Todos fueron asesinados en cuestión de horas -muchos de ellos rociados con la gasolina que guardaban las monjas- en el genocidio de Ruanda de 1994, en el que murieron 800.000 personas. El jurado las declaró ayer culpables, condenándolas además a penas de 15 y 12 años de prisión, respectivamente.
En similar situación se hallan un profesor universatio, Vincent Ntezimana, condenado a 12 años, y el empresario y ex-ministro ruandés Alphonse Higaniro, al que se le impuso la máxima pena, la de cadena perpetua, que en Bélgica es de un máximo de 20 años de prisión. Estos dos hombres estaban acusados de haber inspirado y organizado la matanza de tutsis en la región ruandesa de Butare.
El proceso que se ha seguido en Bruselas en los dos últimos meses contra los llamados cuatro de Butare ha sido posible merced a una ley única en el mundo que permite juzgar en Bélgica los crímenes de derecho internacional, como los de guerra y el genocidio. Es la primera vez que este país aplica su inédita ley, lo que podría sentar un precedente importante para casos similares.