En el pasado, los gobiernos tiránicos no solo prohibían los mensajes religiosos, sino también las novelas, poemas y cuentos, junto con pinturas y otras formas de arte visual que se consideraban “antigubernamentales”. El 10 de mayo de 1933, estudiantes de 34 ciudades universitarias de Alemania quemaron más de 25.000 libros. En esta lista negra estaban incluidos las obras de autores judíos como Albert Einstein y otros, asimismo libros de estadounidenses entre los que se contaba a Ernest Hemingway y Helen Keller, los que fueron reducidos cenizas. Mientras las voraces llamas iluminaban el cielo nocturno, 40.000 estudiantes y adultos daban el saludo nazi. Esto marcó el empobrecimiento intelectual y el declive de una gran nación y un gran pueblo que había contribuido inmensamente con la humanidad.