A través de toda la Biblia vemos que Él elige reyes para un propósito, y que por la misma razón los depone. A veces, establece una regla para bendecir a su pueblo, como lo hizo con el rey David. Y en otras coloca a un gobernante para juzgarlo, tal como en el caso de Saúl. Pero el Señor no sólo designó monarcas para su propio pueblo Israel, sino sobre toda la humanidad. Tal fue el caso con Faraón de Egipto. Dice Romanos 9:17: “Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra”.
La historia de Faraón y el pueblo de Egipto es grandiosa. Por largo tiempo esa nación prosperó bajo su gobierno, como ninguna otra sobre la tierra lo había hecho antes, era el Estados Unidos del mundo antiguo. Egipto creció en tamaño, riqueza y poder, tanto que ningún otro país podía enfrentarse a ellos.
Si hacemos un rápido repaso a la historia de cómo eran entonces los egipcios, tal vez podríamos llegar a pensar que recibían las bendiciones de Dios, pero no fue así. Egipto era un país perverso, una nación impía que mantuvo a los judíos como esclavos por siglos, y realizaba sacrificios humanos a sus dioses. Sin embargo, después de 400 largos años de oprimir al pueblo escogido por Dios, la paciencia y clemencia del Creador llegó a su fin.
Por eso levantó a Moisés: “Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos” (Éxodo 3:15).
Casi todos conocemos la historia de cómo Jehová Dios designó a Moisés para que fuera líder de los judíos. Primero, para que los guiara y condujera fuera de Egipto, ¡y luego hacia el territorio prometido de Israel! Moisés obedeció, fue y confrontó a Faraón y le declaró todo lo que Dios le había ordenado que dijera. Ahora, cuando lo comisionó para que fuera y le predicara, el Señor sabía muy bien que rechazaría lo que iba a decirle, porque así como levantó al patriarca para que le predicara, también a Faraón para que no escuchara: “Y Jehová dijo a Moisés: Faraón no os oirá, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto” (Éxodo 11:9).
Dios también había levantado a Faraón para que fuera un rey poderoso, pero su corazón era perverso y no obedeció a Su siervo Moisés. Así que cuando llegó el día en que se dispuso a libertar a los judíos de la esclavitud, también usó a Faraón para un propósito poderoso. Aunque sabía que el monarca nunca se arrepentiría, le dio múltiples oportunidades y lo usó a él y a Moisés para mostrarle al mundo Su poder. Esta demostración de autoridad tendría resultados notables y drásticos.
Dijo el Señor: “Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería” (Éxodo 14:17).
Dios usó a Moisés en una forma gloriosa, colmada con milagros, tal como cuando dividió las aguas del mar Rojo. En él mostró Su poder y gloria al dejar en libertad a los judíos en una forma que sería recordada y contada a través del tiempo y por la eternidad. Mientras que en Faraón, Jehová dio pruebas de su poder y gloria, al ahogar a su entero ejército cuando los muros de agua se derrumbaron. Ambos hombres fueron puestos por Él, ambos fueron colocados en posición de autoridad, y mientras uno se encuentra en el cielo, el otro está en el infierno.
¿Y cuál es el punto aquí? ¡Qué Dios juzgó a una entera nación por la iniquidad de un solo hombre que rehusó arrepentirse! Recuerde eso.
Estados Unidos comenzó confiando en el Santo Dios de Israel. Durante cada año a partir de 1776, no experimentó nada más que crecimiento en poder, fortaleza y riqueza. Era, como muchos dicen “La nación más grande sobre la faz de la tierra”. Este país tuvo su comienzo con los Puritanos, quienes llegaron allí guiados por Dios y establecieron una nueva nación valerosa. El primer texto de estudio que se usaba en las escuelas y universidades era la Santa Biblia.
James Madison el cuarto presidente de Estados Unidos escribió esto: “Hemos depositado el entero futuro de la civilización norteamericana, no en el poder del gobierno, nada más lejos de eso. Hemos colocado el futuro de todas nuestras instituciones políticas, confiados en la capacidad de autogobierno de la humanidad; sobre la habilidad de todos y cada uno de nosotros para gobernarnos a nosotros mismos, para auto-controlarnos y mantenernos de acuerdo con los Diez Mandamientos de Dios”.
¡Qué maravilloso comienzo! Una nación fundada en sumisión a Dios y sus mandamientos, pero la historia no acaba allí...
Conforme este país crecía, se hizo poderoso, como ningún otro que haya existido jamás en nuestra era cristiana, y sus ciudadanos comenzaron a olvidarse del Dios que los había creado, que los había sustentado, realizado hechos poderosos y demostraciones increíbles de su poder, para bendecirlos. En principio cantaban “Dios bendiga a América”, y sobre el dinero estaba impreso “En Dios confiamos”, pero en algún momento a lo largo del camino, dejaron de confiar en Dios, de buscar su rostro y empezaron a fiarse en su propio poderío.
La segunda guerra mundial fue la última vez que el mundo entero estuvo en conflagración. Fue un enfrentamiento que Estados Unidos casi no gana. Algunos historiadores se refieren a lo cerca que estuvieron de perder esta confrontación, pero no la perdieron, sino que obtuvieron la victoria. Y después de ganar, este país hizo algo que a Dios realmente le gustó. El 14 de mayo de 1948, reconoció el derecho a existir de la recién nacida nación de Israel. Sin embargo, en la siguiente generación hicieron algo muy malo. ¡Se apartaron de Él!
En la década de 1960, se eliminó la oración en las escuelas públicas. Se removieron los Diez Mandamientos de los tribunales de justicia, se legalizó oficialmente el derecho a asesinar a niños indefensos - a abortarlos, se empezó a practicar abiertamente la promiscuidad sexual y la abominación de la homosexualidad. El resultado de eso fue un aumento drástico en los crímenes violentos, disturbios raciales en las calles, una generación entera de jóvenes adictos a las drogas y al alcohol, un incremento sin precedentes en las tasas de divorcio, y escuelas públicas que necesitaban de policías armados para mantener el orden. Le dijeron a Dios que se fuera, y Él lo hizo.
Aunque la década de 1960 ya pasó hace bastante tiempo, las semillas podridas que fueron plantadas en esa generación ya han dado mucho fruto. En el año 2013, el nombre de Dios todavía estaba impreso en casi todas las cosas. Había mega iglesias con asistencia de más de veinte mil personas, pero el Espíritu y poder de Dios ya no estaba allí.
Ese país comenzó a ahogarse en una deuda nacional incalculable. Y se eligieron líderes que fomentaron el asesinato de niños y que no tenían respeto por Dios y su Palabra. El domingo pasó a ser considerado como cualquier otro día de la semana. Y las principales denominaciones evangélicas instaron a sus fieles para que no dijeran en voz alta, ni pusieran por escrito que el Señor Jesucristo es el único camino al cielo.
Por ejemplo por el año 2009, la Iglesia Bautista del Sur “aconsejó” a los hermanos y hermanas que redactaban los artículos de sus publicaciones, que se evitaran citas bíblicas directas, porque esto podría alejar a personas de otros credos, a quienes primero se les debía presentar el mensaje del Evangelio, a fin de que ellos pudieran comprender por qué decimos que no hay salvación aparte de Jesús. Estos fueron algunos de los versículos que no debían mencionarse por considerarlos demasiado directos.
- “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
- “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
- “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
- “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
- “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
Estados Unidos paulatinamente dejó de discernir entre lo bueno y lo malo y se convirtió en la principal propagadora de la inmoralidad y el pecado en el mundo occidental. No tuvo reparo en exponer a sus niños cada instante a propagandas de radio, periódicos, televisión e Internet de alcohol y tabaco. Su sociedad se saturó de sexo y violencia. Más de la mitad de las películas que se han hecho desde entonces tienen un contenido demoníaco y están saturadas de pornografía. Si Dios se presentara en alguna de las iglesias, no lo reconocerían y la gran mayoría no querrían que estuviera allí.
Ésta fue la generación de norteamericanos que colmó la copa de la ira e indignación de Dios. Por esta razón, Él les dio lo que merecían: a Barack Hussein Obama. Ese fue su rey número 44. Un fanático en favor de sacrificar a los niños sobre el altar de Planned Parenthood - de Planificación Familiar, quien cuando era senador votó tres veces en contra del Acta de Protección para los Infantes Nacidos Vivos, es decir de esos bebés que son abortados, pero que a pesar de todo nacen vivos, quienes requerían por ley el cuidado de los médicos, porque tenían el derecho a vivir, pero este hombre rechazó esta ley y reclamó la muerte de estos inocentes, tres veces. Aprobó el aborto pagado por los contribuyentes y desde entonces todos los ciudadanos norteamericanos son parte del asesinato de estos inocentes, y la sangre de ellos está sobre todos.
Como ningún otro presidente antes que él, fue criado como musulmán, y aunque afirma que se convirtió en “cristiano”, nada de lo que dice, hace o hizo, está en línea con alguien que profesa fe en Cristo. No asiste a la iglesia, glorifica toda clase de perversión sexual, y utilizó su cargo de presidente, para imponer como mandato la aceptación forzada de la homosexualidad en esa sociedad.
Y como somos grandes imitadores, una inmensa mayoría de los ciudadanos hispano americanos de varios países, comenzaron a imitar todas las características de los habitantes de esta potencia tan avanzada: sus vicios, perversiones y demás. Siguieron este mismo sendero y aprobaron las uniones entre personas de su propio sexo.
El matrimonio igualitario, está permitido en todo el territorio de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Uruguay y en algunos estados de México. En Chile cuentan con uniones civiles legalmente reconocidas, otorgando derechos similares a los del matrimonio, y las Islas Caimán ofrecen algunos derechos de convivencia para parejas del mismo sexo, sin ser registradas legalmente como unión.
La revista Newsweek le llamó al señor Obama "El primer presidente gay", porque fue el primer mandatario estadounidense en respaldar abiertamente y aprobar el matrimonio entre homosexuales y lesbianas, valiéndose de su cargo para hacer su deseo realidad. Proclamó a junio, como el Mes del Orgullo Norteamericano de los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros. De hecho, lo convirtió en una ordenanza nacional.
Decretó: "AHORA POR TANTO, YO, BARACK OBAMA, Presidente de los Estados Unidos de América, en virtud de la autoridad que me otorga la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, proclamo por la presente, a junio de 2012, como el Mes del Orgullo de lesbianas, bisexuales, gay y transexuales. Hago un llamado a la gente de los Estados Unidos para que eliminen los prejuicios que existen en todas partes y para celebrar la gran diversidad del pueblo estadounidense".
Barack Obama se opuso y opone abiertamente a todas las cosas que Dios detesta, y se siente orgulloso por esto. Todo su gobierno se enfocó en rebajar las cosas que eran consideradas decentes y el pueblo norteamericano lo reeligió como presidente. Cuando se le denominó por primera vez, era alguien prácticamente desconocido, quien se valió de la astucia y el engaño para ser elegido. Pero en el mes de noviembre de 2012, cuando todos fueron a los lugares de votación, ya era bien conocido y decidieron votar por él.
No se trataba de depositar una papeleta, sino que las personas votaron con su corazón, con sus pasiones y con la visión nacional de lo que sería Estados Unidos en los próximos cuatro años. Con su acción confirmaron que compartían los mismos gustos de este hombre. De que estaban en favor del aborto, del matrimonio entre homosexuales, de que glorificaban las perversiones sexuales, y la lista continúa...
Votaron por él porque fue la manifestación de lo que estaba en el corazón de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Este hombre fue la encarnación de esa nación, de la vida, y el aliento del desdén que respiraban sus ciudadanos en contra de los mandamientos del Dios Santo de Israel. Fue la personificación del espíritu del Anticristo. Se mofaba y sigue mofándose abiertamente del Dios de la Biblia, y las multitudes lo aclamaban y todavía lo siguen haciendo.
Esa nación le dijo a Dios abiertamente que ya no quería seguir sus caminos, ni someterse a sus mandamientos, y por eso les puso un rey que satisficiera ese deseo. ¡Por eso les dio una mente reprobada!
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Rom. 1:28-32).
En su misericordia, Dios ofreció una nueva ventana, y le dio a ese país como presidente, a un hombre quien a pesar de sus muchos defectos y pecados, demostró amor por Israel el pueblo de Dios, abolió leyes en contra del aborto, derogó leyes aprobadas en favor de los transgéneros, defendió a la Iglesia, la lectura de la Biblia y muchas cosas más.
Como nación, este país ha sido entregado al juicio y a la inmundicia, por tener lo que dice la Biblia, una "mente reprobada". No se arrepienten, porque consideran que no han hecho nada malo. Se ven a sí mismos como progresistas, de mente abierta, sin prejuicios y sin exclusiones, y no como pecadores, rebeldes en contra de Dios y su Palabra. Cambiaron la verdad del Creador por la mentira de Satanás, y ahora en el momento en que estamos redactando este mensaje es obvio que las riendas del gobierno han quedado nuevamente en las manos del partido político del señor Obama. ¡El Diablo se asegurará que este país y los otros que lo imitan, no puedan encontrar el camino de regreso!
Este hombre fue el gobernante escogido por Dios para juzgar a Estados Unidos y a sus imitadores, por sus pecados, y es un juicio del cual tal vez nunca se recuperen. Faraón estaba seguro de su victoria, hasta el momento en que él y sus hombres se ahogaron en el mar Rojo. Estuvo engañado hasta la muerte, y es posible que esto vuelva a repetirse. Pero todavía no es demasiado tarde, porque los norteamericanos y quienes los admiran y siguen sus vicios y pasiones en el mundo entero, pueden despojarse del yugo de la opresión del pecado y someterse a la misericordia Divina.
El Señor Jesucristo dijo que el fin llegaría como en los días de Noé, y todo parece indicar que esa nación y sus imitadores, ya colmaron la paciencia de Dios. El mundo y su economía están siendo devastados por la epidemia de coronavirus. Sin embargo, ahora mismo todavía podemos ver el Arca enfrente nuestro. Desde la década de 1960 comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, y la tormenta ha seguido arreciando y ya ha alcanzado proporciones inimaginables. Instamos a todos a que se apresuren a refugiarse en el Arca de nuestra Salvación: el Señor Jesucristo y que no miremos hacia atrás mientras que todo a nuestro alrededor se derrumba.
¡Los últimos días están aquí, el juicio no se duerme! “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tes. 5:2–11).