Juan Dryden, el notable poeta y dramaturgo británico del siglo XVII, escribió lo siguiente en cuanto a la Biblia: “¿De dónde sino del cielo podrían hombres inexpertos en artes, nacidos en diversas épocas y en varias partes, entrelazar verdades que están tan de acuerdo? O, ¿cómo o porqué conspirarían todos para defraudarnos con una mentira? Su trabajo no fue solicitado; su consejo fue desagradecido; su ganancia fue hambre, y su precio el martirio”. Esta fue la declaración de Juan Dryden en cuanto a la Biblia; tremenda por cierto.
Quizá alguien pregunte: “Pero, ¿como puede usted saber que la Biblia es la Palabra de Dios?” Bueno, esta es una buena pregunta y digna, no sólo de ser hecha, sino también de ser contestada. Y quisiéramos dar aquí nuestra respuesta.
Hay muchas maneras de ver, de comprobar, de darse cuenta que la Biblia es la Palabra de Dios. Hay la evidencia interna que se encuentra en la Biblia misma. Y ya habrá tiempo para explorar esas evidencias al continuar nuestro recorrido a través de la Escritura. Existen también las evidencias externas u objetivas con respecto a la Biblia. Y hoy centraremos nuestra atención en algunas de estas evidencias.
En primer lugar, vamos a considerar el hecho de la preservación maravillosa de la Biblia. Hubo veces cuando realmente la Biblia fue reducida a un solo volumen. Hubo un rey en tiempos pasados, de quien podemos leer en el libro de Jeremías, que tomó un cortaplumas, es decir, una navaja y cortó en pedazos la copia de la Palabra que le había sido enviada. Sin embargo, esta palabra fue re-escrita y hoy podemos tenerla con nosotros. A través de toda la historia ha habido quienes han quemado las Sagradas Escrituras. Hay mucho antagonismo hoy en cuanto a la Biblia. Hoy ya no la queman, porque nos consideramos un poco más civilizados. De modo que la manera en que deseamos destruirla es prohibiendo su lectura en nuestras escuelas y en otros lugares públicos mientras que hablamos de la libertad de cultos, libertad de palabra, que tenemos. Cuando descartamos la Biblia, lo que hacemos es negar a nuestros jóvenes el privilegio de leer y escuchar la literatura más grande que haya existido.
Sin embargo, a pesar de todos los ataques que han sido lanzados contra la Biblia, ésta todavía existe. Y, por supuesto, es uno de los libros que más se vende. Durante mucho tiempo era el favorito, aunque desafortunadamente no lo es hoy en día. Y nos duele tener que decir esto, pero es verdad, hoy en día la Biblia no es el libro que más se vende y esto es un comentario negativo en cuanto a nuestra sociedad contemporánea, que revela que la Biblia realmente no ocupa el lugar que debiera ocupar en nuestra sociedad. Pero la preservación maravillosa de la Biblia es digna de nuestra consideración.
Ahora, otro aspecto, otra evidencia que nos permite comprobar que la Biblia es la Palabra de Dios es la arqueología. La pala del arqueólogo ha desenterrado muchas evidencias que verifican que la Biblia es la Palabra de Dios. Por ejemplo, hay quienes negaron por muchos años la autoridad mosaica del Pentateuco, en base de que el arte de la Escritura se desconocía en la época en que vivió Moisés. Y que por eso, no pudo haber escrito Moisés el Pentateuco. Sin embargo, nadie se atreve a utilizar o a presentar este argumento, o esta teoría recientemente. Y no lo hacen porque la pala del arqueólogo ha desenterrado Escrituras que datan desde un tiempo mucho más atrás del tiempo de Moisés; de modo que ese argumento ya no es válido.
Luego, encontramos que los arqueólogos han desenterrado la ciudad de Jericó, y los muros que cayeron. Existía una controversia entre la Señorita Kellog y el primer inglés arqueólogo que excavó allí, pero ha quedado muy bien establecido que los muros cayeron tal como lo narra la Biblia. Y vamos a dejar aquí que ellos, o sea, la señorita Kellog y aquel arqueólogo inglés se disputen en cuanto al tiempo y cosas por el estilo.
Muchos de los manuscritos antiguos que han sido descubiertos hacen ver la exactitud de la Palabra de Dios. Es muy interesante notar que cuando se encontraron los rollos de Isaías dentro de los rollos del Mar Muerto, los liberales se apresuraron a aprovecharlos pensando que habían encontrado un argumento que pudiera desacreditar la Biblia. Pero, fue bastante la desilusión de estas personas porque los rollos que se encontraron no desacreditaban la Biblia, sino que más bien, la confirmaron. Así es que, los liberales han perdido mucho el interés en aquellos rollos del mar Muerto.
La Palabra de Dios, amigo oyente, ha sido confirmada y verificada en otras maneras también a través de los descubrimientos arqueológicos, pero este es un campo en que no podemos entrar extensamente debido a lo limitado de nuestro tiempo. Solo queremos dejar establecido que la arqueología, es otra de las evidencias que nos permiten estar seguros, que la Biblia es la Palabra de Dios.
Vamos a considerar ahora la profecía cumplida. Si se nos pidiera hoy darle solamente una razón, una prueba concluyente de que la Biblia es la Palabra de Dios, diríamos que esa razón o esa prueba es el cumplimiento de la profecía. La Biblia está llena de profecías que se han cumplido al pie de la letra y creemos que esta es la prueba de la cual no se puede escapar. Es una de las pruebas que no se puede evadir. La cuarta parte de las Escrituras cuando fue escrita, era profética, es decir, anunciaba cosas que habrían de suceder en el futuro, y mucha de esta profecía en efecto, mucho más de lo que la gente se imagina, ha sido ya cumplida. Podríamos volver a muchos lugares hoy en día donde la profecía ha sido cumplida con exactitud.
Hay ejemplos de muchas profecías de acontecimientos locales que fueron cumplidas aún durante los días del profeta que las mencionaba. Allá en el primer libro de los Reyes, capítulo 22 y en el Segundo libro de Crónicas, capítulo 18, leemos que Micaías era el profeta que le dijo al viejo Acab que, cuando saliera a la batalla, la perdería y sería muerto. Al viejo Acab, no le gustaron las palabras de Micaías, porque sus profetas falsos le habían dicho que ganaría una victoria, y que regresaría como rey victorioso. No le agradó lo que dijo Micaías, y mandó que lo echaran en la cárcel, y que lo mantuvieran a pan y agua hasta su regreso de la batalla, y luego él se encargaría del profeta. Pero Micaías lanzó la última palabra, y dijo: Si tú volvieres en paz, Jehová no ha hablado por mí. (2 Cr. 18:27). Y por lo visto, el Señor había hablado por medio de Micaías, porque Acab no regresó, murió en la batalla y su ejército fue derrotado. Acab hasta procuró disfrazarse para evitar el peligro de perder la vida. Pero, un soldado del enemigo disparó su arco a la ventura, (2 Cr. 18:33) según el relato de la Escritura. Es decir, que cuando la batalla ya estaba para terminar, le quedó al soldado una sola flecha en su aljaba; y la tomó, la metió en el arco y la disparó al espacio. Pero, ¿sabe usted, amigo oyente? Esa flecha precisamente era la que estaba destinada para el viejo Acab. Esa flecha recorrió los árboles, las rocas, por este camino y por aquella senda, y por fin fue a parar en el cuerpo del viejo Acab. Tal parecía que esa flecha tuviera el nombre del viejo Acab. Bueno, no sucedió así de veras. Voló directamente a su blanco. ¿Por qué? Porque Micaías había hecho ya una profecía exacta del Señor.
El profeta Isaías, en el capítulo 37 del libro que lleva su nombre, predijo que los asirios no dispararían una flecha en la ciudad de Jerusalén. Ahora, esto es interesante. Cuando Acab estaba en la batalla, un soldado disparó una flecha por casualidad, un arco a la ventura, y ¿cree usted que entre 300.000 soldados hubiera uno irresponsable en el uso de sus armas que disparara un arco a la ventura, y dejara que la flecha volara en la ciudad? Bueno, ninguno lo hizo. Isaías había dicho que, si el enemigo dispara en la ciudad, entonces podrían estar seguros de que no era profeta de Dios. Amigo oyente, todos estos hechos fueron cumplimientos locales de la profecía.
Pero Isaías dijo también que una virgen daría a luz a un niño, y lo dijo 700 años antes de que este hecho se cumpliera literalmente. Y, si desea una prueba final, había más de 300 profecías tocante a la primera venida de Cristo, y todas ellas fueron cumplidas literalmente. Cuando Jesús estaba colgado en la cruz antes de morir, había una profecía que todavía no se había cumplido. En el Salmo 69, la última parte del versículo 21, dice: y en mi sed me dieron a beber vinagre. De modo que Jesús dijo según el evangelio de Juan, capítulo 19, versículo 28: Tengo sed. Y el enemigo mismo cumplió aquella profecía.
Amigo oyente, esto es asombroso. Los hombres ni siquiera pueden adivinar con tanta exactitud. Es hasta gracioso observar al meteorólogo en su trabajo. Durante la estación de verano informan bien acerca del tiempo. Pero cuando cambia la estación, bueno, cualquiera de nosotros pudiera adivinar tan bien como él. En la nación de Israel, un profeta tenía que hablar con exactitud. Si sus palabras no eran exactas, podrían hasta darle muerte. Dios había dicho que podrían identificar a un profeta verdadero porque lo que él predecía siempre se cumpliría, es decir, que siempre sucedería. Le pidieron siempre al profeta que profetizara un acontecimiento local, como lo profetizó Isaías, y luego podrían profetizar tocante al futuro como también lo hizo Isaías. Ahora, podemos reflexionar y ver que aquellas profecías fueron cumplidas también.
Hay tantas otras profecías. Tiro y Sidón, por ejemplo, se encuentran hoy día exactamente en el lugar donde la Palabra de Dios hace 2.500 años dijo que estarían. Y así están. Hoy Egipto está exactamente en la posición en que Dios dijo que estaría. Todas estas profecías cumplidas son asombrosas, amigo oyente, y constituyen una de las pruebas más fehacientes de que la Biblia es la Palabra de Dios.
El hombre simplemente no puede hablar con tanta exactitud. El hombre ni siquiera puede adivinar así. Según una ley matemática de conjetura problemática, el hombre jamás profetizaría. Vamos a decir que voy a profetizar en cuanto al tiempo. Suponga que yo le dijera ahora mismo que dondequiera que se encuentre mañana a estas horas, va a llover. Bueno, corro el riesgo de tener razón por igual porque mañana o puede llover o puede que no llueva. Resultaría entonces que para algunos de ustedes sería una profecía exacta y para otros que se encuentren en otra zona, pues, sería una profecía falsa. Ahora, suponga que prediga que lloverá mañana, y que comenzará a llover a las nueve de la mañana. Ahora, he añadido otro elemento incierto. Antes, tenía la posibilidad de tener razón por igual, pero ahora la posibilidad se ha rebajado en un 25 por ciento. Cada elemento incierto que se añada disminuye la posibilidad de que tenga razón según la ley de conjetura problemática. Ahora, suponga que yo diga que empezará a llover a las nueve de la mañana, y que escampará a las dos de la tarde. ¿Puede imaginar usted la posibilidad de que esto sea exacto o que tenga razón? Yo no podría ni dar en el clavo, ni siquiera dar en el blanco. Me sería imposible. Sin embargo, la Palabra de Dios dio en el blanco, amigo oyente. La Palabra de Dios es muy exacta.
Si yo tratara de hacer tales profecías y añadiera más elementos inciertos, bueno, alguien va a venir y probablemente llevarme donde se guarda a los que hacen las cosas más ridículas porque estaría yo profetizando algo absolutamente ridículo y que nunca podría suceder. Sin embargo, la Palabra de Dios ha entrado en esa área. Y esto me da una prueba absoluta de que es la Palabra de Dios. No hay nada con qué compararla.
Estos son solo unos pocos ejemplos de la profecía que se ha cumplido. En la Palabra de Dios se encuentran profecías tras profecías que han sido cumplidas al pie de la letra. Y a propósito, creemos que esta es la forma en la cual se va a cumplir la profecía para el futuro, es decir, con toda exactitud.
Ahora, una cuarta evidencia por la cual podemos comprobar que la Biblia es la Palabra de Dios, es la transformación que se efectúa en la vida de aquellos que la aceptan, que la creen. A través de nuestra experiencia en el ministerio de la radio, son muchas las cartas que hemos recibido de oyentes que testifican acerca de la transformación que han experimentado en sus vidas al entrar en contacto con la Palabra de Dios. Un oyente en Paraná en el Brasil, dice que él obsequió un Nuevo Testamento a un joven que no era creyente y esto fue causa para la conversión de este joven. Y además, su hermano y hermana también llegaron a los pies de Cristo Jesús. Tres almas, señala este oyente, fueron ganadas y el padre de ellos y otro hermano están también frecuentando todos los servicios de la iglesia. Y esto es maravilloso y sólo puede ser así, porque la Palabra de Dios es viva y más penetrante que toda espada de dos filos.
También un oyente en Perú, escribió diciendo que había experimentado el nuevo nacimiento en Cristo Jesús. Escribe él que estuvo en una situación muy lamentable por causa del vicio del alcohol. Llegó a tal extremo que enfermó del hígado. Su situación era tan crítica que ya estaba por entregarse al enemigo para siempre. Sin embargo, dice él, una tarde de un día sábado, escuchó de una manera casual un programa del evangelio. “Sentí”, dice él, “algo de culpabilidad
en mi ser, algo que me acusaba en mi corazón, y cuando terminó el programa, decidí seguir el camino de Jesucristo y le acepté así, como mi Salvador personal”. Luego, declara él, con una nota de gozo, “gracias a Él, es decir, a Cristo Jesús ahora estoy sano y salvo. Vivo con gozo porque conozco la verdad. Gracias a mi Salvador Jesús no tengo enfermedad del hígado”. Luego, nos cuenta él que al notar este gran cambio, este gran milagro, esta transformación radical y total en su vida, su señora y sus hijos también decidieron entregarse a Cristo Jesús y aceptarle como su Salvador, y a su vez, ellos también experimentaron esta maravillosa transformación.
Y así, amigo oyente, podríamos continuar mencionando testimonio tras testimonio que habla de la transformación que se opera en las vidas de millares de personas al entrar en contacto con la Palabra de Dios. Jóvenes y ancianos han encontrado el verdadero propósito en sus vidas. Matrimonios han sido salvados, familias han sido reunificadas, individuos han sido salvados y liberados del alcoholismo y de las drogas. Muchas personas han experimentado una transformación en sus vidas al llegar a los pies de Cristo Jesús.
Y ahora, vamos a considerar la quinta evidencia por la cual podemos comprobar que la Biblia es la Palabra de Dios. Para ello, el autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba una experiencia personal. Decía que cuando terminó sus estudios en el seminario, era uno de los que predicaba en defensa del evangelio, procuraba siempre defender la Biblia. En efecto, decía él, creía que cada mensaje que predicaba trataba de esa defensa. Pensaba que si podía encontrar las respuestas suficientes a las preguntas que se hace para justificar el no creer en la Biblia, entonces al dar esas respuestas, los hombres no tendrían ya ninguna razón para no creer que la Biblia es la Palabra de Dios. “Sin embargo”, decía el Dr. McGee, “me di cuenta que aunque pudiera darles las respuestas, la peor cosa que yo podría hacer, era azotar intelectualmente a un hombre, y en el momento que hacía eso, pues, nos hacíamos enemigos, y así nunca podría ganarlo para el Señor. De modo que, me di cuenta, decía el Dr. McGee, que este método era contraproducente, por lo cual decidí apartarme de la esfera de la Apologética”. Y fue entonces, agregaba el Dr. McGee, cuando comenzó a enseñar la Biblia, la Palabra de Dios, en una manera sencilla así como lo hacemos aquí en este programa A Través de la Biblia. Y decía él, que la razón por la cual lo hizo, es porque había habido un desarrollo positivo en su vida
misma, es decir que había llegado al momento en que no sólo creía que la Biblia es la Palabra de
Dios, sino que sabía, estaba seguro, que la Biblia es la Palabra de Dios. Decía él, “yo sé que es la Palabra de Dios por el hecho de que el Espíritu de Dios la ha verificado en mi propio corazón y en mi propia vida; y esa es la razón por la cual estoy seguro que es la Palabra de Dios”.
Usted recordará que esto es lo mismo que el Apóstol Pablo escribió a los Colosenses. Oraba que fueran llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Y eso es precisamente lo que deseamos que usted haga por nosotros. Damos gracias a Dios por el gran ejército de amigos que nos recuerdan continuamente en sus oraciones. Tenemos necesidad de la fuerza física, pero deseamos también ser llenos del conocimiento y de la inteligencia espiritual. Nos hemos dado cuenta que el Espíritu de Dios puede verificar estas verdades en nuestro corazón para que así no haya ya necesidad de la arqueología y de otras pruebas.
Hace mucho tiempo, un predicador joven dijo a uno más anciano, que se sentía muy emocionado por un reciente descubrimiento arqueológico. El predicador anciano le contestó que él no lo consideraba una cosa de tanta emoción; por lo cual el predicador joven quedó muy sorprendido y aun hasta disgustado. Y le preguntó entonces, “¿cómo era posible que no se impresionara con este nuevo descubrimiento?” “Bueno”, replicó el predicador anciano, “yo ya sabía que era la Palabra de Dios mucho antes de que la pala del arqueólogo desenterrara aquél descubrimiento arqueológico”. “Y, ¿cómo sabía?”, preguntó el joven. “El Espíritu de Dios” fue la respuesta del anciano, “lo ha estado verificando en mi propio corazón”.
Amigo oyente, al entrar en este estudio bíblico de cinco años, oramos por usted que escucha el programa; oramos para que el Espíritu de Dios verifique Su palabra y que la haga una realidad en su vida. Oramos para que le dé la seguridad de poder declarar que sabe, que está seguro de que la Biblia es la Palabra de Dios.
Sabemos que la Biblia no yerra. Es el hombre quien comete errores. Lo que dice la Biblia es la verdad absoluta. Si hay algo de la profecía que todavía no se ha cumplido, sabemos que ha de cumplirse en el futuro. Y estamos seguros que ha de cumplirse, porque estamos absolutamente convencidos de que la Biblia es la Palabra de Dios. Y aquí concluimos por esta ocasión y le invitamos para nuestro próximo programa. Confiamos que usted nos vuelva a sintonizar. Será pues, hasta nuestro próximo estudio, ¡que el Señor añada bendiciones a su vida es nuestra ferviente oración!