Carlo María Vigano tiene seguidores en algunos círculos católicos, pero es probable que una gran mayoría de personas, especialmente en los países hispanos, nunca hayan oído hablar de él. Sin embargo, las preguntas que este señor plantea sobre el Papa Francisco son de gran importancia, no sólo para los católicos sino también para quienes no son.
De acuerdo con las cifras aportadas por el propio Vaticano, hay alrededor de 1.300 millones de católicos en el mundo, y quienquiera que sea que los dirija tiene un efecto profundamente significativo en un gran segmento de la población mundial. Por ejemplo, se cree ampliamente, que el Papa Juan Pablo II, con excepción del presidente norteamericano Ronald Reagan, hizo más que cualquier otra persona en este mundo, por tratar de ponerle fin al comunismo en Europa del Este. Si desea tener más evidencia de la estrecha colaboración entre estos dos hombres, lea el revelador libro del historiador Paul Kengor, A Pope and a President - Un Papa y un Presidente.
Ahora los católicos tienen un nuevo Papa y Estados Unidos un nuevo presidente, y a ninguno de los dos les preocupa en lo más mínimo el resurgimiento del poder comunista en todo el mundo. De hecho, ambos hombres se han rodeado de asesores y designados de tendencia izquierdista.
Además, tanto Francisco como Biden han revertido efectivamente las agendas de sus predecesores inmediatos. Esto es más que obvio en el caso del señor Biden, porque los cambios que ha hecho y sigue haciendo han sido rápidos y abruptos. Asimismo la reversión que Francisco está llevando a cabo en la Iglesia Católica, aunque sea menos notoria ya que ha sido más gradual, es tan radical como la que ahora está teniendo lugar en el gobierno y la sociedad estadounidense.
El arzobispo Vigano asocia esos cambios a estas dos personas. Habla de un golpe en Estados Unidos y otras naciones occidentales encabezado por ideólogos seculares de izquierda, y otro en la Iglesia Católica dirigido por Bergoglio y los católicos progresistas que lo rodean.
Sin embargo, el golpe en la Iglesia ha sido un poco más silencioso. Los escritores católicos que han estudiado la carrera de Francisco lo describen como un manipulador hábil, incluso maquiavélico. Según ellos, todas sus acciones están envueltas en una niebla deliberada. En consecuencia, la mayoría de los católicos desconocen la magnitud de todos los cambios que ya ha llevado a cabo, porque el papa dictador sólo se revela cuando un sacerdote o prelado se resiste a su voluntad.
Así como la administración del presidente norteamericano Biden busca purgar a los conservadores del gobierno y las fuerzas armadas, Francisco busca eliminar a los católicos tradicionales de su iglesia. Dado que algunas de las resistencias más fuertes en contra de él provienen de católicos que abogan porque la misa se diga en latín, él actuó por suprimir completamente el latín en los servicios religiosos. Y mientras que los prelados católicos conservadores se han visto degradados a posiciones miserables en la iglesia, otros viven con el temor de que los cargos falsos de abuso sexual puedan llevarlos a la cárcel, tal como le sucedió al cardenal australiano George Pell.
En diciembre de 2018 el cardenal Pell fue inicialmente declarado culpable de delitos sexuales contra menores y en febrero de 2019 se ordenó su ingreso en prisión. Tras su condena, el papa Francisco le prohibió el ejercicio público del ministerio sacerdotal y de cualquier contacto con menores, siendo también apartado de la Secretaría de Economía de la Santa Sede.
Sin embargo, luego de permanecer algo más de un año en prisión, la Corte Suprema de Australia, máxima instancia judicial del país, anuló por unanimidad la condena por abusos sexuales, al demostrarse que no había pruebas que establecieran su culpabilidad, siendo Pell liberado de inmediato.
Además, dado que Francisco ha estado promoviendo a prelados progresistas a altos cargos durante nueve años, parece más que probable que su marca “de catolicismo anticatólico” tal como le llama el señor Vigano, seguirá dominando. En la actualidad el Colegio de Cardenales que elegirán al próximo Papa, está colmado con hombres creados a su propia imagen, por lo tanto no debería sorprender a nadie si el próximo Papa adopta el nombre de Papa Francisco II.
¿Pero alguno de ustedes ha oído hablar del “estado profundo”? El señor Vigano sostiene que así como existe una “iglesia profunda”, una red de prelados progresistas quienes junto con Francisco, están determinados a cambiar el rostro de la Iglesia católica más allá de su reconocimiento, también existe un estado profundo y ambos se refuerzan mutuamente. La iglesia y el estado profundo no son más que dos caminos paralelos que corren en la misma dirección y tienen como destino final la institución del Nuevo Orden Mundial, con su religión y su falso profeta.
El señor Vigano señala que aunque Francisco es “considerado universalmente como la cabeza de la Iglesia católica, al mismo tiempo es quien va a acabar con ella”.
Este papa apoya abiertamente a los homosexuales declarando públicamente que Dios los hizo así, a pesar de que la Palabra eterna de Dios revela sus santas intenciones para el matrimonio, la familia y la sexualidad. Nadie, ni siquiera un Papa, tiene la autoridad para redefinir el matrimonio y la familia. La primera pareja estaba integrada por un hombre y una mujer, junto con sus hijos.
El Papa Francisco no solo ha dicho que todos finalmente estarán en el cielo, sino que también declaró: “No hay infierno donde los pecadores sufren por la eternidad... Después de la muerte, los que no se arrepienten no pueden ser perdonados y desaparecen... El infierno no existe, pero lo que sí existe es la desaparición de las almas pecadoras”.
Su doble papel como Papa y su determinación por acabar con la iglesia, le permiten, por un lado demolerla con decretos y actos de gobierno, y por el otro, utilizar el prestigio que conlleva su cargo para establecer y difundir la nueva religión del Anticristo sobre los escombros de la vieja.
Según el señor Vigano, “La nueva religión que Francisco espera instaurar, es humanista y progresista: la religión de la humanidad: ecuménica y ecológica”. Esta nueva fe también traerá como resultado “la legitimación del mal, y la persecución de la gente de bien”.
Si toda esta noción de que hay un papa supuestamente católico, que busca liquidar a la Iglesia, parece extravagante e inconcebible, considere que hace poco tiempo, la noción de que Estados Unidos pudiera ser gobernado por comunistas también parecía inconcebible. Nadie podía imaginar que los estadounidenses elegirían como presidente a un hombre que tan pronto asumió su mandato se dispuso acabar con el cristianismo en esa nación, a hacer añicos su historia, sus valores e instituciones cristianas, pero eso es exactamente lo que está sucediendo.
Hasta donde sabemos, el señor Vigano nunca ha dicho que Francisco no sea el Papa, pero sí lo ha insinuado. La evidencia que él y otros presentan se puede dividir en cuatro categorías:
1. Evidencia de que la renuncia del Papa Benedicto fue inválida
2. Que la elección de Francisco fue manipulada
3. La corrupción generalizada en el papado de Francisco.
4. Pruebas irrefutables de que Francisco abraza la herejía.
El punto que queremos resaltar aquí, es que a pesar de la gravedad de los cargos contra Francisco, todo esto ha sido silenciado. Ni el papa ni el Vaticano han respondido nunca al “testimonio explosivo” del señor Vigano en el año 2018, acusando a Francisco y otros prelados de encubrir la larga historia de abuso sexual del cardenal Theodore McCarrick. Francisco dijo que confiaba en que los medios llegarían a la conclusión adecuada, y los medios se complacieron en ignorar por completo los cargos y acusaciones del señor Vigano.
Como resultado, el católico promedio no se da cuenta de que existe un problema, y la mayoría de ellos se sorprenderían al saber que, aunque Francisco ha prometido con frecuencia poner fin al abuso sexual por parte del clero, está rodeado de abusadores y facilitadores a quienes asciende a altos cargos. Del mismo modo, la mayoría de los católicos ignoran o pasan por alto el hecho que aunque Francisco condena verbalmente el aborto, se encarga de invitar a destacados defensores de esta práctica criminal a las conferencias del Vaticano y, en ocasiones los colma de elogios.
Además, aunque afirma que el aborto es un asesinato, intervino para evitar que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos votara, para negarle la comunión al presidente Biden debido a su flagrante política pro-aborto.
Según el señor Vigano, Francisco es un maestro de la duplicidad cuyo modus operandi es decir una cosa para complacer a los que se sientan en los bancos de las iglesias y hacer lo contrario para agradar a las élites mundanas.
Cabe señalar que el señor Vigano se puso más de manifiesto ante el público, debido a dos cartas que le escribió al expresidente Donald Trump y por las respuestas positivas del señor Trump a ellas. Como resultado, algunos en la prensa católica liberal emprendieron una vigorosa campaña para desacreditarlo.
La base de la acusación en contra de Vigano se basó, en que un número creciente de estadounidenses creen sobre un estado profundo cada vez más controlado por élites globales que intentan reducir a la gente promedio al estado de abejas obreras. Porque habla despectivamente del Nuevo Orden Mundial y contra las maquinaciones de la Fundación Rockefeller, el Foro Económico Mundial, Klaus Schwab y Bill Gates.
Además, a diferencia de Francisco, ve la pandemia de Covid19 como una crisis inventada que pretende crear una población más dócil. Finalmente, Vigano habla a menudo en términos apocalípticos: de la muerte y el juicio, el cielo y el infierno, la guerra de Satanás contra el cielo, la segunda venida de Cristo y la “marca de la bestia”.
Para muchísimos católicos y cristianos modernos, tales conversaciones son vergonzosas, pero a lo largo de los siglos los cristianos verdaderos hemos considerado tales señales y profecías no como delirios de extremistas, sino como la Palabra revelada de Dios.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:12–13).