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Génesis - Capítulo 35:1 - 29

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en el libro de Génesis. Luego de culminar nuestro estudio del capítulo 34 de este libro, estamos seguros que muchas personas han llegado a la conclusión de que nos equivocamos cuando dijimos que la vida de Jacob había cambiado en Peniel. Llegó al vado de Jaboc y disfrutó de esa experiencia maravillosa allí pero no observamos tanto cambio en su vida en el capítulo 34. Eso es verdad y sin embargo hubo un cambio que tuvo lugar en Peniel. Quizá no lo llamamos una crisis porque tememos que esta cuestión de una experiencia crítica haya sido exagerada por muchos. En efecto, pensamos que hay muchos que creen que si no han tenido una segunda experiencia, no han tenido nada. Bueno, el hecho es que eso simplemente no es verdad. Hay quienes han gozado de una experiencia crítica que es maravillosa. Dwight L. Moody, por ejemplo, disfrutó de una. Estamos seguros que muchos de nosotros podemos mirar atrás en nuestras vidas a una experiencia así. Sin embargo, hay muchos que no han tenido tal experiencia y que nunca hacen mención de una crisis como una cosa de importancia en sus vidas.

 Cuando Jacob vino a Peniel, una cosa grande le ocurrió. Y al estudiar el capítulo 35 vamos a mencionarla. Desde el principio de la vida de Jacob hasta su llegada a Peniel, lo que dominaba su vida era la exaltación del “yo”, la afirmación de la carne. Lo que realmente sucedió en Peniel fue el descenso del “yo”, se desinfló como un neumático. Le había inflado como un balón toda la vida hasta cuando llegó a Peniel. Pero allí, el Señor punzó el balón y se desinfló a la nada. El problema era que no había fe en la vida. Esto se evidencia al leer el capítulo 34. Muchos expositores han dicho que Jacob cometió un error grande y que fue cosa trágica detenerse en Salem. Debemos decir que estamos de acuerdo con esto en parte. Pero tenemos una pregunta que hacer.  ¿Estaba listo Jacob para su experiencia en Bet-el?  ¿Estaba listo para las experiencias que Dios le iba a dar? Creemos que no estaba nada listo todavía. Ese hombre tenía la costumbre de andar en la carne. Era su modo de vivir. Y experimentó una caída, por cierto, una desinflada verdadera de su yo. Pero el capítulo 34 indica que todavía no andaba por la fe. No tenía la fe para seguir hasta Bet-el.

Las cosas trágicas que pasaron en su vida después que se detuvo en Salem revelan que este hombre realmente no era un dirigente en su propia familia. No tomó el lugar debido. No era muy espiritual de ningún modo y era un trabajo difícil criar a doce muchachos. Requería un hombre de tipo espiritual para controlarlos y Jacob no estaba preparado para hacerlo. Sin embargo, después de este evento trágico, Jacob empieza a ver la mano de Dios obrando en su vida. Y ahora hace la decisión que debió haber hecho antes de pasar esto. Revela que dentro de la familia estaba sucediendo algo que ciertamente era trágico.

La tragedia en Siquem es que tan pronto como Esaú se hubo despedido de él y viajó a su casa, Jacob llevó a su familia hasta Salem. Fue una mudanza trágica. Jacob todavía dependía de sus propias mañas. Allí, Dina su hija fue violada, y Simeón y Leví sus hermanos por parte de padre y madre fueron a la ciudad de Siquem, a la casa del príncipe que fue responsable por el pecado. Aunque quiso casarse con ella, le asesinaron. Los hijos de Jacob cometieron una matanza que haría parecer cosa mínima el tiroteo de una pandilla en las grandes calles de nuestras ciudades hoy en día. Al llegar a la casa para contárselo a Jacob, él dice que le han hecho abominable a los moradores de la tierra. El hecho es que él no estaba nada listo para Bet-el. La pregunta es, ¿a dónde más iría? Tenía manadas y rebaños y había buen pasto en Salem. Pero ahora no se puede quedar allí. Lo que el hombre sembrare, amigo oyente, eso también segará. Hay una nota de tristeza en este capítulo. Jacob regresa a Bet-el. Raquel muere en Belén, e Isaac muere en Hebrón. Leamos ahora los primeros dos versículos de este capítulo 35 de Génesis:

"Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos." (Gén. 35:1,2)

Dios llama a Jacob para que regrese a Bet-el. Después de su experiencia trágica en Siquem está dispuesto a ir. Aún después de Peniel, no tenía la fe necesaria para seguir antes de aquella experiencia. Ahora, note usted, que comienza a tomar la dirección como debiera haberlo hecho, de su propia familia.

Les manda, en primer lugar, a que quiten los dioses ajenos. Esto casi nos horroriza. Usted recordará que cuando Jacob huyó con Raquel y Lea, que Raquel había robado los dioses de la familia sin ser vista. Puso esos pequeños ídolos en una albarda del camello y se sentó sobre ellos. Aquel equipaje viajó en camello, pero ella simplemente montó y se sentó para proteger los ídolos de Jacob. Él no sabía en aquel día que ella los había robado, y por tanto fue sincero cuando le dijo a Labán que los ídolos no estaban por ninguna parte en su compañía. Esa es sin duda la única vez hasta aquel momento que Jacob dijo la verdad. Realmente no sabía que estaban allí. Más adelante, debe haber descubierto que ella los había robado. Jacob conocía al Dios vivo y verdadero. Después de todo, Dios le había llamado. Uno pensaría que cuando supo de los ídolos falsos, se iba a deshacer de ellos. Pero no lo hizo. Y encontramos a toda la familia adorando estos ídolos. Ahora, por primera vez, empieza a tomar la dirección y el mando de su familia y les insiste, les ordena que quiten esos dioses falsos, esos dioses ajenos. Deben quitar lo que es malo.

Amigo oyente, hay demasiadas personas hoy día que están sirviendo a los dioses ajenos durante los seis días de la semana, y luego, el domingo, tratan de servir al Señor. Luego se extrañan que el servicio en la iglesia el domingo no sea una experiencia conmovedora para ellos. Amigo oyente, es que es necesario quitar estos dioses ajenos. No sabemos cuál pueda ser el caso suyo. Para muchos, el dios ajeno es la codicia. Hay muchos negociantes cristianos que tratan de conseguir cada día más dinero. Se dedican más a buscar el dinero, que servir al Señor. Tales personas se preguntan qué es lo que hay de malo en su vida espiritual. Amigo oyente, si usted vuelve hasta Betel, donde encontró a Dios en el principio, pues debe quitar esas cosas que son malas.

Luego Jacob les manda a limpiarse. Para el creyente hoy día eso significa una confesión de los pecados.  Hay que tratar con el pecado en la vida.  Uno no puede llegar  a adorar a Dios los

domingos e ignorar el pecado de la semana anterior. Todos nos bañamos físicamente y nos ponemos desodorante. Sin embargo, tratamos de acercarnos a Dios con la vida sucia porque no nos hemos limpiado por medio de la confesión de nuestros pecados. El Apóstol Juan, en su primera carta, capítulo 1, versículo 9, dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Amigo oyente, Él perdonará, pero antes de eso, debe haber una confesión. Jacob les manda a que se cambien los vestidos; que se quiten los vestidos viejos. Los vestidos en la Escritura hablan de hábitos. Hablamos, por ejemplo, de un jinette que tiene un hábito de montar; o de un jugador de fútbol que tiene un uniforme. Ese es el hábito que ellos usan. El vestido del hijo de Dios debe reflejar de alguna manera quién es él, y a quién pertenece. Amigo oyente, ¿lleva usted el vestido del Señor? ¿Se le puede detectar como un poquito diferente en su vecindario, o en el trabajo, o en la escuela? ¿Es diferente su vida? Usted está usando un hábito. El día en que Jacob volvió a Bet-el empezó a vivir para Dios. Hasta entonces creemos que no vivía para Él. Volvámonos también nosotros hasta Bet-el. Eso es lo que debemos hacer. Sigamos adelante ahora; leamos el versículo 3 de Génesis capítulo 35:

Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. (Génesis 35:3)

Jacob edifica un altar. ¡Gracias a Dios por eso! Tendrá un testimonio para Dios ahora. Recuerda cuando huyó de su casa siendo joven sintiendo nostalgia y a solas y cómo llegó hasta Bet-el y Dios había sido fiel para con él. Dios le había prometido Su fidelidad. Ahora los años han pasado y Dios continúa siendo fiel para con él. Dios le ordena volver a Bet-el, al lugar donde comenzó Jacob. Y es allí donde debe empezar.

Opinamos que muchos hoy día deben reconocer que los años que pasamos viviendo una vida cristiana desaseada, es una pérdida de tiempo, una pérdida absoluta. Recuerde que Dios llamó a los hijos de Israel y les mandó a entrar en la tierra. Y no entraron. Vagaron por 40 años. Luego, Dios apareció a Josué y le mandó a llevarlos a la tierra. Ellos perdieron 40 años. ¡Cuántas personas hoy en día pierden sus vidas aun siendo cristianos!  Tenemos lecciones espirituales muy

grandes aquí. Y se nos relatan porque algunos de nosotros somos también como Jacob. Y por eso las lecciones son tan pertinentes para nosotros hoy en día. Gracias a Dios, que dice que es el Dios de Jacob. Si es el Dios de Jacob, entonces, será también el Dios mío y el Dios suyo, amigo oyente. ¡Es maravilloso! Este pues, es un capítulo que nos anima mucho. Leamos ahora el versículo 4:

Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem.  (Génesis 35:4)

Notamos aquí que en realidad, está dispuesto a tomar el liderazgo en su hogar. Y vamos a hacer una pausa un momento, para decir que los zarcillos eran asociados con la adoración en aquel día. Los zarcillos les identificaba como idólatras y por eso se los quita. Jacob los quita y no los guarda. Los entierra, los esconde. Deben ser quitados por completo porque debe haber una nueva vida para ellos.  Leamos ahora, los versículos 5 al 8 de este capítulo 35 de Génesis:

5Y salieron, y el terror de Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron a los hijos de Jacob. 6Y llegó Jacob a Luz, que está en tierra de Canaán (esta es Bet-el), él y todo el pueblo que con él estaba. 7Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano. 8Entonces murió Débora, ama de Rebeca, y fue sepultada al pie de Bet-el, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut. (Génesis 35:5-8)

Usted recordará que Bet-el es el nombre que Jacob había puesto al lugar la primera vez que estuvo allí. Hay un detalle incidental muy interesante aquí. Siendo que Débora estaba con Jacob en esta vez, podemos asumir que Rebeca, la madre de Jacob, ya había muerto. De otro modo, ella estaría con él también. Pobre Jacob nunca más volvió a ver a su madre viva. Pero, esto no es tan trágico como el hecho de que Rebeca nunca jamás volvió a ver a Jacob en vida. Usted recordará que lo había enviado a la casa del tío Labán por un corto tiempo. El entierro de Débora, pues, significa que cuando murió Rebeca, ella había llegado trayendo la noticia a Jacob, y luego se quedó con él.  Ahora muere el ama.  Dios ha procurado durante todos estos años tratar

directamente con este hombre. Ahora Dios empieza donde le encontró cuando llegó a Bet-el siendo joven. ¡Años perdidos! Los años que pasó allá con el tío Labán fueron por muchos aspectos, años perdidos.  Leamos ahora los versículos 9 hasta el 15 de Génesis, capítulo 35:

9Apareció otra vez Dios a Jacob, cuando había vuelto de Padan-aram, y le bendijo. 10Y

le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel. 11También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. 12La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra. 13Y se fue de él Dios, del lugar en donde había hablado con él. 14Y Jacob erigió una señal en el lugar donde había hablado con él, una señal de piedra, y derramó sobre ella libación, y echó sobre ella aceite. 15Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dios había hablado con él, Bet- el.  (Génesis 35:10-15)

El Señor considera importante esa propiedad porque esta es la tercera vez que promete dársela. Primero la promesa fue dada a Abraham, luego a Isaac y ahora a Jacob. Y el Señor tuvo que decirlo dos y tres veces a cada uno de estos hombres. Tenemos aquí la primera mención de una libación. Hay cinco ofrendas descritas en el libro de Levítico, pero ninguna de ellas es una libación. En efecto, no se da ninguna instrucción en cuanto a ella. La libación simplemente se derramaba sobre las ofrendas y subía en humo. Tiene una significación maravillosa para el creyente hoy en día. El Apóstol Pablo, dijo a los cristianos de Filipos, que quería que su vida fuera derramada así como una libación. Ahora, los versículos 16 hasta el 20, dicen:

16Después partieron de Bet-el; y había aún como media legua de tierra para llegar a Efrata, cuando dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su parto. 17Y aconteció, como había trabajo en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. 18Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín. 19Así murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, la cual es Belén. 20Y levantó Jacob un pilar sobre su sepultura; esta es la señal de la sepultura de Raquel hasta hoy. (Génesis 35:16-20)

Raquel ahora tiene su segundo hijo. Recordamos a Belén porque allí es donde nació Jesus; y Jacob recordó a Belén porque fue allí que su bella y amada Raquel murió. El amor que Jacob tuvo para con Raquel es una cosa admirable en su vida antes de Peniel. Jacob nunca se olvidó de ella. Más adelante en Egipto, siendo viejo se acordó de Belén. Cuando Raquel estuvo a punto de morir llamó al nené que causó su muerte, Benoni, que significa ‘Hijo de mi tristeza’. Cuando Jacob vio al niñito le puso el nombre de Benjamín, que quiere decir, ‘Hijo de la mano derecha’.

Raquel es sepultada en Belén. La tumba todavía estaba allí en los días cuando se escribió el libro de Génesis. Y todavía está allí hoy en día. Raquel fue algo admirable en la vida de Jacob, aún en aquellos años en Padan-aram, los cuales se consideran terribles en muchos aspectos. Hay tanta evidencia del yo, de la carne, pero sin duda, amaba a Raquel. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Se dedicó por completo a ella. Por ejemplo, le permitió guardar aquellos ídolos que había robado de su padre. No creemos que los hubiera dejado guardar a Lea. Pero le dio a Raquel cuanto ella pidió. La amó verdaderamente. Raquel dio a Jacob su hijo José, y luego dio su vida en el nacimiento de su hijo Benjamín. Y esto le causó un gran dolor.

Por otra parte, los otros diez muchachos no le causaron gozo de ninguna manera. Dios hizo recordar a Jacob cada día y durante las 24 horas del día, que es pecado tener más de una esposa. No necesitaba a las dos. Este no es el método de Dios. Dios siempre vence y hace que las cosas ayuden a bien. Pero esto todavía no significa que Dios aprobara la pluralidad del matrimonio. Los hechos indican que no la aprobó.

Jacob amaba a José y a Benjamín, y francamente los otros muchachos sintieron celos por causa de ellos. No debió haber manifestado tal parcialidad para con José porque él mismo había experimentado los resultados de la parcialidad en su propio hogar. Él fue a quien su padre apartó con la mano, y supo la dificultad que había resultado de eso. Debió, pues, haberse dado cuenta de eso y no practicar la parcialidad.  Sin embargo, lo hizo.

No tratamos de defender a Jacob pero simpatizamos con él. Después de todo, al morir Raquel llama al pequeñito: Benoni, ‘hijo de su tristeza’. Creemos que Jacob se pondría de acuerdo de que era el hijo de la tristeza de Raquel.  Y cuando miró al niñito, suponemos que notó que se parecía a Raquel. Probablemente tenía los ojos de ella y le hizo recordar a Raquel; así, pues, Jacob pensaba que no podía llamarlo ‘hijo de la tristeza’. Probablemente pensó, “No es el hijo de la tristeza mía. En efecto, es el único en que puedo apoyarme ahora. Es el hijo de la mano derecha, mi bastón, mi cayado. Así, pues, me apoyaré en él”. Y por eso, procedió a llamarle ‘hijo de la mano derecha’. Es importante reconocerlo, porque esto es parte de la gran tristeza por la cual Jacob tendrá que pasar más adelante en su vida.

Todo esto está en torno al hecho de que Dios no aprobó la pluralidad del matrimonio de Jacob, ni de su parcialidad. Dios no aprueba lo que es malo en nuestras vidas, amigo oyente. Creemos a veces que podemos salirnos con la nuestra, pero en realidad, no logramos hacerlo. Jacob no pudo salirse con la suya. Su amada Raquel ya ha partido y es sepultada en Belén. Leamos ahora los versículos 21 y 22 de Génesis, capítulo 35:

21Y salió Israel, y plantó su tienda más allá de Migdal-edar.  22Aconteció que cuando moraba Israel en aquella tierra, fue Rubén y durmió con Bilha la concubina de su padre; lo cual llegó a saber Israel. Ahora bien, los hijos de Israel fueron doce:   (Génesis 35:21 - 22)

Se nota aquí el pecado de Rubén, lo cual causó que él perdiera su puesto de primogénito. Cristo pudo haber venido de Rubén, si no hubiera sido por este pecado. Ahora, los versículos 23 al 26, nos nombran los demás hijos de Jacob y sus madres. Y siendo que ya los hemos mencionado anteriormente, no vamos a mencionarlos más. Leamos ahora los versículos finales, 27 al 29 de este capítulo 35 de Génesis:

27Después vino Jacob a Isaac su padre a Mamre, a la ciudad de Arba, que es Hebrón, donde habitaron Abraham e Isaac. 28Y fueron los días de Isaac ciento ochenta años. 29Y exhaló Isaac el espíritu, y murió, y fue recogido a su pueblo, viejo y lleno de días; y lo sepultaron Esaú y Jacob sus hijos. (Gén. 35: 27-29)

Creemos que esta es la última vez que Jacob y Esaú se encontraron. Vinieron para sepultar a su padre.  Y sólo se nos da una breve palabra aquí en cuanto a la muerte de Isaac.  Su nacimiento ocupa un lugar sobresaliente en Génesis, pero su muerte casi se pasa por alto.  Este hombre fue como Cristo en su nacimiento pero no lo fue así en su muerte.

Este capítulo sobresale por la muerte. Primero, tenemos la muerte de Débora, la sierva de Rebeca. Y esto nos sugiere la muerte de Rebeca misma. Luego, la muerte de la amada Raquel. Finalmente, el capítulo termina con la muerte de Isaac. Y ahora, antes de dejar este capítulo, quisiéramos decir algo más en cuanto a la libación. Las instrucciones para la libación se encuentran en el libro de Números, capítulo 15, versículos 4 al 12. Ya dijimos que Pablo hace referencia a ella y cómo es que era derramada sobre las otras ofrendas y que subía en humo. Es un cuadro del creyente que ofrece su vida en sacrificio y servicio sobre la base del sacrificio de Cristo. El servicio de los creyentes es simplemente una libación derramada sobre el sacrificio de Cristo. El servicio del cristiano no se ve, pero en cambio, se ve a Cristo. Pablo, dijo en el capítulo 2, versículo 17 de su carta a los Filipenses: Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.

Y aquí nos detenemos por hoy, amigo oyente, y Dios mediante, retornaremos en la continuación de este estudio del libro de Génesis, en nuestro próximo programa. Confiamos en que usted nos vuelva a sintonizar. Le informamos, además, que las notas y bosquejos de estos estudios bíblicos, están a su disposición sin costo alguno de su parte. Solicítelas a la dirección que mencionamos en la parte final del programa. Será, pues, hasta entonces, ¡que el Señor le bendiga es nuestra más ferviente oración!

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