Lo que Darwin hizo fue publicar los elementos de la moderna teoría de la evolución biológica, la descendencia con modificación (variación) y la supervivencia de los más aptos para la selección de variaciones ventajosas.
El segundo malentendido es que la evolución sólo se aplica a la biología. Las primeras incursiones del pensamiento evolucionista se dieron en el campo de la geología décadas antes de la publicación de Darwin de El Origen de las Especies. Esto introdujo el concepto de uniformismo, o actualismo, exigiendo la postulación de inmensas eras para producir las formaciones geológicas que vemos en la actualidad, lo que constituyó un rechazo radical de la geología diluvial que había dominado desde los tiempos del antiguo Israel y antes. Esta aceptación del tiempo profundo estableció el escenario para una aceptación generalizada de los escritos de Darwin. La obra de Darwin a su vez abrió de par en par las puertas a que el evolucionismo impregnase todas las humanidades, como la historia, el derecho, la sociología, la psicología, etc.
Además de las ciencias de la tierra y de la vida, la astronomía ha quedado muy influida por la teoría evolucionista de Darwin. El rechazo a reconocer la existencia de Dios y de Su acción en el universo ha llevado a una reinterpretación del origen de muchas características astronómicas.
Durante cuatro décadas, la teoría cosmológica dominante ha sido el Big Bang, la creencia de que el universo apareció repentinamente hace 13,7 mil millones de años en un estado sumamente denso y candente, y que se ha estado expandiendo desde entonces. Cosa curiosa, algunos cristianos ven la necesidad de que el Creador inicie el Big Bang, y por ello usan el Big Bang dentro de su apologética; pero esto pasa por alto al menos dos puntos importantes. Uno es que el Big Bang no es conforme al relato de la creación en Génesis, y que difiere en muchos detalles como el orden de los acontecimientos. El otro punto es que los cosmólogos han desarrollado últimamente ciertas ideas acerca de cómo el universo pudo haber aparecido por sí mismo, como una fluctuación cuántica o como parte de un multiverso o como el último acontecimiento en un universo cíclico eterno. Como sucede con cualquier teoría evolucionista, se trata de intentos de explicar el mundo aparte de un Creador.
Según el modelo del Big Bang, el universo comenzó como un gas candente compuesto totalmente por hidrógeno y helio con sólo una pequeña cantidad de litio. Al expandirse el universo, se enfrió, y finalmente comenzaron a formarse estrellas y galaxias. Los astrónomos no están seguros de cómo comenzó esto, pero dado que actualmente vemos enormes cantidades de estrellas y galaxias, razonan que esto es lo que debió suceder. La teoría más popular de formación de galaxias es la de que el universo primitivo tenía regiones más densas y menos densas. Las regiones más densas poseían mayor gravedad y por ello actuaron como semillas gravitatorias para acumular más gas. Estas enormes nubes de gas se contrajeron por fin para formar las galaxias que vemos actualmente. Naturalmente, los científicos no pueden realmente observar tal cosa. En el interior de las galaxias se formaron las estrellas a partir de nubes de gas. No obstante, hay un cierto desacuerdo en la actualidad acerca de si las galaxias se formaron primero y luego se subdividieron en estrellas, o si las estrellas se formaron primero y luego se aglomeraron para formar galaxias.
En tanto que la mayor parte de la materia en el universo es hidrógeno y helio, un pequeño porcentaje de la masa del universo se compone de los elementos más pesados, como carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio y hierro, que encontramos en abundancia en la tierra y en el cuerpo humano. ¿De dónde proceden estos elementos más pesados? Los astrónomos creen que las estrellas generalmente producen energía en sus núcleos por fusión del hidrógeno a helio, y hay unos ciertos datos para respaldar esta teoría.
Usando una teoría muy complicada basada en nuestra comprensión de la física nuclear (en muchas maneras una teoría bien fundamentada), los astrónomos creen que las estrellas, al envejecer, con frecuencia producen energía por fusión a elementos más pesados hasta e incluyendo el hierro. Los astrónomos creen que las estrellas más grandes acaban su existencia en titánicas explosiones llamadas supernovas. Durante una supernova es probable que se produzcan muchos de los elementos más pesados que el hierro. Se supone que las erupciones de supernovas y otros procesos introducen en el espacio los productos de la fusión nuclear, donde los elementos recién sintetizados se mezclan con el hidrógeno y el helio ya presentes ahí. A partir de este gas se forman nuevas generaciones de estrellas, y repiten el proceso. De esta manera, los astrónomos creen que los elementos más pesados con los que estamos tan familiarizados van acumulándose en sucesivas generaciones de estrellas.
La mayoría de los astrónomos creen que el sistema solar se formó unos 9 mil millones de años después del Big Bang. Una gran nube de gas, ahora con un pequeño porcentaje de materia compuesta de elementos más pesados que el helio, se colapsó, aunque no está realmente claro qué es lo que inició tal colapso. Se supone que la mayor parte de la materia cayó hacia el centro para formar el sol. La pequeña porción restante se habría reducido hasta formar un disco, a partir del que finalmente se habrían formado los planetas, satélites, asteroides y cometas. La materia en el disco, se supone, se incorporó a partir de fragmentos microscópicos en pequeños conglomerados llamados planetesimales, aunque, una vez más, no está claro cómo comenzó este proceso. Una vez algunos planetesimales hubieran crecido lo suficiente, la gravedad de los mismos habría atraído otros pequeños planetesimales para ir formando los cuerpos que vemos hoy en el sistema solar. Los astrónomos opinan en general que los planetesimales que se hubieran formado cerca del sol habrían sido calentados por la radiación del sol primitivo, de modo que se habrían desprendido de ellos los elementos más ligeros. Los planetesimales lejos del sol no se habrían calentado mucho y por ello hubieran retenido muchos de los elementos más ligeros. Esta es la explicación evolucionista de la gran diferencia que se da entre los planetas cercanos al sol (los planetas terrestres) y los planetas alejados del sol (los planetas jovianos).
Cosa interesante, durante los últimos años los astrónomos han descubierto cientos de planetas extrasolares orbitando alrededor de otras estrellas. Todos estos planetas plantean desafíos a la teoría evolucionista acerca de la formación de los planetas, porque los planetas extrasolares parecen ser jovianos pero muy cercanos a sus estrellas asociadas, en contraste a lo que vemos en el sistema solar.
El mundo de la astronomía post-darwinista ha visto el surgimiento de numerosas teorías acerca de los orígenes. Entre ellas se incluyen una serie de cuentos del tipo «Érase una vez» acerca del origen naturalista del universo, de las galaxias, de las estrellas y de otras estructuras en el cosmos, de la evolución química de los elementos a partir del hidrógeno y del helio, y del origen de la tierra junto con el del resto del sistema solar. En tanto que Darwin no abordó la astronomía en sus escritos (no obstante, su hijo George fue un destacado astrónomo de la segunda mitad del siglo XIX), su legado de excluir a Dios pervive en el campo de la astronomía.
La mayor parte de la astronomía trata de la estructura del universo tal como existe ahora, y los científicos creacionistas están plenamente dedicados a estos estudios. No obstante, los diversos intentos de parte de muchos astrónomos de excluir al Creador de Su cosmos son sencillamente insostenibles.
Es simplemente lo justo dar el crédito de la creación a quien le es debido, como lo hizo el salmista en el Salmo 8:3: «Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste,»
George Darwin (1845-1912), hijo de Charles Darwin, fue un conocido astrónomo y profesor en la Universidad de Cambridge. Su especialidad era la interacción de las mareas de la tierra, del sol y de la luna, y en 1899 publicó el libro más autorizado sobre esta cuestión, Las mareas y fenómenos relacionados en el Sistema Solar.
En su trabajo observó que la luna está gradualmente alejándose de la tierra en una lenta espiral mientras que la rotación de la tierra va perdiendo velocidad. Esto llevó a George Darwin a proponer la teoría de la fisión para el origen de la luna. Es decir, la tierra primitiva tenía un movimiento tan rápido de rotación que una parte de la tierra fue lanzada afuera para formar la luna, que siguió alejándose en un movimiento en espiral. Este escenario está plagado de problemas, y prácticamente nadie lo acepta en la actualidad, pero se reconoce como quizá la primera de las teorías modernas del origen de la luna.
Curiosamente, lo que sabemos del mecanismo que rige la interacción de las mareas del sistema Tierra-Luna y de la actual tasa de esta interacción sugiere que el sistema Tierra-Luna no puede tener más allá de 1,3 mil millones de años. Naturalmente, esto está muy por debajo de la supuesta edad de 4,6 mil millones de años del sistema tierra-luna, pero no constituye un problema para una creación reciente de hace 6.000 años.