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Génesis - Capítulos 38:1 - 39:3

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, estudiando el capítulo 38 del libro de Génesis que iniciamos en nuestro programa anterior. Y dijimos que este capítulo habla del pecado y la deshonra de Judá. La pregunta que consideramos fue: ¿Por qué se nos cuenta esta historia aquí? Y dijimos que había dos aspectos principales. En primer lugar, Judá es la tribu de la cual procederá el Mesías. Hay algunos nombres interesantes que aparecen allí. Está el nombre de Judá, luego el nombre de Tamar y más adelante, Fares y Zara. Dijimos además que sus nombres aparecen también en el primer capítulo del Nuevo Testamento. En el capítulo 1 del evangelio según San Mateo, se da la genealogía de Jesucristo y es allí donde se encuentran estos nombres también. Y esta es la línea que conduce al Señor Jesucristo, es decir, la línea de Judá. Luego, el segundo aspecto, la segunda razón por la cual se nos cuenta esta historia de Judá en este capítulo, es porque comenzando con el próximo capítulo, bajamos hasta la tierra de Egipto con José. Y notaremos más adelante que Dios arregló las circunstancias para que José fuera delante de sus hermanos y de su padre hasta Egipto. En realidad, Dios le envió allí a preparar el camino para la llegada de los israelitas. Parece ser un encuentro fortuito de circunstancias incluyendo el hambre que se nos narra más adelante. Pero todo fue arreglado por Dios para sacarlos de Canaán por un tiempo. Si Jacob y su familia se hubieran quedado en la tierra de Canaán, habrían descendido hasta el nivel de los cananeos. Y Dios quería que se apartaran de los cananeos abominables, y que estuvieran en la reclusión de la tierra de Gosén en Egipto. Hallaremos que esta gente aquí, es decir, los cananeos, eran una abominación, y aun después de que los israelitas llegaron a la tierra, los cananeos mantuvieron una influencia sobre ellos, que no era nada buena. El incidente de este capítulo, pues, revela con claridad que Dios tuvo que alejar a Israel de esta gente. Leamos los primeros dos versículos del capítulo 38 de Génesis:

 1Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira. 2Y vio allí Judá la hija de un hombre cananeo, el cual se llamaba Súa; y la tomó, y se llegó a ella. (Gén. 38:1,2)

La historia nos habla de Judá, cuya línea será la línea real de Israel como veremos más adelante. Es difícil creerlo al ver la historia de sus acciones aquí. Fue a hacer negocios con un varón adulamita, y al llegar allí vio a esta mujer cananea y tuvo una aventura amorosa con ella. Y el versículo 3 dice:

3Y ella concibió, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Er.  (Gén. 38:3)

Eso es exactamente lo que este hombre Judá había hecho. Había errado; había pecado. Y ahora, en los versículos 4 al 6 de este capítulo 38 de Génesis, leemos:

4Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Onán. 5Y volvió a concebir, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Sela. Y estaba en Quezib cuando lo dio a luz. 6Después Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar. (Gén. 38:4-6)

Esta es la primera aparición de Tamar. Así entra en la genealogía de Cristo. Ahora, mire usted a esta familia.  Está cargada de pecado.  Leamos los versículos 7 al 10:

7Y Er, el primogénito de Judá, fue malo ante los ojos de Jehová, y le quitó Jehová la vida. 8Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano. 9Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano. 10Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida.  (Gén. 38:7-10)

Esto nos recuerda la hora presente cuando hay tanto énfasis en el sexo. Los hijos de Jacob también pusieron énfasis en eso. Por cierto que Judá le puso mucho énfasis. Leamos ahora el versículo 11 de Génesis, capítulo 38:

11Y Judá dijo a Tamar su nuera: Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo; porque dijo: No sea que muera él también como sus hermanos. Y se fue Tamar, y estuvo en casa de su padre. (Gén. 38:11)

Ahora, era la costumbre de aquel día que cuando un hombre moría, su hermano debía casarse con la viuda. Onán rehusó hacerlo y por eso Dios le quitó la vida. Judá, entonces, le dice a Tamar que se quede en la casa de su padre y espere hasta que su último hijo tenga edad suficiente. Ahora, los versículos 12 y 13, dicen:

12Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Después Judá se consoló, y subía a los trasquiladores de sus ovejas a Timnat, él y su amigo Hira el adulamita. 13Y fue dado aviso a Tamar, diciendo: He aquí tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas.  (Gén. 38:12,13)

Al parecer, el negocio que Judá tenía con el adulamita que se llamaba Hira, tenía que ver con la cría de ovejas, y deben haber tenido un tremendo rebaño juntos. Judá va pues a trasquilarlas. Mientras tanto, Tamar, su nuera, había esperado todo este tiempo en casa y llega a la conclusión de que Judá no le dará a Sela por esposo.  Los versículos 14 y 15 de Génesis, capítulo 38, dicen:

14Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo, y se arrebozó, y se puso a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat; porque veía que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer. 15Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro.  (Gén. 38:14,15)

Ahora, Sela es el tercer hijo de Judá, el que Judá había prometido a Tamar. Ya ha crecido. Tamar entonces, toma acción y se quita los vestidos de su viudez. Se sienta en la orilla del camino con el rostro cubierto, según la costumbre de las rameras de aquellos días. Veamos lo que sucede ahora en los versículos 16 y 17:

16Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: ¿Qué me darás por llegarte a mí? 17Él respondió: Yo te enviaré del ganado un cabrito de las cabras. Y ella dijo: Dame una prenda hasta que lo envíes. (Gén. 38:16,17)

Tenemos aquí un cuadro de Judá. Había inducido a la mujer cananea. Ahora hace lo mismo con Tamar. Este es un cuadro bastante oscuro y una historia muy fea la que tenemos aquí. Judá creía que ella era ramera. Ella vio la oportunidad de sacarle ventaja y eso es exactamente lo que hizo.  Veamos ahora lo que ocurre según los versículos 18 al 23 de este capítulo 38 de Génesis:

18Entonces Judá dijo: ¿Qué prenda te daré? Ella respondió: Tu sello, tu cordón, y tu báculo que tienes en tu mano. Y él se los dio, y se llegó a ella, y ella concibió de él. 19Luego se levantó y se fue, y se quitó el velo de sobre sí, y se vistió las ropas de su viudez. 20Y Judá envió el cabrito de las cabras por medio de su amigo el adulamita, para que éste recibiese la prenda de la mujer; pero no la halló. 21Y preguntó a los hombres de aquel lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera de Enaim junto al camino? Y ellos le dijeron: No ha estado aquí ramera alguna. 22Entonces él se volvió a Judá, y dijo: No la he hallado; y también los hombres del lugar dijeron: Aquí no ha estado ramera. 23Y Judá dijo: Tómeselo para sí, para que no seamos menospreciados; he aquí yo he enviado este cabrito, y tú no la hallaste.  (Gén. 38:18-23)

 Judá se encuentra ahora en una posición bastante difícil. Buscan por todo el pueblo a la ramera, pero no la pueden encontrar.  El versículo 24 revela el resultado de la acción de Judá:

24Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada.  (Gén. 38:24)

 Ese es Judá. Aquí tenemos el criterio moral de dos caras. Amigo oyente, Dios no aprueba estas cosas, de ninguna manera. Esta historia se relata aquí en la Palabra de Dios, pero de ninguna manera significa que Dios lo aprueba. Él no quería que Su pueblo se portara así. Y Dios lo desaprueba. Ellos se están portando exactamente como los cananeos, y por eso Dios va a apartarlos de esta tierra y los va a llevar a la tierra de Egipto.  Allí Dios los va a separar y los va a aislar en la tierra de Gosén para alejarlos de esta influencia tan terrible.  Este episodio revela la necesidad de que Dios haga eso.

Judá está portándose de una manera que es indecible por lo malo. El caso es que Judá está más presto a ver el pecado en alguien más, pero no puede notarlo en sí mismo. Nos recuerda de aquella vez cuando Natán fue donde David y le contó la historia del hombre que tenía la corderita. Cuando Natán dijo que el rico llegó y se la llevó, David estuvo pronto a condenar al rico. David reaccionó exactamente como Judá reacciona aquí. David dijo que el rico era digno de muerte. Natán, entonces, le declaró que David mismo era ese hombre. Es muy interesante que todos podemos ver con tanta claridad el pecado en otras personas, pero no podemos notarlo en nuestro propio ser.

Ahora, la acusación contra Judá es realmente doble. Su pecado en sí mismo es terrible, pero además fue con su propia nuera. Esta es la manera en la cual vivían los cananeos. Nosotros creemos que estamos en una revolución sexual en nuestros días, y que hay una nueva libertad sexual. Amigo oyente, por siglos los paganos han tenido libertad sexual. Eso es parte del paganismo y esa es la razón por la cual todos vivían tan vilmente. Esa es la razón por la cual fueron juzgados y quitados de la escena. Los cananeos han desaparecido.  Dios los ha juzgado. Y eso debe constituir un mensaje para cualquier persona. Sin embargo, parece que muchas personas, aun entre los cristianos, no toman en cuenta este mensaje.

Ahora, ¿le parece extraño que este capítulo esté en la Biblia? Se encuentra en la Biblia, amigo oyente, como una advertencia para nosotros. Se relata en la Biblia para hacernos saber que Dios no lo aprobó. Y explica por qué Dios sacó a Israel de esta tierra para llevarlos a Egipto. Ahora, note usted lo que sucede cuando Tamar es traída a la presencia de su suegro. Leamos los versículos 25 y 26:

25Pero ella, cuando la sacaban, envió a decir a su suegro: Del varón cuyas son estas cosas, estoy encinta. También dijo: Mira ahora de quién son estas cosas, el sello, el cordón y el báculo. 26Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció.  (Gén. 38:25,26)

Judá iba a mandar que fuera quemada. Pero ella dijo:  “Quisiera que ustedes sepan quién es el padre del niño. Aquel de quien son estos artículos que les estoy mostrando, ese es el padre.” Judá miró los artículos y tuvo que admitir que el sello, el cordón y el báculo eran suyos. Esto fue algo muy repulsivo aun para Judá. Pero así vivían los cananeos. Dios, por eso, tiene que sacar a Su pueblo de la tierra de Canaán y apartarlos de aquella influencia.

Hagamos una pausa aquí por un momento para hacer una aplicación. Recuerde usted que todas estas cosas están escritas para nuestra enseñanza. Sirven como ejemplo para nosotros. Oímos decir hoy en día que si vamos a testificar a esta generación, y si vamos a comunicarnos con ellos, tenemos que descender a su nivel. Bueno, en realidad, no estamos de acuerdo con eso. Dios nunca ha empleado ese método de testificar. Dios, bajo todas las circunstancias, siempre ha exigido que Su pueblo viva en un nivel superior y elevado, dedicados a El.

Bien podemos imaginar a uno de los teólogos de hoy en día acercándose a Noé y diciéndole: “Hermano Noé, estás pasando todo tu tiempo trabajando con esa arca, y es una tontería que lo hagas. Vamos a tener una fiesta grande en Babilonia esta noche. Acaban de recibir un embarque de marihuana y esta noche vamos a experimentar unas sensaciones excitantes y bellas. Serviremos la yerba y nos gozaremos mucho, y vamos a hacer el “viaje”. No tienes que construir esa arca, ven con nosotros”. Noé, por supuesto, rehusaría ir con ellos. Pero, el teólogo le preguntaría: “¿Cómo piensas alcanzar a esta gente extraña de Babilonia; cómo vas a alcanzarlos a menos que estés dispuesto a bajar y comunicarte con ellos?” Amigo oyente, el hecho es que Dios nunca mandó a Noé a bajar para comunicarse con ellos. Dios le mandó a predicarles Su mensaje. Y eso es lo que nos manda a hacer hoy en día.

Dios nos ha enviado a compartir Su mensaje. Y estamos firmemente convencidos que el pueblo de Dios hoy día debe estar firme. Dios nunca nos mandó a acomodarnos mejor. Dios nos ha mandado a entregar el mensaje de la Palabra de Dios. Nos preocupan aquellos hombres que tienen miedo de perder las multitudes que tienen delante de sí, y hacen todo lo posible para asegurarse de tener siempre un gran público al cual hablar. Tantos de ellos tienen muchos problemas, grandes problemas. Pero, amigo oyente, Dios simplemente nos manda a predicar el mensaje del Evangelio.

Se dice del doctor Scofield, que fue convidado a predicar en el estado de Carolina del Norte, en los Estados Unidos. Era una noche lluviosa, y muy pocas personas llegaron para escucharle. El pastor de la iglesia sintió la necesidad de disculparse ante el doctor Scofield. Se le acercó y le dijo que sentía muchísimo que sólo unas pocas personas hubieran llegado para escuchar a un hombre de la capacidad del doctor Scofield. El doctor Scofield respondió al pastor: “Mi Señor tuvo solamente doce hombres con quienes hablaba y siendo que Él tuvo solamente doce hombres y nunca se quejó, ¿quién soy yo para quejarme con sólo pocas personas para hablarles?” Amigo oyente, hay una lección grande que nuestra generación debe aprender. Tantas personas piensan que el culto, el servicio tiene que ser grande y que debe haber multitudes inmensas, porque de lo contrario, Dios no está ahí. Es posible que Dios nos haya llamado a testificar a unos pocos hombres solamente. Creemos que si somos fieles en publicar la Palabra de Dios, esto tendrá su efecto; ciertamente producirá resultados. Bueno, Judá seguramente hizo un buen trabajo en comunicarse con los cananeos. No pudo haber descendido a un nivel más bajo que ellos. Y, mire usted lo que sucedió. Resultó en tragedia. Leamos ahora los versículos 27 al 30 de este capítulo 38 de Génesis:

27Y aconteció que al tiempo de dar a luz, he aquí había gemelos en su seno. 28Sucedió

cuando daba a luz, que sacó la mano el uno, y la partera tomó y ató a su mano un hilo de grana, diciendo: Este salió primero. 29Pero volviendo él a meter la mano, he aquí salió su hermano; y ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Y llamó su nombre Fares. 30Después salió su hermano, el que tenía en su mano el hilo de grana, y llamó su nombre Zara.  (Gén. 38:27-30)

Busquemos ahora en el Nuevo Testamento, y encontraremos la genealogía del Señor Jesús en Mateo, capítulo 1, versículo 3, donde leemos: Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Esta línea es la que condujo a Booz, y luego a David, y finalmente a Cristo.

Y así concluye el capítulo 38 del libro de Génesis. Y entramos en el capítulo 39. Notaremos aquí que José es una persona muy diferente a Judá. Parece que José y Benjamín gozaron de muchísima más enseñanza e instrucción y cuidado personal de parte de su padre, que los otros diez muchachos. Parece que Jacob tenía interés en estos dos hijos solamente. Eso, por supuesto, produjo el odio y rencor de los otros hermanos, por lo cual vendieron a José a la esclavitud en Egipto. De modo que, José y Benjamín también llegaron a ser una gran angustia para Jacob, cuando fueron llevados a Egipto. Esta es una perspectiva algo triste para un joven de diecisiete años. Era esclavo en una tierra extraña. Ciertamente no había nada en el aspecto visible que le trajera cualquier ánimo al corazón. Parece que José tiene lo que comunmente se llama “mala suerte”. Aún en la tierra de Egipto, parece que al punto en que las cosas andaban afablemente para él, algo malo le sucedería. Siempre sucedió con un propósito aunque fuera difícil que José viera ese propósito al principio.

No hay ninguna persona en todo el Antiguo Testamento en cuya vida el propósito de Dios se viera con más claridad, que en la vida de José. La providencia de Dios se manifiesta en todos los detalles de su vida. La mano de Dios estaba sobre él y la dirección del Señor es evidente; pero José fue el único patriarca al cual Dios no apareció directamente según lo vemos en el texto de la Escritura. Dios apareció a Abraham, a Isaac, y a Jacob, pero no así a José. Sin embargo, la dirección de Dios en su vida se ve con más claridad que en cualquiera otra vida. Es el ejemplo del Antiguo Testamento, de lo que el Apóstol Pablo dice en Romanos 8:28: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. José lo expresó a sus hermanos en la siguiente manera: Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.

Todo parecía andar mal en su vida al principio, y todo el mundo parecía oponerse a él. Mirándolo desde un aspecto exterior, todo parecía oscuro y terrible. Sin embargo, cada paso muestra a Dios realizando un propósito bueno y superior en la vida de José. Esto encierra una lección práctica para nosotros cuando todo parece andar mal en nuestro camino. Porque el Señor al que ama, disciplina (Heb. 12:6). Si somos hijos de Dios, en la voluntad de Dios, podemos estar confiados que nada pasará a un hijo de Él sin Su permiso. A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien – inclusive las desgracias, las angustias y los sufrimientos sirven para nuestro bien y para la gloria de Él.   Hay una cerca alrededor de todo hijo de Dios y nada
atravesará esa cerca, sin el permiso de Dios.  Usted recordará que cuando Satanás quiso probar a Job, le dijo a Dios: ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. (Job 1:10). Satanás pidió a Dios que quitara la cerca. Si consigue el permiso de Dios, entonces, todas las cosas todavía ayudan a nuestro bien.

El doctor Torrey solía decir que Romanos 8:28 es la almohada suave para un corazón cansado. Y alguien más lo ha expresado así: “Dios no hace nada, ni permite que se haga nada, sino lo que haríamos nosotros mismos, si sólo pudiéramos ver a través de todos los eventos de las cosas, tan bien como Él los ve”. Hay otro aspecto de la vida de José que debe servir de ánimo para cada hijo de Dios. Ningún hijo de Dios hoy jamás ha tenido una revelación directa de Dios. Algunos profetas falsos hoy día alegan lo contrario. Dios no ha aparecido a ninguna persona hoy en día. Es pues, un ánimo para nosotros el que Dios no apareciera directamente a José. Todavía nos es posible saber que El está guiándonos y dirigiéndonos.

El tema de este capítulo 39, es que José es vendido a Potifar, oficial de Faraón. La esposa de Potifar trata de seducirlo. Al resistir José, ella inventa algo contra él, haciendo que él fuera echado en la cárcel.  Leamos el primer versículo de Génesis, capítulo 39:

1Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá.  (Gén. 39:1)

Este joven buen mozo de diecisiete años sería un premio como ayudante y esclavo en el mercado. Fue comprado por Potifar, quien era capitán de la guardia. Es decir, era un militar. Formaba parte del alto mando, un oficial eminente. Y tan pronto como José entró en la casa de Potifar, se nota que el Señor está con él. La bendición entró en esa casa, cuando José entró. El versículo 3, revela cómo Dios bendecía a José:

3Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.  (Gén. 39:3)

Esto suena bien. Hasta aquí todo va bien. Y cuánto quisiéramos añadir que todos vivieron felizmente, pero no sucedió así. Así es la vida. Así es la realidad. El hijo de Dios se encontrará con tentaciones, dificultades y problemas en este mundo.  Y esto es lo que sucederá a José.

Amigo oyente, continuaremos considerando este capítulo 39 en nuestro próximo programa, Dios mediante, y confiamos que usted nos vuelva a sintonizar. Antes de despedirnos, le recordamos que las notas y bosquejos de este estudio bíblico, están a su disposición sin costo alguno para usted. Pídalas a la dirección que mencionamos al final del programa. Será, pues, hasta entonces, ¡que el Señor le bendiga es nuestra ferviente oración!

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