Quien ahora será elevado –como muñequito- a los altares de la iglesia católica, se convertirá en el “santo patrono protector” de todos los sacerdotes católicos corruptos y violadores de niños.
Y si acaso un poder engañoso hubiera intervenido en las supuestas “sanaciones milagreras” ¿Qué pesa más? ¿Dos personas “sanadas” o miles de niños que fueron sodomizados por los sacerdotes amados y protegidos por Juan Pablo II? Wojtyla no merece el título de “santo”… lo que merecía era la cárcel y el escarnio público por su silencio cómplice y la criminalidad religiosa que toleró, alentó y amó.