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Génesis - Capítulo 12:1 - 20

Publicado en Genesis

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en el libro de Génesis. Nos encontramos ahora al otro lado del abismo que dijimos marcaba la gran división en el libro de Génesis. Comenzamos a considerar hoy el capítulo 12. A partir de este capítulo, el ambiente es completamente diferente. La Biblia va ahora a pasos más lentos y nosotros iremos también más despacio. El énfasis se quita de los cuatro eventos grandes que notamos en los primeros once capítulos y recae ahora sobre cuatro grandes personajes. Abram, está comprendido entre los capítulos 12 al 23; este es el hombre de fe. A Isaac lo encontramos en los capítulos 24 al 26; él es el hijo amado. A Jacob lo encontramos en los capítulos 27 hasta el 36; Jacob era el hijo escogido, pero también el hijo castigado. Y los capítulos 37 hasta el 50, nos presentan a José; el cual pasa por sufrimientos y llega hasta la gloria. Estos son los cuatro Patriarcas de suma importancia en el entendimiento de la Palabra de Dios y estamos tomando el relato de sus vidas en el resto del libro de Génesis. Amigo oyente, Dios se ha mostrado al hombre y confiamos que Él tiene para su satisfacción, no seguir luchando contra la raza humana, porque después de la caída del hombre tenemos el gran pecado de Caín. Y, ¿cuál fue ese pecado? Bueno, sin lugar a dudas fue el orgullo. Y podemos decir que Caín estaba enojado porque en el fondo de su corazón él se sentía satisfecho y hasta orgulloso por la ofrenda que presentó a Dios, pero que fue rechazada, trayendo como resultado el odio hacia su hermano Abel.

Como usted ve, amigo oyente, la envidia y el orgullo es el pecado del diablo. Es el pecado de la mente. Y en el diluvio, es el deseo de la carne. Podemos ver en esas cosas, aun en la imaginación del hombre y en cada una de sus acciones, que todo guiaba a satisfacer el deseo de la carne. En la construcción de la torre de Babel encontramos la rebelión del hombre contra Dios. Dios trajo el diluvio para juzgar al hombre. Si Dios hubiera tenido que esperar el paso de otra

generación y hubiera sido paciente por otros 120 años más, aun así el hombre no se hubiera vuelto a Dios; el hombre no hubiera considerado suficiente esta espera divina como una oportunidad para cambiar su mente. Dios ahora se aleja de las naciones y escoge a un hombre del cual hará una nación. De aquella nación, a su turno, vendrá el Salvador del mundo. Hasta aquí, Dios ha estado tratando con todas las familias de la tierra. De aquí y en adelante, pone énfasis en los individuos.

Ahora, cuando Dios llamó a Abram, usted encontrará en él a un hombre de fe. En nuestro programa anterior intentamos señalar a Abram como el hombre más grande que ha existido en la tierra. Cualquiera que sea la vara que usemos para medir el valor de este hombre de fe, él resalta como un gran hombre. Y vamos a considerar por unos momentos cómo Abraham podría ser igual a un gran hombre aun en nuestros días.

En primer lugar, un gran hombre debe ser famoso, y Abram ciertamente sobrepasa esa regla. Aun en estos días de la radio, la televisión, el Internet y la avanzada tecnología en la comunicación de masas, muchísimos más hombres han oído hablar de Abram, que de cualquiera otra persona. Más han oído hablar de Abraham que del presidente de los Estados Unidos, o de cualquiera estrella del cine, o de cualquier atleta. Tres de las grandes religiones del mundo datan de Abraham. Son el Judaísmo, el Islamismo, y la Cristiandad. Todas datan desde Abraham, y esto hace de él una persona muy importante. Hay millones de personas en Asia y en África que han oído hablar de Abraham, pero que nunca han oído hablar de los hombres cuyos nombres salen en los periódicos hoy en día. Otra característica de un gran hombre es que debe ser noble de carácter, un hombre generoso. Y, ¿puede usted imaginar a alguien más generoso que Abram? Dudamos que haya hoy un hombre que pueda hacer lo que hizo Abraham. Cuando Abram y su sobrino regresaron a la tierra, Abraham le dijo a Lot que escogiera cualquiera porción que deseara tener, y Abraham dijo que tomaría lo que quedaba. ¿Cree usted, amigo oyente que un hombre haga eso en una negociación hoy en día? Ni siquiera en la iglesia de hoy lo hacen, mucho menos en un mundo rudo de negocios. Pero Abram fue generoso. ¿Se ha fijado usted alguna vez cuán generoso fue Abram con los reyes de Sodoma y Gomorra? Les dijo que no llevaría el despojo, ni aún un cordón del zapato. Era a Dios a quien acudía Abraham.

En tercer lugar, un gran hombre debe vivir en una hora importante. Debe ser, como dijo Napoleón: “Un hombre del destino”. El hombre y la hora debida deben de encontrarse en el punto crítico de la vida.  Y eso es ciertamente verdad en cuanto a Abraham.

Creemos que el mundo estaría de acuerdo con nosotros en los tres primeros puntos que hemos mencionado. Es posible que no esté de acuerdo en este otro punto. La cuarta característica de un gran hombre es que debe ser un hombre de fe. Y fíjese usted que todos los grandes hombres, aun los que no son cristianos, tienen algo en qué creer. Aprenderemos que Abraham tuvo siete grandes visiones de Dios. Sufrió cuatro desvíos, pero cada vez fue impulsado más cerca a Dios. La cosa más grande que se dice de Abraham en la Biblia es que creyó a Dios. En Génesis, capítulo 15, versículo 6, leemos: Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.

Al estudiar acerca de Abraham en estos próximos capítulos, estamos aprendiendo acerca de uno de los grandes hombres de todos los tiempos. Es un gran hombre, tanto en la historia secular, como en la historia sagrada. Nadie que sea completamente humano se iguala  a Abraham. Se hace mención de él más que de cualquier otro hombre en la Palabra de Dios. Esto no quiere decir que fue perfecto. La verdad es que falló muchas veces. Dios le dio cuatro pruebas, y cada vez cayó. Pero, igual que Simón Pedro, se levantó, se limpió, y empezó de nuevo a caminar con Dios. Amigo oyente, si Dios ha tocado su corazón y su vida, es posible que fracase, pero esperamos que se levante y empiece de nuevo a seguir con el Señor.

Una vez más deseamos enfatizar el cambio que tiene lugar en este punto en el libro de Génesis.  Dios ha estado tratando hasta ahora con toda la raza del género humano.  Desde Adán a Abraham, Dios no se había aparecido a nadie.   Trató con todo el universo.   Sin embargo, el hombre manifestó la soberbia que es un pecado de la mente, y manifestó el deseo de la carne, y asimismo mostró su rebelión franca y abierta contra Dios.  Nadie puede dudar la paciencia de Dios con el mundo de aquel entonces.  Matusalén vivió 969 años, y Dios esperó durante toda aquella generación antes de enviar el diluvio.  Ciertamente fue suficiente tiempo para darles la oportunidad de cambiar de opinión.  Y luego notamos una rebelión franca y abierta en la torre de Babel.

Es obvio que Dios ha de tratar con la raza humana de una manera diferente. Por tanto, se aparta de la raza entera del género humano, y escoge a un individuo. De ese individuo va a sacar una nación, y de aquella nación saldrá un Redentor; y a aquella nación Dios dará Su revelación. Al parecer, esta es la única manera en que Dios pudo llegar al corazón del hombre para salvarlo. Vamos a expresarlo de otro modo. Si es que hubo otras maneras, entre ellas Dios escogió ésta como la mejor. Siempre podemos confiar que Dios hará lo que es mejor. Así pues, Dios llama a un individuo, y aquel hombre es Abraham. El primer versículo de este capítulo 12 de Génesis, dice:

1Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.  (Gén. 12:1)

Tenemos aquí el llamamiento de Abraham. Seguiremos el efecto de este llamamiento a través de la Palabra de Dios. Y podremos darnos cuenta que Dios hizo tres promesas, o mejor dicho, una promesa triple a Abraham, y esta promesa en realidad, es el eje de la Biblia. Toda la Biblia descansa sobre esta promesa, y la Biblia es un desarrollo de aquella promesa. La primera cosa que Dios prometió a Abraham fue una tierra que Dios le mostraría, y que le daría. Los versículos 2 y 3 dicen:

2Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.  (Gén. 12:2-3)

Dios prometió a Abraham que engrandecería su nombre. Ya hemos hablado de cuán grande es el nombre de Abraham aun hoy en día. Dios prometió también a Abraham que sería una bendición. Debía servir de bendición para todo el género humano. Dios ha producido de él una gran nación, y esta nación ha tenido la existencia más larga como nación que cualquiera otra que haya en la tierra hoy en día. Al fin, servirían de bendición al mundo entero por medio del Señor Jesucristo. También al dar la Palabra de Dios, ellos han sido una bendición. Dios ha cumplido cada una de las promesas, menos la primera. Dijo que daría a Abraham la tierra, y observamos lo que está pasando por allá en nuestros días.  Israel ha puesto las uñas de los dedos del pie en la tierra, y la está agarrando así con las uñas, pero no la tienen, no la poseen completamente. Alguien dirá que Dios no cumplió esa promesa.  Amigo oyente, no digamos eso.  Vamos a darle a Dios Su oportunidad.

Mírelo así. Hace cuatro mil años, Dios prometió a Abraham tres cosas que iba a hacerle. Dos terceras partes se han cumplido al pie de la letra. Por causa de la desobediencia, Dios no dejó que se quedaran en la tierra. Dios les había amonestado que sucedería esto si eran desobedientes, y si se apartaban de Él . Bueno, están apartados de Él hoy día, y como resultado, están encarando muchas dificultades. De modo que no digamos que Dios no cumple Su Palabra. El hecho es que Dios está haciendo exactamente lo que Él dijo que haría. Llegará el día cuando Dios los pondrá en esa tierra, y en aquel día, no estarán entonces allí sólo por las uñas. Ocuparán toda la tierra hasta el río Éufrates. Estarán en la región donde estaba la nación hetea, y por allí hasta el río de Egipto, el cual es un río pequeño en ese desierto árabe. Parte de esa tierra es territorio que nunca han ocupado antes.

En el mismo cenit del poder de Israel, ocuparon 30.000 millas cuadradas, pero aquellas no son todas las que Dios les dio. Les dio 300.000 millas cuadradas. Y tendrán que tomarlas según los términos de Dios, y en el tiempo elegido de Dios. Y el caso es que nadie podrá evitarlo.

Amigo oyente, hemos llegado a la posición de saber que Dios es quien maneja las cosas. Es bueno sentarnos sin ningún temor por lo que los periódicos dicen; sin perturbarnos por lo que está pasando en el mundo: Es Dios quien gobierna las cosas y es Él quien ejecuta lo que Él desea a Su manera. ¿No es eso maravilloso? Después de recibir esta promesa, vamos a ver lo que hizo Abraham.  El versículo 4 de este capítulo 12, dice:

4Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.  (Gén. 12:4)

Notemos que Abraham comienza a desobedecer aquí. Llevó a su parentela con él, cuando no debió haberla llevado. Llevó a su padre Taré, y Dios le había dicho que no lo llevara. ¿Por qué quiso Dios que saliera Abraham de la tierra, y que se alejara de su parentela?  La respuesta la

encontramos en el libro de Josué, capítulo 24, versículo 2, dice: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños.

Note usted, amigo oyente, que el mundo estaba ya perdido en aquel entonces. Dios tuvo que actuar así para salvar la humanidad. Otra alternativa era destruirlos a todos y comenzar de nuevo. Y me alegro que no lo hiciera, porque si lo hubiera hecho, no estaría yo aquí, porque yo también soy un pecador. El hecho es que todos los pecadores debían ser destruidos. Gracias a Dios que Él es un Dios de misericordia y bondad, y que salva a los pecadores. El versículo 5 de este capítulo 12, dice:

5Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.  (Gén. 12:5)

Claro que tenía que llevar a su costilla. Pero, ¿por qué lleva a su sobrino y al padre? Como resultado, encontramos que Abraham pasó un período de tiempo en Harán, pasando el tiempo, por decirlo así; Él hizo retardar la bendición de Dios. Dios no se le apareció de nuevo hasta cuando entró en esa tierra, hasta cuando se separó de su padre. Ahora, llevó a Lot con él hasta la tierra.  Pero, por fin, salió de Harán, y llegó hasta la tierra de Canaán. Ahora, el versículo 6, dice:

6Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, hasta el encino de More; y el cananeo estaba entonces en la tierra.  (Gén. 12:6)

Los cananeos vivían en esa tierra. Y quisiéramos añadir algo aquí muy importante. Muchísimas personas creen que Abraham dejó un lugar terrible en Ur de los caldeos, y que llegó a una tierra de trigo y vino, a una tierra de leche y miel, donde todo era agradable. Ellos creen que Abraham verdaderamente mejoró su situación cuando llegó a esta tierra. Bueno, eso no es verdad. Sabemos hoy por medio de la arqueología, que Ur de los caldeos tenía una civilización superior, una civilización maravillosa. Creemos que a lo mejor Abraham disfrutaba de una bañera en su casa.  Bueno, dejó todo eso para llegar a la tierra de Canaán, y el cananeo todavía

estaba en la tierra. Estos hombres no eran civilizados sino bárbaros y paganos. El punto no es que Abraham mejora de situación, sino que Abraham obedece a Dios. El punto central aquí es su obediencia. Ahora que ha obedecido a Dios y ha llegado a la tierra, veremos lo que pasa. El versículo 7 de este capítulo 12 de Génesis, dice:

7Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.  (Gén. 12:7)

Debemos hacer caso de esto. Mientras que Abraham estuviera en la tierra de Harán, el lugar de demora, Dios no se le apareció. Pero aquí, Dios se le aparece la segunda vez, y Abram edifica un altar al Señor.

Una de las razones por la cual hoy muchos de nosotros no recibimos bendición al leer la Biblia, es porque no vivimos de conformidad con la luz que tenemos. La Biblia condena a los que no hacen eso. Si obedeciéramos a Dios, vendría más bendición. Dios no se le aparece a Abraham hasta cuando Abraham está listo a actuar en obediencia a Dios, y a vivir de conformidad con la luz que tenía. Luego Dios está dispuesto a aparecerle de nuevo. Abraham responde edificando un altar. Veremos que Abraham es un verdadero constructor de altares dondequiera que iba.  Ahora, el versículo 8, dice:

8Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. (Gén. 12:8)

Abraham hizo dos cosas cuando entró en esa tierra. Plantó su tienda. Eso sería algo así como comprarse un nuevo apartamento. De todas maneras, ha llegado. Planta su tienda; allí es donde va a vivir. Luego, edificó un altar. Ese fue su testimonio para Dios. Dondequiera que Abraham iba dejaba un testimonio para Dios. Ahora, ¿qué clase de testimonio tiene usted, amigo oyente? No es menester poner un tratado enfrente de su casa; no tiene que escribir “Jesús salva”, en la parte de atrás de su carro, para luego manejar como un maniático en la autopista.  Amigo

oyente, ese no es un testimonio de ninguna manera.     Este hombre Abraham tranquilamente adoraba a Dios, y los cananeos pronto comprendieron lo que hacía.  El versículo 9, dice:

9Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.  (Gén. 12:9)

Ese es un buen rumbo. Hace más calor por allí, y es mejor clima. Bueno, este hombre viaja hacia el sur. Es nómada. Y así llegamos a una mancha en su vida. En realidad, esta es la segunda mancha.  Los versículos 10 hasta el 12 nos dicen:

10Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra. 11Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su mujer: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso aspecto; 12y cuando te vean los egipcios, dirán: Su mujer es; y me matarán a mí, y a ti te reservarán la vida.  (Gén. 12:10-12)

Abraham estaba en la tierra, y ese era el lugar de bendición. Dios nunca le dijo que saliera de ella. Pero vino el hambre a la tierra, y nos parece ver Abraham una mañana saliendo de la tienda y diciendo: “Sarai, me parece que todo el mundo se va para Egipto. Hay hambre, como bien sabes, y se está empeorando la situación. No sería malo que hagamos los arreglos para salir de aquí”. Y suponemos que Sarai dijo: “Lo que tú digas, Abraham. Soy tu esposa e iré contigo”. Después de algunos días, y cuando Abraham hablaba con algunos de los viajeros, oyó a alguno de ellos que venía del norte que dijo: “La situación se está agravando y está llegando hasta el sur”. Por tanto, Abraham le dijo a Sarai aquella noche: “Creo que sería bueno que arreglemos el equipaje, y nos vayamos a Egipto”. Ahora, recuerde, amigo oyente, que Dios nunca le dijo a Abraham que saliera de esa tierra. Cuando Dios se le apareció la última vez, le dijo que esta era la tierra. Dios prometió dársela y bendecirlo en la tierra, y hacer de él una bendición a otros. Pero, Abraham no creyó a Dios, y así decidió bajar hasta la tierra de Egipto.

Esta tierra de Egipto aquí en las Escrituras, es un tipo del mundo. Notará usted que eso es a través de todas las páginas de la Biblia. Bueno, Abraham bajó hasta allá. Es asombroso cómo el mundo atrae al cristiano hoy en día.   Tantos cristianos buscan justificarse por lo que hacen.

Dicen: “No ve hermano, que no nos es posible asistir al culto el domingo en la noche porque tenemos que levantarnos muy temprano el lunes para ir a trabajar”. Amigo oyente, todo el mundo tiene que levantarse temprano. Y es asombroso que hay algunas personas que bien pueden ir a un banquete durante la semana, y sentarse durante un programa largo y pesado de mucha música y mucho hablar. Pero entonces, no se preocupan de levantarse temprano la mañana siguiente para ir a su trabajo. Es asombroso cómo el mundo atrae a los cristianos hoy día y cómo ellos a su vez, se justifican.

Si usted se hubiera tropezado con Abraham cuando iba para Egipto, y le hubiera dicho: “Espera un momento Abraham, llevas un mal rumbo, no debes seguir así, debes quedarte en tu tierra”. Abraham quizá le hubiera dado una justificación muy buena. Tal vez hubiera dicho: “Pues, mire, las ovejas se están enflaqueciendo, y no hay pasto donde ellas puedan comer. Hay bastante pasto allá en Egipto, y por tanto, nos vamos para allá”. De modo que se fueron a Egipto, y de inmediato encararon problemas. Vemos algo aquí que es muy interesante, porque Abraham tropieza con dificultades, y es por causa de la esposa, porque Sarai su esposa era muy hermosa.

Y usted sabe que hace algunos años encontraron en las cuevas cerca del mar Muerto, lo que han llamado los rollos del mar Muerto. Bueno, cuando los desenrollaron, se dieron cuenta que eran los capítulos 12, 13, 14 y 15 del libro de Génesis. Pero, no fue el texto como nosotros lo tenemos hoy. Mas bien, era una interpretación del texto. Se describía allí la hermosura de Sarai, dando en realidad su fisonomía y declarando cuán hermosa era esta mujer; confirmando a la vez lo que la Palabra de Dios dice, que Faraón deseó tomarla por mujer. Este mismo rollo da una descripción del capítulo 13, donde Dios le dijo a Abraham que caminara a lo largo y a lo ancho de la tierra. Este rollo da un relato directo de Abraham con respecto a su viaje. Y lo más interesante es que ese texto no es Escritura, pero simplemente confirma lo que dice la Escritura, y también confirma el hecho de que esa tierra era exactamente como Dios dijo que era. Se le llama una tierra de leche y miel y era una tierra muy fértil. Fue gloriosa en aquel día. Cuando lleguemos al libro de Deuteronomio, veremos lo que sucedió en esa tierra. Sin embargo, en ese tiempo hubo hambre y este hombre Abraham bajó hasta Egipto. Pero reconoció que tropezaría con dificultades allí por causa de la hermosura de su esposa.  El versículo 13, dice:

13Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.  (Gén. 12:13)

Esta fue una verdad parcial la que dijo. Parte de la verdad, a veces, es peor que toda la verdad. Y él la dijo para engañar. El Faraón entonces tomó a Sarai. En aquellos días, se requería un período de preparación para la mujer antes que llegara a ser la esposa de un soberano. Y ya aprenderemos de esto cuando lleguemos al libro de Ester. Durante ese período, pues, Dios apareció a Faraón y le dijo: “No tomes a esa mujer. Es mujer de otro hombre”. Ahora, los versículos 18 al 20, dicen:

18Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo?

¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? 19¿Por qué dijiste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete. 20Entonces Faraón dio orden a su gente acerca de Abram; y le acompañaron, y a su mujer, con todo lo que tenía.  (Gén. 12:18-20)

Vemos pues, que Dios vence, y Abraham es enviado de vuelta a la tierra de donde había venido. Note usted que Dios no se le aparece a Abraham mientras estuvo en la tierra de Egipto. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 12 de este libro de Génesis. En nuestro próximo programa entraremos al capítulo 13. Será pues, hasta entonces, ¡que nuestro Dios Todopoderoso bendiga su vida es nuestra ferviente oración!

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