Cuando estudiaba teología en Inglaterra comencé a tener serias dudas acerca de algunas doctrinas de mi iglesia, las que encontraba difícil reconciliar con las Escrituras. Estas dudas siguieron preocupándome aún después de mi ordenación, pero luchaba por suavizarlas sumergiéndome en mis estudios y enseñando algunas asignaturas. Mi agenda era tan apretada que quedaba poco tiempo para la investigación o la oración.