedó agobiada por eso. Ahora le dice a Isaac que si Jacob se queda allí, sin duda hará lo mismo. Pudo emplear esto como un pretexto excelente para lograr que Jacob saliera de su hogar porque Esaú buscaba matarlo.

Tuvo esta pequeña conferencia con Isaac para determinar que lo más conveniente y correcto en este caso, era enviar a Jacob a la familia de Labán, hermano de Rebeca. Rebeca es de allá. Recuerde cómo el siervo de Abraham había ido a buscarla, precisamente a esa casa. Ahora, el punto es enviar a Jacob por allá a buscar una esposa, y también sacarlo del peligro. Francamente, creemos que si se hubiera quedado, Esaú habría tratado de matarlo.  Sin embargo, sucedió que

Rebeca murió primero que Isaac.  Jacob regresó para el funeral de su padre, pero ya no encontró viva a su madre.

Y así concluye nuestra consideración del capítulo 27 de Génesis. Y entramos ahora a estudiar el capítulo 28. Y a vía de repaso, recordemos que en el capítulo 27, Jacob hizo una de las cosas más despreciables y viles que cualquier hombre pueda hacer. Lo hizo a instancias de su madre. Pero, ¿sabe usted una cosa? A veces, las personas se justifican haciendo ciertas cosas, o por cierto comportamiento raro o malo, simplemente diciendo que su madre no les amaba lo suficiente cuando eran pequeños. Pero, amigo oyente, Jacob no podía decir eso. Jacob era amado y hasta mimado; cuando su madre le mandó hacer lo que no era honrado, lo hizo; robó la primogenitura de su hermano Esaú. La primogenitura ya era de él. La formalidad del padre de darle una bendición, no era necesaria de ninguna manera, porque Abraham no dio la bendición a Isaac. Dios se la dio, y es Dios quien se la da a Jacob. Lo que hizo, en ninguna manera fue necesario y usted puede estar seguro que Dios va a tratar con él, por causa de eso.

El plan que Rebeca piensa ahora es un plan muy lógico, y parece admisible. Sin duda, era lo que convenía hacer en este caso. No le mencionó a Isaac que quería enviar a Jacob a casa de su hermano Labán, para alejarlo de la ira de su hermano Esaú, y eso fue un engaño. Pero sí mencionó el hecho de que podía escoger una esposa por allá de entre su familia.

En este capítulo 28 de Génesis, encontraremos que Jacob sale del hogar. Llega a Bet-el donde Dios se le aparece, y le confirma el pacto que hizo con Abraham. Leamos el primer versículo de este capítulo 28 de Génesis:

1Entonces Isaac llamó a Jacob, y lo bendijo, y le mandó diciendo: No tomes mujer de las hijas de Canaán. (Gén. 28:1)

 Por todo el Antiguo Testamento, encontramos que Dios no quiere que los piadosos se casen con los impíos. Eso, de nuevo, es la razón por la cual creemos que en el capítulo seis de Génesis, donde dice que los hijos de Dios vieron a las hijas de los hombres, el sentido es que la línea piadosa se casó con la línea impía de Caín.  Eso, al final, resultó en el juicio del diluvio del cual quedó un sólo hombre piadoso que ya vimos y estudiamos.

El matrimonio de personas de distintas creencias siempre conduce a la impiedad. Y lo decimos como una advertencia. Reconocemos que vivimos en un día cuando los jóvenes no están muy dispuestos a recibir consejos, especialmente de personas adultas. Se preguntan qué es lo que los adultos saben en cuanto a eso. Bueno, se dice que “la experiencia, hace al maestro”. Y la historia, en estos casos de unión desigual, casi siempre termina de la misma manera. Una señorita o un joven dice que ha encontrado la persona justa, la persona exacta con quien desea casarse. Pero, resulta que tal persona no es cristiana. Sin embargo, quiere casarse con esa persona y “ganarla para el Señor”. Joven y señorita que me escucha, permítame decirle: que si usted no pudo ganar a esa persona para Cristo, antes de casarse, tampoco le será posible ganarla después de casarse.

Dios prohibe que el piadoso, que el pío, se case con el impío. Siempre esto involucra tristeza. Hay literalmente centenares de casos, y todavía no hemos conocido un caso que haya tenido éxito en este asunto. Y es que no podemos ganarle a Dios. Dios ha escrito con tinta indeleble en Su Palabra, que los piadosos, no deben casarse con los impíos. Mire usted por ejemplo, el caso de Acab y Jezabel. También el Apóstol Pablo, en su segunda carta a los Corintios, capítulo 6, versículo 14, dice: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?

El Nuevo Testamento amonesta a los cristianos a que no se unan en yugo desigual con los incrédulos. Ahora, no se unen en yugo desigual, sólo sentándose con alguien en la plataforma. Lo hacen casándose. Esa es la manera de unirse con ellos. Y Dios nos prohibe categóricamente que lo hagamos. Bueno, volviendo a Génesis, capítulo 28, leamos los versículos 2 hasta el 5:

2Levántate, ve a Padan-aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre. 3Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos; 4y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo, para que heredes la tierra en que moras, que Dios dio a Abraham. 5Así envió Isaac a Jacob, el cual fue a Padan-aram, a Labán hijo de Betuel arameo, hermano de Rebeca madre de Jacob y de Esaú. (Gén. 28:2-5)

Es obvio ahora que Isaac comprende que es Dios quien ha dado la bendición a Abraham, y que Dios la ha transferido a él, y que esta bendición debe ser pasada a su hijo Jacob. Si alguien preguntara acerca de la nacionalidad de estas personas, tendremos que decir que son sirios. Así los llama la Escritura. Realmente, debemos decir que Abraham era sirio. Esa es la manera de designarlo. Luego, ¿fue judío Abraham? ¿Fue israelita? No, en realidad no lo era. La nación de Israel realmente no principia sino en Jacob, cuyo nombre fue cambiado por Israel. Luego, sus doce hijos llegaron a ser las doce tribus de Israel. Ahora, sí es verdad que esta línea procede de Abraham. Él es el padre, pero también es el padre de Ismael y de Madián. Por tanto, note usted que Abraham es el padre de los israelitas y también el padre de los madianitas. Veamos ahora, los versículos 6 al 9:

6Y vio Esaú cómo Isaac había bendecido a Jacob, y le había enviado a Padan-aram, para tomar para sí mujer de allí; y que cuando le bendijo, le había mandado diciendo: No tomarás mujer de las hijas de Canaán; 7y que Jacob había obedecido a su padre y a su madre, y se había ido a Padan-aram. 8Vio asimismo Esaú que las hijas de Canaán parecían mal a Isaac su padre; 9y se fue Esaú a Ismael, y tomó para sí por mujer a Mahalat, hija de Ismael hijo de Abraham, hermana de Nebaiot, además de sus otras mujeres.  (Gén. 28:6-9)

 Ahora, para que no nos entienda mal cuando dijimos que no tendríamos más que ver con la línea de Ismael, permítanos decir que la Biblia no seguirá esa línea. Sin embargo, su línea será mencionada al cruzar la línea que conduce a Cristo. De modo que aquí Esaú sale y se casa con una de las hijas de Ismael. Cree que esto agradará a su padre. Y es que, le falta percepción espiritual. Los ismaelitas fueron rechazados tanto como los cananeos y los filisteos. Leamos los versículos 10 y 11 de Génesis, capítulo 28:

10Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. 11Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.  (Gén. 28:10-11)

Notamos aquí que Jacob viaja hacia el norte, llega a un lugar y notaremos más adelante que el nombre de ese lugar, es Betel, que significa “la casa de Dios”. Este lugar al cual Jacob llega la primera noche, queda a unos 19 kilómetros al norte de Jerusalén y ya ha recorrido los 30 ó quizá 45 kilómetros que quedan al sur de Jerusalén. Eso quiere decir entonces, que Jacob había viajado aquel primer día unos 65 kilómetros. Se puede ver que realmente huye apresuradamente de Esaú. Quiere alejarse tan rápido como le sea posible, pero entre más se aleje de Esaú, más se aleja por supuesto de su hogar.  Esta es, pues, la primera noche que Jacob pasa fuera del hogar.

¿Cómo se sentiría él aquella noche? Bueno, estaba muy solo, eso es seguro. Sin duda, sintió nostalgia de su casa.  En cuanto al relato, esta fue la primera noche que pasó fuera de su casa. ¿Recuerda usted la primera noche que pasó fuera de su casa? Yo recuerdo una vez cuando mi madre nos llevó a mi hermana y a mí, a una finca para pasar unos días de vacaciones. Ella nos dejó allí al cuidado de los propietarios de la finca que eran amigos nuestros, y ella retornó a la ciudad. Bueno, durante el día después de quedarnos allí en casa, mi hermana y yo jugamos por un buen rato, luego vino la hora de la cena y por supuesto, comenzó a oscurecer. Después de la cena entonces, mi hermana y yo resolvimos dar un paseo y salimos de la casa y comenzamos a caminar por el caminito que llevaba hasta el río, y cuando llegamos hasta el puente nos sentamos sobre una gran piedra y comenzamos a llorar desconsoladamente. Parecía como si hubiéramos perdido a nuestra madre. Y cuánto deseábamos habernos ido con ella. Parecía que estábamos solos y desamparados en el mundo y deseábamos ardientemente que nuestra madre regresara y nos llevara. Bueno, finalmente cuando ya nos cansamos de llorar, volvimos a casa y fuimos a dormir. Al día siguiente cuando nos levantamos, algunos de los muchachos de la finca, comenzaron a bromear con nosotros diciendo que habíamos llorado desconsoladamente. Bueno, era verdad, y era que sentíamos una profunda nostalgia de nuestro hogar. Por esa  razón habíamos llorado con tanto desconsuelo frente a ese río.

Y bien, aunque Jacob ya era realmente un hombre, tal vez debió haber sentido nostalgia también de su hogar. Era la primera vez que estaba separado de Rebeca, su madre. Había sido dominado por su madre toda la vida, y ahora no lo era. Andaba por su propia cuenta por primera vez en su vida.

Se acuesta y las piedras le sirven de almohada. Amigo oyente, es un lugar triste y alguien ha dado una descripción breve diciendo que hay rocas grandes y descubiertas que quedan a unos 1200 pies sobre el nivel del mar en los cerros. Suponemos que hay muchos lugares así como este en el desierto con una topografía bastante triste. Sin embargo, este fue un acontecimiento descollante en la vida espiritual de Jacob, y no sólo es ahora sino también en los años venideros. De modo que, este es el lugar donde llegó y aquí se acuesta. Ahora, los versículos 12 al 15 de este capítulo 28 de Génesis, dicen:

12Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. 13Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.  (Gén. 28:12-15)

 A propósito, encontramos aquí que Jacob estaba en la región en la cual Dios, primero se había aparecido a Abraham en la tierra. Y ahora, Dios está dando a Jacob exactamente lo que primero había dado a Abraham. Lo repitió a Isaac, y ahora lo reafirma y lo confirma a Jacob. Dios hará lo que ha prometido. Usted puede ver que esto sería de consuelo y ayuda a un hombre solo y nostálgico, quien ha tenido que huir apresuradamente de su casa. Va a un país lejano y esto le servirá de gran consuelo y ayuda. Y Dios promete a Jacob que estará con él y que le traerá de nuevo a la tierra.  Le dio la visión de la escalera que llegó hasta el cielo y Dios le habló.

Ahora, ¿qué significa la escalera? Nuestro Señor Jesucristo la interpretó cuando llamó a Natanael. Natanael era sabihondo, a propósito. Él dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46).  Nuestro Señor trató con este hombre, y cuando Natanael le preguntó cómo le conoció, Jesús le dijo que lo había visto debajo de la higuera. Así nos lo cuenta el Apóstol Juan, en su evangelio en el capítulo 1, versículos 49 al 51: Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

Fue fácil convencer a Natanael. Era escéptico al principio del ministerio de Cristo. Pasaron también tres años antes de que Tomás viera la luz.

Ahora, ¿qué es la escalera? La escalera es Cristo. Dios está en lo alto de la escalera en el Cielo, y está diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. (Mat. 3:17) Dios habla al hombre hoy a través de Cristo. Usted no puede llegar a Dios directamente. De vez en cuando oímos decir a alguien en su testimonio: “Al convertirme, llegué directamente a Dios”. Amigo oyente, usted no puede tener acceso directo a Dios. Usted se llega a Dios por medio de Cristo. Él es el único camino que nos permite acercarnos a la presencia de Dios. Es la escalera que desciende del cielo para que los pecadores puedan subir por ella. Jesús es la escalera. Los ángeles de Dios suben y descienden por ella. Vienen de Él, el Señor Jesús mismo.

Esto primero fue dado a Jacob, el usurpador. Cuando nuestro Señor Jesucristo vio  a Natanael, le dijo: “He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño”. (Jn. 1:47). No había nada de Jacob, ni de trampas en Natanael.  Fue humorista, pero no un engañador.

Ahora, Dios tratará con Jacob, el tramposo. Le ha dado esta gloriosa y maravillosa promesa, pero a Jacob le falta mucho que aprender. ¿No es esto también verdad en cuanto a nosotros hoy en día? No es extraño que Dios tenga que enseñarnos. No es extraño que Dios tenga que disciplinarnos. Azota a todo el que recibe por hijo. El Señor tiene que sacudirnos. Nos disciplina, y pone hierro en la columna vertebral y en la sangre.  Nos da ánimo y fuerza para estar firmes por Él. Nos lo hace a nosotros, lo hizo a Abraham, lo hizo a Isaac y lo hará con Jacob también. A Jacob todavía le falta mucho que aprender. Leamos ahora los versículos 16 y 17 de este capítulo 28 de Génesis que estamos estudiando:

16Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. 17Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.  (Gén. 28:16-17)

 Cuando Jacob huyó de su casa, tenía un concepto limitado de Dios. Creía que si huía de la casa, huía también de Dios. Creía que había dejado a Dios por allá en Su casa. Pero, luego descubrió que Dios estaba con él allí también, en ese lugar. El Señor está en este lugar. Dios le dijo que iría con él. Por eso dice Jacob: “¡Cuán terrible es este lugar!” Lo único que hace que una casa de Dios sea terrible, es el hecho de que usted es pecador y que trata de huir de Dios. Cada casa de Dios, cada iglesia, debe ser un lugar terrible para cualquier pecador que huye de Dios. Es el lugar donde el pecador debe encontrarse con Dios, donde se enfrenta cara a cara con Dios, por la escalera que ha sido bajada del cielo, Cristo mismo. Leamos ahora los versículos 18 al 22 de Génesis, capítulo 28:

18Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. 19Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero. 20E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.  (Gén. 28:18-22)

 Jacob tiene mucho que aprender, y esto se evidencia aquí. ¿Qué es lo que está haciendo? Quiere hacer un cambalache – un trueque – con Dios. Le dice al Señor: “Si Tú haces esto, entonces, yo haré aquello”. Y Dios ya le había dicho que Él iba a hacer todo eso por él. Dios dice: “Yo voy a guardarte y voy a traerte de regreso a esta tierra, y voy a darte esta tierra, y te voy a dar una descendencia.”  Jacob ahora le dice a Dios:  “Si Tú haces esto y aquello . . .”  Él quiere hacer un trato con Dios, y le dice: “Si Tú lo haces, entonces te serviré.” Amigo oyente, Dios no hace tratos con nosotros de esa manera, y no lo hizo con Jacob en aquel día. Si lo hubiera hecho, Jacob nunca hubiera regresado a esa tierra. Dios lo sacó de esa tierra, y Dios lo trajo de regreso a esa tierra por Su gracia y Su misericordia.  Y cuando Jacob finalmente regresó a Betel, regresó como un hombre más sabio. ¿Sabe usted a qué regresó? Regresó para adorar y alabar a Dios por Su misericordia. Dios había sido misericordioso con él. Uno no hace cambalaches o trueques con Dios, amigo oyente. Uno no puede hacer tratos con Dios de esa manera. Muchísimas personas, aún hoy día, dicen que servirán al Señor, si Él hace tal o cual cosa por ellos. Este es un error, amigo oyente, porque Dios no hace tratos así. Él le extiende Su misericordia y es bondadoso con usted, pero no le pide nada a cambio. Lo que Él sí dice es que si usted le ama, entonces, querrá servirle de veras. Esa será la esclavitud de amor. Es la misma clase de amor que una madre tiene por su pequeñito. Ella se convierte en su esclava. Así es como Dios desea que usted y yo seamos. Jacob trató de hacer un trato con Dios. Y muchos de nosotros estamos tratando de hacer un trato con Dios. Amigo oyente, Dios sólo desea llegar a ser su Padre por medio de la fe en Cristo Jesús.

Y aquí nos detenemos por hoy. Dios mediante, volveremos en nuestro próximo programa, para continuar nuestro estudio del libro de Génesis, y comenzaremos a estudiar el capítulo 29. Le recordamos que las notas y bosquejos que ofrecemos están a su disposición sin costo alguno de su parte. Pídalas ahora mismo a la dirección que le daremos en un momento. Quedamos en espera de sus noticias. Será, pues, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, es nuestra oración ¡que el Señor le bendiga ricamente!

Leer 1247 veces
Valora este artículo
(0 votos)