Y el famoso evangelista Spurgeon dijo: “Nunca puedo dudar la doctrina de la inspiración verbal y plenaria, en vista de que veo constantemente, en la práctica actual, cómo las mismas palabras que a Dios le agradó usar han sido bendecidas al alma del hombre”.
Permítanos decir que estas declaraciones de los hombres del pasado son tremendas. Es muy difícil eliminar y borrar lo que han dicho estos hombres. La sabiduría de las edades no se ha establecido, en realidad, en nosotros hoy. Como generación, hemos trastornado mucho el mundo y ahora tratamos de trastornar la luna y otros planetas también.
Ahora, volvamos al tema de la iluminación y al hecho de que el Espíritu de Dios ha de tomar estas palabras y darles significación para nosotros. La Biblia es un libro que bendecirá a toda
persona aunque no se abra la verdad espiritual. Girdy dijo: “Sólo la enseñanza ética de la Biblia la sellaría como el tesoro literario más grande de los hombres”. Amigo oyente, una de las cosas más tristes que ha ocurrido en uno de los países de América, donde se acostumbraba leer la Biblia en las escuelas públicas, ha sido precisamente la acción de quitar la lectura de la Biblia de esas escuelas. Quitaron la mejor producción de toda la literatura y la inundaron con un poco de esta literatura moderna y sucia que tenemos hoy. ¡Qué hipocresía se ve en los hombres que dicen que no quieren que les enseñen la Biblia a sus hijos porque contiene relatos que puedan ensuciar la mente! Amigo oyente, créanos que se están ensuciando las mentes hoy en las escuelas y se hace en el nombre de la libertad. No hay nada en el mundo sino suciedad. ¿Por qué es que cuando los hombres hablan de ‘libertad de expresión’ lo que en verdad quieren decir es que quieren hablar suciamente, verse sucios, y estar sucios? Eso es lo que para ellos significa libertad, porque el hombre es totalmente depravado. Cuando se le da libertad, ese es el rumbo que toma.
Juan Milton dijo: “No hay canciones que se puedan comparar con las de Sion; ni discursos solemnes que igualen a los de los profetas; ni políticas como aquellas que enseñan las Escrituras”. Es un libro maravilloso sólo para leerlo. Daniel Webster expresó: “Si hay alguna cosa en mi estilo o pensamiento que sea digno de alabanza, el encomio se debe a mis amables padres por infundirme temprano un amor hacia las Sagradas Escrituras”.
Y, ¿qué de usted hoy, padre cristiano? ¿Está usted levantando a un Webster en su hogar? O
¿está levantando a un pequeño rebelde? Bueno, se criará como lo uno o como lo otro, eso podemos asegurarle. Por lo visto, Webster lo creyó importante que sus padres le enseñaran la Palabra de Dios.
Permítanos decirle que el Espíritu de Dios tendrá que abrir su mente y corazón, si es que usted va a entender la verdad espiritual que se encuentra aquí. El Apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 13, dice:
13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. (1 Cor. 2:13)
El Apóstol Pablo dice que el Espíritu de Dios es nuestro Maestro. Esa es una de las razones por la cual hemos orado que el Espíritu de Dios nos enseñe en este programa. Y si Él no nos enseña a usted y a mí, no podremos adelantar como corresponde en este estudio de la Biblia. Tenemos delante un Libro sobrenatural. El Señor Jesús mismo dijo, según el evangelio de Juan, capítulo 6, versículo 63: El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Alguien ha declarado acerca de un gran escritor del pasado que: “Si se cortara sus palabras, echarían sangre”. Bueno, esto es exactamente lo que se puede decir en cuanto a la Palabra de Dios. El Señor Jesús dice que las palabras que Él habla son Espíritu y son vida. El Hijo de Dios puede darles significación. En Su gran oración sumo sacerdotal, el Señor dijo esto: porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. (Jn. 17:8)
Fíjese usted que Él dice, las “palabras”, y no solamente los pensamientos. Ya en Éxodo, capítulo 20, versículo 1, Moisés escribió: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
Moisés dice que fue Dios quien habló. Permítanos decirle que es dificilísimo hoy rechazar la Biblia sin impugnar el hecho de que es un libro malo. Amigo oyente, ¡no ha resultado ser eso!
De nuevo, fíjese en que Jesús dice en el libro de Juan, capítulo 3, versículos 17 y 18: Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Hablando francamente, amigo oyente, el Señor Jesús dijo que si usted no acepta esta Palabra, ya es condenado. Ahora, si usted la acepta, entonces, es salvo. Eso quiere decir que usted lo ha aceptado y lo ha recibido como el Salvador del mundo en su corazón.
Usted recuerda que en Mateo, capítulo 16, cuando el Señor Jesucristo preguntó a sus discípulos acerca de lo que se decía de Él, ellos respondiendo dijeron que se decía muchas cosas, cosas variadas. Y todavía hoy se está diciendo cosas variadas en cuanto a Él. Usted puede
conseguir tantas respuestas y tan variadas como el número de personas a quienes usted pregunte. Hay muchos puntos de vista en cuanto al Señor Jesús. Pero, luego en el versículo 15 de este mismo capítulo 16 de Mateo, les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y en el versículo 16, Simón Pedro respondió: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Ahora, en el versículo 17, Jesús le dice a Pedro: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Amigo oyente, sólo Dios puede abrirnos Su Palabra para que la entendamos verdaderamente. Nuestro Señor dijo que el Padre abrió el entendimiento a Simón Pedro. Y el Señor Jesús enseñaba a los discípulos y les abrió su entendimiento antes de despedirse de ellos. Les prometió además, que al despedirse, Él les enviaría al Espíritu Santo.
Según el evangelio de Lucas, capítulo 24, versículo 49, dijo Jesús: He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
Recordará usted que cuando Jesús les estaba hablando en el Aposento Alto, les dijo en Juan, capítulo 16, versículos 12 al 15: Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Concluimos este tema de la iluminación, diciendo que sólo el Espíritu de Dios puede abrir los entendimientos y los corazones de las personas, para que vean y acepten a Cristo y confíen en Él como su Salvador. ¡Esto es maravilloso!
Siempre me he sentido impotente al entrar al púlpito, porque, créame, yo no puedo convertir a nadie. Pero, no sólo me siento débil, sino que también me siento fuerte, no por mí mismo sino por el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios puede mover donde quiera que esté, en cualquier cosa que se haga, y puede tomar estas palabras muertas y hacer que vivan, que signifiquen algo para su vida. Las puede incorporar en su vida, y darle un estímulo y entusiasmo que sólo Dios puede dar.
Es una cosa fantástica que tenemos tantas vitaminas hoy a nuestra disposición. Los médicos nos obligan a tomarlas por montones. Pero amigo oyente, el Espíritu de Dios, puede proporcionarle aquello que las vitaminas nunca podrán proporcionarle.
Pasamos ahora a considerar el cuarto aspecto, o sea, la Interpretación. La Interpretación tiene que ver con la explicación que usted y yo damos a la Palabra de Dios. Ese es el lado humano, y esa es precisamente la razón por la cual existen los metodistas, los bautistas, los presbiterianos, y muchos más, porque todos tenemos nuestras interpretaciones. Y donde hay desacuerdo, pues alguien evidentemente tiene que estar equivocado. La Biblia no enseña todas las explicaciones, ni siquiera dos. La Biblia enseña una sola explicación, y la interpretación es el medio por el cual aprendemos precisamente lo que la Biblia enseña.
Ahora, hay ciertas reglas que debemos seguir en cuanto a esto y las tendremos en cuenta al seguir nuestro estudio. Ninguna Escritura debe de ser interpretada por sí sola. Creemos que esto es importantísimo que tengamos en cuenta. Creemos que nadie tiene el derecho de sacar un versículo y levantar una doctrina sobre aquel versículo. Ninguna doctrina debe de ser edificada sobre un texto aislado de la Escritura ni aun sobre un grupo de ellos. Los doctores Westcott y Hoyt, teólogos, dijeron que en nuestras traducciones sólo una palabra de entre 90 jamás fueron indiscutibles, y ninguna de ellas tratan de doctrina o de una interpretación fundamental. De modo que es posible tener enseñanza sólida. Usted y yo podemos estar seguros hoy que el texto que tenemos es un texto digno de toda nuestra confianza.
Sin embargo, hay varias versiones hoy en día que causan algo de confusión. Hay las que son muy buenas, pero la mayoría quedan nubladas desde el punto de vista del hombre que nos las ha dado. Muchas no son traducciones, sino una forma de interpretación. Alguien preguntó en cierta ocasión que si la versión “Cartas Vivientes” era una buena traducción o no. La respuesta fue: es una buena interpretación, maravillosa interpretación, pero no es una traducción.
La primera Biblia completa que se imprimió en castellano fue la versión de Casiodoro de Reina, y fue impresa en 1569 en Basilea, Suiza. A esta Biblia se le llamó “La Biblia del Oso”, porque en la portada había un grabado que representaba un viejo tronco de un árbol, donde las abejas habían hecho su panal de miel, y un oso estaba dándose un gran banquete. Al pie del árbol, hay una Biblia abierta y las abejas parecen libar su néctar de ella.
La Biblia en castellano que más se usa hoy es la versión conocida como “Reina-Valera”. Este texto de la Biblia fue hecho por Cipriano de Valera, quien era estudiante preparándose para ser sacerdote. Cuando los dirigentes de su convento aceptaron las doctrinas de la Reforma, Cipriano fue uno de los que las aceptó con el mayor entusiasmo y profundo fervor religioso. Al igual que Casiodoro de Reina, tuvo que huir de España. Valera empleó veinte años preparando su manuscrito. Tenía setenta años cuando terminó su tarea. Lo que él hizo fue revisar la labor de Reina, y es por eso que esta versión de la Biblia se conoce hoy con el nombre de Reina-Valera.
Sin embargo, hay también hoy la Versión Moderna, la Biblia de las Américas, la de Nácar- Colunga; la de Félix Torres Amat, y otras versiones en castellano.
Quisiéramos leer algo que es muy interesante respecto a la traducción. Procede de un hombre que, en efecto, era un inconverso ofensivo, el Sr. Jorge Bernard Shaw. Él decía unas cosas muy duras en cuanto a la religión, a las iglesias, y a la cristiandad de su día. Pero, esto es lo que él dijo tocante a la traducción que tenemos de las Escrituras: “La traducción fue hecha de una manera muy extraordinaria, porque los traductores lo que traducían, no era meramente una colección curiosa de antiguos libros escritos por diferentes autores, en distintas etapas de cultura, sino la Palabra de Dios divinamente revelada por Sus escribas escogidos y expresamente inscritos por Él. En esta convicción llevaron a cabo su obra con una reverencia y cuidado ilimitado, y lograron un resultado artístico y hermoso”. Así se expresó Jorge Bernard Shaw, hablando de la versión autorizada de la Biblia en inglés.
Hay reglas, como dijimos antes, que tenemos que tener en cuenta y observar al intentar interpretar la Biblia. Hoy la gran diferencia entre algunos de nosotros los conservadores es el hecho de que diferimos en la interpretación. Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios.
Creemos que es plena y verbalmente inspirada. Hace algún tiempo, dos pastores de diferentes denominaciones se encontraron y fueron a almorzar juntos. Comenzaron a conversar acerca de sus diferencias denominacionales, y también en cuanto a los puntos de vista sobre los cuales estaban de acuerdo. Y luego de un tiempo de conversación, se dieron cuenta que eran más los puntos de vista en que estaban de acuerdo, que aquellos en los cuales no estaban de acuerdo. Y esto es porque ambos estaban convencidos que este Libro es la Palabra de Dios. Ambos aman al Señor Jesucristo y confían en Cristo como su Salvador personal. De modo que así podían sentarse juntos y puede ser que no se dieran la razón en todo, sin embargo, se amaban en el Señor. Uno de ellos dijo que algún día, el otro vería sus puntos de vista, a lo cual el otro respondió, cierto que así es, y en aquel día en que yo vea los puntos de vista suyos, también usted cambiará y ambos estaremos de completo acuerdo. Amigo oyente, aquel día viene cuando todos seremos transformados y seremos como Él es.
Ahora, una de las reglas que hay que tener en cuenta para la interpretación de la Biblia, es que debemos considerar el propósito que abarca toda la Biblia. Esa es la razón por la cual estamos enseñando toda la Biblia. Estamos convencidos que es necesario estudiarla toda, antes de hacer cualquier declaración dogmática en cuanto a cualquier versículo particular de las Escrituras. Es pues, de suma importancia tener en cuenta todos los versículos que se refieran a un mismo asunto.
En segundo lugar, debemos considerar a quién se dirige la Escritura. Un ejemplo de esto se ve cuando Dios dijo a Josué, en el primer capítulo del libro de Josué, versículo 2: levántatey pasa este Jordán. Bueno, yo no he ido a la tierra santa y no he pasado el río Jordán. Sin embargo, no voy a pensar por esto que no he cumplido esta Escritura. Y si algún día llego a ir, tampoco voy a pensar ‘por fin, obedecí al Señor al atravesar el río Jordán’. No, amigo oyente, cuando leo ese versículo, yo sé que el Señor le está hablando específicamente a Josué; pero por otra parte, creo que hay una lección tremenda para mí en esta porción. Toda Escritura no está dirigida a mí, pero toda Escritura sí sirve de provecho para mí. Es bueno recordar esta regla.
En tercer lugar, debemos siempre considerar el contexto inmediato que viene antes y después de una Escritura. ¿De qué habla el pasaje? ¿Cuáles otros pasajes de la Escritura tratan del mismo asunto? Es importante que consideremos el contexto del versículo o del pasaje que estamos considerando.
En cuarto lugar, debe haber un esfuerzo por determinar lo que dice el texto original. En unos de nuestros libros de estudio, tratamos de dar una traducción de una palabra o frase. Tratamos de acercarnos al original tanto como nos sea posible. Y creemos que esto es imperativo.
En quinto lugar, interprete la Biblia literalmente. El difunto Dr. David Cooper lo ha declarado así: “Cuando el sentido obvio de la Escritura queda en un sentido común, no busque otro sentido; por eso, tome cada palabra en su sentido primario, ordinario, usual y literal, a menos que los hechos del contexto inmediato, estudiados a la luz de los pasajes relacionados y de verdades axiomáticas y fundamentales, indiquen claramente lo contrario”. Ahora, esta declaración puede parecerle algo complicada, pero permítanos decirle que ha sido declarada en la manera más clara que jamás pudiera decirse. Recuerde que Jesús mismo dijo, según leemos en Mateo, capítulo 24, versículo 35: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Y el Salmista declara en el Salmo 119, versículo 89: Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos.
La Biblia nació en el oriente y se viste de forma e imaginación oriental. La Biblia anda por todo el mundo con pies familiares y entra en tierra tras tierra para hallar la suya propia en todas partes. Ha aprendido a hablar al corazón del hombre en centenares de idiomas. Llega hasta el palacio real, para decirle al monarca que él es un siervo del Altísimo; y luego entra en la casa de campo para asegurar al campesino que él es un hijo de Dios. Los niños escuchan su relato con admiración y encanto, y los sabios la consideran como parábola de luz. Contiene una palabra de paz en la hora de peligro, una palabra de consuelo en el tiempo de calamidad, y una palabra de luz en la hora de obscuridad. Sus oráculos se repiten en la asamblea del pueblo; su consejo se susurra en el oído del solitario. Sus amonestaciones hacen temblar a los perversos y orgullosos, pero a los heridos y contritos les resuena como la voz de la madre. El desierto y el lugar solitario han sido alegrados por ella, y el fuego del hogar ha alumbrado la lectura de sus páginas bien hojeadas. Se ha pasado lentamente a nuestros sueños más preciosos para que el amor, la amistad, la simpatía y devoción, la memoria y esperanza, se vistan de la ropa más bella de su lenguaje atesorado que respira incienso y mirra. ¡La Biblia! ¡La Palabra de Dios!
Y así concluimos nuestra lección de hoy. Y con ella, concluye también la consideración de estos cuatro aspectos importantes relacionados con la Biblia. Estos cuatro aspectos que hemos visto son: la revelación, la inspiración, la iluminación, y la interpretación. Es nuestra esperanza que estos pensamientos hayan sido de bendición y de verdadero beneficio para usted, al estudiar las Escrituras. Y mientras nos aproximamos al primer libro de la Biblia, o sea, el libro de Génesis, continuaremos nuestro estudio sobre estas guías en nuestro próximo programa. Será pues, hasta entonces, amigo oyente, es nuestra oración ¡que Dios le bendiga en forma abundante!