Este trabajo quiere traer luz y entendimiento. La luz y el entendimiento que vienen de Dios, por Su Palabra, y así discernir lo que es Suyo de lo que no lo es, por antiguo y enraizado en los tiempos, en la cultura, en las mentes, y en los corazones que esté. Esta es la verdad: La Palabra de Dios es poderosa: "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4: 12, 13). Aquel que sea de la verdad, conocerá y aceptará la verdad, aunque le llegue a costar admitir muchas cosas. Las tinieblas se oponen a la luz, pero no prevalecen: "En El (Cristo) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella" (Juan 1: 4, 5).
Muchos, ignorantemente creen, sin saber, que Roma y la Biblia son prácticamente sinónimos. Definitivamente he de decir que ¡nada más alejado que eso! En este libro veremos que la verdad de Dios revelada en Su Palabra, la Biblia, está muy lejos, en muchos casos, de lo que Roma ha estado enseñando dogmáticamente, y mostrando al mundo a lo largo de aproximadamente mil quinientos años. Para todo ello, nos centraremos en la exposición de la verdad escritura! y en Jesucristo, Persona central de las Sagradas Escrituras. Todo el mundo habla de Jesucristo, y no es para menos, dice la Biblia que "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4: 12). El es Dios que se hizo hombre (Filipenses 2:5-7), el Salvador de toda la humanidad. Pero, ¿cómo podemos conocerle, seguirle, amarle, obedecerle? La respuesta es sencilla y única, Cristo mismo la dio a los judíos: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí" (Juan 5: 39). Sólo a través de lo declarado en la Biblia, la Palabra de Dios, sin añadiduras ni sustracciones; tal y como es.
Con amor y fimeza, deseo resaltar la realidad de lo que enseña la Iglesia de Roma, contrastándola con la revelación de Dios a través de Su Palabra, contando además con la ayuda de la evidencia y peso de la historia. Veremos quiénes y cómo eran muchos de aquellos personajes que dictaron el dogma romano, y veremos si son o no dignos de ser creídos. La piedra angular sobre la que se basa el edificio de la Iglesia Católica Romana es el principio de la "sucesión apostólica", es decir, la sucesión de los papas. Pero, ¿es esa sucesión real y verdadera? ¿qué tiene que decir la Biblia y la historia al respecto?
Este será uno de los temas centrales a desarrollar en este libro. Muchos, probablemente, me acusarán de juzgar condenatoriamente; sin embargo, para que la verdad salga a la luz, es necesario juzgar los hechos, y las falsas doctrinas que los promueven. A los hombres que los cometen y fomentan ya les juzgará Dios. Por lo tanto, no es mi deseo, por otra parte, atacar o condenar, aunque a veces, la revelación de la actuación de ciertas personas y realidades de Roma, sorprenderá y, por qué no decirlo, ofenderá a más de uno seguramente. ¡La verdad ofende! No obstante, la misma Biblia nos exhorta a defender la fe que una vez nos fue revelada. Encontramos en la Epístola Universal de Judas: "Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3).
Me anticipo diciendo que la manera que existe para saber si un árbol frutal es un buen árbol, es considerando sus frutos (Mt. 7: 16-20). ¿Cuál es el fruto de la iglesia de los Papas? De eso tendremos mucho que hablar... Entendemos que ante la verdad revelada, el hombre no puede quedarse impasible, sino que debe reaccionar, bien aceptándola, creyéndola y viviéndola, bien rechazándola, asumiendo la plena responsabilidad que como ser humano tiene ante su Creador. Este es el tiempo de tomar decisiones frente a Cristo Jesús. El dijo: "Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida, y nadie viene al Padre sino por Mí". Esta declaración justa y verdaderamente dogmática merece una respuesta, y muchos pagaron con su vida por creerla.
Ahora es el tiempo de ir a la Luz... o permanecer en tinieblas.