9Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. 10Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti? 11Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto. (Gén. 37:9-11)
José contó este sueño y ellos comprendieron de lo que hablaba. Esta misma figura aparece en Apocalipsis, capítulo 12, versículo 1, donde una mujer se describe vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Esto significa la nación de Israel. Estos hermanos comprendieron que José les hablaba de ellos mismos, los hijos de Israel.
Y vemos aquí a la nación de Israel en su principio. Génesis es como un botón en flor que florece al seguir nosotros a través de la Escritura. Aquí está un botón que no florecerá hasta cuando lleguemos al libro de Apocalipsis. Florecerá tarde, sí, pero florecerá. Y debemos comprender lo que se dice y no debemos tratar de adivinarlo. No hay necesidad de adivinar, cuando se explica tan claro como está aquí.
El viejo Jacob lo comprendió exactamente bien. Regañó al muchacho, pero todo lo que José podía contestar fue: “Así fue el sueño”. José no trataba de interpretarlo porque era evidente lo que significaba. Sus hermanos simplemente lo descartaron y no le hicieron caso. Ellos creyeron que ni siquiera quedaba dentro del reino de la posibilidad. Y en cuanto a ellos, pues, supusieron que ninguno de ellos jamás se arrodillaría ante José. Pero Jacob tomó nota de lo dicho. Ahora, los versículos 12 al 14, dicen:
12Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem. 13Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí. 14E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem. (Gén. 37:12-14)
Los hermanos habían ido a apacentar las ovejas hacia el norte. Y se han ido tan al norte de Jerusalén, como Hebrón está al sur de Jerusalén. No sabemos exactamente cuál sería la distancia, pero diríamos que unos 130 kilómetros. Han avanzado, pues, algo lejos de su casa, porque apacentaban sus ovejas por toda aquella región. Puede notar, amigo oyente, que habían llevado las ovejas hasta Siquem. Ahora, note usted la obediencia de José; leamos los versículos 15 hasta el 20 de Génesis, capítulo 37:
15Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas? 16José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando. 17Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán. 18Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle. 19Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. 20Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. (Gén. 37:15-20)
Cuando José llegó a Siquem, buscó por todas partes y no pudo encontrar a sus hermanos. Ese es un territorio muy escabroso. Este hombre que se menciona aquí, pues, ayuda a José diciéndole que sus hermanos habían ido hasta Dotán. Sin duda había visto a José pasar por su tienda muchas veces, y se dio cuenta que estaba buscando a alguien. Ahora, Dotán está muy lejos de Siquem. Está cerca del valle de Esdraelón. José, pues, salió a buscarlos una vez más. Por fin los encuentra, pero ellos le odiaban tanto que mientras él acercaba a ellos, comenzaron a pensar en la forma de darle muerte. Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. “Vamos a quitarnoslo de encima. Y luego, veremos si esos sueños se realizan, o no”.
Vamos ahora a dejar nuestra historia aquí por un momento, porque quisiéramos enfocar nuestra atención en la comparación que hay entre este joven José, y el Señor Jesús. Y no debemos perder la analogía.
En primer lugar, el nacimiento de José fue milagroso, porque Dios intervino al contestar la oración. Así lo leemos en el capítulo 30 de Génesis, versículo 22. También el Señor Jesús fue nacido de una virgen de un modo milagroso. Esto lo encontramos registrado en Lucas, capítulo 1, versículo 35.
En segundo lugar, José era amado de su padre. También el Señor Jesús fue amado por Su Padre, quien declaró: Este es mi Hijo amado.
En tercer lugar, José tuvo una túnica de diversos colores, la cual le colocó aparte de los demás. Cristo, por su parte, también fue puesto aparte porque fue apartado de los pecadores. Así lo leemos en la Epístola a los Hebreos, capítulo 7, versículo 26.
En cuarto lugar, José anunció que iba a reinar sobre sus hermanos. El Señor Jesús se presentó como el Mesías, y así como se mofaron del mensaje de José, también se mofaron de Jesús. Recuerde que: Escribió también Pilato un título que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. (Juan 19:19) Y fue puesto allí como una burla.
En quinto lugar, José fue enviado del padre, a sus hermanos. Jesús, por su parte, fue enviado por Su Padre celestial a Sus hermanos en la tierra. Llegó primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
En sexto lugar, José fue aborrecido por sus hermanos sin causa. Y el Señor Jesús también fue odiado por sus hermanos sin causa. Y así lo encontramos registrado en el evangelio de Juan, capítulo 15, versículo 25.
Ahora, volvamos a nuestra historia. Recordemos que José se está acercando a sus hermanos y que ellos están buscando la forma de darle muerte. José está vistiendo esa túnica de diversos colores con mangas. Esa era una señal de rango, y era aborrecida por sus hermanos, quienes no tenían una igual. Debemos recordar que José no era el mayor, ni aún seguía en turno al mayor; sin embargo, disfrutaba de un rango superior entre sus hermanos. Por tanto, existe todo este odio. ¡Pobre Jacob! Está hallando una y otra vez que Dios no aprueba la pluralidad de su matrimonio. Ciertamente causó tristeza en el hogar. Prosigamos con esta historia, leyendo ahora el versículo 21 de Génesis, capítulo 37:
21Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. (Gén. 37:21)
Ya Rubén había perdido su puesto de primogénito. Sin embargo, se destaca aquí como el que tiene juicio má maduro que los demás. Los demás lo habrían matado si no hubiera sido por la intervención de Rubén. En el versículo 22, escuchemos la defensa que hace Rubén por su hermano José:
22Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre. (Gén. 37:22)
La intención reconocida de Rubén, fue de meter a José en la cisterna, y después, él regresaría sin ser observado para sacarlo de allí y llevarlo a casa de su padre, donde contaría lo que había sucedido. Ahora, en los versículos 23 al 28, veremos cómo se lleva a cabo el plan malévolo contra José; leamos:
23Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; 24y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. 25Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. 26Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? 27Venid,y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. 28Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto. (Gén. 37:23-28)
Esa túnica que José llevaba era como una banderilla que se le pone al toro. La aborrecían porque le distinguía entre ellos. Según la ley de la primogenitura, los hermanos mayores tenían la supremacía, y esto causó que se llenaran más de odio. Ahora, Judá interviene cuando ve pasar unos mercaderes. El plan que tiene no parece ser tan bueno, pero por lo menos, no desea que maten a José. No quiere que la sangre de José caiga sobre la mano de sus hermanos. Al parecer, ellos quedaron satisfechos con la sugerencia que Judá les hizo, porque lo que deseaban era deshacerse de José, no importaba lo que sucediera. Se dieron cuenta que los ismaelitas se lo llevarían para Egipto para venderlo allá como esclavo. Por lo menos, se librarían de él. La esclavitud, en la mayoría de los casos, era como una muerte viviente, y sabían que ciertamente nunca jamás oirían hablar de él.
Ahora, ¿cómo le parece a usted lo que Moisés ha escrito aquí? En primer lugar, llama a estos hombres ismaelitas, y luego los llama madianitas. Entonces, ¿quiénes son? Hace muchos años alguien escribió un librito en el cual enumera más de mil errores que dijo haber encontrado en la Biblia, y entre ellos, mencionaba este. Los críticos que odian la Biblia entresacan algo así como esto y lo llaman un error. En realidad, lo que Moisés expresa aquí es bien preciso. Vamos a ver.
¿Quiénes son los ismaelitas? Son los descendientes de Ismael, el cual es hijo de Abraham. Ismael era hijo de Abraham y Agar; y Madián el hijo de Abraham y Cetura, con la cual se casó después de la muerte de Sara. Todos son hermanos. En realidad, son familia de este grupito de hermanos que está vendiendo a José.
En aquella época, ¿quién era israelita? Bueno, ¡sólo había doce israelitas! ¿Cuántos ismaelitas cree usted, amigo oyente, que pudiera haber en aquel tiempo? Ismael era mayor que Isaac, y es posible que hubiera cien, o más. Ahora, ¿cuántos madianitas había? Pues, Madián nació después de Isaac, y por tanto, no podía haber muchos. Quizá una docena, o más. Estos eran, pues, grupitos. Eran tribus. Y todos estaban emparentados. En aquel tiempo era peligroso viajar. Y estaban atravesando el desierto para llegar hasta Egipto. Se juntaban para protegerse mutuamente, y se reunían para su interés común. Iban en un viaje de negocios a Egipto, y siendo que eran de la misma familia, pues, se comprendían y se juntaban.
Amigo oyente, la Palabra de Dios tiene buen sentido. Nosotros somos los que no tenemos buen juicio. La ignorancia agrega muchísimo a lo que se considera una contradicción en la Biblia. No es una contradicción sino ignorancia por parte de quienes leen la Biblia. Es fácil notar que Moisés comprendía la situación, y que escribió con exactitud. En los versículos 29 al 31, Rubén se encuentra ante algo inesperado:
29Después Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestidos. 30Y volvió a sus hermanos, y dijo: El joven no parece; y yo, ¿adónde iré yo? 31Entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre; (Gén. 37:29-31)
No dice aquí si le dijeron a Rubén lo que había sucedido de veras, o no. Opinamos que se lo dijeron. Creemos que le dijeron que sería inútil perseguir a los mercaderes porque ya estaban lejos, y que no sería malo que inventaran un cuento bueno para contárselo a su padre Jacob. Ahora en los versículos 32 y 33, los hermanos de José llevan adelante su engaño; leamos:
32y enviaron la túnica de colores y la trajeron a su padre, y dijeron: Esto hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo, o no. 33Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado. (Gén. 37:32-33)
Son muy diestros, ¿verdad? Se portan como si nunca hubieran visto a José. Aparentaban que acababan de encontrar su túnica. Bueno, ellos conocían bien la túnica, hasta la odiaban. Y aquí se portan como si no la hubieran reconocido y le preguntan al padre si él la reconoce. Jacob, por supuesto, sabía de quién era la túnica. Y llega a la conclusión natural; y claro que esa es la conclusión a la cual los hermanos de José deseaban que Jacob llegara. Pero, detengámonos un momento para observar un poco más lo que ellos hicieron.
Degollaron un cabrito de las cabras, y usaron su sangre para teñir la túnica. Ahora, ¿no le recuerda este hecho de engañar a su padre con un cabrito, de algo que hemos escuchado antes? Recuerde usted que cuando Rebeca y Jacob estaban ideando la forma de engañar a Isaac, se sirvieron de un cabrito y cocinaron la carne, la cual resultó sabrosa. Ella tomó las pieles de los cabritos y con ellas cubrió las manos y los brazos de Jacob, y así entró para engañar a su padre. Ahora, los hermanos de José utilizan la sangre de un cabrito para engañar a su padre. (Gén. 27:9,
16) La sangre lo hace ver como si un animal salvaje hubiera dado muerte a José. El viejo Jacob, por supuesto, llega a la conclusión de que su hijo ha sido muerto, ha sido despedazado.
Escuche usted con cuidado, amigo oyente. A Jacob le engañan, y es engañado en la misma manera en que él había engañado. La Palabra de Dios nos dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. (Gál. 6:7) Si siembra para la carne, si ama la carne, segará de la carne corrupción. Este hombre Jacob había sembrado mal, empleó el engaño, y ahora él es engañado. Ha sido engañado de la misma manera. Amigo oyente, cuando sembramos grano, segamos grano. Cuando sembramos cizaña, cosechamos cizaña. Cosechamos exactamente lo que sembramos.
Amigo oyente, esto es verdad en cualquier parte hoy en día. Es verdad en lo físico, en lo moral, y en lo espiritual. Y es verdad también para el creyente. Si usted cree que puede pecar pasando por encima de todo porque es hijo de Dios, pues, está muy equivocado. El hecho es que no debe pecar porque Dios no hace acepción de personas. Él declaró que así sería, y no hace acepción con usted. No puede pecar sin ser observado por Dios.
Hace muchos años, un ministro se enamoró de la esposa de otro hombre y se involucró con ella. Fue una historia bastante repugnante. Este ministro trataba de justificarse en la base de que él era una persona especial para Dios. Y sentía que por ser quien era, podía actuar en un nivel diferente y guiarse por un libro de reglas frente a los demás. Pero, amigo oyente, Dios dice en Su palabra que Dios no hace acepción de personas. Dios dice que no podemos pecar sin ser observados por Él. Al leer los versículos 34 y 35, vemos que Jacob cosecha lo que había sembrado; leamos estos versículos:
34Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días. 35Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre. (Gén. 37:34-35)
Quizá alguien pensará que esto es una demostración del amor que Jacob tenía para con su hijo José. Tenemos que confesar que Jacob amaba a José en gran manera. Pero Jacob, no había aprendido todavía a caminar por fe. Usted recordará la experiencia que tuvo en Peniel. Fue como el desinflar del viejo ego, del pronombre personal “yo”. La carne se desplomó allí, pero ahora debe aprender a caminar por fe, lo cual no ha aprendido todavía. Cuando uno llega al capítulo 11 de Hebreos, uno no encuentra nada en la vida de Jacob que constituya un ejemplo de fe. Es sólo cuando uno llega al tiempo de su muerte que uno encuentra que su fe realmente se exhibe en su vida.
Compare la tristeza de Jacob aquí con la de un hombre como David. David lloró por su pequeño niño que murió, y lloró por su hijo Absalón. David amaba a su pequeño hijito, tanto como Jacob amaba a José. Pero David era un hombre de fe. Después de condolerse, siguió con las actividades de su vida. Él sabía que el pequeño no podía regresar. El dolor, no lograría eso. Pero también sabía que iba a ver a ese pequeño algún día. Las palabras de David resuenan en el segundo libro de Samuel, capítulo 12, versículo 23: Yo volveré a él, mas él no volverá a mí.
¡Qué fe tan grande, amigo oyente! Pero Jacob, no está andando por fe, sino que se acoge a un dolor anormal.
Amigo oyente, quizá estamos hablando hoy con alguien que ha perdido a un ser amado. Es posible que no pueda olvidarlo. Quisiéramos decirle en una manera bondadosa que usted debe aprender a caminar por fe. Manifieste su fe reconociendo que el llorar y el angustiarse no puede lograr el regreso de su ser amado. No se logra nada. Si es usted un hijo de Dios y llora a un ser amado que también es hijo de Dios, entonces, camine por fe. Porque se dará cuenta que algún día podrá verlo de nuevo, y nunca más podrán separarse. El mundo no tiene fe. Lloran como aquellos que no tienen esperanza. El Apóstol Pablo nos exhorta de esta manera en su primera carta a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículo 13, escuche usted: Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Amigo oyente, esta es la esperanza que ofrece Dios; esta es la esperanza que permite que usted y yo, podamos caminar por fe; andemos pues, por fe. Y ahora, el último versículo de este capítulo 37 de Génesis, nos dice lo que hicieron estos comerciantes que compraron a José:
36Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia. (Gén. 37:36)
Y así concluye el capítulo 37 de Génesis, y entramos al capítulo 38. Este capítulo nos habla del pecado y la deshonra de Judá. Muchas personas han preguntado ¿por qué se incluye este capítulo en la Biblia? Es verdad que uno siente como si no hiciera falta este capítulo, y después de leerlo, siente como si fuera mucho mejor no incluirlo. Muchos hasta llegan a creer que es el peor capítulo en toda la Biblia. Pero, esto nos lleva a decir que los hijos de Jacob, no le servían de mucho solaz. Parece que todos los hijos de Jacob se constituyeron en problemas, excepto, José y Benjamín. José no fue de mucho consuelo porque su padre se dio a la pena – quedó muy apesadumbrado – por su desaparición. Todo esto revela que Jacob pasó demasiado tiempo en Padan-aram acumulando bienes, en vez de enseñar a sus hijos. Cuán diferente fue Jacob de Abraham. Usted recordará que Dios dijo en cuanto a Abraham: Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. (Gén.18:19). Pero, Jacob no hizo eso, amigo oyente. Estuvo demasiado ocupado allí contendiendo con el tío Labán y por eso no tuvo tiempo para enseñar a esos muchachos. Eso fue sumamente trágico, porque parece que cada uno se había involucrado en algo que era pecaminoso.
Pero, ¿por qué se nos cuenta aquí de Judá y de su pecado y deshonra? Creemos que hay dos aspectos principales. Judá será la tribu de la cual procederá el Mesías. Hay nombres interesantes que aparecen aquí. Encontraremos el nombre de Judá, y luego el nombre de Tamar. Más adelante, encontraremos los nombres de Fares y Zara. Y quizá comienza usted a preguntarse dónde es que ha visto antes esos nombres. Bueno, si usted va al primer capítulo del Nuevo Testamento, notará que la genealogía de Jesucristo se da en Mateo, en el capítulo 1, y allí es donde se encuentran estos nombres.
¿Quiere decir entonces, que esta es la línea que conduce al Señor Jesucristo? Sí, amigo oyente. Esta es la línea que conduce al Señor Jesucristo. Es una cosa asombrosa, ¿verdad? En este capítulo se nos revela el pecado terrible de esta gente, y sin embargo el Señor Jesús procedió de esa línea. Realmente tomó nuestro lugar aquí. Entró en una línea pecaminosa. Y eso es lo que trata de decirnos la Palabra de Dios. Tomó nuestra forma humana, y fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado (Heb. 4:15). Entró en esa línea, esa línea humana donde todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Rom. 3:23).
Bueno, amigo oyente, continuaremos considerando este capítulo 38 en nuestro próximo programa. Será hasta entonces, es nuestra oración ¡que el Señor le bendiga abundantemente!