Siendo una joven mujer, viajó con un hombre de singular cultura a Atenas, al cual amó grandemente en razón de su excelencia, teniendo la suficiente ingenuidad para distinguirla por un juicio en ese particular. Tal fue su avidez por el conocimiento, que por algún tiempo abandonó todo pensamiento, pero teniendo una mínima apariencia de su sensualidad se aplicó solamente al estudio, de forma que en poco tiempo se perfeccionó en todas las artes y ciencias, mediante el diálogo con los eruditos de aquellos tiempos, y con la asistencia de no menos instruidos compañeros, aprendieron que en filosofía ella tenía pocos iguales, de manera que cuando vino a Roma, en teología ella tenía a pocos como superiores. Por su infatigable lectura y agudas disputas, pronto obtuvo tan buena determinación y crédito entre toda suerte de personas, que ella no solo fue llorada por su gran ingenio, sino como un hombre de inimitable santidad y piedad, y su popularidad corrió incontrolablemente generalmente entre toda suerte de sabios, que cuando León IV moría como Martinus dice, por consentimiento de todos, fue escogida Papa. Pero apenas se hubo sentado en la silla papal, su piedad cedió al ocultamiento, pues admitiendo en sus permisivos brazos a su compañero viajero o a uno de sus sirvientes (como algunos suponen), concibió un niño y puesto que este crecía y crecía, cada día creaba nuevas invenciones para encubrir su embarazo, así sutilmente tramado este crecimiento infame no fue conocido por nadie, sino por el que lo causó: pero sobre esta diablura, no soñaron que su tiempo se aproximaba tan cercano, pues yendo ella en procesión desde el Vaticano a San Juan de Letrán, entre el Coliseo de Nerón y San Clemente, cayó en el viaje, entregando un hijo y muriendo en el mismo sitio, habiéndose sentado como Papa, dos años un mes y cuatro días, y siendo enterrada sin el mínimo honor y solemnidad.
Jacobus Bergomenses, difiere poco en opinión de la relación anteriormente dicha, siendo un hombre a quien Trithemius (Lib. De Ecclesiasticis Scriptoribus) lo aplaude por su conocimiento de la Escritura, como un famoso historiador, un sabio elocuente de buena vida y costumbres, por consiguiente podemos darle crédito cuando dice; (Supplement. Chron. Lib. II ad Armo 858. Impres. Veneris, Anno 1486.) Johanes Septimus Papa, natione Anglicus post Leonen Pontificen, Pontifex factus sedit, An. 2 Mens. 5. Hunc tradunt fuisse feminan, etc. "Juan VII, de padres ingleses, fue hecho Papa, inmediatamente después de Leo, y se sentó dos años, cinco meses"; ellos dicen que fue una mujer que muy joven viajó a Atenas con un instruido hombre con el que estaba en amores, oyendo a buenos profesores y beneficiándose mucho, por esta razón cuando vino a Roma, se la tuvo casi como una divinidad. Entonces, por sus discursos, disputas, predicaciones y rezos, obtuvo mucho favor, de manera que después de la muerte de Leo, fue escogida en su lugar como Papa como dicen muchos hombres por común consentimiento; pero la suerte le cobró un tiempo después, pues ella tendría un niño de uno de los suyos, del cual desembarazó en tiempo de su papado; porque yendo desde el Vaticano a San Juan de Letrán, en procesión, entre el Coliseo y San Clemente, le sorprendieron los dolores de parto, y dio a luz en la calle alta, sin la ayuda de comadrona alguna, muriendo en breve y siendo enterrada sin la mínima solemnidad en el mismo lugar juntamente con su niño. Ahora, en aborrecimiento a tan detestable hecho, y para perpetuar la memoria de tan obscena acción, los papas en este día cuando van en procesión, muestran su desagrado al sitio que en su viaje se encontraba a la mitad del camino, abandonándolo, doblándo por sendas y calles hasta tenerlo a sus espaldas, y regresando luego a la misma calle, yendo nuevamente hacia adelante en su procesión. Y para evitar la misma diablura en el futuro, fue decretado que nadie deba ser consagrado Papa, antes que un joven Cardenal Diácono, hubiere de examinar por palpamiento (mientras que la persona a ser consagrada se ubica en una silla tallada) que él es un hombre.
Honran argucias y falsificaciones cuando estas producen ventaja a su convicción papista.
No ignoro cuan increíble parece esta historia a los romanistas, como fabulosa y ridículamente algunos se han empeñado en rendir sus argucias y falsificaciones, y de cuyas vergonzosas prácticas no necesitamos maravillarnos, si consideramos, como ellos acostumbran a honrar manifiestas falsedades y negar reconocidas verdades, especialmente si estas les producen ventaja para su convicción papista; Todo lo cual es fácil de probar y objetar en su contra, pues puede ser demostrado por diversas referencias, a saber, por personas y obispos negando que ellos llaman al Papa su Señor Dios, por Bellarmine negando que algún jesuíta tuvo algo que ver en la traición con explosivos. Por su general negando que el Papa Honorio Primero fue un hereje, etc. Aún más por lo visto, se exhibe en sumo grado su imprudencia, en la negación del reporte de Juana que fue un quondamPapa de Roma; lo cual me empeño en probar desde una nube de testigos, no de alguno de nuestros hermanos, sino de los hijos de la Iglesia Romana, de cuya aposta he hecho una gran confirmación de mis argumentos; Porque como Novaciano dice, de Trinitate firmun est genus probationis quod etiam ab Adversario sumiter, ut veritas etiam ab inimicis veritatis probetur, "que es una intensa prueba, que retuerce al Adversario, cuando los enemigos de la verdad son conducidos a ser testigos de la verdad" Y como otro, Amici contra amicun et inimici pro inimico invincible testimonium est. Que establece como concibo, que el testimonio de un papista contra un Papista y el testimonio de un Papista para un Protestante, es sin excepción. Si he dado un imparcial y verdadero relato de esta Juana la Mujer Papa, conviniendo manifiestamente que fue una persona que se sentó en el papado y murió dentro, allí, con infamia, contra las suposiciones y objeciones hechas al contrario, por los cardenales Roberto Bellamine y César Baronio; Onuphrius, Harding, Saunders,
Cope, Genebrard, Bernatius, Florimundus, Papirius, Maso, Parsons, etc. Entiendo así que el romanista se coloca del lado de cualquier prejuicio y soporta conmigo los testigos; pero si él puede traerme argumentos más sólidos, al contrario, estoy listo a convencerme, quedando conforme con aprender de él si puede informar mejor mi juicio, tal como San Agustín hizo con Tychonius el hereje. Para concluir mi pr&mium (prólogo), con toda sinceridad declaro sin embargo, que pueden ser reunidos en el campo, un Tyburn mártir y los campeones papistas, pues ellos no creen en un cielo que pueda contener a ellos y a los protestantes; Aunque Casteras anhela extrañamente ser condenado con el demonio por la eternidad, si alguno de nosotros es salvado. A pesar de su falta de caridad y su crueldad extendida causalmente hacia nosotros de tiempo en tiempo, no surtirá efecto en mí y que al contrario les deseo el bien y constantemente oro por el bienestar de sus almas, para que ellos tengan ojos para ver la verdad y vivacidad para admitirlo.
Permítame ahora llegar a la prueba de esta famosa historia de la Papa Juana, y pienso en mi opinión oír decir en el camino a algún testarudo y obstinado romanista: que toda la historia del Papa Juana, es fatua, vana, una mera fábula, na ridícula ficción, y tan conocida por la más instruida suerte de protestantes entre ustedes, y que usted no saldría al mundo a engañar con esto, porque necesita de otra consideración; además existen tantas improbabilidades e imposibilidades morales en esta Fábula, que ningún hombre juicioso, de discreción, con sentido común y prestigioso, de crédito a esto, porque fácilmente verá lo vano de esto.
En una palabra digo, el que inventó esto, fue un pícaro, un necio, especialmente si compara con lo que fue escrito sobre el mismo asunto por, Buchingerus en Alemania, por Carranza en España, por Onuphrius, Bellarmine y Baronio en Italia, por Taranius y Bernartius en Bélgica, por Pontacus en Aquitania, por Genebrardy Papyrius, Massonusen Francia,por Saunders, Cope, Harding, por el Padre Parsons y otros que fueron ingleses.Historia no contradicha hasta 1566. Onuphrius se aturde. Autores papistas lo avalaron pero ninguno fue protestante.
Para todos aquellos asuntos particulares que han sido objetados para probar la nulidad de esta historia, me empeñaré en contestar y refutar tan suavemente como el tema permita, primeramente reconociendo que esto no pasó por común y sin contradicción, para algunos por más de un siglo, esto es, hasta el año 1566. Que fue Onuphriusel fraile que comienza a aturdirse en el asunto, pues fue el primero que nadie en empeñarse en desacreditar el reporte, pero a la vez admitir que hombres dignos tanto como vulgares, creyeron la verdad de esto: Multos et magni nominis viros Historiam Suscipere eamquoque vulgo verum existimary. Además, lo mismo se encuentra en, Marianus Scotus, en Sigibert, en Gotefridus Viterbiensis, en Johannes de Parisiis, en Martinus Polonius, en Petrarca, en Boccace, en Ramulfius Cestrensis, en Johannes Lucidus, en Alphonsus e Carthagena, en Theodoricus de Niem, en Chalcocondilas, en Platina, en Palmerius, en Nauclerus, en Sabellicus, en Trithemius, en Voleteranus, en Bergomensis, en Shedel, en Laziardus, en Fulgosus, en Textor, en Gassarus en Mantuan, en Crantius, en Carranza, y en muchos más de la facción papista; algunos griegos, algunos italianos, españoles, franceses, alemanes, polacos, escoceses, ingleses, pero ninguno de ellos Luterano.