La humanidad por entero está bajo ataque, pero más concretamente Estados Unidos, el que fuera en un tiempo un faro de luz en medio de las tinieblas espirituales. Los años 2020 y 2021 han sido terribles, asimismo los cambios y eventos aterradores que han ocurrido y se siguen sucediendo. En ese lapso, como en ningún otro en nuestra era moderna, hemos visto al enemigo intentando atacar a la humanidad de maneras muy específicas. Permítanos compartir con ustedes la forma cómo nosotros lo vemos.
El mundo entero está cada vez más dividido. Nos diferenciamos por nuestras respectivas naciones de origen, por la raza, género, identidad sexual, nivel económico, la fe que profesamos y ahora por el estado de vacunación y otros factores que nos obligan a enfocarnos en lo que nos hace diferentes. El concepto se conoce como “política de identidad” o “tribalismo”. Los políticos empeoran las cosas al fomentar esto y presentarse a sí mismos como los campeones de varios grupos de identidad. Decir o hacer algo desaprobado por una comunidad determinada, se considera políticamente incorrecto.
¿Qué debemos pensar como cristianos acerca del hecho, que hoy los gobiernos en todo el mundo están admitiendo públicamente, que por años han estado estudiando el fenómeno de los ovnis y la existencia de los extraterrestres? ¡No nos engañemos, debemos ser realistas! Todos hemos visto en la televisión videos de vehículos en forma de rombo, naves extrañas que vuelan de formas imposibles para ser seguidas por nuestros aviones. Son mucho más rápidas y maniobrables... ¡Y alcanzan velocidades de varios miles de kilómetros en fracciones de segundo! Son capaces de sumergirse en el océano a máxima velocidad, lo cual por supuesto, reduciría cualquier avión de combate promedio a fragmentos en un milisegundo. ¡Y luego surgen en el aire, moviéndose tan rápido como antes! La única conclusión tácita, es que estamos siendo visitados por seres de otros planetas, quizás de otras galaxias.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.
— Juan 3:36