“Que con esa boca y esas manos tan sucias estén hablando de Dios; no puede ser. Él le hacía unas cosas horribles a mi hijo”, fue el testimonio de la madre de José en un reportaje del canal 7 de San Luis.
El padre Castillo conoció a José en unos retiros espirituales en el Seminario menor. El niño tenía 8 años.
Un día, José se lastimó un pie y el sacerdote lo llevó a su casa. “Ahí lo conocimos y empezamos una relación de amistad con él. Empezó a visitarnos constantemente. Luego lo trasladaron al Seminario del terremoto y nos pide que lo mandemos con él a que le ayude a las misas… que le dejen acompañarlo para que fuera aprendiendo el sacerdocio, porque el niño decía que de grande quería ser padre”.
Al mismo tiempo, el sacerdote se convierte en un allegado de la familia, en su confesor y un frecuente invitado a las reuniones. “Venía a la casa, aquí nos confesaba, se daba cuenta de todos nuestros problemas”, describió la madre de la víctima.
El niño cenaba con regularidad con el sacerdote. Un día, a sus 12 años, despertó en la cama del padre Castillo. “Él lo tenía penetrado. El padre abusaba de él, al parecer lo drogaba” con alguna sustancia que le ponía en la cena sin que el menor se percatara.
Pero esa noche, debido a que José no se había comido todos los alimentos, despertó y se dio cuenta de lo que el sacerdote hacía con él. Estaba aturdido, se sentía sin fuerzas, y volvió a quedarse dormido. Por la mañana, el sacerdote se comportó como si nada hubiera sucedido.
Días después José lo enfrentó. Castillo lo amenazó entonces con hacerle daño a su familia, o con hacerles lo mismo a otros niños pequeños si él no aceptaba. Después comenzó a darle dinero para que se quedara callado y mantuvo sus amenazas para continuar abusando del menor.
La mamá de José no se explicaba los cambios de conducta de su hijo y un día, en el 2012, revisando su teléfono celular, encontró varios de los mensajes del sacerdote.
“Encontré unos mensajes de que le iba a dar un dinero; que se lo había aventado atrás de la puerta, que lo recogiera y no me dijera nada, que era para que no hablara, que nos iba a pasar algo, que me iba a pasar algo a mí. Que lo iba a buscar donde fuera si se escondía; que a fuerzas se tenía que ir con él”.
Al día siguiente, la mujer conversó con su hijo y le preguntó por qué no le había dicho lo que le hacía el padre Castillo. “Él empezó a llorar y llorar; no paraba. Por la tarde platico con él, me dice: -que te va a matar, mamá; me dice que es un sacrificio que tengo yo que hacer para ser sacerdote”.
“Le quitó todas las ilusiones a mis hijos, me destruyó a mi familia”, señaló la mujer, quien acudió a la Procuraduría y presentó la denuncia, que quedó asentada en el expediente AP/PGJE/SLP/SDSCF/209/VI/2012.
Sin embargo, la madre de José también contó que no recibió el apoyo esperado de las autoridades. Se le impidió estar presente cuando José rindió su declaración, y luego se dio cuenta de que había cosas escritas que su hijo no había dicho al Ministerio Público.
“De los abogados del CAVID (Centro de Atención a Víctima del Delito) no sentí el apoyo, ni las ganas de sacar un caso como éste”, mientras que los psicólogos que atendieron a su hijo lo dejaron más inestable emocionalmente, asegura.