12Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová. 13El varón se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso. 14Y tuvo hato de ovejas, y hato de vacas, y mucha labranza; y los filisteos le tuvieron envidia. (Gén. 26:12-14)
Note usted, que Dios está con Isaac. Esa es la bendición que Dios había prometido a esta gente desde el día que llamó a Abraham. Fue una bendición terrenal. Más adelante, cuando Dios los puso en aquella tierra, les dijo que les bendeciría con víveres. Y Dios cumplió Su promesa cuando ellos anduvieron en comunión con Él.
Debemos recordar que Dios no nos promete esa bendición a nosotros. Él nos ha prometido bendiciones espirituales. Se nos dice que somos bendecidos con toda bendición espiritual, y esa es nuestra porción hoy día. Y esa bendición está basada en las mismas condiciones. Depende de nuestro caminar con Dios. Si usted le permite, Él quiere bendecirle hoy en abundancia espiritualmente.
No pase usted por alto el hecho de que Isaac es grandemente bendecido. De su tierra cosechó ciento por uno. Este es un versículo muy importante porque la impresión es que Abraham era sobresaliente, y también Jacob, pero que Isaac no lo fue. Bueno, amigo oyente, es necesario que notemos que Isaac también es sobresaleinte. Es verdad que su nacimiento se une con los eventos de la vida de Abraham, y que su vida no está separada de la de Abraham. Pero recordemos que él también tiene importancia cuando fue ofrecido allá en el altar. Son Abraham e Isaac juntos.
Ahora, ¿por qué se presenta esto así? Es porque ya hemos visto que este es un cuadro maravilloso el que tenemos aquí. Todas estas cosas les sucedieron para que sirvieran de ejemplos para nosotros. Revelan la intimidad que hay entre el Señor Jesucristo y el Padre. Él dijo: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (Juan 14:9). En su oración sumo sacerdotal, en Juan 17:4, Cristo pudo decirle al Padre: He acabado la obra que me diste que hiciese. Y luego, dijo: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo (Juan 5:17). Por tanto, es correcto que la historia de Isaac y la de Abraham sean identificadas juntas. Sus vidas han sido entrelazadas hasta ahora, y este es el primer capítulo donde vemos a Isaac valiéndose por sí mismo.
Al verlo así, encontramos que cae en pecado, y no parece ser tan atractivo. Sin embargo, la Palabra de Dios expresa con claridad que él no sólo se engrandeció, sino que se engrandeció en gran manera en aquella tierra. Pero notamos que exhibe una verdadera debilidad: el mismo pecado en el cual cayó Abraham, su padre.
Leamos ahora el versículo 15 de Génesis, capítulo 26:
15Y todos los pozos que habían abierto los criados de Abraham su padre en sus días, los filisteos los habían cegado y llenado de tierra. (Gén. 26:15)
Los filisteos no podían aguantar al ver toda esta prosperidad. Abraham abrió pozos en aquella tierra, y ahora aparece su hijo y por supuesto, los pozos pasan a ser propiedad suya. Pero al salir Isaac por la mañana, nota que los pozos estaban tapados. Esto fue hecho por los filisteos, y a propósito, esta es la primera mención de la enemistad de los filisteos, que condujo a una guerra continua más tarde en los días de David. Luego, el versículo 16 nos dice:
16Entonces dijo Abimelec a Isaac: Apártate de nosotros, porque mucho más poderoso que nosotros te has hecho. (Gén. 26:16)
Note usted la importancia de este hombre Isaac aquí. Abimelec pensaba que sería mejor que Isaac se fuera porque estaba causando muchísima dificultad. El tenía un gran respeto por Isaac, como usted puede ver. Esta es una parte de la vida de Isaac que parece ser una debilidad, pero en realidad, no lo es. Por tanto, le encontramos volviendo de nuevo a la tierra donde había vivido su padre. Leamos los versículos 17 hasta el 22 de Génesis, capítulo 26:
17E Isaac se fue de allí, y acampó en el valle de Gerar, y habitó allí. 18Y volvió a abrir Isaac los pozos de agua que habían abierto en los días de Abraham su padre, y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abraham; y los llamó por los nombres que su padre los había llamado. 19Pero cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle, y hallaron allí un pozo de aguas vivas, 20los pastores de Gerar riñeron con los pastores de Isaac, diciendo: El agua es nuestra. Por eso llamó el nombre del pozo Esek, porque habían altercado con él. 21Y abrieron otro pozo, y también riñeron sobre él; y llamó su nombre Sitna. 22Y se apartó de allí, y abrió otro pozo, y no riñeron sobre él; y llamó su nombre Rehobot, y dijo: Porque ahora Jehová nos ha prosperado, y fructificaremos en la tierra. (Gén. 26:17-22)
Esta historia revela una riña verdadera. Es una riña por el agua, y creemos que el agua aquí, es un cuadro de la Palabra de Dios. Tenemos que beber profundamente de ella. Se llama, “El Agua de la Palabra”, y debemos beber para saciar nuestra sed y también para lavarnos. Jesús dijo: Vosotros estáis limpios por la Palabra que os he hablado. (Juan 15:3).
El agua es algo muy necesario en la vida. No hay vida sin agua. Se puede volar sobre los desiertos de Arizona, Nuevo Méjico y California en los Estados Unidos; o los desiertos de Libia y el Sahara. Y desde el avión, se nota y se puede observar mucho desierto. Luego, de repente, se ve por allá una región de verdor profuso, y se pregunta qué es lo que ha pasado allá. Bueno, el agua es la única explicación. Amigo oyente, es posible decir lo mismo en cuanto a los hijos de Dios en cualquier iglesia hoy día. La diferencia es la Palabra de Dios. Se conoce a aquellos que estudian la Palabra de Dios.
Bueno, notamos aquí que hay una riña verdadera. No es nada fácil. Y creemos que casi siempre hay un precio que pagar, si verdaderamente se desea estudiar la Palabra de Dios. Luego, encontramos el pozo Rehobot. Significa que hay un lugar para todos nosotros. Notamos antes, que Isaac abrió un pozo y se lo quitaron. Procedía abriendo otro, y se lo quitaban también. Y simplemente seguía cambiando de lugar. Eso ciertamente, revela que Isaac es un hombre de paz y de paciencia. David no lo hubiera hecho. Aquí hay una lección verdadera para nosotros, y es especialmente verdadera cuando la apropiemos al estudio de la Palabra de Dios. Leamos ahora los versículos 23 y 24 de este capítulo 26 de Génesis:
23Y de allí subió a Beerseba. 24Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y yo bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo. (Gén. 26:23-24)
Dios se le aparece para consolarlo. Dios apareció a los patriarcas menos a José. Apareció a Abraham, Isaac y a Jacob. Ahora, el versículo 25, dice:
25Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo. (Gén. 26:25)
Notamos que continúa abriendo pozos. Siempre se puede apuntar pozos junto a Isaac. Y, siempre se puede apuntar un altar al lado de Abraham, y una tienda junto a Jacob, como veremos más adelante. Proseguimos ahora con los versículos 26 al 29, que dicen:
26Y Abimelec vino a él desde Gerar, y Ahuzat, amigo suyo, y Ficol, capitán de su ejército. 27Y les dijo Isaac: ¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros? 28Y ellos respondieron: Hemos visto que Jehová está contigo; y dijimos: Haya ahora juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y haremos pacto contigo, 29que no nos hagas mal, como nosotros no te hemos tocado, y como solamente te hemos hecho bien, y te enviamos en paz; tú eres ahora bendito de Jehová. (Gén. 26:26-29)
Casi se ve débil en su trato con los hombres de Gerar, pero el rey de Gerar quedó tan impresionado que siguió a Isaac hasta Beerseba para establecer buenas relaciones. La influencia de Isaac en aquella tierra no era la de un hombre débil. Por el contrario, se nota el respeto que Abimelec y sus hombres tienen para con él. Leamos ahora los versículos 30 al 33:
30Entonces él les hizo banquete, y comieron y bebieron. 31Y se levantaron de madrugada, y juraron el uno al otro; e Isaac los despidió, y ellos se despidieron de él en paz. 32En aquel día sucedió que vinieron los criados de Isaac, y le dieron nuevas acerca del pozo que habían abierto, y le dijeron: Hemos hallado agua. 33Y lo llamó Seba; por esta causa el nombre de aquella ciudad es Beerseba hasta este día. (Gén. 26:30-33)
Notamos aquí una vez más, que Isaac es un hombre de paz y de paciencia. Recibe al rey y sus emisarios y les hace un banquete, comen y se regocijan; y la mañana siguiente se levantan bien temprano y hacen el juramento, hacen el pacto. Luego, ellos se despiden y se van en paz. Más adelante, notamos que vienen los criados de Isaac y le informan que en el pozo que han abierto, han encontrado agua. Una vez más, notamos la importancia del agua. Por esa causa, Isaac llama al pozo “Seba”, la cual dio el nombre a aquella ciudad “Beerseba” hasta hoy. Leamos ahora los versículos 34 y 35, que dicen:
34Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; 35y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca. (Gén. 26:34-35)
Y aquí concluye el capítulo 26 de Génesis, y entramos al capítulo 27. Este capítulo nos muestra a Jacob y a Rebeca, trazándose un plan para tener la bendición para Jacob. Esta bendición que Isaac había preparado para Esaú, pero Jacob deseaba tener la bendición de su padre y sabía que Dios había prometido a su madre que el mayor serviría al menor. Y por tanto, la bendición ya era de él. Sin embargo, no creyó a Dios. Rebeca su madre, tampoco creyó a Dios. Y evidentemente, Isaac el padre, tampoco creyó a Dios, o nunca habría tratado de pasar por alto a Jacob y dar la bendición a Esaú. Siguió sus propios deseos en oposición a la palabra clara de Dios. Ahora, el método que empleó Jacob para obtener la primogenitura, no puede ser aprobado de ninguna manera. Empleó el fraude y el engaño. Su conducta fue despreciable. Y no se puede excusar esto de ningún modo, de la misma manera que no se puede excusar la conducta de Sara y Abraham en el asunto de Agar e Ismael. Dios no podía usar las trampas ni las mañas de Jacob, y veremos que Dios trata con este hombre de una manera muy definida. Jacob tuvo que pagar por su pecado con la misma moneda con que pecó, y ya notaremos eso al seguir el estudio de este capítulo. Esta parte preliminar pues, nos permitirá entenderlo mejor.
Ahora, recordará usted que el capítulo 26 concluyó diciendo que Esaú tenía 40 años, y que se casó con una hetea. Esto causó gran angustia a Isaac y a Rebeca. Ahora, ellos reconocen que Jacob no debe casarse con una hetea, o con una filistea, sino que debe ser enviado a otra tierra así mismo como Isaac consiguió su esposa de la familia de Abraham. Leamos ahora los versículos 1 al 4 de este capítulo 27 de Génesis:
1Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. 2Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte. 3Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; 4y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera. (Gén. 27:1-4)
Hemos visto que Isaac era un hombre sobresaliente, un gran hombre. No era en ninguna manera débil. Ya vimos en el capítulo 26 que Abimelec y los filisteos querían hacer un pacto con él, porque le temían. Fue ese tipo de hombre. Fue eminente y sobresaliente. Sin embargo, aquí manifiesta esa debilidad de la carne. Por toda la vida, Esaú fue su hijo favorito. Ahora, Jacob era el favorito de Rebeca. Esaú era el hijo que salía al campo y buscaba la caza para prepararla para su padre. Asaba el animal que había cazado, y al viejo le gustaba muchísimo. Pero ahora, Isaac está muy viejo y quería bendecir a su hijo. Bien sabe que Dios ha dicho que el mayor servirá al menor, pero lo pasa por alto porque quiere que Esaú reciba la bendición. Así que manda a Esaú que vaya y le traiga caza, para bendecirle por ella. ¡Qué complicación la de esta familia!
¿Ha notado usted la rivalidad que hay en esta familia desde que hemos entrado a esta última sección mayor de Génesis? Había rivalidad en la familia de Abraham por causa de Agar. Ahora, hay rivalidad en esta familia por causa de los gemelos. Notemos ahora los versículos 5 al 8:
5Y Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo; y se fue Esaú al campo para buscar la caza que había de traer. 6Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí yo he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo: 7Tráeme caza y hazme un guisado, para que coma, y te bendiga en presencia de Jehová antes que yo muera. 8Ahora, pues, hijo mío, obedece a mi voz en lo que te mando. (Gén. 27:5-8)
Rebeca escuchó lo que dijo Isaac. Ahora, Jacob es su favorito, y por tanto maquina este complot y plan engañoso. Es absolutamente tramposo y no se lo puede justificar de ninguna manera. Dios lo relata aquí como un hecho histórico, pero en realidad, lo condena, y ya veremos eso. Recuerde las cosas que se hacen aquí. Ahora, en los versículos 9 al 12, conozcamos lo que Rebeca dice a su hijo Jacob:
9Ve ahora al ganado, y tráeme de allí dos buenos cabritos de las cabras, y haré de ellos viandas para tu padre, como a él le gusta; 10y tú las llevarás a tu padre, y comerá, para que él te bendiga antes de su muerte. 11Y Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velloso, y yo lampiño. 12Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición. (Gén. 27:9-12)
Notemos que Esaú no sólo era un hombre de afuera, del campo, pelirrojo, sino también velludo. El vello le crecía en todo el cuerpo. Ahora, los versículos 13 al 17 dicen:
13Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos. 14Entonces él fue y los tomó, y los trajo a su madre; y su madre hizo guisados, como a su padre le gustaba. 15Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob su hijo menor; 16y cubrió sus manos y la parte de su cuello donde no tenía vello, con las pieles de los
cabritos; 17y entregó los guisados y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo. (Gén. 27:13-17)
Amigo oyente, no podemos menos que comentar sobre esto. Cubrió sus manos y la parte de su cuello con las pieles de los cabritos para que cuando el padre lo palpara, creyera que era Esaú. Ahora, Isaac no sólo lo palpó, sino que también lo olió. Amigo oyente, al parecer el desodorante que Esaú usaba no era muy eficaz. Es como el cuento de dos hombres que trabajaban juntos en un lugar bien cerrado. Por fin, uno de ellos dijo al otro: “Creo que el desodorante de uno de nosotros ha dejado de funcionar”. Y el otro le contestó: “Pues, debe ser el tuyo, porque yo no uso desodorante”. Y no creemos que Esaú usara desodorante y posiblemente ni se bañaba con frecuencia. Y notaremos al continuar nuestra historia, que Esaú no solamente era un hombre velludo, sino que también olía diríamos como chivo. Bueno, notemos el versículo 18 y leamos hasta el versículo 20 de este capítulo 27 de Génesis:
18Entonces éste fue a su padre y dijo: Padre mío. E Isaac respondió: Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío? 19Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas. 20Entonces Isaac dijo a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí. (Gén. 27:18-20)
La voz no era igual a la voz de Esaú. Todo lo demás era como Esaú. Este joven aquí es típico del fraude piadoso. Se encuentran muchos fraudes tal como éste en nuestras iglesias hoy día. Hablan acerca de la guía del Señor en sus vidas. Y, a veces el Señor les guía hacer unas cosas muy extraordinarias. Y a veces nos damos cuenta que a algunos cristianos les es posible hacer algunas cosas que si la mafia las hiciera, bueno, a los miembros de la mafia los arrestarían por tales cosas. Pero hay quienes pueden orar de una manera muy piadosa acerca de ciertas cosas, y hasta afirman que es la voluntad del Señor. Nosotros no estamos siempre seguros de eso. Y, amigo oyente, Jacob aquí es la representación de un fraude piadoso. El Señor no tiene nada que ver con eso, amigo oyente. Sigamos adelante y leamos ahora los versículo 21 al 27 de Génesis, capítulo 27:
21E Isaac dijo a Jacob: Acércate ahora, y te palparé, hijo mío, por si eres mi hijo Esaú o no. 22Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. 23Y no le conoció, porque sus manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo. 24Y dijo: ¿Eres tú mi hijo Esaú? Y Jacob respondió: Yo soy. 25Dijo también: Acércamela, y comeré de la caza de mi hijo, para que yo te bendiga; y Jacob se la acercó, e Isaac comió; le trajo también vino, y bebió. 26Y le dijo Isaac su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. 27Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, Como el olor del campo que Jehová ha bendecido; (Gén. 27:21-27)
¿Notó usted lo que le dije que había mención del olor aquí? Se nota que Isaac sospechó que algo estaba malo; pero Rebeca conocía a fondo a Isaac, y había resuelto cada detalle. Continúa ahora Isaac bendiciendo a su hijo Jacob en los versículos 28 y 29, que dicen:
28Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto. 29Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren. (Gén. 27:28-29)
Isaac aquí, da la bendición, la que él ha recibido, la pasa a su hijo. Lo interesante aquí es que la bendición ya era de Jacob. Dios lo había dicho. Dios ya le había bendecido. Pero, Dios no acepta este engaño, de ninguna manera. Al observarlo, veremos esto. Leamos los versículos 30 al 33 de este capítulo 27 de Génesis:
30Y aconteció, luego que Isaac acabó de bendecir a Jacob, y apenas había salido Jacob de delante de Isaac su padre, que Esaú su hermano volvió de cazar. 31E hizo él también guisados, y trajo a su padre, y le dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga. 32Entonces Isaac su padre le dijo: ¿Quién eres tú? Y él le dijo: Yo soy tu hijo, tu primogénito, Esaú. 33Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito. (Gén. 27:30-33)
Ahora, alguien preguntará que si la carne de venado tiene el mismo sabor que la carne de cordero o de chivo. Bueno, aquellos que han tenido la oportunidad de saborear ambas carnes, podrán testificar que hay muy poca diferencia entre la carne de venado y la carne de cordero o de chivo. Ahora, Isaac realmente se da cuenta que ha sido engañado por este complot. Los versículos 34 al 40, dicen:
34Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío. 35Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición. 36Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí?
37Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío? 38Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró. 39Entonces Isaac su padre habló y le dijo: He aquí, será tu habitación en grosuras de la tierra, Y del rocío de los cielos de arriba; 40Y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; Y sucederá cuando te fortalezcas, Que descargarás su yugo de tu cerviz. (Gén. 27:34-40)
Continuaremos con esta interesante historia en nuestro próximo programa, y confiamos en que usted, amigo oyente, nos vuelva a sintonizar. Al escribirnos, solicite las notas y bosquejos que son gratuitas. Será, pues, hasta nuestro próximo programa, es nuestra oración ¡que el Señor le bendiga en gran manera!