Muchos de los otros términos encontrados en el Diccionario Americano Webster 1828 de la lengua inglesa, también cuentan con ejemplos de la Palabra de Dios. Recuerdo la primera vez que utilicé este diccionario. Quería conseguir una mejor comprensión de la palabra "blasfemia." Mi pensamiento era que significaba simplemente usar el nombre de Dios en vano. Eso es sin duda un ejemplo de blasfemia, pero no es la explicación principal de la palabra citada por Webster: "blasfemia es una lesión que se hace a Dios, negando lo que se le debe y lo que pertenece a Él o atribuyendo a Él lo que no es conforme a Su naturaleza". En otras palabras, el término también tiene que ver con una caracterización errónea de Dios y por lo tanto incluye todas las enseñanzas falsas que abundan acerca de Dios el Padre, Jesús y el Espíritu Santo. Es obvio que ningún diccionario contemporáneo define palabras haciendo referencia a las palabras de Dios.
Así que, ¿qué dice el Diccionario de Noah Webster acerca de las palabras "bendecir", “bendiciendo”; comienza con la definición de "expresar un deseo de felicidad", por ejemplo, "Isaac bendiciendo a Jacob" (Génesis 28:3). Luego añade "el deseo de hacer feliz; para que sea exitoso; para prosperar en las preocupaciones temporales"; como en "Estamos bendecidos con paz y abundancia", Deuteronomio 15:18 señala: "Y Jehová tu Dios te bendecirá en todo cuanto hicieres". Apocalipsis 14:13 dice de aquellos que mueren en el Señor serán bendecidos por toda la eternidad. Consagración para los propósitos de Dios se encuentra en Génesis 2:3: "Y Dios bendijo al día séptimo, y lo santificó". "Bienaventurado" significa consagrar por la oración; para invocar una bendición, como en Lucas 9:16: "Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo". También incluye alabando y glorificando a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido.
Entonces llegamos a un aspecto de la bendición que hoy sobre todo se pierde, y eso es: bendiciendo a Dios. Recuerdo, al conmemorar meses tras el ataque terrorista Islámico del 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos, el primer grito fue "¡Dios bendiga América!" Sin duda eso es el deseo de muchos. Pero ese deseo nos lleva a una pregunta crítica: ¿por qué debería Dios bendecir América? Incluso una mirada superficial a dónde América se está dirigiendo espiritualmente debe darnos una pauta y un poco de reflexión acerca del merecimiento de la bendición de Dios.
¿Por qué debería Dios bendecir a Estados Unidos? La letanía de ofensas contra el Dios justo podía llenar el resto de este artículo. Cualquiera que se niegue a usar el término "Anticristo" para caracterizar a nuestro país, está espiritualmente enterrando su cabeza en la arena, o está desorientado con respecto a las enseñanzas de la Biblia, la santa Palabra de Dios. Para aquellos quienes pueden ser de esa mentalidad, deben tener en cuenta las cuestiones de aborto, homosexualidad y matrimonio homosexual, la legalización de la marihuana, censura de oración en las escuelas, la teoría de la evolución, transgenerismo, el aumento de legislaciones contra creencias bíblicas y prácticas, por ejemplo, predicación pública y evangelizar, incluso la oración en público, dar testimonio, etc. Todo lo que se opone a las enseñanzas de Cristo es Anticristo y evidentemente no puede recibir las bendiciones de Dios. Trágicamente, este país colectivamente cosechará lo que ha sembrado. En Jeremías 4:2 nos enteramos de que "las naciones serán benditas en él, y en él se gloriarán". Si las palabras "en él" están ausentes, también lo está la bendición.
Sin embargo, para algunos, bendiciones serán cosechadas: "No se engañen; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará. Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer el bien porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos" (Gálatas 6:7-9). Nuestras bendiciones son debidas al nosotros bendecir a Dios: "Bendice, alma mía, al Señor. Y bendiga todo mi ser su santo nombre" (Salmo 103:1). Eso involucra una serie de cosas, incluyendo nuestra alabanza, nuestra adoración, nuestra sumisión, nuestra obediencia, nuestro agradecimiento y nuestra confianza en Él, todo lo cual complace a nuestro Señor y Salvador.
El testimonio de Enoc se encuentra en Hebreos 11:5-6 e incorpora lo que es agradable a Dios y la bendición resultante: "Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte y no fue hallado, porque Dios lo había trasladado. Antes de su traslado, recibió testimonio de haber agradado a Dios. Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan". Algunos creyentes tienen cierta timidez de buscar las bendiciones de Dios y esto puede ser debido a una reacción exagerada a las enseñanzas corruptas de los "predicadores de la prosperidad". Pero eso puede ser tan dañino como las falsas enseñanzas, conduciendo al creyente a no agradar o bendecir a Dios por no obedecer Su palabra. Claramente, estos versículos declaran que debemos "creer lo que es Él, y que Él va a recompensar a quienes diligentemente lo buscan". Cuando el tratar de recibir la recompensa toma prioridad a "buscarlo", entonces, Dios no es bendecido. La bendición del Señor es el antídoto para un énfasis equivocado en lo que respecta a Sus bendiciones o para tomar Sus bendiciones como un hecho ya otorgado. Cuando empezamos con Él, cuando Él es nuestro objetivo, estaremos motivados a hacer las cosas a Su manera. ¡Eso es bendecir a Dios!
Por lo tanto, la bendición de Dios debe ser nuestra primera preocupación como creyentes, y la base o el fundamento de esta acción es revelado en el "primer y gran mandamiento": "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas" (Marcos 12:30). Que sin duda refleja el "alma mía" y "todo mi ser" del Salmo 103:1. Y el mandamiento de "Amarás al Señor tu Dios" manifiesta obediencia a Él: "Respondió Jesús y le dijo: —Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escuchan no es mía sino del Padre que me envió" (Juan 14:23-24).
Desobedecer la Palabra de Dios es la antítesis de la bendición de Dios. Jesús indicó tanto en su amonestación de quienes decían amarlo: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lucas 6:46). Luego añadió esta parábola como un estímulo para los que harían lo que Él decía y como una advertencia a aquellos quienes rechazaran Sus palabras: "Yo les mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace. Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa y no la pudo mover porque había sido bien construida. Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó y fue grande la ruina de aquella casa” (Lucas 6:46-49). La desobediencia deja a un hombre sin cimientos, sin base alguna y sujeto a gran ruina.
El no hacer lo que Dios nos dice, evidentemente no es una bendición para Dios, pero ¿qué podemos decir del no estar agradecido por lo que ya ha hecho y sigue haciendo por nosotros? "Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios" (Salmo 103:2), y eso incluye todos de Sus beneficios. Sin embargo, ¿cuántas veces nos hemos sentado a comer, ya sea personalmente y con otras personas, sin haber bendecido a Dios por esas comidas? ¿Piensa uno que no es una gran cosa? Bueno, Jesús sabía que el agradecer al Padre era suficientemente importante para dar el ejemplo a nosotros, ya sea cuando alimentaba a miles o cuando tenía una comida con Sus discípulos.
Lo que debería ser de gran importancia es la bendición a Dios en agradecimiento por lo que tuvo lugar en el monte del Calvario, Gólgota, donde crucificaron a nuestro Señor y Salvador. "Entonces tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: —Esto es mi cuerpo que por ustedes es dado. Hagan esto en memoria de mí. Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por ustedes se derrama" (Lucas 22:19-20). El acto más importante en la historia de la humanidad ha sido, en muchas iglesias, relegado a un evento adicional observado de vez en cuando, con los elementos que se sirven con una eficacia comercial, con el fin de acelerar la experiencia. Cuando ocurre de esa manera este acto tan importante resulta ser apenas un ritual de poca significancia, y eso no está bien. Pero incluso teniendo en cuenta los usos erróneos durante la comunión, podemos estar agradecidos de que no es la única vez que se recuerda el gran sacrificio de Jesús. Sin embargo, es terriblemente grave que el dar "gracias a Dios por su don inefable (que realmente es indescriptible, más allá de lo que se puede expresar en palabras)" (2 Corintios 9:15) parece haber sido transformado, desviado, pervertido, no con la gratitud que Él merece. Pero eso no es nuevo para el pueblo de Dios.
En el Salmo 95, el cual contiene maravillosas palabras de bendición a Dios, sin embargo encontramos la advertencia de Dios a Su pueblo para que no se desvíen lejos de Él, como lo hicieron sus padres, perdiendo de vista Sus caminos, cayendo en la tentación y como consecuencia rebelándose contra Él.
"Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, Y Rey grande sobre todos los dioses. Porque en su mano están las profundidades de la tierra, Y las alturas de los montes son suyas. Suyo también el mar, pues él lo hizo; Y sus manos formaron la tierra seca. Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres, Me probaron, y vieron mis obras. Cuarenta años estuve disgustado con la nación, Y dije: Pueblo es que divaga de corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi furor Que no entrarían en mi reposo." (Salmo 95).
Las gloriosas palabras del salmista, son seguidas por una advertencia seria. Es comparable a la amonestación que Jesús dio a la iglesia en Éfeso, en Apocalipsis 2:4-5, esos creyentes, la esposa de Cristo, han "dejado a su primer amor". La consecuencia sería perder la luz de la Palabra de Dios y apartarse de Su verdad.
El Salmo 96, por el contrario, corrige los errores de no haber bendecido a Dios mientras se espera la segunda venida de Cristo: "Cantad a Jehová cántico nuevo; Cantad a Jehová, toda la tierra.
Cantad a Jehová, bendecid su nombre; Anunciad de día en día su salvación.
Proclamad entre las naciones su gloria, En todos los pueblos sus maravillas.
Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Temible sobre todos los dioses.
Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Pero Jehová hizo los cielos.
Alabanza y magnificencia delante de él;Poder y gloria en su santuario.
Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, Dad a Jehová la gloria y el poder.
Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios.
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; Temed delante de él, toda la tierra.
Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido;
Juzgará a los pueblos en justicia. Alégrense los cielos, y gócese la tierra; Brame el mar y su plenitud.
Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; Entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento,
Delante de Jehová que vino; Porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con su verdad." (Salmo 96).
Por último, bendiciendo a Dios ensalzando Sus atributos, debe ser una parte importante de nuestros testimonios. Como el salmista escribió, "Cantad a Jehová, bendecid su nombre; Anunciad de día en día su salvación." (Salmo 96:2). "Jehová ha hecho notoria su salvación;
A vista de las naciones ha descubierto su justicia." (Salmo 98:2). Esto revela el propósito de bendición. Con demasiada frecuencia oímos las palabras "Dios te bendiga" (incluso acortamos las palabras a "Dios bendiga") y reducimos esta expresión a un gesto sin gran significancia, como después de un estornudo o el cierre de una correspondencia. Indudablemente que Dios bendice, como lo hemos notado, pero sería un gran beneficio para todos nosotros, es estos días de abrumadora preocupación por uno mismo, si diéramos prioridad a bendecir a Dios.