Amigo oyente, permítanos una pregunta: ¿quién fue el primero en plantear una pregunta en cuanto al nacimiento virginal? ¿Fue acaso un teólogo moderno? No, amigo oyente. Fue María misma. Cuando el ángel le hizo el anuncio, preguntó cómo sería esto sabiendo que no conocía varón. Esta, pues, también es una analogía muy notable.
Ahora, en cuarto lugar, a ambos les pusieron sus nombres antes de su nacimiento. Dios le había dicho a Abraham que tendría un hijo, y que llamaría su nombre Isaac. Así lo vemos en Génesis, capítulo 17, versículo 19, donde leemos: Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac. Cuando apareció el ángel a José antes del nacimiento de nuestro Salvador, el ángel le dijo a José: Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mat. 1:21).
Ahora, en quinto lugar, ambos nacimientos ocurrieron en el tiempo señalado por Dios. Ya hemos hablado y dirigido nuestra atención sobre esto en el segundo versículo de este capítulo 21, donde se promete un hijo en el tiempo que Dios había dicho. También leemos en Gálatas, capítulo 4, versículo 4, que: cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer.
En sexto lugar, notamos que ambos nacimientos son milagrosos, y no hay necesidad de entrar en muchos detalles en cuanto a esto. Abraham tenía 100 años y Sara 90 años cuando nació Isaac. Ningún hombre tuvo tampoco parte en el nacimiento virginal de Cristo, y eso con toda certeza, es milagroso.
En séptimo lugar, ambos hijos constituyeron motivo de alegría especial para su padre. En Génesis, capítulo 21 y versículo 3, dice: Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac. Este era el nombre que le fue dicho a Abraham en el tiempo cuando Dios le hizo el anuncio. Recuerde usted que Abraham se había reído por sentir una alegría única de que iba a tener un hijo. Ahora, Dios, el Padre, refiriéndose al Señor Jesucristo, habló de los cielos diciendo: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. (2 Pedro 1:17b).
En octavo lugar, notamos que ambos hijos fueron obedientes al padre aun hasta la muerte. En el próximo capítulo veremos cómo este niño Isaac iba a ser sacrificado por su padre. No es en realidad un niño pequeño como se le ve en los cuadros bíblicos. De costumbre se le representa como un niño de 8 o 9 años. Pero en realidad tenía como 33 años cuando tuvo lugar este incidente. Y fue obediente a su padre aun hasta la muerte. Lo que es verdad en cuanto a Isaac lo es también en cuanto al Señor Jesucristo. En Isaac encontramos un tipo maravilloso de la sumisión de Cristo a la voluntad de su Padre.
Ahora, en noveno lugar, notamos que el nacimiento milagroso de Isaac, es un tipo de la resurrección de Cristo. Ya hemos citado de Romanos, el capítulo cuatro donde Pablo dijo que Abraham no consideró que su cuerpo estaba ya como muerto, ni la esterilidad de la matriz de Sara. De la muerte, pues, brotó la vida. Y aquí encontramos que es un tipo de la resurrección de Cristo. Cuando Pablo menciona esto, pone énfasis en el hecho de que Cristo fue entregado por nuestras transgresiones, pero que fue resucitado para nuestra justificación. Por tanto, vemos aquí en Isaac un cuadro muy notable del Señor Jesucristo. Volvamos ahora, a nuestro capítulo 21, y encontraremos que Dios trata con Abraham, con Agar, con Ismael, con bondad. Dicen los versículos 12 al 14:
12Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia. 13Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente. 14Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba. (Gén. 21:12-14)
Dios expone con toda claridad a Abraham que no aceptará a Ismael como el hijo que había prometido. Pero, le dice a Abraham que todavía cumplirá su promesa de que naciones procederán de Abraham, y que una gran nación provendrá también de este niño Ismael. Notemos ahora, lo que nos dicen los versículos 15 al 21 de este capítulo 21 de Génesis:
15Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, 16y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. 17Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. 18Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. 19Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho. 20Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco. 21Y habitó en el desierto de Parán; y su madre le tomó mujer de la tierra de Egipto. (Gén. 21:15-21)
La Biblia no continúa con la línea de Ismael. Llega a ser una nación por allá en el desierto.
Y notamos que el árabe todavía está allí hoy. Leamos ahora los versículos 22 y 23:
22Aconteció en aquel mismo tiempo que habló Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, a Abraham, diciendo: Dios está contigo en todo cuanto haces. 23Ahora, pues, júrame aquí por Dios, que no faltarás a mí, ni a mi hijo ni a mi nieto, sino que conforme a la bondad que yo hice contigo, harás tú conmigo, y con la tierra en donde has morado. (Gén. 21:22-23)
Abimelec desea hacer un pacto con Abraham. Abraham y Abimelec se hacen muy amigos entonces, por medio de este pacto. Ahora, los versículos 32 al 34, dicen:
32Así hicieron pacto en Beerseba; y se levantó Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, y volvieron a tierra de los filisteos. 33Y plantó Abraham un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno. 34Y moró Abraham en tierra de los filisteos muchos días. (Gén. 21:32-34)
Fíjese usted que Abraham invoca el nombre de Dios en dondequiera que va. Se nos dice más adelante que Abraham siempre fue un extranjero y forastero en la tierra que el Señor Dios le había prometido. Eso se ve aquí con toda claridad.
Y esto concluye también nuestro estudio del capítulo 21 del libro de Génesis. Y nos encontramos ahora en el capítulo 22. Y con toda sinceridad, es conmovedor cuando uno llega a entender las grandes verdades que describen aquí la cruz de Cristo en este capítulo. Y si usted está llevando a cabo las instrucciones que dimos al comenzar estos estudios, y ha leído ya este capítulo antes de esta transmisión, estamos seguros que a usted también le ha llamado la atención este aspecto. Y es que no sólo en el nacimiento de Isaac, sino también en el sacrificio de Isaac, hay una extraña similitud con el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo.
El siervo de Dios, Santiago, hace una declaración en su epístola, la cual muchos sin duda han pensado que es una declaración contradictoria en la Biblia. Dice Santiago en el capítulo 2, versículo 21 de su carta: ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Pero, luego Pablo dice en Romanos, capítulo 4, versículos 1 al 4: ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.
Ahora, ¿cuál de los dos tiene razón? Bueno, la respuesta es que ambos tienen razón. Necesitamos notar que ambos hablan de la misma cosa. Santiago no habla acerca de las obras de la ley, sino de las obras de la fe. Pero, Pablo está hablando acerca de la justificación delante de Dios. Pablo está citando del capítulo 15 de Génesis, cuando Abraham comenzaba su andar por la fe. Sólo Dios conocía su corazón. Dios vio que Abraham creyó en Él, y Dios le contó esto por justicia. Pero, luego vemos que este hombre falló muchas veces. Y pensamos que sus vecinos no creyeron que era justo porque conocían sus fallas.
Ahora, llega el día cuando este hombre lleva a su hijo para ser ofrecido sobre el altar. Aun los filisteos empedernidos tendrían que decir que las obras de este hombre muestran que cree lo que Dios le dice. Por tanto, Santiago dice que Abraham fue justificado por sus obras. ¿Cuándo? Cuando ofreció a Isaac. ¿Ofreció Abraham a Isaac de veras sobre el altar? ¡Claro que no! Pero estaba decidido, estaba resuelto a ofrecerlo. El mismo hecho de que estuvo dispuesto a ofrecer a Isaac es la obra de la cual habla Santiago. Revela que tenía las obras de la fe. Santiago, pues, hace énfasis sobre las obras de la fe como están mostradas aquí en el capítulo 22 de Génesis. Pablo, por su parte, está hablando acerca de la fe en el corazón, la cual Abraham tenía allá en el capítulo 15 de Génesis.
Encontramos, pues, en este capítulo 22 que Dios ordena a Abraham que ofrezca a Isaac sobre el altar, pero que asimismo le detiene cuando ve la obediencia de Abraham. Luego, Dios confirma su pacto con Abraham. Leamos los versículos 1 y 2 del capítulo 22 de Génesis:
1Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, yvete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. (Gén. 22:1-2)
La frase “probó Dios a Abraham” en el versículo 1, se ha traducido en algunas versiones como “tentó Dios a Abraham”. El uso de la palabra “tentó” es un poquito fuerte. En realidad, la palabra significa “probó”, como la tenemos aquí en la Versión Reina-Valera. Santiago explica con claridad que Dios nunca tienta a nadie con el mal. Dios tienta a los hombres en el sentido de probar su fe, y lo que hace aquí es probar a Abraham. Le está pidiendo que haga algo que es muy extraño.
Ahora, vamos a ver en el primer versículo del capítulo siguiente, el capítulo 23, que Sara tenía 127 años. De modo que vemos que en este tiempo, Isaac no era ya más un niñito. Sara tenía 90 años cuando le nació Isaac; y el capítulo 23 empieza diciéndonos que tiene 127 años. Por tanto, está bien asumir o pensar que Isaac había cumplido ya sus 30 años durante el tiempo del capítulo 22. Uno se da cuenta, entonces, del dolor que sería para Abraham, llevar a este joven a ofrecerlo en sacrificio sobre el altar. Toma ahora tu hijo. – dice Dios. Recuerde usted que el Señor Jesús está en posición de Hijo en la trinidad. Tu único. Al Señor Jesús se le llama también el Hijo Unigénito del Padre. Tu único, Isaac, a quien amas. El Señor Jesús declaró que fue amado por el Padre. Es la creencia de muchos que Moriah, esa parte en particular, es el lugar donde fue edificado el templo, y es el lugar donde el Señor Jesús fue sacrificado; es decir, fuera de los muros de la ciudad. Algunas personas que han estado en Jerusalén, dicen que creen que el Gólgota y el área del templo, no están muy lejos el uno del otro. Y que en realidad pertenecen al mismo cerro. Hay una cordillera que pasa por allí. No es tan notoria porque han abierto una calle en una carretera vieja de tiempos pasados. Pero, parece que esa cordillera era Moriah. Por tanto, hay muchas personas que creen que el Señor Jesús murió, no digamos exactamente en el mismo punto, no lo sabemos, pero ciertamente en el mismo monte donde Abraham ofreció a Isaac”. Ahora, Isaac debía ser ofrecido en holocausto. El holocausto era el sacrificio empleado hasta el tiempo de la ley mosaica. Luego, Dios habló acerca de una ofrenda que debía darse por el pecado, y una ofrenda que debía darse por la transgresión. Aquí, pues, el holocausto habla de la persona de Cristo, y Quién es Él.
Todo este episodio hace surgir una pregunta natural: ¿No es malo ofrecer el sacrificio humano? Claro que es moralmente malo. Opinamos que si usted se hubiera encontrado con Abraham en aquel día, y le hubiera preguntado a dónde iba, él le habría contestado que iba a sacrificar a Isaac. Luego, si le hubiera preguntado que si no sabía que era malo, le habría dicho: “Sí, me han enseñado que es malo. Sé que las naciones paganas en derredor, los filisteos, ofrecen a Moloc, todas ofrecen el sacrificio humano, pero me han enseñado que es malo”. Luego, si le hubiera usted preguntado por qué lo hacía de todos modos, estamos seguros que le hubiera contestado: “Todo lo que yo sé es que Dios me ordenó hacerlo. No lo comprendo, pero he estado caminando con Él por unos 25 años, y nunca me ha faltado. Nunca me ha ordenado hacer lo que no es lo mejor. No comprendo la orden que me ha dado, pero creo que si obedezco a Dios hasta lo último, Él levantará a Isaac de la muerte. Y creo que eso es lo que hará”. Leamos ahora, los versículos 3 al 5 de este capítulo 22:
3Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. 4Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 5Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. (Gén. 22:3-5)
Vemos aquí que Abraham sale, y lleva con él al joven. Lleva a Isaac, y también lleva leña para el holocausto. Ahora, notemos que transcurrieron tres días para llegar a ese punto, y por tanto pueden ser tres días que Abraham recibió a Isaac como vivo de entre los muertos, por decirlo así. Esa es la manera como Abraham lo consideraba. Es como si Isaac hubiera sido levantado en el tercer día. ¡Qué cuadro el que tenemos aquí!
Ahora, tendrá lugar una transacción aquí entre el padre y el hijo, entre Abraham e Isaac. Realmente, lo mismo sucedió en la cruz. Dios excluyó al hombre en la cruz. En la hora de tinieblas, al pleno mediodía, el hombre fue excluido. La noche había llegado cuando ningún hombre podía trabajar, y durante aquellas últimas tres horas, la cruz llegó a ser un altar en el cual el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, fue ofrecido. La transacción fue hecha entre
el Padre y el Hijo en la cruz, y el hombre quedó fuera sin participación alguna. Tenemos el mismo cuadro aquí con Isaac y Abraham. Leamos los versículos 6 y 7:
6Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. 7Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? (Gén. 22:6-7)
Isaac llevaba la leña para el sacrificio. Ahora, recuerde usted que Cristo llevó su propia cruz. El fuego habla del juicio, y el cuchillo habla de la ejecución del juicio, el sacrificio. Muchos dirán que, a propósito de esto, un carnero estaba trabado en un zarzal por sus cuernos, y que Abraham lo tomó y lo ofreció. Eso es verdad. Eso es exactamente lo que sucedió. Permítanos leer ahora el versículo 13:
13Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. (Gén. 22:13)
Abraham dijo que Dios mismo se proveería de cordero, pero no había cordero allí. Fue un carnero el que se trabó, y eso constituye una distinción. El cordero no fue provisto hasta 2.000 años después cuando Juan el Bautista señaló a Jesucristo, y le identificó, diciendo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1:29). Volvamos ahora al versículo 8 de este capítulo 22 de Génesis, donde dice:
8Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. (Gén. 22:8)
Dios se proveerá de cordero para el holocausto. Es muy importante que veamos eso. Es importante que lo notemos en este lugar particular porque Abraham ahora está listo a ofrecer al joven en el altar. Abraham todavía no lo comprende por completo. Dice el versículo 9:
9Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. (Gén. 22:9)
Recordemos que Isaac es realmente un hombre adulto. No es simplemente un niño a quien Abraham tuvo que atar. Creemos que Isaac bien pudo haberlo vencido si hubiera habido un encuentro físico. Pero Isaac está haciendo esto en obediencia. El Señor Jesús fue también a la cruz para cumplir la voluntad de Dios. Él oró diciendo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Y aquí tenemos un tipo de esto. Ahora, el versículo 10 dice:
10Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. (Gén. 22:10)
De nuevo, si usted y yo, amigo oyente, hubiéramos estado allí, quizá hubiéramos preguntado a Abraham si de veras iba a llevar a cabo el sacrificio humano. Y Abraham quizá nos hubiera respondido que intentaba ir hasta lo último. Quizá nos habría dicho que no comprendía por qué Dios le ordenaba hacer esto que al parecer era malo, y aun nos diría que también había aprendido a obedecer a Dios, y que en esta crisis, escogería él obedecer primero a Dios. Y esta es la verdadera crisis en la vida de este hombre.
Hemos estudiado las crisis en la vida de este hombre Abraham. Dios ha hecho pasar a este hombre por un ejercicio verdadero del alma, por un esfuerzo fuerte del corazón. En primer lugar, le llama a dejar a todos sus parientes en Ur de los caldeos. Dejar al grupo entero fue una prueba verdadera para Abraham. No hizo muy bien en el principio. Luego, vino la prueba de su sobrino Lot. Amaba a Lot, o no le habría llevado con él. Llegó el tiempo cuando tuvo que separarse de Lot, cuando Lot entonces, se fue hacia Sodoma.
Luego, encontramos que atravesó por la prueba con Ismael. Abraham amaba a aquel niño, e imploró a Dios diciendo: “Ojalá Ismael viva delante de ti”. No quería separarse del niño. Ahora, llega a la prueba suprema cuando Dios le ordena sacrificar a Isaac. Abraham no comprende por completo todos los detalles con respecto a esto. Dios le había dicho que en Isaac le sería llamada descendencia. Y él debía depender de esto. Creyó que Dios levantaría a Isaac de la muerte. En cuanto a Abraham se refiere, estuvo dispuesto a llevar a cabo ese sacrificio en obediencia total a Dios.
Y nuestro tiempo, amigo oyente, toca a su fin. Así es que tenemos que detenernos por esta oportunidad. Continuaremos la consideración de este asunto, en nuestro próximo programa. Contamos con su fiel sintonía. Será, pues, hasta entonces, ¡que Dios le bendiga abundantemente es nuestra ferviente oración!