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Introducción - Encuentra al Jesús verdadero

La primera vez que me encontré con Frank Walus, yo era periodista del Chicago Tri­ bune. Algunos fiscales federales me habían hecho conocer la sorprendente noticia de que este sencillo residente del Sector Sudoeste era en realidad un terrorista nazi que había participado en el asesinato de judíos inocentes en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial.

 Me pintaron un cuadro truculento. Dijeron que, acompañado por escuadrones nazis de la SS, Walus separaba a los niños de sus padres y luego ayudaba a matarlos disparándoles. Más tarde, trabajando con la Gestapo, supuestamente le había ordenado  a una  mujer  que se desnudara en presencia de sus dos hijas, y como ella se rehusó a hacerlo, le disparó y la mató. Las dos niñas también resultaron muertas. Además, Walus había sido acusado de golpear con una barra de metal a un prisionero judío hasta matarlo dentro de los cuarteles generales de la Gestapo en la localidad. (Lee Strobel, artículo «Chicagoan named in federal suit citing World War II crimes against the Jews», Chicago Tribune, 27 de enero de 1977.)

Los fiscales le entablaron juicio a Walus para despojarlo de su ciudadanía estadounidense sobre la base de que había ocultado su pasado nazi cuando solicitó ser admitido en el país. Durante el juicio,  testigos  de edad madura enfáticamente señalaron a Walus como el que había perpetrado atrocidades en las ciudades polacas de Kielce y Czestochowa. Un juez federal declaró corroborados los cargos que le hacía el gobierno, y se ordenó a Walus que renunciara a su ciudadanía. (Lee Strobel, artículo ((Walus turns in citizenship papers», Chicago Tribune, 11 de julio de 1978.)

Resultaba tentador, a la luz de la horrenda imagen que de Walus  emergió  durante el juicio, unirse a una patrulla ciudadana e irrumpir en eljuzgado demandando un castigo rápido y severo para este monstruo. Después de todo, testigos presenciales lo habían identificado como un asesino despiadado, y un juez había dictaminado que el caso en su contra había sido probado a través de evidencia irrefutable. Pero no vayamos tan rápido.

Los abogados de Walus presentaron un retrato muy diferente de él. No se trataba de un colaborador de los nazis, dijeron ellos. Más bien Walus mismo había sido una víctima de ellos, ya que se lo transportó en un camión a Alemania, donde se lo obligó a realizar trabajos forzados en granjas de tres pueblos.

También señalaron que no había evidencia corroborada que sustentara lo dicho por los testigos presenciales que habían identificado a Walus como un matón nazi. Y expresaban dudas con respecto a que esos testigos pudieran identificar con precisión a Walus, en aquel entonces de 50 años, basados en los recuerdos de su apariencia de la época en la que ellos declaraban haberse encontrado brevemente con él, siendo adolescentes, durante la  guerra.

Sin embargo, no fue sino después del juicio que el verdadero retrato de Walus tomó con­ tornos nítidos. Su abogado, Charles W. Nixon, encontró una lista de la Cruz Roja en la que aparecían personas que habían sido obligadas a realizar trabajos forzados en Alemania durante la guerra, la que incluía treinta polacos como Walus. Ocho de estos presentaron  una declaración jurada testificando que Walus había estado entre ellos.

Luego, un sacerdote alemán y dos ex prisioneros de guerra franceses confirmaron el relato de Walus. Finalmente, un empleado alemán de archivos desenterró una copia de la entrada de Walus con un permiso de trabajo emitido por los nazis en 1940, como una confirmación más de su defensa.

A la luz de estos descubrimientos, los investigadores retiraron todos los cargos en contra de Walus. La nueva evidencia, según lo señaló el juez federal, «exoneraba al acusado de todos los cargos elevados contra él». (Dorothy Collin, artículo ((Walus is cleared; all hail U.S. justice», Chicago Tribune, 27 de noviembre de 1980.)

«Me alegro de que este caso haya acabado», le dijo Walus a la prensa. «Pero yo lo he perdido todo: mi reputación, mi salud. Lo que me hicieron fue terrible>>. (Ibid.)

En el perturbador caso de Frank Walus, se presentaron dos retratos diametralmente opuestos del mismo individuo. Se contaba con testimonios de apoyo para cada uno de ellos, pero el más dramático de los dos, aunque sus­ tentado por una fuente creíble, se evaporó ante un examen más cuidadoso de los hechos que lo rodeaban.

Para Walus, los efectos resultaron personalmente devastadores. Eso es terrible, pero hay mucho más en juego cuando consideramos los retratos conflictivos de Jesucristo que se promueven y se hacen públicos con entusiasmo en estos días.

Cada vez más, el cuadro tradicional que se tiene de Jesús es sometido a un ataque intelectual violento por parte de ciertos eruditos críticos, historiadores populares, documentalistas de televisión, autores de libros de gran venta, bloggers de Internet, polemistas musulmanes, y comités de expertos ateos. Se están posesionando de la imaginación pública con descripciones de Jesús nuevas y sensacionalistas que guardan escasa semejanza con la imagen abrazada históricamente por la iglesia.

Y si podemos sacar alguna lección a partir del horror que Frank Walus tuvo que soportar, es que una consideración superficial de los hechos simplemente no resulta suficiente. Cuando se trata de un tópico tan importante como la identidad de Jesús, necesitamos ir más allá de las opiniones, la especulación y el despliegue publicitario para poder hallar el terreno sólido de la evidencia histórica. Finalmente, ¿cuál retrato demostrará ser el más exacto?

Personalmente tengo un sentido de urgencia en lo que hace a investigar estas cuestiones. Después de todo, estas representaciones provocativas  de Jesús han  confundido a muchos investigadores espirituales que llevan adelante una búsqueda de la verdad con respecto a él. Y en algunos casos, hasta llevan a algunos cristianos a sumirse en un espiral de dudas, una experiencia que revuelve el estómago y que yo he experimentado personalmente.

¿Cuál es el Jesús verdadero?

Como ya lo he descrito en libros anteriores, yo fui un escéptico en cuanto a las cosas espirituales hasta que mi esposa se convirtió al cristianismo en 1979. Impresionado por los cambios que aprecié en su carácter y en cuanto a los valores, decidí usar mi capacitación en lo legal y en lo periodístico para investigar sistemáticamente si el cristianismo (o, para el caso cualquier otra fe) era digna de alguna credibilidad. Luego de casi dos años, concluí que los datos científicos apuntaban poderosamente hacia la existencia de un Creador y que la evidencia histórica de la resurrección establecían fehacientemente que Jesús es divino. (Ver los libros de Lee Strobel, El Caso del Cristo (Zondervan, Grand Rapids, 1998), y El Caso del Creador (Zondervan, Grand Rapids, 2004)).

Pero permítanme ahora contarles el resto de la historia:

Siendo un nuevo cristiano, me ofrecí en la iglesia como voluntario para responder las preguntas que presentaran algunas de las personas que asistían a las reuniones que se llevaban a cabo los fines de semana. Un domingo recibí una tarjeta de una muchachita de doce años que decía simplemente que deseaba saber más acerca de Jesús. Cuando la llamé, me preguntó si yo y mi esposa podíamos ir a cenar con ella y su papá.

«¿No te parece lindo?», le dije a Leslie. «¡Va a ser divertido!»

Cuando su padre abrió la puerta, entré y miré hacia la mesita de café de la sala. Sobre ella descansaban pilas de pesados libros. Resultó ser que el hombre era un científico que había dedicado años a estudiar artículos y libros que atacaban la imagen tradicional de Jesús.

Durante horas,  entre pizzas  y  refrescos, él me acribilló con fuertes objeciones, algunas de las cuales yo nunca siquiera había considerado durante mis investigaciones referidas al cristianismo. Oleadas de temblores sacudieron mi fe. De hecho, la cabeza me comenzó a dar vueltas. Sentía una especie de «vértigo espiritual», esa sensación de mareo y desorientación que recorre todo el cuerpo cuando alguien desafía el mismo corazón de nuestra fe de un modo en el que no logramos darle respuestas.

Un frío me recorrió la espalda. ¡Tal vez él esté en lo cierto! Tal vez no hice todas las preguntas correctas. Tal vez me he tragado todo este asunto del cristianismo a pie juntillas sin haberlo analizado adecuadamente.

¿Alguna vez han sentido vértigo espiritual? Aquí va una predicción: Si nunca lo han experimentado, probablemente les suceda a ustedes también, y muy pronto, debido a que los desafíos que confrontan nuestra comprensión tradicional acerca de Jesús nos están llegando rápida y furiosamente.

¿Sabían, por ejemplo, que la iglesia ha suprimido evangelios alternativos que presentan a Jesús bajo una luz completamente distinta a la de la Biblia? ¿O que el Nuevo Testamento está tan irremediablemente plagado de errores que no se puede confiar en él? ¿O que Jesús no ha logrado cumplir con las profecías mesiánicas? ¿O que Jesús realmente nunca murió en la cruz ni resucitó de entre los muertos?

Si ustedes son cristianos, ¿qué van a hacer cuando sus hijos, hijas, vecinos o colegas tropiecen con alguna de estas acusaciones y los acribillen a preguntas? Y si son investigadores espirituales, ¿cómo saben que la imagen de Jesús con la que se encuentran en Internet o reciben de sus profesores de la universidad constituye realmente una descripción exacta de él?

En otras palabras, ¿cuál es el verdadero Jesús? Durante dos milenios, el retrato de Cristo pintado por la iglesia ha sido el del divino Jesús, el Dios que se hizo hombre. Esto es lo que celebramos en Navidad: Dios se encarnó. Como lo señala el apóstol Pablo: «Él es la imagen del Dios invisible». (Ver Colosenses 1:15) El apóstol Juan lo pone en forma más poética: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros». (Juan 1:1, 14a) Pero ahora los críticos pintan a Jesús de un modo muy diferente. Por ejemplo, está:
- El Jesús gnóstico, que es proveedor de una sabiduría secreta en lugar de ser el redentor de la humanidad;
- El  Jesús  citado  erróneamente,  cuya historia en la Biblia está tan signada por el error que no se puede confiar en ella;
- El Jesús que fracasó, y que no pudo cumplir las profecías mesiánicas;
- El Jesús no crucificado, que nunca murió en la cruz por los pecados de nadie;
- El Jesús difunto,que nunca probó su divinidad levantándose de la tumba.

Algunos de los argumentos que se ofrecen a favor de estas nuevas semblanzas resultan muy persuasivos. Pero Proverbios 18:17 hace esta aguda observación: «El primero en presentar su caso parece inocente, hasta que llega la otra parte y la refuta». (Versión New Living Translation (NVI usada en la traducción al español)) En otras palabras, el cuadro puede cambiar significativamente cuando escuchamos la otra parte de la historia.

Preguntémosle si no es así a Frank Walus.
Así que, ¿por qué no me acompañan en mi travesía de descubrimiento? Viajaré de Los Ángeles a Charlotte y de Dallas a Halifax para confrontar a algunos eruditos con estas últimas aseveraciones referidas a Jesús. En realidad, este es el tipo de búsqueda al que nos invita la Biblia. El apóstol Pablo nos insta: «Sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno». (1 Tesalonicenses  5:21)

Decidamos desde el principio mantener una mente abierta y vayamos tras los hechos dondequiera que ellos nos lleven, aunque se trate de una conclusión que nos presente desafíos hasta en los niveles más profundos. Al final descubriremos si el  retrato  tradicional de Jesús es un artículo genuino de un infinito valor, o una imitación barata que debería ser arrojada al tacho de basura de la historia.

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