Para que nazca una criatura, hay cierto orden. Primero es concebido, luego tiene su desarrollo, nace, luego se alimenta le leche y sus equivalentes. Después comienza a moverse, a caminar, a hablar y cosas por el estilo. Existe un orden bien definido, y todos los padres lo saben muy bien. En cierto modo, esto ocurre con cada cristiano.
El cristiano no es el producto de una fórmula eclesiástica.
El cristiano no es el resultado del esfuerzo de un hombre o una mujer.
El cristiano no es la suma total de sueños, experiencias, visiones y cosas por el estilo.
El cristiano es el resultado de un procedimiento de alguien, que espiritualmente fue engendrado. Nació, creció y le sirve a Cristo, si esto es normal.
Es una gran pena que la gran mayoría de los miembros de nuestras iglesias, no puedan explicar la cuestión del «qué» y «por qué». Si alguien le preguntara:
«Por qué va usted los domingos al templo» o…
«Por qué entrega su dinero en la iglesia».
«Por qué usted se bautiza y participa de la Cena del Señor».
«Por qué cree que hay cielo, hay infierno, hay retribución más allá de esta vida».
«Por qué cree que Dios es uno, y al mismo es Trino».
«Por qué se cree con el derecho de decir que alguien no es salvo, pero usted lo es».
«Por qué usted asegura que sí, es salvo y que tiene vida eterna y no duda».
Estas y muchas otras preguntas deberíamos de saber contestarlas. No debemos conformarnos con una buena dosis de ignorancia, para cuando alguien nos pregunta algo. Pero… ¿quién tiene la culpa? ¿No tendremos algo de culpa nosotros los que predicamos, por no ser más explícitos, sencillo y directos? ¿No tendrán una buena parte de culpa, los maestros de las diferentes clases, en las respectivas edades, en sus iglesias; porque creen que su meta es dar la clase de la mejor manera y amena posible, y que ésta sea solamente agradable para todos, sin pensar si realmente ha comunicado la enseñanza que suponía comunicar?
¿Cuánto tiempo pasamos con el Señor pidiéndole sabiduría, los que tenemos el deber de predicar o enseñar? ¿Cuánto tiempo dedicamos para prepararnos debidamente para enfrentar la clase? ¿Realmente conocemos a la gente de nuestra iglesia, y las necesidades que tienen? ¿Tenemos el don de enseñar? Y lo que estamos desarrollando, sabemos lo que hacemos.
¿Cuántos años hace que usted religiosamente y como un autómata, viene y se sienta, canta un poco, saluda a alguien por allí, escucha lo que se le dice, mal que mal escucha y se va a la casa sin haber adquirido ningún avance ni conocimiento en su vida? ¿Cuánto tiempo hace?... Unos cinco, diez, quince, veinte, treinta, cuarenta o más años. Y nunca se preguntó por qué lo está haciendo. ¿No será esto para usted como una… “penitencia dominical”? Usted dice: «Yo tengo que ir el domingo al templo, porque Dios me quiere ver allá».
Bueno… lo primero que tiene que saber es que, usted es un pecador, esto es una doctrina bíblica. Antes que todo, debe saber… que todos los hombres son pecadores, y que por lo tanto están separados de Dios, esto es necesario que usted lo sepa. Pero usted no debe repetir esto como un loro, debe conocer por lo menos algunos de los pasajes de la Biblia que habla sobre la universalidad del pecado.
Algunas pruebas de que somos pecadores, por favor no exhiba su ignorancia, siga con atención y aprenda de una vez y para siempre lo siguiente:
Dios dice que somos pecadores. Decir que Dios dice que uno es pecador, o que la Biblia también lo dice, es exactamente lo mismo, porque la Biblia es la Palabra de Dios. Dios nos habla a través de ese medio. Si usted recibe una carta de un amigo, que le dice un montón de cosas en la carta. Da lo mismo que le diga a un tercero que la carta de su amigo dice esto o aquello, o que directamente diga que su amigo dice esto o aquello. Aquí no importa si fue en forma personal directa o a través de una carta, porque él es el actor de la carta.
Una de las cosas que debemos tener en cuenta, es no pretender ofrecer para probar que estamos en lo correcto, toda una concordancia de textos bíblicos, son muchísimos. Así hablemos de pecado, de la salvación, del Espíritu Santo, de la Trinidad, del cielo, del infierno, etc.
Por eso nos limitaremos a unos pocos textos que deben ser suficientes, para quien verdaderamente busca a Dios, y el que no le busca, usted estará perdiendo el tiempo con la tal persona. No es necesario abundar en lo de la Biblia, que es la Palabra de Dios. Ya que la mayoría de la gente, que dice ser “cristiana” acepta la Biblia y dice: «Bueno, sí… la Biblia es la Palabra de Dios», con que acepte mal que mal, es suficiente para comenzar de allí en adelante.
Este artículo no está llenas de referencias, o tal o cual exégeta o teólogo, o comentarista o maestro, etc. La única fuente de información es la Biblia. Yo creo que un Pastor conoce mucho mejor a su iglesia que cualquier persona extraña. Él sabe exactamente lo que necesita y debe surtirse de los mejores… para poder enseñarles y dar lo que su grey necesita. Porque él sabe que el alimento espiritual es el que más urge.
El Espíritu Santo que inspiró la Biblia, luego dirigió a tantos creyentes y líderes en la interpretación, dándoles el don del discernimiento, es el que nos ayudará a nosotros también en este estudio. Así que no tenemos por qué preocuparnos
¿Dice la Biblia que somos pecadores?
Aquí es cuando tenemos que ir a la Biblia. “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:9-12). Si yo no tuviera ningún otro texto en la Biblia, que hable sobre el estado pecaminoso del ser humano, éste me sería más que suficiente. Usted debe saber en qué lugar de la Biblia dice todo lo que se acaba de mencionar.
Dice que tanto judíos como gentiles están bajo pecado, y dice “que no hay justo, ni aun uno”, “no hay quien entienda”, dice que nadie por iniciativa propia busca a Dios, que todos se desviaron, desviaron el camino y se hicieron todos inútiles. Y por último menciona que nadie es, por naturaleza bueno. Dirá usted que esto algo difícil de entender. ¡Por supuesto que no! Pero… ¿recordará usted en qué lugar de la Biblia dice esto? Pues en Romanos 3:9-12, esto es lo que quiero meter en su cabeza.
En 2 Crónicas 6, Salomón está orando por sí mismo y por el pueblo, cuando hace la dedicación del gran templo de Jerusalén. Y en parte en su oración, él dice: “Si pecaren contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojares contra ellos, y los entregares delante de sus enemigos, para que los que los tomaren los lleven cautivos a tierra de enemigos, lejos o cerca” (2 Cr. 6:36). Este paréntesis que hace el rey Salomón para decir que no hay hombre que no peque, es muy significativo, esto debemos recordarlo siempre.
Nosotros somos pecadores, y al hablar con alguien del perdón de Dios, lo hacemos porque no tenemos la menor duda de que estamos frente a un pecador, llámese como se llame. Al ver a otro pecador, es como si estuviéramos mirándonos nosotros mismos en el espejo, porque del otro lado nos miran el mismo rostro, no es así. Pues cuando estamos frente a otra persona, no estamos mirando en el “espejo”, estamos viendo a otro pecador, pecador con pecador.
Esto sí se llama la universalidad del pecado, pecado es universal. Tenemos que mencionar algunas citas de la Biblia y tenerlos presentes siempre…
“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn. 6:5).
“¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?” (Pr. 20:9).
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ec. 7:20).
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is. 64:6).
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Jn. 1:8).
“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19).
“¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, y para que se justifique el nacido de mujer? He aquí, en sus santos no confía, y ni aun los cielos son limpios delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre abominable y vil, que bebe la iniquidad como agua?” (Job 15:14-16).
Estas declaraciones en cuanto al estado del hombre en sus pecados son bien claras. Usted y yo, y todos los grandes hombres somos simplemente pecadores y debemos reconocerlo. Los grandes patriarcas, profetas, jueces y todos los hombres de Dios, que se mencionan en las páginas de la Biblia, todos tenían algo en común, el pecado. Hoy los grandes teólogos, los pastores y todos los hombres que consagraron sus vidas al Señor, tienen lo mismo en común, son pecadores.
Los pequeñitos, niños y niñas, los recién nacidos, incluso los que apenas fueron concebidos, todos tienen algo en común, son pecadores. El salmista dice: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5). David no está culpando a su madre, sino que está admitiendo el triste hecho de la universalidad del pecado; que él mismo es pecador, desde que fue engendrado en el vientre de su madre.
Sobre lo mismo, Jesús dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre…” (Mt. 15:19, 20). ¿De dónde vienen los pensamientos malos, que el cristiano tiene? ¿Por qué el testimonio de muchos cristianos es tan lamentable y pobre? ¿Por qué hay cristianos rencorosos, soberbios, obscenos y truqueros? ¿Por qué hay esposos que dejan a sus cónyuges, igual como los mundanos? ¿Por qué somos criticones, juzgamos injustamente a otros; y vemos la paja en el ojo ajeno, sin ver toda una viga en el propio? Es el pecado que se origina en la mente y en el corazón del hombre, y no ha sido desalojado en su “condición embrional”, es decir, que no tuvimos el cuidado de deshacernos de ese pecado, cuando era apenas un pensamiento, por eso se va desarrollando como un monstruo. El pecado es un monstruo extremadamente peligroso. Es como una serpiente peligrosamente venenosa, es como una enfermedad letal, pero siempre se presenta envuelto en atractivos colores de placer, placer legítimo de… “Dios sabe que soy humano”, “todos lo hacen”, “nadie lo sabrá… total la salvación no se pierde”. Esto es el embalaje que usa Satanás para traernos un paquete de pecado. Mientras el hombre o la mujer cristianos, piensen así, traten así a este enemigo tan peligroso, pueden tener la seguridad de que sus vidas serán una completa derrota.
Todo cristiano que no ha resuelto este serio problema en su vida, debe recordar lo que Pablo escribió a los cristianos allá en Corinto. “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Co. 3:14, 15). Pero… ¿cómo se llega a esta situación? La Biblia es asombrosamente clara, en cuanto a cómo y cuándo comenzó la cuestión pecado. La Escritura nos dice que Dios creó al primer hombre y a la primera mujer, pero que luego esta pareja pecó, y entonces hoy tenemos lo que tenemos, el resultado del pecado de ellos. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Ningún otro texto expresa mejor la cuestión de cómo y cuándo, que estas pocas palabras del apóstol.
Los detalles de la entrada triunfal del pecado, una lamentable entrada triunfal en la raza humana allá en el Edén, están todos en Génesis 3:1-7: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”. Sin duda alguna este capítulo es el más triste de la Biblia, porque relata cómo el hombre, nuestros primeros padres fueron engañados por el enemigo de Dios; que ahora también llegó a ser enemigo del hombre, esto es Satanás.
Si quiere saber qué quiere decir pecado… el mejor sinónimo es simplemente DESOBEDIENCIA. Con frecuencia pienso que si Adán y Eva, supieran las implicaciones de esta desobediencia, nunca habrían hecho caso al tentador. Y hasta hoy, el pecado de la desobediencia no parece tan grave, pero es el que engendra todos los demás pecados. Una vez que usted desobedece a Dios, todo es posible. Esto puede aplicarse también a cualquier pecado que nos permitimos hoy, porque Satanás no puede obligarnos a pecar, él no tiene este permiso de Dios. Él puede inducirnos, puede convencernos, él puede tentarnos.
Si supiéramos lo que nos costará un bocado de placer, que es pecado.
Si supiéramos lo que nos costará una mentira a veces.
Si supiéramos lo que al fin costará una porción de soberbia.
Si supiéramos lo que nos costará esa droga peligrosa, esa primera copita en una fiesta de cumpleaños. Ese enamoramiento fuera de lugar, esa película o revista… o cartas de juego, o la pornografía.
Si supiéramos lo que hay detrás de un número de lotería, un poco de codicia.
Después que el tentador terminó sus “ofertas”, la Biblia dice: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Gn. 3:6). Supongamos que el texto no dice esto, pero dice más o menos esto, “Y vio Eva que Satanás la estaba engañando, que él era ya enemigo de Dios. Y procuraba arrastrar a ella y a su marido en la misma dirección, en contra de Dios. Reconoció Eva que el árbol no era venenoso y debía ser muy sabrosa su fruta. Que además traería mucha angustia y corrompería a ellos y a toda su descendencia, y rechazó Eva el ofrecimiento de Satanás, invocando el mandato de Dios”. Qué bien que suena esto, pero el texto no dice esto. Por eso nosotros somos descendientes de esa pareja, y somos tan desobedientes como lo fueron Adán y Eva; y tenemos que decir, “en pecado me concibió mi madre”.
También es cierto que en millones de casos, no se dice que el cristiano tal o cual rechazó las tentaciones de Satanás y permaneció firme, y no pecó. En la mayoría de los casos, el resultado sigue siendo Génesis 3. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ec. 3:11). Dios lo hizo todo hermoso, perfecto y eterno, porque Él puso eternidad en el ser humano también. Dios hizo al hombre para que viviera siempre con Él, y Dios no fracasó ni cambiará Su plan. Dios finalmente llevará a Su presencia a todos sus hijos.
Se ha dicho mucho acerca del significado de la palabra «pecado». Pero a mi juicio, el mejor significado es la simple DESOBEDIENCIA. Si su interlocutor niega la realidad del pecado y afirma que el hombre es bueno en principio, hágale algunas preguntas sencillas:
¿Por qué los buenos modales hay que enseñar a una criatura, y los malos no?
¿Por qué si nadie enseña a mentir a una persona, ésta miente ni bien comienza a hablar?
¿Por qué una persona tiene miedo, siente inseguridad, necesita protección, llora, está triste, se deprime? Incluso las criaturas tienen tremendo miedo.
¿Por qué la gente pelea entre sí? ¿Y por qué hay guerras? ¿Por qué se matan unos a otros?
¿Por qué hay cárceles, enfermedades, hambres, explotación, sequías, lluvias torrenciales que destruyen sembrados, ganados; y hasta se llevan edificios enteros?
Todo esto… ¿no es producto de algo? Los hombres no trabajan atrayendo estos males. Ningún gobierno del mundo tiene programas para fomentar enfermedades, enemistades, tempestades, huracanes, terremotos, pestes, hambres, etc. ¿De dónde pues vienen estas cosas? Dios lo hizo todo hermoso en un principio, pero el hombre fue tentado y desobedeció a Dios. Todos estos males son el producto del pecado, y son las maldiciones que Dios expresa en Génesis 3.
No es necesario hablar mucho para saber que realmente la doctrina del pecado, es un triste hecho que flagela al hombre desde su nacimiento hasta la muerte, desde la cuna hasta la tumba. Uno de los pasajes que mejor exponen la realidad del pecado, es la discusión de Pablo, colocándose él como víctima de este enemigo. Dice él escribiendo en su carta: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Ro. 7:15-25).
En ningún otro lugar de la Biblia se describe mejor la lucha del mismo cristiano con su condición pecaminosa. El cristiano se libra definitivamente del pecado… ¿sabe cuándo? Recién cuando abandona el cuerpo, a causa de la muerte física. No existe ninguna varita mágica para superar este problema, ni las muchas oraciones, no los ayunos, ni hablar en otras lenguas. Ni pretender una mayor espiritualidad, ni entregar uno todos los bienes a los pobres, ni hacer mucha filantropía. Ni andar uno todo el día con una sonrisita de inocentón, ni tratar uno de ser mejor, ni repetirse uno a sí mismo que ya es totalmente “santo” y no peca más.
Es necesario tener bien en claro que, no solamente el Señor debe ser nuestro Salvador, sino que debe acompañarnos en esta vida de salvos. Porque ningún cristiano puede vivir por sí mismo la nueva vida. Además en cada momento necesitamos Su perdón una y otra vez. Como cristiano uno tiene los mejores deseos, claro está, trata de tener los mejores pensamientos, busca lo mejor para sí mismo y para sus semejantes. Pero… ¿es lo mismo desear, procurar que lograrlo? El querer está en uno, pero el hacerlo… Porque Alguien ya hizo TODO por usted y por mí, esto se llama Gracia Divina. La salvación es por gracia, no es por obras.