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Génesis - Capítulo 29:1 - 35

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento. En el programa de hoy, damos comienzo al capítulo 29 de este libro maravilloso. Como usted recordará, en el capítulo 28, vimos que Jacob tuvo que salir de su casa a toda prisa. En efecto, salió a escondidas; tuvo que huir porque su hermano Esaú lo iba a matar.

Su madre lo envió a casa del tío Labán para que buscara una esposa. Allí fue donde Isaac consiguió a Rebeca, y, por tanto, envían a Jacob para allá. Jacob anda ahora por su propia cuenta. Había sido un joven astuto, y ha demostardo esa astucia aun esa noche en que sentía tanta nostalgia de su casa. Dios le apareció para consolarlo, y le transfirió estas promesas maravillosas. Eran las mismas promesas que Dios había dado a Abraham y a Isaac, y ahora se las da a Jacob. Al despertar de su sueño, después que Dios le había dado las promesas, notamos que hace un voto con Dios, y trata de hacer un trato con Él. Amigo oyente, si las promesas de Dios dependieran de la fidelidad de Jacob, pues, quizá nunca hubiera recibido mucho del Señor. Todo fue por gracia. Después de todo, ¿no es por la gracia que usted y yo somos salvos? Nunca merecimos la salvación. Si recibiéramos lo que merecemos, ninguno de nosotros sería salvo.

Ahora, sobre el capítulo 29 de Génesis, quisiéramos escribir las palabras que se encuentran en Gálatas, capítulo 6, y versículos 7 y 8, donde dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Comenzando con este capítulo, veremos que Jacob empieza a segar la cosecha de su maldad. El pasaje en Gálatas está escrito primeramente a los cristianos, pero declara una ley universal de

Dios para todas las edades. Es verdad en cualquier parte de la vida. Cada hijo de Dios debe aprender la lección, que el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción. Si uno siembra maíz, siega maíz. Al sembrar algodón, cosecha algodón. Si uno siembra trigo, tendrá que cosechar trigo; y cuando uno siembra cizaña, pues, segará cizaña. Y uno descubre que esto se lleva a cabo a través de toda la Escritura.

Por ejemplo, Faraón mató a los niños varones de los hebreos, y ¿qué sucedió? Bueno, su propio hijo fue muerto por el ángel de la muerte. Acab mató a Nabot a sangre fría, y los perros llegaron y lamieron la sangre de Nabot. Elías vino donde Acab, y le dijo que en el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerían la sangre de él. Acab, quizá sonrió y pensó: “Bueno, simplemente me mantendré alejado de ese lugar”. Sin embargo, amigo oyente, esta profecía se cumplió literalmente. También David, el gran rey de Israel, descubrió que esta era una ley inexorable que fue aplicable a su pecado. Cometió esos terribles pecados de adulterio y homicidio. Dios le perdonó su pecado, es verdad. Sin embargo, comprobó David, que lo que había sembrado, eso tuvo que segar. A su hija la violaron y mataron a su hijo. Aún Pablo, el apóstol, sintió el peso de esta ley. Él dio su consentimiento para apedrear a Esteban. Y, ¿qué ocurrió? Más tarde, a Pablo lo llevaron fuera de la ciudad de Listra, y le apedrearon, y lo dejaron por muerto.

Ahora, este hombre Jacob es la ilustración clásica de esta ley inflexible. Él vivía por su ingenio. Era algo confiado y presumido, y nunca se había encontrado con la horma de su zapato. Como resultado, pensaba que no le hacía falta la ayuda de Dios. En la casa del tío Labán, Jacob encontró la horma de su zapato. No importaba cómo Jacob practicaba el engaño, el tío Labán le superaba, y probaba que él era realmente un perito en los métodos que Jacob utilizaba. Jacob era el hijo menor, y se hizo pasar por el hijo mayor para engañar a su padre. Labán dio a Jacob la hija mayor, cuando Jacob pensaba que recibiría la menor. Jacob, pues, estaba segando lo que había sembrado.

Aquí en el capítulo 29 de Génesis, encontramos que Jacob llega a Harán, se encuentra con Raquel y el tío Labán; sirve por Raquel, y su tio le engaña. Leamos los primeros tres versículos de este capítulo de Génesis.

1Siguió luego Jacob su camino, y fue a la tierra de los orientales. 2Y miró, y vio un pozo en el campo; y he aquí tres rebaños de ovejas que yacían cerca de él, porque de aquel pozo abrevaban los ganados; y había una gran piedra sobre la boca del pozo. 3Y juntaban allí todos los rebaños; y revolvían la piedra de la boca del pozo, y abrevaban las ovejas, y volvían la piedra sobre la boca del pozo a su lugar.  (Gén. 29:1-2)

Jacob había salido de Bet-el, y seguía en su viaje por un período de tiempo. No se nos dice cuánto tiempo viajó antes de llegar a la tierra de Harán. Notamos aquí la importancia del agua en aquel país. Y todavía es importantísima, porque en muchos lugares no se encuentra en grandes cantidades. Debía ahorrarse, y por eso en una cierta hora del día, quitaban la piedra de la boca del pozo, y luego todos abrevaban las ovejas. Las personas sacaban el agua para ellos mismos, y luego tapaban el pozo. Es exactamente la hora cuando estaban preparándose para abrevar las ovejas, cuando Jacob entra en la escena; y lo vemos aquí tan presumido como siempre. Escúchelo al leer los versículos 4 y 5:

4Y les dijo Jacob: Hermanos míos, ¿de dónde sois? Y ellos respondieron: De Harán somos. 5El les dijo: ¿Conocéis a Labán hijo de Nacor? Y ellos dijeron: Sí, le conocemos. (Gén. 29:4-5)

Tal vez sí le conocían. Ahora, Jacob no le conocía, pero ya tendrá su oportunidad para conocerlo.  Ahora, los versículos 6 al 8, prosigue esta conversación:

6Y él les dijo: ¿Está bien? Y ellos dijeron: Bien, y he aquí Raquel su hija viene con las ovejas. 7Y él dijo: He aquí es aún muy de día; no es tiempo todavía de recoger el ganado; abrevad las ovejas, e id a apacentarlas. 8Y ellos respondieron: No podemos, hasta que se junten todos los rebaños, y remuevan la piedra de la boca del pozo, para que abrevemos las ovejas.  (Gén. 29:6-8)

Note usted que Jacob acaba de llegar apenas a la tierra de ellos, y ya les está diciendo cómo deben abrevar sus corderos, y lo que ellos deben hacer. Esto es algo muy típico de Jacob, a propósito.

Pero ellos le dijeron: “No podemos, hasta que se junten todos los rebaños, y remuevan la piedra de la boca del pozo, para que abrevemos las ovejas”. Leamos ahora los versículos 9 y 10 de este capítulo 29 de Génesis:

9Mientras él aún hablaba con ellos, Raquel vino con el rebaño de su padre, porque ella era la pastora.

A propósito, el pastorear rebaños era también trabajo para mujeres en aquel entonces. Y Raquel era pastora que cuidaba las ovejas de su padre.  Leamos el versículo 10, que dice:

10Y sucedió que cuando Jacob vio a Raquel, hija de Labán hermano de su madre, y las ovejas de Labán el hermano de su madre, se acercó Jacob y removió la piedra de la boca del pozo, y abrevó el rebaño de Labán hermano de su madre. (Gén. 29:9-10)

Realmente no sabemos quien le mandó a él a abrevar el rebaño de Labán, pero lo hizo. Jacob realmente no sigue la ley de nadie, sino su propia ley. Él dictaba los reglamentos del juego al pasar por la vida, es decir, en la primera parte de su vida. Le hacía falta aprender una gran lección, y el tío Labán es quien va a enseñarle esa lección. Llegamos ahora al versículo 11:

11Y Jacob besó a Raquel, y alzó su voz y lloró.  (Gén. 29:11)

Nos ha parecido siempre extraño que besara a esta muchacha Raquel, y que alzara luego la voz y llorara. Es difícil entender por qué Jacob lo hizo a menos que fuera por su viaje tan solitario desde el momento en que salió de su casa. Había pasado esa noche solitaria en Bet-el, pero aún después de esa noche, todavía trató de hacer un trato con Dios, y por eso, sintió una tristeza en todo el camino.

Recordemos que, desde Bet-el, tuvo que viajar por el Mar de Galilea, y luego a Siria. Tuvo que cruzar aquel desierto y quizá tuvo muchas experiencias en el camino. Al llegar al lugar a donde iba, vuelve a ser presumido aunque no sabía nada acerca de ese lugar antes. Saluda a estos hombres de una manera positivista, como si los hubiera conocido toda la vida. Les hace preguntas, y luego quita la piedra para Raquel, aunque al parecer, no era la hora de quitar la piedra. Pero lo hizo. Imaginamos que estuviera tan lleno de emoción que al saludar a esta muchacha Raquel, la besó y lloró. Suponemos que esta sea la explicación de este cuadro. Ahora, note usted lo que dice en el versículo 12:

12Y Jacob dijo a Raquel que él era hermano de su padre, y que era hijo de Rebeca; y ella corrió, y dio las nuevas a su padre.  (Gén. 29:12)

Note usted que él le dice que es hermano de su padre. Bueno, en realidad quiere decir sobrino. El hebreo no hace tantas distinciones como hacemos nosotros hoy en día. Si estaba emparentado, pues, estaba emparentado, y significaba que era hermano. Así se traduce aquí, y es correcto.  Pero él es, en realidad, su sobrino.  Ahora, leamos el versículo 13:

13Así que oyó Labán las nuevas de Jacob, hijo de su hermana, corrió a recibirlo, y lo abrazó, lo besó, y lo trajo a su casa; y él contó a Labán todas estas cosas.  (Gén. 29:13)

Nos imaginamos que Jacob hablara de muchas cosas: el viaje que acababa de hacer y cómo había salido de su casa. No nos sorprendería que Jacob los divirtiera en la cena con la historia de cómo es que logró engañar a su hermano; y cómo consiguió la primogenitura; y cómo recibió también la bendición de su padre; y la forma en que utilizó la trampa para lograrlo; y cuán mañoso era. Sin duda, les dijo acerca de aquella noche en Bet-el. Le dijo a Labán todas estas cosas.  Ahora, el versículo 14, dice:

14Y Labán le dijo: Ciertamente hueso mío y carne mía eres. Y estuvo con él durante un mes. (Gén. 29:14)

Labán quedó convencido ahora que este era su sobrino, y le dice: “En verdad tú eres pariente mío, pues, quiero que te sientas como en tu casa”. Ahora, pasa un mes y, ¿qué sucede? Bueno, Jacob no trabaja. Es un sobrino que ha llegado de un país lejano y está visitando a su tío. Suponemos que pensó que podía gozar del hospedaje gratuito, y durante aquel tiempo, galantea a la señorita Raquel. Por lo menos, es cierto que la ha mirado amorosamente, y creemos que ella también le miraba con amor.  Ahora, nos imaginamos que fuera en una mañana en el desayuno, cuando tuvo lugar el incidente siguiente.  En los versículos 15 al 17, escuchemos la conversación entre tío y sobrino:

15Entonces dijo Labán a Jacob: ¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario. 16Y Labán tenía dos hijas: el nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel. 17Y los ojos de Lea eran delicados, pero Raquel era de lindo semblante y de hermoso parecer.  (Gén. 29:15-17)

El tío Labán es muy astuto. ¿Quién ha dicho algo de trabajar? Jacob no lo ha mencionado. Pero, el tío Labán es muy mañoso, y dice que no quiere que Jacob le trabaje sin recibir salario. Y dice que está dispuesto a pagar a Jacob un salario conveniente. Francamente, usted no vive con Labán un mes sin hacer algún tipo de arreglo para pagar el hospedaje. El tío Labán es mañoso también, y ahora tratará con su sobrino.

Se nos presenta aquí otra hija, la cual es Lea. El tío Labán ha vigilado a este joven, y ha notado que su sobrino tiene mucho interés en su hija Raquel, la menor de las dos hijas. Se nos explica la razón por la cual sucedió esto para que lo comprendamos. Raquel es una joven bella. Los ojos de Lea – se nos dice – eran delicados lo que quiere decir que no era nada bella.

Al leer algunos de los dramas del dramaturgo griego Eurípides, se nota que cuando un joven quería decir algo favorable en cuanto a su novia, pues, le decía que tenía los ojos como los ojos de una vaca. Ahora, algunos de nosotros tendríamos dificultad en considerar que esto fuera un cumplido. Pero, ¿ha mirado usted una vaca, últimamente, es decir, ojo a ojo? Bueno, la próxima vez que se encuentre con una vaca, mírela ojo a ojo y podrá notar cuán bellos son los ojos de la vaca. Así, pues, cuando los griegos pensaban que la mujer era bella, decían que tenía los ojos de una vaca. Pero, notemos que aquí en cuanto a Lea, se nos dice que los ojos eran delicados. Lo que realmente quiere decir, no tenía nada de belleza. Bueno, leamos ahora el versículo 18 de este capítulo 29 de Génesis:

18Y Jacob amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor. (Gén. 29:18)

Vemos que Jacob estaba bien enamorado. Por tanto aquella mañana, en el desayuno, cuando el tío Labán sugirió que trabajara, pensaba realmente en otra cosa. Sabía que el joven se había enamorado de Raquel y por tanto, no creemos que le sorprendiera la contestación de Jacob cuando le preguntó cuál sería su salario.  Jacob estaba dispuesto a trabajar siete años por Raquel, y Labán concuerda con la respuesta de su sobrino. Leamos los versículos 19 al 22:

19Y Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti, y no que la dé a otro hombre; quédate conmigo. 20Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba. 21Entonces dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella. 22Entonces Labán juntó a todos los varones de aquel lugar, e hizo banquete.  (Gén. 29:19-22)

Encontramos aquí una de las cosas más amables que se dicen acerca de Jacob. Francamente, la única parte de la vida de este hombre, es decir, la primera parte de su vida que tiene algo de hermoso, de noble, o admirable, es su amor por Raquel. Eso es muy descollante.

Puede imaginarse a Jacob trabajando. Y, amigo oyente, el tío Labán obligó a Jacob a trabajar duro; trabajar en el frío, en la lluvia y en todo tipo de tiempo. Pero Jacob siempre pensaba en aquella señorita Raquel. Allí estaba para recibirlo y saludarlo, y él estaba pero muy enamorado de ella. Leamos los versículos 23 al 26 de este capítulo 29 de Génesis:

23Y sucedió que a la noche tomó a Lea su hija, y se la trajo; y él se llegó a ella. 24Y dio Labán su sierva Zilpa a su hija Lea por criada. 25Venida la mañana, he aquí que era Lea; y Jacob dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado? 26Y Labán respondió: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor.  (Gén. 29:23-26)

Encontramos aquí una mala jugada. En la ceremonia de matrimonio en aquellos días, la mujer se cubría con un velo, y quedaba velada por completo para que no la vieran. Pobre Jacob, no vio a la muchacha hasta que entraron en la tienda. Alzó el velo y, he aquí, no era Raquel. Era Lea.   Y nos preguntamos si en aquel momento, al ver que había sido engañado, Jacob quizá recordó algo de su propio padre cuando él se hizo pasar por el mayor. Engañó a su padre y, por eso tuvo que huir de la casa. Había recibido la bendición, pero en cambio, había engañado a su padre.

Dios no apoya ese tipo de conducta, no la aprueba de ninguna manera. Dios había prometido la bendición a Jacob, pero debió haber esperado para recibirla por la senda que Dios había establecido. Debe recibir la bendición por la senda de Dios y no por la suya. Y, ¿qué pasa? Se hizo pasar por el mayor cuando realmente era el menor. Ahora, aquí cree que consigue la menor, pero en vez de eso, obtiene la mayor de las hijas de Labán.

Se le vuelve la tortilla, pudiéramos decir, y esto es una cosa muy terrible para Jacob. Es cosa criminal lo que le ha hecho Labán, pero note usted cómo el tío Labán lo da como legítimo. Es un perito en ese tipo de cosa. Le dice a Jacob que había una cosa pequeña en el contrato, una cláusula pequeñita en letra chiquita allá en su contrato. Simplemente olvidó mencionárselo a Jacob. Tienen una costumbre en su tierra, y es que la hija mayor debe casarse primero, y que la hija menor no se puede casar hasta cuando se haya casado la mayor. Le dice que siente muchísimo que se le olvidara mencionar esto, y que fue por eso que sucedió así. Pero el tío Labán está dispuesto a ser muy generoso en sus tratos, y, por tanto, le hace a Jacob otra oferta. Leamos el versículo 27 de este capítulo 29 de Génesis:

27Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años.  (Gén. 29:27)

Esta “semana” son otros siete años. Ahora, no diga usted que este hombre tendrá dos esposas, y que Dios lo aprueba. El relato aquí es inspirado, porque eso es lo que sucedió. Pero eso no significa que Dios lo hubiera aprobado. En el caso de Abraham que tomó a Agar, toda la historia manifiesta que Dios lo desaprobó por completo. Y se relata aquí, porque es un hecho que ocurrió. Bueno, el tío Labán está recibiendo el valor cabal del dinero, ¿no le parece? Y el pobre Jacob realmente está recibiendo clases en esa escuela de las dificultades, en esa escuela del sufrimiento. Pero está tomando dos esposas, y no debe haberlo hecho, y estará muy afligido por eso.  Leamos el versículo 28:

28E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla; y él le dio a Raquel su hija por mujer.  (Gén. 29:28)

El pobre Jacob ciertamente se ha llevado un chasco. El tío Labán le había dicho que le daría a Raquel si le servía siete años. Ahora, Jacob sirvió los siete años pero recibió a Lea. Bueno, después de todo, él también había engañado a su padre y a su hermano, haciéndose pasar por el hijo mayor, cuando en realidad era el menor. Ahora, se le da la mayor, cuando pensaba recibir la menor. Sirve al tío Labán el doble del tiempo que había concordado al principio. Los siete años habrían de ser muchos, pero en todo sirvió 14 años, y ahora tiene dos esposas. Amigo oyente, Dios no aprobó esto. Este hombre encontrará muchísimos problemas en su familia de aquí en adelante, y todos por supuesto datan de sus propios métodos que empleaba, y que Dios no aprobó.  Leamos los versículos 29 al 32:

29Y dio Labán a Raquel su hija su sierva Bilha por criada. 30Y se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea; y sirvió a Labán aún otros siete años. 31Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril. 32Y concibió Lea, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Rubén, porque dijo: Ha mirado Jehová mi aflicción; ahora, por tanto, me amará mi marido. (Gén. 29:29-32)

Toda esta historia contrasta con la venida del siervo de Abraham a buscar la esposa para Isaac. El siervo acudió a Dios continuamente por Su dirección. Jacob viajó por su propio ingenio, y estaba absolutamente seguro y porfiado. La decepción que experimentó por mano de Labán mostró que no le era posible depender de su propia fuerza y habilidad. Le faltaba la dirección del Señor en su vida. Y así también al cristiano hoy en día, le falta la guía del Señor, y la plenitud del Espíritu Santo para todo momento de cada día.

Lea es una persona triste, pero llega a ser la madre de Rubén, el hijo mayor. Sin embargo, él no iba a iniciar la línea que conduce a Cristo. En realidad, el que conducirá a Cristo será Judá, el hijo que le nace a Lea de último. Lea tuvo cuatro hijos. Le nació Rubén, y en el versículo 33 le nace Simeón; luego en el versículo 34, le nació Leví. Y el cuarto hijo, en el versículo 35, es Judá.  Y en realidad tuvo unos hijos destacados.  Judá es de quien procede la línea real.  David era de esta línea, y más adelante, por supuesto, el Señor Jesucristo mismo. Según la carne, Cristo procedió de la línea de Judá. Leví dio origen a la tribu sacerdotal. Usted recordará que Rubén perdió su puesto de primogénito por causa de su pecado. Este capítulo 29, concluye pues, con la bendición de Dios sobre Lea, dándole cuatro hijos.

Y esto concluye también nuestro estudio de este capítulo. En nuestro próximo programa, comenzaremos el estudio del capítulo 30, y confiamos que usted volverá a escucharnos. Será pues, hasta entonces, es nuestra oración ¡que el Señor le bendiga muy ricamente!

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