20Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. 21Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. (Gén. 3:20-21)
Es evidente que para conseguir las pieles de animales, había necesidad de matar los animales. Y creemos que este es el origen del sacrificio. Dios estaba clarificándole al hombre, que Él rechazaba las hojas de higuera, y que creía necesario cubrirles con pieles de animales. Cuando Adán y Eva salieron del huerto de Edén, miraron hacia atrás y vieron un sacrificio sangriento. Al mirar atrás pudieron ver allí a los querubines, como vamos a ver en un momento. Cuando salieron del huerto de Edén, y miraron atrás, vieron exactamente lo que Dios hizo que Moisés pusiera en el propiciatorio. Había dos querubines que miraban la sangre en el propiciatorio. Ese era el camino a Dios.
Hay aquí cuatro grandes lecciones, y podemos aprender de las hojas de la higuera y del hecho de que Dios les cubrió con pieles de animales. En primer lugar, el hombre debe tener una cubierta adecuada para acercarse a Dios. No puede llegarse a Dios cubriéndose con sus propias buenas obras. En segundo lugar, las hojas de la higuera no son aceptables. Son hechas en casa y Dios no acepta un vestido hecho en casa. En tercer lugar, es Dios quien debe proveer el vestido apropiado, la cubierta apropiada. Y en cuarto lugar, esta cubierta se obtiene sólo por medio de la muerte del Señor Jesucristo.
Amigo oyente, el hombre debe tener un substituto entre él y la ira de Dios. La cosa más difícil del mundo para un hombre es tomar su legítima posición delante de Dios. La salvación, amigo oyente, viene cuando usted y yo tomamos nuestro lugar apropiado como pecadores delante Dios. Consideremos ahora, los tres últimos versículos del 22 al 24:
22Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. 23Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. 24Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. (Gén. 3:22-24)
Todo lo que podemos decir a esto es: Gracias a Dios que Él no permitió que el hombre comiera del árbol de la vida, porque esto hubiera significado que el hombre tendría que vivir eternamente en el pecado. Dios no va a dejar que el hombre haga eso; y eso, en realidad, es una bendición. Ahora, esto no quiere decir que Dios puso una barricada en el camino. En realidad significa que el camino de la vida se mantuvo abierto para que el hombre llegara a Dios, pero ahora ese camino no es por medio del árbol de la vida. La salvación debe venir por medio de un sacrificio: el sacrificio de Cristo Jesús en la cruz del Calvario.
Entramos ahora a considerar el capítulo 4 del libro de Génesis. Como un breve repaso, podemos decir que los capítulos uno y dos de Génesis nos dan la historia de la creación. Los capítulos tres y cuatro nos dan el relato de la entrada del pecado a la raza humana. En Génesis, capítulo 3, tenemos “la raíz del pecado”. Génesis, capítulo 4, nos presenta “el fruto del pecado”.
Surge, entonces, la pregunta: ¿Qué tan malo es el pecado? Bueno, permítanos decirle, amigo oyente, que el hombre aquí no estaba simplemente sufriendo de envenenamiento de la sangre. No le había ocurrido algo pequeño. Este capítulo 4 revela cuánto, en realidad, le había ocurrido al hombre; y que por su incredulidad y por su desobediencia; y ahora por su alejamiento de Dios, él había pecado de tal manera que acarreó el juicio de Dios sobre sí mismo, y sobre toda la raza humana. Amigo oyente, usted y yo tenemos la misma clase de naturaleza que tuvo nuestro padre. Y permítanos decirle que papá Adán nos ha dado a todos nosotros una naturaleza bastante mala. Eso es algo que necesitamos ver aquí. Y se revela en la historia de los dos hijos de Adán y Eva. Ahora, ellos tuvieron más hijos, pero sólo se nos da estos dos aquí. Es probable que Adán y Eva nunca comprendieron por completo la extensión de su acto de desobediencia, y cómo sumergieron a la raza entera en el pecado y la miseria. Sin embargo, en este capítulo, ellos comenzarán a ver los resultados del pecado; la maldad excesiva del pecado. Leamos ahora los versículos 1 y 2, del capítulo 4 de Génesis:
1Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. 2Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. (Gén. 4:1-2)
Estos versículos revelan el hecho de que Adán y Eva ciertamente no anticiparon que la lucha sería larga. Cuando nació Caín, Eva dijo: “Por voluntad de Jehová he adquirido varón”. Dios había dicho: “la simiente de la mujer”, y por tanto, ella pensaba que aquí estaba el prometido. Pero Caín no era el que venía. En efecto, él fue un asesino. No era ningún salvador. Tendría que pasar primero mucho tiempo antes que viniera el Salvador. Tendrían que pasar unos 6.000 años, y creemos que ha sido un tiempo aún más largo que eso, pero la lucha sigue entre la simiente de la mujer y la de la serpiente. Ahora, notemos que les nació otro hijo. Dice el versículo 2 de este capítulo 4 de Génesis:
2Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. (Gén. 4:2)
Estos dos hijos son los personajes que vamos a observar ahora. El versículo 3 de este capítulo 4 de Génesis, nos dice:
3Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. (Gén. 4:3)
Esta expresión Andando el tiempo significa en realidad “al final de los días”, lo cual quiere decir: “en el día de reposo”. Y creemos que se refiere al día en que Dios había descansado. Leemos, pues: Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo . . . ; y la idea aquí es que él trajo a un lugar designado. De modo que están trayendo una ofrenda a Dios a un lugar designado para la adoración. Todo esto indicaría, por supuesto, que lo están haciendo por revelación. En efecto, estamos seguros que lo hacen así. ¿Cómo lo sabemos? Bueno, miremos en la carta a los Hebreos, en el capítulo 11, donde dice: Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín. Dice: Por la fe. ¿Cómo podría ofrecerlo por la fe? Bueno, el Apóstol Pablo dice que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. (Rom. 10:17). Así es que Dios tuvo que dar Su palabra en cuanto a esto, o Abel nunca podría haber venido por la fe. Esa es la manera en la cual vino Abel; pero el otro hijo, Caín, no vino de esa manera. Vemos aquí que él trajo del fruto de la tierra. Ahora, no había nada malo con el fruto mismo. No crea usted que Caín trajo sobras. Creemos que el fruto que trajo ganaría el premio en una competencia de frutas en cualquier feria del distrito. Él trajo frutos deliciosos, y los trajo como ofrenda al Señor. Y los versículos 4 y 5 de Génesis 4, dicen:
4Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; 5pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. (Gén. 4:4-5)
Ahora, alguien dirá acerca de Caín y su ofrenda que no ve nada de malo en lo que hizo Caín de ninguna manera. Bueno, Judas, hablando de los apóstatas en los últimos días, dice en el versículo 11 de su epístola, que han seguido el camino de Caín. Ahora, ¿cuál es ese camino? Bueno, cuando Caín trajo una ofrenda a Dios, no vino por fe. Caín vino por su propio camino, y la ofrenda que trajo negó, en primer lugar, que el ser humano es malo. Amigo oyente, Dios ya había dicho que el camino de regreso a Él tendría que ser por medio de un sacrificio. El sacrificio debía señalar al Redentor que habría de venir al mundo. Y esa era la base en que debían venir. No debían venir trayendo las obras de sus propias manos. El venir así, niega en
segundo lugar, que el hombre está separado de Dios. Caín actuó como que todo estaba bien. Y eso es lo que el liberalismo hace hoy. Ellos hablan de la paternidad universal de Dios y la hermandad universal de los hombres; pero, amigo oyente, las cosas no andan bien con el género humano hoy en día. El hombre está separado de Dios. Nosotros no nacemos como hijos de Dios. Tenemos que nacer de nuevo para entonces llegar a ser hijos de Dios.
Caín rehusó reconocer que estaba separado de Dios y multitudes hoy rehusan reconocerlo. Luego, en tercer lugar, Caín negó el hecho de que el hombre no puede ofrecer buenas obras a Dios. Él creyó que bien podía ofrecerlas. El Apóstol Pablo en su carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dice: Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. Y podemos ver que la diferencia entre estos dos hermanos no era una diferencia de carácter de ninguna manera; la diferencia estaba en la ofrenda que trajeron. Estos dos muchachos tuvieron los mismos antecedentes; tuvieron la misma herencia, y el mismo ambiente. No había tanta diferencia entre ellos. No nos diga que Caín recibió su mala disposición de un tío alcohólico. Él no tenía un tío. Y no diga que Abel salió con una buena disposición por una tía muy refinada por parte de su madre, porque no tenían tíos, ni tías. La diferencia no se encuentra en la herencia, ni en el ambiente. La diferencia, amigo oyente, se halla en la ofrenda. Es la ofrenda la que establece la diferencia entre los hombres hoy en día.
Ningún cristiano debe mantener el criterio de que es mejor que otro. Lo que realmente establece la diferencia es reconocer que es pecador como lo es todo el mundo, y que necesita una ofrenda; necesita un sacrificio; necesita que alguien tome su lugar, y muera por él. En su carta a los Romanos, capítulo 3, versículo 25, el Apóstol Pablo dice: A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre. Luego, agrega en esa misma carta, capítulo 10 y versículo 3: Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Lamentablemente, esa es la descripción de muchas personas en nuestros días. Tratan por medio de la religión, de la membresía de una iglesia, y de las buenas obras, de hacerse aceptables a Dios; pero, amigo oyente, la justicia de Dios sólo puede llegarle por medio de Cristo Jesús quien es el único que puede proveerla. El Apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 4, versículo 25, dice: El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitadopara nuestra justificación. Es decir, para “nuestra justicia”. Él tomó nuestro lugar; Él fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Cor. 5:21). Caín trató de llegar por su propia justicia. Pero escuche al Apóstol Pablo una vez más, en su carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 9, donde dice que él deseaba ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. Esa era la fe que tenía Abel.
Vemos, pues, que la diferencia entre estos dos hijos no se encuentra en la línea sanguínea. Creemos que ellos eran idénticos en su herencia y en su ambiente. Eran hijos de Adán y Eva; pero había una gran divergencia entre los dos y no era necesariamente una divergencia de carácter como ya hemos indicado. No es que uno era malo, y el otro era bueno. La diferencia, amigo oyente, fue la ofrenda. Abel trajo un sacrificio por la fe, mientras que Caín no trajo su ofrenda en esta forma. Veamos ahora, que Dios da a Caín una segunda oportunidad. Génesis, capítulo 4, versículos 6 y 7, nos dicen:
6Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? 7Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. (Gén. 4:6-7)
Ahora, lo importante de notar aquí es que Caín está enojado. Está tan enojado que piensa matar a su hermano. Detrás del homicidio siempre está el enojo. Nuestro Señor dijo que el enojo sin causa trae el mismo juicio y culpa que el homicidio. Tras el enojo siempre hay celos y tras los celos hay orgullo. El orgullo espiritual quiere decir que no hay ningún sentido de pecado. Santiago lo describe de esta manera, en el versículo 15 del capítulo 1 de su epístola universal: Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
De modo que aquí este hombre está enojado, y su enojo le conduce a cometer homicidio; pero detrás de eso estaban sus celos y su orgullo. Dios le pregunta: Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Es decir, “¿No tendrás la excelencia?” El hijo mayor siempre ha ocupado el lugar de preeminencia, y este hijo pensaba ahora que iba a perder esa posición. Dios le dice, entonces, que no hay razón para pensar que él va a perder su posición, si hace bien. Ahora, ¿qué es lo que debe hacer para que todo esté bien? Pues, debe traer a Dios lo que Dios ha aceptado de parte de Abel. Debe traer un sacrificio y reconocer que es pecador. Pero este muchacho no va a hacerlo. Él está sumamente enojado.
Ahora, hay quienes han dicho que cuando Dios dijo a Caín que “el pecado está a la puerta”, lo que realmente le dijo es que una ofrenda de expiación estaba a la puerta. En otras palabras, Dios estaba diciendo que un cordero estaba disponible, y que debía ofrecerlo. Esto bien puede ser, pero no estamos de acuerdo con esa interpretación, porque al leer la Biblia, hemos confirmado que antes del tiempo de Moisés, no había ofrenda de expiación. Las instrucciones para la ofrenda de la expiación se dan en el libro de Levítico. Este libro da las instrucciones para cinco ofrendas distintas, y una de ellas es la ofrenda de la expiación. También el Apóstol Pablo escribe en su epístola a los Romanos, capítulo 3, la última parte del versículo 20: . . .porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Job, que vivió antes del tiempo de Moisés, trajo holocaustos a Dios. Abraham también ofreció holocaustos a Dios. No hay relato de una ofrenda de expiación ofrecida por los patriarcas. El pecado no llegaba a ser una transgresión de la ley mientras no hubiera ley. En la primera carta del Apóstol Juan, capítulo 3, versículo 12, leemos: No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
Dios dijo: “si no hicieres bien, el pecado está a la puerta.” Hacer bien sería traer la clase de ofrenda que trajo Abel, es decir, un holocausto. Por tanto, vemos a Dios implorando al hombre, tratando de protegerlo. Los versículos 8 al 10, nos presentan el hecho de que Caín da muerte a su hermano Abel; dice allí:
8Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. 9Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? 10Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. (Gén. 4:8-10)
Fíjese usted, amigo oyente, en la contestación imprudente de Caín. Es muy indiferente. Trata de encubrir su crimen. Pero la Escritura dice que nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse (Mat. 10:26). Eso es algo en que deben pensar aquellos que tienen algunos pecados ocultos. Es mejor que traten con ellos aquí porque todos serán manifestados un día en la presencia de Dios. Dios ya lo sabe. Mejor es que se lo confiese. No los puede esconder de Él. Pero, eso es exactamente lo que Caín trató de hacer, y por eso, dio a Dios una contestación imprudente.
Dios dice que la sangre de Abel clamaba a Él desde la tierra. Y esto es algo que menciona el escritor a los Hebreos allá en el capítulo 12, versículos 22 y 24: Sino que os habéis acercado . . . a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. La sangre de Abel, amigo oyente, habla del homicidio cometido. La sangre de Cristo habla de la redención y la salvación. Y esto nos trae ahora ante el juicio de Dios sobre Caín. Los versículos 11 y 12 de este capítulo 4 de Génesis, dicen:
11Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. 12Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra. (Gén. 4:11-12)
La tierra hoy día, por el uso del hombre, pierde su fertilidad. Debe ser renovada para ser usada una vez más. Ahora, los versículos 13 al 15 de este capítulo 4 de Génesis, dicen:
13Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado. 14He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. 15Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. (Gén. 4:13-15)
Si la carga de Caín era más grande que lo que podía soportar, ¿por qué no simplemente volvía a Dios, le confesaba su pecado y se echaba sobre los brazos amorosos y tiernos de Dios? Dios estaba proveyéndole un Salvador, si Él volvía. Pero dice que se escondería de la presencia de Dios, y por supuesto, eso es exactamente lo que sucedió.
Ahora, fíjese usted, que Dios lo protege. Esto es extraño. Dios realmente está protegiendo a un criminal. No sabemos cuál fue la señal que Dios le puso a Caín. Ha habido mucha especulación en cuanto a ella, y no vemos necesidad de añadir una más. Dios le protegió. Este es el hecho central.
Ahora, todavía no se había dado la ley. Caín es pecador, pero no transgresor porque no había una ley en cuanto al homicidio. Su gran pecado fue el no traer una ofrenda aceptable a Dios. El Apóstol Juan escribió en la epístola que citamos antes, que las obras de Caín eran malas. ¿En qué manera eran malas? Bueno, trajo una ofrenda a Dios que fue una manifestación de su naturaleza perversa.
Y bien, amigo oyente, debemos detenernos aquí por hoy. En la continuación de este estudio retornaremos en nuestro próximo programa, Dios mediante. Será pues, hasta entonces, ¡que las ricas bendiciones del Señor le acompañen ahora y siempre!