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Testimonio de un sobreviviente de lavandería Magdalena

WASHINGTON,-  Era diciembre de 1946, como los duros vientos de invierno en Baltimore aullaban fuera de la antigua sala de comedor en donde Patricia Noel de doce años se sentaba luchando por contener las lágrimas que se levantaban dentro de ella. Se sentía abandonada y sola en el mundo, mientras traba de contener el dolor que la vida le había infringido a su frágil corazón de una una chica tan joven.

A los ocho años de edad había perdido a la única persona que le importaba en su vida cuando su madre murió. Su padre, un adicto a la heroína, se había ido hace mucho tiempo, abandonando a su madre y sus dos hermanos, dejándolos en la miseria viviendo en las calles. Cuando murió su madre, Patricia, su hermano y hermana quedaron huérfanos y pupilos del Estado. Una chica joven e inocente con el corazón roto, Patricia fue arrastrada por una ola de colocaciones de Servicio Social que la barajaron a través de una miríada de instituciones y hogares de acogida.

Uno de los lugares en que colocaron a Patricia Noel fue el orfanato episcopal de St. Johns situado en Washington DC, cerca de la Casa Blanca, donde se sintió amada y cuidada. Con el temor de crear niños "institucionalizados" los llevó a que transfirieran a Patricia a una casa de acogida que la regresó a Servicios Sociales. Finalmente, a la edad de once años, Patricia fue enviada a la lavandería Magdalena en Baltimore, Maryland, dirigida por la orden Good Shepherd (Buen Pastor).

Conventos de Magdalena fueron creados por la Iglesia Católica durante la Edad Media para proporcionar un lugar para las prostitutas arrepentidas que buscaban limpiar sus pecados en preparación para el matrimonio.

Estas instituciones tomarían un giro más oscuro, al surgir la revolución industrial y niñas jóvenes que violaran un estricto código mora femenino se convertían en esclavas laborares en un infierno que nunca hubieran imaginado.

Se dieron a conocer como las Lavanderías de la Magdalena, cuando estas instituciones comenzaron a lavar la ropa de cama de los hoteles y empresas locales y los uniformes de los sacerdotes y monjas. Las jóvenes enviadas a las Lavanderías de la Magdalena no les pagaban por sus largas horas de trabajo y las órdenes que dirigían estas instituciones hacían unas ganancias monetarias significativas de las niñas que sufrían. Derivado de una historia oscura del sufrimiento de María Magdalena, las cuatro órdenes de monjas católicas que dirigían estas instalaciones adoptaron un sistema bárbaro obligando a las niñas a que pagaran penitencia que incluía la tortura y dejarlas sin comida.

A medida que es expandieron por toda Europa, Lavanderías de la Magdalena también proliferaron en Irlanda, Escocia, Canadá, Australia y Estados Unidos. La Lavandería Magdalena de Baltimore, donde Patricia Noel fue encarcelada fue una de las 62 escuelas que operaba la orden del Buen Pastor en los Estados Unidos desde principio de 1800. La última escuela del Buen Pastor en los Estados Unidos cerro en el 2001 en Cleveland, Ohio.

A medida que el automóvil que transportaba a la trabajadora social y a Patricia se acercó a la lavandería Magdalena en Baltimore, sus ojos se posaron en enormes paredes de piedra con vidrio roto incrustado en la parte superior que rodeaba un gran complejo medieval. Puertas grandes de hierro forjado prohibían la entrada al abrir, Patricia sintió como si un viento frío había soplado a través de las profundidades de su alma.

Cuando el auto se detuvo, Patricia fue llevada por la trabajadora social a través de una entrada de piedra arqueada hacia una jaula de metal con una puerta cerrada. La trabajadora social pulsó un botón en una pared cercana. La madre superior se levantó y se acercó a la puerta cerrada. "¿Cómo te llamas, hija?" La madre superior le preguntó mientras abría la puerta.

Patricia Noel respondió tímidamente: "Patricia", al apretar su agarre de la mano de la trabajadora social. "A partir de este momento, no podrás usar ese nombre. Yo te daré un nombre o puedes elegir uno!" dijo con severidad la monja. "Elijo Teresa," respondió Patricia Noel, tomando el nombre de su difunta madre. Habría muchas noches largas y solitarias. Cuando su esperanza estaba en el nivel más bajo, Patricia siempre soñaba con su madre y la sensación de sus brazos rondeándola, protegiéndola de todo el mal del mundo. Ella sonreía al sentir el recuerdo de su madre acunándola en sus sueños de estar juntas nuevamente y escapar del dolor de ser una huérfana, aunque solo fuera por un corto tiempo.

Patricia fue escoltada a su nuevo alojamiento. Al mirar alrededor, cortinas negras cubrían las ventanas, desvaneciendo el sol del interior del edificio. Las niñas enviadas a la Lavandería Magdalena era llamadas "reclusas", y eran obligadas a trabajar largas horas cosiendo como sus magullados y sangrientos dedos le hacían dinero al las Hermanas del Buen Pastor.

Las reclusas se les permitía hablar durante solo treinta minutos del día después de la cena. El resto de sus horas se mantenían en completo silencio. Para poder sobrevivir aquí podía ser feroz. Muchas niñas se convirtieron en agentes de las monjas, informando sobre otras chicas para ganarse el favor y la atención a todos los caprichos de las monjas para escapar del castigo.

Patricia Noel recordó una niña de once años llamada María, que había perdido el control de su vejiga derramando orina por el suelo. Las Hermanas la obligaron a arrastrarse por el suelo en su propia orina.

Patricia recuerda las monjas q decían: "Te comportas como un animal, así que voy a tratarte como un animal!" Las penas que imponían eran graves e incesables, llevando a muchas de las jóvenes al borde de la cordura.

En el comedor, 100 niñas comían su cena sentadas en silencio en posiciones rígidas en grupos de cuatro por mesa. Sobre una plataforma elevada por encima de la zona del comedor, un grupo de monjas se sentaban en sillas altas de madera semejantes a tronos. Vestidas en el hábito de la orden del Buen Pastor, las monjas mantenían vigiladas a las niñas mientras se sentaban a comer la última comida del día. Como Patricia Noel se sentaba envuelta en tristeza cerca de la tarima, dos de las chicas de la mesa comenzaban a taparse la nariz y señalaban a la recién llegada que estaba sentada entre ellas llamada Estelle.

Como una de las monjas cambió su atención a la interrupción en el estricto protocolo, comenzó a ladrar órdenes. "Estelle tome su silla y sientesé junto a la ventana!" Un chica tímida, Estelle lentamente se levantó y movió la silla a las ventanas arqueadas altas. "Estelle, quítese el suéter!" la monja gritó a través del salón, pero la joven no se movió. "Estelle, le dije que se quitara el suéter o de lo contrario…" la monja volvió a gritar. La monja se voltió hacia un grupo de diez chicas conocidas como las Hermanas Solidarias, cuyo papel como agentes era bien conocido.

Ellas se habían "dado" a sí mismas a las monjas y rogaron ser Hermanas Solidarias para el resto de sus vidas, ya que no fueron capaces de convertirse en monjas, debido a sus pecados. Se movieron hacia Estelle y de repente la agarraron y la tiraron al suelo mientras trataban de quitarle el suéter. Estelle no accedió aún cuando las chicas comenzaron a patearla y golpearla violentamente.

Patricia Noel miraba con horror cómo la escena se desarrollaba. Ella comenzó a llorar y trató de salir de su asiento para ayudar a Estelle, pero las chicas de la mesa no le permitían movimiento. Una de las chicas de la mesa le susurró: "Siéntate o ella va a ordenar a que te golpeen también!" Patricia no podía permitir que el abuso de la joven continuara.

Mientras Patricia comenzaba a pararse, las tres chicas sentadas en la mesa se levantaron y la sujetaron. El suelo de baldosas blancas se había revestido de rojo con las sangre de las heridas abiertas en la cara de Estelle corría. Su alma se tambaleó al punto de ruptura. El sonido de la golpiza incesante hacia Estelle y sus gritos de agonía resonó en toda la sala grande.

"Cállela antes de que alguien escuche" la monja gritó, señalando a Estelle. "Métanle un trapo en la boca," la monja ordenó mientras lanzaba uno de los paños de una mesa cercana hacia el grupo de chicas. Los gritos de Estelle se convirtieron en gritos ahogados tan pronto una de la chicas le empujó una toalla profundamente en la boca. Patricia trató de cerrar los ojos, pero no podía ignorar su deber como testigo de estas jóvenes mujeres que habían sido víctimas de la oscuridad de la Lavandería Magdalena.

A la mañana siguiente, Patricia Noel se sentó junto a Estelle en la capilla por la mañana mientras observaba su magullado y maltratado cuerpo. Ella se horrorizó al darse cuenta que Estelle se había mordido no solo las uñas, sino también la piel hasta los nudillos. Patricia recordó a la joven tímida que había llegado a conocer y su mente luchaba con la crueldad de la escena en la cena de la noche anterior.

Al final, la historia de Estelle se convirtió en una de una joven consumida por la oscuridad de la prisión que llegó a hacerse dueña de ella y su vida reducida a nada después de haber sido enviada a una institución mental por las Hermanas de la orden del Buen Pastor.

Patricia Noel recuerda un grupo de mujeres con discapacidades de desarrollo, mayores que las otras, que las mantenían ocultas y hacinadas en un ático el llegar los visitantes. Estas mujeres habían pasado toda su vida en el interior de las paredes de la institución y sería su última morada.

El escape era al que ocurría rara vez, o nunca, con éxito. Patricia cuenta la historia de tres Hermanas Solidarias cuya sed de libertad venció su miedo al castigo. Las jóvenes utilizaban la oscuridad de la noche para poder acceder a una puerta exterior que conducía a la calle. Ellas fueron detenidas por la policía después de sólo unos pocos días, y fueron escoltadas de vuelta a ser colocadas a la merced de las monjas.

Sus cabezas fuero rapadas, fueron golpeadas y obligadas a arrodillarse en escaleras de concreto durante días. Al hacer su camino de regreso a la población general de las reclutas las chicas se convirtieron en objetos de represalia por el castigo que habían repartido. Patricia Noel trabajó con una de las chicas y recuerda que su nombre era Joan.

Las dos se hicieron amigas y se sentaban juntas en el comedor. Después de un tiempo de castigo de Joan por parte de las monjas, fue suficiente para reintegrarlas a las Hermanas Solidarias. En la cena una noche, una de las chicas desobedeció a una monja y Joan saltó a la acción para disciplinarla. Al regresar a su asiento Patricia le preguntó que por qué le había hecho daño a la joven. Un discusión estalló entras las dos que se convirtió rápidamente física y después de que el polvo se asentó su amistad se rompió para siempre.

El tiempo de Patricia Noel en el sitio se volvió mas difícil por dos factores. Uno era que Patricia no era católica, y el segundo era que se negaba a convertirse en una. En un encuentro con una monja, Patricia se vio obligada a aprenderse la doctrina católica llamada Catecismo, y cuando ella se negó a hacerlo, su ira se desbordó y le tiró un lápiz a la monja. En respuesta a sus acciones, le raparon la cabeza y estaba obligada a una usar un uniforme, de pie en el comedor noche tras noche frente a la plataforma elevada de las monjas.

Patricia sobrevivió con la fuerza de un espíritu que definiría la palabra inquebrantable. En los cumpleaños y ocasiones especiales, las monjas colocaban pequeñas cantidades de dinero en sobres y se las daban a las reclutas. Patricia Noel re negó a tomar el dinero. Ella también se ganó el respeto entre las otras chicas que estaban presas porque nunca reportó a una sola chica.

Para Pat Noel, el amor de una madre que se preocupara más por sus hijos que su propia vida todavía arde en su interior. Ella ha pasado esa llama a dos generaciones más mientras sus bisnietos crean una felicidad para ella que solo pocos pueden saber.

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