En la pasada celebración del 4 de julio en Estados Unidos, después de casi un año y medio, las personas comenzaron a abrazarse una vez más. Muchos por fin pudieron comer en su restaurante favorito, si es que todavía estaba allí y no lo habían cerrado, y visitaron parques y áreas de juego. Los vuelos aéreos se incrementaron y el optimismo parecía que estaba volviendo a ser parte de las conversaciones.
Sin embargo, no todo es color de rosa, porque esto es lo que dice en parte un artículo publicado en el periódico New York Times del 13 de julio, que las cosas han cambiado. “Cuarenta y un estados y el Distrito de Columbia han documentado un aumento en el promedio de casos diarios de COVID-19, durante las últimas dos semanas. Nueve en particular, incluidos siete en el sur, han visto que los infectados por lo menos se duplicaron en ese período de tiempo”.
“En el condado de Los Ángeles, los funcionarios registraron más de mil casos nuevos durante tres días consecutivos esta semana por primera vez desde el mes de marzo. Arkansas también reportó el viernes 9 de julio, más de mil nuevas ocurrencias por tercer día consecutivo’.
“Amber D’Souza, profesora de epidemiología en la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg, aclaró: ‘La mayoría de los estados tienen grandes franjas de población que todavía no están protegidas. Esos picos se deben en parte a la propagación de la variante delta más transmisible y al relajamiento en las restricciones del covid19'”.
“En general, el promedio de casos nuevos en Estados Unidos es de 19.000, por primera vez desde fines de mayo, lo que representa un aumento del 60% en comparación con las cifras de hace dos semanas”.
“El analista médico de CNN Jonathan Reiner, dijo el lunes: ‘Un tercio de esos casos se documentaron en cinco estados: Arkansas, Florida, Louisiana, Missouri y Nevada. Si bien la tasa de muertes por COVID-19 está disminuyendo en Estados Unidos, los datos recopilados muestran un aumento del 11% ciento en el promedio de hospitalizaciones diarias durante las últimas dos semanas’”.
Sin embargo, en otras partes del mundo se está experimentando aún más de la agonía de la pandemia. Al momento de redactar este artículo, la India lidera a las naciones en su número de nuevas infecciones diarias, con más de 28 millones de casos activos y casi medio millón de muertes, a pesar de la vacunación.
A los ciudadanos en Australia se les ha dicho, que no deben planear viajes hasta el 2022. Las fronteras de Canadá permanecen cerradas y otros países en el mundo se enfrentan a cierres que hacen pensar que lo ocurrido en el año 2020 no fue nada. Para algunos, la gran ansiedad que fuera el sello distintivo del año 2020, está siendo reemplazada por una esperanza, y para otros este año simplemente se ha transformado en la “gran ansiedad del 2021”.
Mientras ocurren todas estas cosas, hay un grupo creciente de personas en el mundo entero que están clamando por liberación y han creado una teología centrada en el hombre, en la que los creyentes, muy a menudo, siendo analfabetos bíblicos, se sienten satisfechos con una dieta constante de “leche espiritual diluida”. Las iglesias y sus fieles que practican esto, se encuentran contentos con un cristianismo que sólo tiene “una pulgada de profundidad, mientras que son miles de miles los kilómetros que tenemos que recorrer”.
Esto en nada se parece a la confesión del apóstol Pablo en Filipenses 3:10-14: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:10–14).
En este pasaje, el apóstol Pablo menciona la palabra griega dioko, la que se traduce como “prosigo”, para implicar que va ardientemente en pos de ese premio. Que está actuando rápido y sin pausa, motivado por un profundo anhelo, el cual no abandonará hasta haber alcanzado lo que Dios tiene para él.
Esto indica que nosotros como creyentes debemos tener el mismo anhelo que Pablo, que no seamos sólo cristianos por costumbre, por sentirnos bien y tratar de ser buenas personas, sino que debemos estar consumidos por su mismo anhelo. En otras palabras, Dios quiere que imitemos a Pablo, que no nos conformemos con ser alguien que se siente satisfecho con ir a la iglesia cada domingo, poder repetir uno que otro versículo bíblico, ayudar un poco, tratar de ser amable, etc, sino que estemos obsesionados con lo que perseguimos, que seamos buscadores, tal como el Salmista, quien escribió; “... Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Sal. 27:8B).
En hebreo, hay dos palabras que se traducen como “buscar”. Una es darash y la otra baqash. Se originan de la misma raíz, pero tienen significados ligeramente diferentes. Darash significa “buscar, luchar por encontrar, incluso exigir, desear profundamente, anhelar”. Mientras que Baqash quiere decir “buscar con una gozosa anticipación”. Ambas implican una acción “obsesiva”. Algo que no se detiene sino hasta que se alcanza el objetivo.
Al orar y reflexionar en todo esto, nos damos cuenta de que tal vez muchos de nosotros hemos podido estar desperdiciado el tiempo durante este período de encierro forzado, el cual más bien debemos ver como “un regalo del Señor”; una oportunidad para “redimir la pandemia” - por decirlo de alguna manera.
Tal vez hemos malgastado las horas buscando otras cosas para hacer, quejándonos o aburriéndonos. Pero quizá el problema de alguno de nosotros, no ha sido tanto cómo pasábamos el tiempo, sino cuál era nuestro enfoque. Algunos tal vez permitieron que su atención se desviara de Dios, y esta falta de enfoque allanó el camino para que en lugar de confiar en Él sucumbieran al miedo, la ira y la ansiedad, considerando que la única solución en este momento es que les apliquen una inyección, sin que nadie puede asegurar todavía cuáles serán los efectos secundarios en cada persona. Sabemos, que por ley ya en muchos países esta vacuna se ha convertido en algo obligatorio, y aunque finalmente todos nos veamos forzados a recibirla, sólo debemos confiar en Dios.
La ansiedad siempre ha sido parte de la experiencia humana, pero esta pandemia, se ha cernido sobre el mundo y la Iglesia como “la espada de Damocles”.
Muchos ofrecen estas sugerencias útiles para este momento: mantenernos activos; ingerir agua en lugar de alcohol; dejar de fumar y de tomar mucho café; comer sano; hacer pausas en el diario vivir; leer la Palabra de Dios y orar. Pero aunque todas estas cosas son buenas ideas, de ninguna manera son una solución al problema. Eso sólo se encuentra verdaderamente en una relación íntima con el Señor; una relación profunda y centrada en Dios, buscándolo constantemente.
Nosotros, al igual que la gran mayoría, tal vez hemos desperdiciado parte de nuestro tiempo y energía emocional en el año 2020. Pero nunca es demasiado tarde, porque nuestro Padre Celestial anhela que todos seamos verdaderos “buscadores”, y que como el Salmista clamemos: “Tu rostro, Señor, buscaré” (Sal 27:8b).
Al proclamar esto, estamos reconociendo que Él es de hecho nuestro Señor, nuestro Rey, Aquel a quien debemos lealtad total. El gran YO SOY y que no hay otro Dios fuera de Él. Por lo tanto no permitamos que ninguna de esas otras voces, se conviertan en dioses de nuestras vidas. Estamos envueltos en Su amor - el único lugar donde podemos encontrar paz y verdadera satisfacción. En Su presencia encontramos seguridad, protección, calma, sanidad, liberación, salvación y aceptación.
Con esto estamos clamando por la totalidad de su Presencia, elegimos hacer de Él, nuestro objetivo final. El rey David habló de ese acto de voluntad muchas veces en los Salmos, y como él adoptemos esa decisión una y otra vez. Nunca podemos estar demasiado ocupados, demasiado cansados o demasiado distraídos para buscar a Dios primero. Pero tengan presente que cuanto más decididos estemos, más nos bombardeará el enemigo de nuestras almas con voces. Cuando nos enfrentamos a ese mismo tentador, nuestra respuesta siempre debe ser: “... Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Sal. 27:8).