Y hubiera sido maravilloso poder decir que todos vivieron felices de allí en adelante; pero no sucedió así. Así es la vida. Así es la realidad. El hijo de Dios encontrará tentaciones, dificultades y problemas en este mundo. Y esto es lo que sucederá con José. Comenzamos hoy con el versículo 4del capítulo 39 de Génesis, donde dice:
4Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. (Gén. 39:4)
Por su manera de servir, José fue elevado a una posición donde manejaba todos los bienes materiales de Potifar. Potifar confiaba en José en todo aspecto. Sigamos viendo esta bonanza en la vida de José al leer los versículos 5 y 6 de este capítulo 39 de Génesis, que dicen:
5Y aconteció que desde cuando le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, así en casa como en el campo. 6Y dejó todo lo que tenía en mano de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia. (Gén. 39:5-6)
Potifar confiaba tanto en José que nunca ni siquiera le exigió que le rindiera cuentas. Confiaba de una manera total en este joven. Ni siquiera tuvo que buscar a alguien para que revisara los libros. Lo único por lo cual se preocupaba Potifar era que, como oficial de Faraón, debía agradar a Faraón y servirle bien. Dejó entonces que José manejara todos sus asuntos personales. Lo único que Potifar sabía era que al sentarse a la mesa, la comida le sería servida. Eso era todo lo que le interesaba a Potifar, porque confiaba de una manera total en este joven José. Ahora, a partir del versículo 7, las cosas comienzan a cambiar en la vida de José:
7Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. (Gén. 39:7)
Potifar le había dado a José plenos poderes en la casa y estaba encargado de todo. Pero, mientras José estaba ocupado, la esposa de Potifar se ocupaba también en tramar algo. José era un joven buen mozo. Y puede ser que Potifar era un hombre viejo porque era la costumbre general en aquel día que un hombre mayor se casara con una joven. Esta mujer, pues, ve a José y trata de tentarle. Leamos ahora los versículos 8 y 9 de Génesis, capítulo 39:
8Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. 9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? (Gén. 39:8-9)
Ahora, ¿nota usted que en todo esto el joven José está sirviendo a Dios? Cuando fue a Egipto, era una tierra llena de idolatría tanto como Babilonia se llenó de ella. En aquella tierra de idolatría, José mantuvo un testimonio para el Dios vivo y verdadero, y mantuvo una actitud moral muy superior, muy recta y elevada. Cuando esta mujer, pues, lo tentó, rehusó absolutamente. Le dijo a ella que el amo le había encargado de todo, menos de la esposa. Note usted cuán superior, cuán alto el criterio que sostenía José en cuanto al matrimonio. Esto es allá en el principio.
Dios dio el matrimonio al género humano y se lo da a todo el género humano. Cuando un hombre empieza a despreciar los votos del matrimonio, en realidad empieza a despreciar a Dios, amigo oyente. Un hombre que hace eso, generalmente quebranta cualquier promesa que haya hecho a Dios. Es de interés notar cuando una persona se divorcia, porque bien sea él o ella han sido infieles, generalmente se alejan tanto como pueden de Dios. Y esto ha sucedido vez tras vez. Aquí, José trata de ser fiel a Dios. ¡Qué perspectiva tan alta tiene! Sin embargo, mire usted lo que va a pasar por el hecho de que trataba de servir al Dios vivo y verdadero. Leamos el versículo 10:
10Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, (Gén. 39:10)
Este hombre Potifar, como oficial de Faraón, estaba muchísimo tiempo fuera del hogar. Es posible que estuviera fuera demasiadas veces. Esta mujer no tentaba a José una sola vez, sino día tras día, vez tras vez. Era una tentación constante para él, y aún así este joven no accedía. Usted puede imaginarse cómo empieza a fluir dentro de ella un enojo hirviente, desmedido en cuanto a José. Hay un dicho que dice: “El infierno no conoce ninguna furia como la de una mujer despreciada”. Y, amigo oyente, créanos que esta mujer va a vengarse de José. Veamos lo que sucede en los versículos 11 y 12 de Génesis, capítulo 39:
11aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. 12Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió. (Gén. 39:11-12)
Él, por su parte actuó rectamente. Un hecho loable aunque lamentablemente, muy poco observado en nuestros días. Pero, esto por supuesto, enciende la ira de ella y vamos a ver lo que ocurre. Leamos los versículos 13 al 16, que dicen:
13Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera, 14llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces; 15y
viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió. 16Y ella puso junto a sí la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa.
Las cosas no andan tan bien entre Potifar y su esposa. Fíjese usted cómo ella habla de él de una manera tan mala y degradante. Ella dice que él trajo un hebreo para burlarse de ellos. En otras palabras, la esposa sin duda había sido culpable de esto antes. En realidad, hay que compadecer a Potifar. Quizá ya sospechaba algo así por mucho tiempo. Pero, ella es perita en cubrir sus huellas y es diestra en contar su embuste. Aquí, pues, está el joven de diecisiete años, allí a solas en Egipto, y ella ha inventado algo contra él de una manera muy cobarde. Acusa a José delante de los otros hombres. Su esposo estaba lejos de la casa y ella prepara este embuste para contárselo a él cuando llegue. Escuchemos las palabras de esta embustera en los versículos 17 al 19 de Génesis, capítulo 39, que dice:
17Entonces le habló ella las mismas palabras, diciendo: El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme. 18Y cuando yo alcé mi voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó fuera. 19Y sucedió que cuando oyó el amo de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu siervo, se encendió su furor. (Gén. 39:17-19)
Potifar cree sus palabras. Todavía no llegamos a comprender bien a este hombre Potifar. Era oficial en el ejército de Faraón y debió haber sido un soldado muy perspicaz para escalar hasta el alto mando. Pero, seguramente es un esposo descuidado y hasta ingenuo, porque cree el cuento forjado de su esposa. Como dijimos antes, hay que compadecer a Potifar, casado con esta clase de mujer. Opinamos que ella le había sido infiel muchas veces antes, y que José era simplemente otro en su serie de conquistas. Pero, no tuvo éxito con José, y por eso inventó algo contra él. Veamos ahora la reacción de Potifar, en los versículos 20 y 21:
20Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel. 21Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel. (Gén. 39:20-21)
Parece que el muchacho tiene “mala suerte”, como se suele decir, ¿verdad? Era el favorito de su padre, llevaba la túnica de diversos colores. Sus hermanos le quitaron la túnica y le echaron en la cisterna. Les oye regatear con unos mercaderes, y luego lo venden como esclavo a Egipto. Tenía solamente diecisiete años y opinamos que al estar en camino a Egipto, y después de llegar allí, pasó muchas noches mojando la almohada con sus lágrimas. Creemos que en realidad, sentía nostalgia por su casa.
Ahora, le va bien en su nueva posición. Acaba de ser elevado a una posición más alta porque es capacitado y buen mozo. Pero, luego, la esposa de Potifar trata de tentarlo a cometer pecado. Su indiscutible rectitud moral es algo que merece nuestra atención aquí. Notemos que no cede a la tentación, y como resultado, esta mujer inventa algo contra él, y el pobre muchacho no tiene probabilidad alguna.
Ahora, tenemos que recordar que aunque José había sido elevado a un puesto más alto, todavía es esclavo. Por otra parte está la esposa de Potifar quien sería como la esposa del César, a la cual uno ni se atrevería a decir algo en contra de ella. Evidentemente, la palabra de ella sería aceptada de cualquier manera, eso es fácil de comprender. ¡Pobre José! Ni siquiera pudo abrir la boca. Es culpable antes que le fuera posible defenderse de alguna manera. Inmediatamente es echado en la cárcel; es la misma cárcel en la cual echan a los prisioneros de Faraón. Pero, a pesar de esa cosa tan terrible por la que ha pasado José, vemos de nuevo la mano de Dios sobre su vida. Debe haber sido muy desalentador para José encontrarse en la cárcel. Por lo menos, la persona ordinaria estaría bastante desanimada. Pero lo interesante es que se nos dice que el Señor estaba con José. Ahora, el Señor no se apareció a José como apareció a los otros patriarcas, pero ciertamente, mostró Su misericordia para con él. Leamos los versículos 22 y 23:
22Y el jefe de la cárcel entregó en mano de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía. 23No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba. (Gén. 39:22-23)
Vemos aquí que, José halló gracia en los ojos del jefe de la cárcel. Ahora, creemos que José naturalmente era un joven atractivo, y un hombre de una habilidad extraordinaria. Debió haber sido un hombre de una habilidad notable; pero lo importante es que todo esto habría sido nada, si no hubiera sido porque Dios estaba con él. Dios estaba con este joven y Dios le estaba guiando. Todo esto nos ayuda a entender que hay un propósito en la vida de este joven.
Ahora, José reconoció eso, y el reconocerlo le dio una alegría, una actitud de optimismo. Las circunstancias no lo derrotaron. Vivía por encima de las circunstancias. Muchos de nosotros vivimos al contrario, por debajo de las circunstancias. Pero José es una persona que vive por encima de las circunstancias, el Señor está con él. Reconoce la mano de Dios obrando en su vida y por eso no se desanima. Se dice que el desánimo es una de las mejores armas que Satanás emplea – el desánimo y la desilusión. Parece que este joven venció todas estas circunstancias. Nos recuerda el pasaje en Hebreos, capítulo 12, versículo 11, que dice: Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Se dice comúnmente que todo hombre tiene su precio. Pero, la historia de José revela que no es así. Eso es una mentira del diablo. A través de la historia ha habido muchos hombres a quienes Satanás no pudo comprar. José, por ejemplo, fue uno de ellos. Job, fue otro, y Pablo el Apóstol, fue otro. Hay muchos otros por supuesto, pero por mucho que Satanás se esforzó en comprarlos, no logró hacerlo. En esta historia, debemos compadecernos en realidad de Potifar, y no de José ya que fue para el bien de José el poder salir de la casa de Potifar. Dios estaba obrando en su vida. Ahora bien, ¿fue la voluntad de Dios que José estuviera en la cárcel? Bueno, es casi esencial que estuviera allí, como lo veremos más adelante.
Y así concluimos el capítulo 39 de Génesis. Y nos encontramos ahora en el capítulo 40. A primera vista en este capítulo 40, parece que la historia de José no avanza. Más bien parece que su desenvolvimiento es tan lento que hasta se detiene. Vemos aquí a José en la prisión, donde se prolonga su estadía, y continúa limitado por la ingratitud del jefe de los coperos de Faraón. Surge entonces la pregunta: ¿Qué significa todo esto para José? Bueno, todo esto está dando cumplimiento al plan y al propósito de Dios en su vida, como veremos al estudiar este capítulo
40. Usted recordará que dijimos que la vida de ningún otro personaje bíblico, tiene tantos puntos de comparación y tantos parecidos con la vida del Señor Jesucristo, como la de José. El otro día comenzamos a establecer algunas comparaciones entre José y el Señor Jesús. Y, ahora, antes de seguir adelante, veamos algunos otros puntos de comparación entre estas dos vidas:
José fue enviado a sus hermanos. El Señor Jesús fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
José fue aborrecido por sus hermanos, sin causa, y esto es lo que dice el Señor Jesús de Sí mismo. Le aborrecieron sin causa.
José fue vendido por sus propios hermanos, y el Señor Jesús fue vendido por uno de sus hermanos.
José fue vendido por veinte piezas de plata. El Señor Jesús fue vendido por treinta piezas de plata.
Los hermanos de José conspiraron para matarlo. El pueblo del Señor Jesús conspiró también para matarlo. La Palabra de Dios nos dice: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. (Juan 1:11)
Ahora, echaron a José en una cisterna. Debió ser el lugar de la muerte para él. El Señor Jesús fue crucificado.
José fue levantado de aquella cisterna. El Señor Jesús fue levantado al tercer día.
José obedeció a su padre. El Señor Jesús, por su parte, también obedeció a Su Padre, de manera que pudo decir: que hacía siempre lo que agradaba a su Padre. En Mateo 3, versículo 17, leemos: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
El padre de José le mandó a buscar a los hermanos. Se nos dice en la Palabra de Dios que el Señor Jesús vino para hacer la voluntad de Su Padre, cuando llegó aquí a buscar a sus hermanos.
Los hermanos de José se burlaron de él. Cuando lo vieron llegando dijeron: “He aquí, viene el soñador”. También el pueblo del Señor Jesús, se burló de Él; cuando estuvo en la cruz, dijeron: Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. (Mat. 27:40b)
Los hermanos de José rehusaron recibirlo. De la misma manera, el pueblo del Señor Jesucristo rehusó recibirlo.
Se pusieron de acuerdo para matar a José, y de la misma manera se pusieron de acuerdo para conspirar y matar al Señor Jesucristo.
La túnica de José fue regresada a su padre, teñida con sangre. Asimismo, tomaron la túnica del Señor Jesús y echaron suertes sobre ella para ver de quién sería.
Después de que José fue vendido a Egipto, quedó perdido de vista por muchos años. Cristo ascendió al cielo, y dijo a Sus discípulos que no debían buscarlo más hasta cuando regrese.
José fue tentado por el mundo, la carne, y el diablo; y resistió. El Señor Jesús también fue tentado por el mundo, la carne, y el diablo; y obtuvo la victoria.
José llegó a ser el salvador del mundo durante este período, es decir, en un sentido físico. Salvó a los habitantes de Egipto del hambre. Bueno, el Señor Jesucristo es el Salvador de todo el mundo.
Preguntábamos antes: ¿Cómo podría ser la voluntad de Dios que José fuera echado en la cárcel? Usted recordará las circunstancias. No creemos que Potifar creyera lo que le dijo su esposa. Si le hubiera creído, hubiera condenado a José a una muerte inmediata. No habría habido ninguna duda en cuanto a eso. Este no era un hogar feliz. Potifar reconocía el tipo de esposa que tenía. Así, pues, creyó conveniente echar en la cárcel a José y olvidarse de todo. Pero, todo esto está ayudando a bien a José. Quizá usted pregunte: ¿cómo es posible esto?
¿Cómo puede ayudar a bien el ser vendido a la esclavitud, y luego, ser acusado falsamente, y ser echado y olvidado en la cárcel? Bueno, creemos de acuerdo con lo que nos revela la Palabra de Dios, que la voluntad de Dios se cumple y se lleva a cabo en la vida de José. José está encarcelado para un fin definido, para el plan de Dios.
Supongamos que José hubiera interpretado el sueño del jefe de los coperos, y que el jefe de los coperos no se hubiera olvidado de su promesa a José. Si él hubiera ido a Faraón a favor de José, si hubieran libertado a José, ¿a dónde hubiera ido José? De seguro que se habría ido a su casa. Luego, la noche en que Faraón hubiera tenido su sueño y cuando le hubiera faltado alguien que le interpretara aquel sueño, José no hubiera estado por ningún lado. Hubiera estado muy lejos de la tierra de Egipto. En esto, nos es posible ver la mano de Dios obrando en la vida de este hombre. Es detenido en la cárcel con un propósito. Se lo guarda aquí para que un día llegue a ser el primer ministro de Egipto.
José fue aborrecido por sus hermanos sin causa. Le entregaron a los gentiles. No se pudo defender, y fue acusado falsamente. El Señor Jesús también fue entregado por los Suyos a los príncipes religiosos, quienes a su vez, le entregaron a los gentiles. Era inocente. Pilato, así como Potifar no creyó de veras la acusación que inventaron contra Jesús. Descubrió que Jesús era inocente. Sin embargo, le hizo azotar. José tuvo que sufrir porque Potifar tuvo que disimular allí en el tribunal de Faraón. Pilato también tuvo que disimular. Luego, el jefe de la cárcel se fija en José y José encuentra favor con él. De la misma manera, el centurión romano dijo de Jesús: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios (Marcos 15:39). José fue contado con los transgresores. Sirvió de bendición al jefe de los coperos, y de juicio al jefe de los panaderos. Usted recordará que el Señor Jesús fue crucificado también entre dos ladrones. Uno fue juzgado y el otro bendecido.
Amigo oyente, quisiera que observe una cosa más, antes de continuar adelante. Al seguir nuestro estudio no sería malo anotar algunos de los frutos que la fe de José en Dios llevó en su vida. José fue fiel en toda relación: a Dios, a Potifar, al jefe de la cárcel, a Faraón, y a sus hermanos. José poseía una perspectiva optimista de la vida, en medio de las pruebas y tentaciones, en la cisterna, en la casa de Potifar y en la cárcel. José tenía una actitud compasiva y bondadosa hacia todos: hacia el jefe de los coperos, hacia el jefe de los panaderos, y hacia sus propios hermanos. José fue humilde, dio a Dios toda la gloria. Leamos ahora el primer versículo de este capítulo 40 de Génesis:
1Aconteció después de estas cosas, que el copero del rey de Egipto y el panadero delinquieron contra su señor el rey de Egipto. (Gén. 40:1)
Ahora, ¿qué revela esto? Ciertamente nos revela el puesto y sistema arbitrario y dictatorial que tenía el Faraón de Egipto. No sabemos lo que hizo el jefe de los panaderos. Quizá dejó quemar el pan del desayuno. No sabemos, pero por un capricho de Faraón le echaron en la cárcel. Ahora, ¿qué fue el mal que cometió el jefe de los coperos? Quizá al llevar una copa de vino para servirla al Faraón, tropezó con algo y la derramó en alguna alfombra persa. Bueno, no sabemos, no se nos dice qué hicieron, ni por qué tanto el jefe de los panaderos, como el jefe de los coperos de Faraón, fueron a la cárcel. Pero lo importante es que ambos están en la misma cárcel donde estaba José. José goza de un puesto bueno aun estando en la prisión. A dondequiera que fuera, su habilidad era reconocida. En Proverbios 18, versículo 16, leemos: La dádiva del hombre le ensancha el camino y le lleva delante de los grandes. Y esto ciertamente era verdad en cuanto a José. El pobre fue esclavo y prisionero, y sin embargo vemos que Dios no lo tiene allí por accidente. Dios está obrando en su vida con un propósito muy definido, un propósito que veremos al continuar en nuestro próximo programa, el estudio de este capítulo 40 del libro de Génesis. Será pues, hasta entonces, ¡quiera el Señor bendecirle ricamente!