El Libro de Daniel, además de las lecciones tan poderosas que contiene, también es un texto de valor, que ha sido y es una inspiración para los cristianos que han tenido que soportar dificultades increíbles a través de los siglos en manos de sus verdugos que los han atormentado.
Esta frase se escucha como si fuera una contradicción, pero esas son las palabras que utiliza el Arzobispo Carlo María Vigano, Exnuncio Apostólico en los Estados Unidos, para describir al Papa Francisco. De hecho, rara vez usa el término “Papa Francisco”, sino que a cambio, se refiere a él como “Bergoglio” y cuando habla de su pontificado, le llama el “Papado bergogliano”.
En el pasado, los gobiernos tiránicos no solo prohibían los mensajes religiosos, sino también las novelas, poemas y cuentos, junto con pinturas y otras formas de arte visual que se consideraban “antigubernamentales”. El 10 de mayo de 1933, estudiantes de 34 ciudades universitarias de Alemania quemaron más de 25.000 libros. En esta lista negra estaban incluidos las obras de autores judíos como Albert Einstein y otros, asimismo libros de estadounidenses entre los que se contaba a Ernest Hemingway y Helen Keller, los que fueron reducidos cenizas. Mientras las voraces llamas iluminaban el cielo nocturno, 40.000 estudiantes y adultos daban el saludo nazi. Esto marcó el empobrecimiento intelectual y el declive de una gran nación y un gran pueblo que había contribuido inmensamente con la humanidad.
La raíz de todos los problemas actuales en este mundo no son los políticos corruptos, la explosión demográfica, las catástrofes globales, o la economía, ni siquiera la pandemia, sino que es el pecado. “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones” (Prov. 14:34).