En su tiempo fue visto más que un hombre de muy agudo ingenio y un gran virtuoso, y a pesar de esto, ser de manso y de modesto temperamento; alguien apreciado por muchos, que en este mundo tan pequeño donde todos lo conocían, no pudieron menos que aprobar y aplaudir sus escritos aún antes de leerlos; y ciertamente como prueba de esto, estuvo una mujer llamada Juana, que fue Papa de Roma, teniendo una gran nube de testigos para probar esta verdad, ninguno de ellos Protestante, pero todos eminentes escritores pontificales, (Prognacula Romana Ecclesiw), de cuyos trabajos él leyó laboriosamente mencionándolos fielmente, y en cuyas citas encontrará usted a grandes hombres de la iglesia romanista teniendo conocimiento que allí estuvo una Papa mujer, y varios hasta estos días, para su propia vergüenza y confusión, deben confesar la vergüenza de la historia.
No espere usted de pequeño volumen ni una décima parte de la Historia de esta Dama Errante; es muy probable que una mujer de tan eminente sapiencia y excelentes credenciales con las que fue dotada, debe haber realizado tantas acciones memorables en el mundo, además de incluir sus lascivas caminatas con su galán en Atenas, (Ahora llamada Setines, asunto de los Venecianos) y de allí a Roma, en cuyo lugar su comportamiento en todos los aspectos como un culto y santo hombre de apariencia masculina, hasta que la debilidad femenina, desgració su dignidad Papal con un bastardo, al cual vergonzosamente parió en plena calle, cuando iba en procesión donde ambos murieron instantáneamente.