Ellos tienen una audiencia con José, quien les reconoce sin ser reconocido por ellos. Les da el trigo que necesitan pero con la condición de que dejen a Simeón como rehén. El plan de Dios de utilizar a José para preservar su raza durante el hambre, y de mudar a Jacob y sus hijos hacia Egipto, empieza a emerger ahora en detalles más claros. Ahora se ve con claridad la acción de la mano de Dios. Pero cuando José estuvo en la oscuridad de la cárcel, no podía comprender todo esto. No obstante, creyó a Dios. Y aquí tenemos un hombre, que debido a su fe siempre fue entusiasta y optimista. Francamente hablando, quisiéramos que nuestra fe fuera tan fuerte para que a pesar de lo que sucediera, a pesar de las circunstancias que estuvieran frente a nosotros, fuéramos siempre optimistas. Es triste admitir que sólo un poco de lluvia o quizá unas pocas nubes oscuras, apagan nuestro optimismo. Estamos seguros, amigo oyente, que esto sucede también a muchos el día de hoy.
Bien, este hombre está en una posición singular. Y ahora, ¿qué sucederá? Creemos que ya usted puede imaginar lo que pasará. El hambre cubre toda la tierra y todo el mundo viene a Egipto para conseguir alimentos. Imagínese, pues, ¿quiénes vienen entre toda esta gente a buscar alimentos? Lo veremos en nuestro estudio de este capítulo 42. Primero notamos que el hambre obliga a Jacob a enviar a sus diez hijos a Egipto. ¿Por qué tan sólo diez? ¿Por qué no envió también a Benjamín? Porque no quería perder a Benjamín, amigo oyente. Hubiera muerto si perdiera a Benjamín. Cuando llegan a Egipto los diez hermanos, José los reconoció, pero ellos no le reconocieron a él. Y, ¿por qué no? Bueno, creemos que hay varias razones. En primer, lugar ellos creían que él había muerto, y por tanto no le estaban buscando de ninguna manera. Simplemente, no esperaban verlo más. En cambio él, sí esperaba verlos a ellos.
Luego, debemos recordar que José se afeitó. Por otra parte, habían transcurrido muchos años. Tenía solamente 17 años cuando sus hermanos lo vendieron, y ahora tiene unos 39 años cumplidos. Por tanto, no lo habían visto durante unos 22 años. José anda ahora en los 40 años y se viste y se porta como egipcio; y aún sus hermanos vemos que lo califican como egipcio. Veamos ahora, el versículo 1 del capítulo 42 de Génesis:
1 Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿Por qué os estáis mirando? (Gén. 42:1)
Al parecer, se miraban tristemente, no sabiendo a dónde ir ni qué hacer. Sigamos ahora con el versículo 2 que dice:
2 aY dijo: He aquí, yo he oído que hay víveres en Egipto; (Gén. 42:2a)
Esto nos da un ejemplo de la fe. Muchísimas personas dicen que la fe les es tan misteriosa que no saben cómo creer. En cierta ocasión, un hombre que en realidad no quería creer, argumentaba diciendo: “Bueno, y ¿cómo puedo creer?” Note usted cómo creyó Jacob; en la segunda parte del versículo 2, él dijo:
2b He aquí, yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá, y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir, y no muramos. (Gén. 42:2b)
Oyó decir algo, lo creyó. Creyó que traería la vida y actuó sobre lo que creyó. Esa es la fe salvadora.
Quizá alguien se pregunte, ¿cómo puedo creer en Jesús? Ahora, puede usted imaginarse a Jacob parándose delante de sus hijos y diciéndoles: “He oído decir que hay trigo en Egipto, pero cómo puede uno creer tal cosa. ¡Claro que no! La manera en que se cree es, actuando sobre lo que se oye. El Apóstol Pablo dijo: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. (Hechos 16:31) Se oye algo y se cree. Y eso es lo que aconteció con Jacob; oyó decir algo, lo creyó y luego actuó sobre eso. Así pudo conseguir el trigo que les dio la vida; y esa es exactamente la misma manera en que recibimos la vida eterna por la fe en Jesucristo. Pasando ahora a los versículos 3 y 4, notemos la actitud de los hijos de Jacob:
3 Y descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en Egipto. 4Mas Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos; porque dijo: No sea que le acontezca algún desastre. (Gén. 42:3-4)
Supongamos que les sobreviniera algún mal a los otros diez muchachos. Entonces, ¿qué resultaría? Bueno, en primer lugar ya son mayores de edad. Pero, si le interesa saber la verdad, es que no le habría dañado a Jacob tanto perder a uno de ellos, como le dolió perder a José. José se parecía a Raquel, y Raquel fue el único amor en la vida de Jacob. Y así vemos que guarda a Benjamín con él, pero no detiene a ninguno de los otros. Envía a todos sus diez hijos, y detiene solamente a Benjamín con él. Ahora, los versículos 5 y 6, dicen:
5 Vinieron los hijos de Israel a comprar entre los que venían; porque había hambre en la tierra de Canaán. 6Y José era el señor de la tierra, quien le vendía a todo el pueblo de la tierra; y llegaron los hermanos de José, y se inclinaron a él rostro a tierra. (Gén. 42:5-6)
José había estado esperándolos; estaba seguro que tenían que venir. Habían llegado delegaciones de toda la tierra poblada de aquel entonces. El hambre era mundial. José los espera y he aquí viene un grupo de diez hombres. Todos se inclinan ante él. José mira a aquellos hombres y los reconoce. Y usted tal vez se pregunte: ¿en qué pensaría José? Pues, ¿en qué piensa usted, amigo oyente? ¿Se acuerda de los sueños de José, en los cuales que las espigas de sus hermanos se inclinaban ante la espiga de José? Aquí está pues el cumplimiento literal de estos sueños. Ciertamente esto aumentó su confianza de que Dios le estaba guiando. Ahora, el versículo 7 da comienzo al momento más dramático en la vida de José; leamos:
7 Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, (Gén. 42:7a)
¿Sabe usted por qué les trató ásperamente? Bueno, los estaba probando y notaremos que los va a probar en todo y que les hará unas preguntas muy penetrantes. Y ahora, la última parte del versículo 7 hasta el versículo 13, dice:
y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos. 8 José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron. 9 Entonces se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del país habéis venido. 10 Ellos le respondieron: No, señor nuestro, sino que tus siervos han venido a comprar alimentos. 11 Todos nosotros somos hijos de un varón; somos hombres honrados; tus siervos nunca fueron espías. 12 Pero José les dijo: No; para ver lo descubierto del país habéis venido. 13 Y ellos respondieron: Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un varón en la tierra de Canaán; y he aquí el menor está hoy con nuestro padre, y otro no parece. (Gén. 42:7a- 13)
Créanos, amigo oyente, que este debe haber sido un momento de gran tensión dramática. José trata de conseguir toda la información que fuese posible. Quiere saber de su familia, pero sin dejarles saber quién es él. Y los acusa de ser espías. Hay solamente diez hombres ante él. Confiesan que realmente son doce, que uno se quedó en casa con su padre, y acerca del restante, dicen: el otro no parece. En otras palabras, consideraban que José había muerto. Ahora, por tercera vez José los acusa de ser espías. Leamos ahora los versículos 14 y 15 de Génesis, capítulo 42:
14 Y José les dijo: Eso es lo que os he dicho, afirmando que sois espías. 15 En esto seréis probados: Vive Faraón, que no saldréis de aquí, sino cuando vuestro hermano menor viniere aquí. (Gén. 42:14-15)
José trata de ponerse en contacto con su hermano menor. Estos hombres son realmente solo hermanastros, medio hermanos, pero Benjamín es su hermano de madre y padre y José quiere verlo, y esta es la manera en que trata de lograr esto. Leamos los versículos 16 al 18 de Génesis, capítulo 42:
16 Enviad a uno de vosotros y traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos, y vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, vive Faraón, que sois espías. 17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días. 18 Y al tercer día les dijo José: Haced esto, y vivid: Yo temo a Dios. (Gén. 42:16-18)
Si hubiera alguna cosa que debió haber dado a los hermanos de José una noción vaga de su identidad, fue esta declaración: Yo temo a Dios. No podemos comprobarlo, pero, al parecer en aquel día, había otros, además de Jacob que conocían a Dios. Sabían que el camino a Dios era por medio del sacrificio. Así es que esta declaración probablemente no despertó tanto el interés de estos hermanos. Quizá despertara ciertas sospechas en cuanto a este hombre. Por lo menos, José dio un testimonio para Dios. Parece que José nunca perdió una oportunidad para testificar de su fe en Dios. Siempre dio a Dios la gloria por ser Él quien guiaba su vida. Esperaríamos que esta declaración causara que los hermanos sospecharan quién era él. También, pudiera haberles animado a creer que serían tratados justamente bajo su mano. Pero, al parecer, su declaración no causó ninguna impresión en ellos. Ahora les dice en los versículos 19 y 20:
19 Si sois hombres honrados, quede preso en la casa de vuestra cárcel uno de vuestros hermanos, y vosotros id y llevad el alimento para el hambre de vuestra casa. 20 Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Y ellos lo hicieron así. (Gén. 42:19-20)
No nos olvidemos que los hermanos de José ya eran hombres. Algunos contaban ya con más de 50 años. Ahora, ellos se encuentran en un apuro verdadero. Son tratados duramente por un hombre que teme a Dios, pero tienen miedo porque no saben lo que hará con ellos. José usa el pretexto de estarlos probando para ver si son hombres honrados o no, y les advierte que no pueden volver sin su hermano menor. Claro que lo que él quiere es que su hermano menor venga en el próximo viaje, así es que tienen que dejar a uno de los hermanos como rehén allá en Egipto. Leamos ahora el versículo 21:
21 Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia. (Gén. 42:21)
Lo que ocurre aquí es muy interesante. Ellos hablan hebreo y José les puede entender. José ha estado hablando con ellos a través de un intérprete. No tenía necesidad de hablarles así, pero lo hizo porque así podía mantener las apariencias de que era egipcio. Sin darse cuenta que José les escuchaba y entendía, hacen una verdadera confesión de su culpa. Sienten que lo que sucede es la venganza de Dios sobre ellos, por su manera de tratar a José. Leamos ahora los versículos 22 al 24 de Génesis, capítulo 42:
22 Entonces Rubén les respondió, diciendo: ¿No os hablé yo y dije: No pequéis contra el joven, y no escuchasteis? He aquí también se nos demanda su sangre. 23 Pero ellos no sabían que los entendía José, porque había intérprete entre ellos. 24 Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos. (Gén. 42:22-23)
Ahora, lo que ocurre aquí es que José los escuchó y oyó decir que ahora estaban arrepentidos. Se dio cuenta que lo estaban de corazón, pues dicen que esta angustia les llegó por causa de la maldad que habían hecho contra José. José oye su confesión y queda muy conmovido. ¡Cómo le hubiera gustado acercarse para abrazarlos a cada uno, y darles la bienvenida llamándolos ¡hermanos! Pero no se atreve a hacerlo porque si lo hiciera nunca habría conseguido que Benjamín viniera. Por tanto, deseaba probarlos aún más. Les dio una prueba verdadera ahora; tienen que dejar a uno de sus hermanos y resulta ser Simeón quien se quedará. José está tan cargado de emociones en este momento que tiene que llorar, pero se aparta de ellos, se lava la cara y luego regresa de nuevo, como si nada hubiera acontecido. No tenemos ninguna idea por qué dejaron a Simeón. Pensamos que quizá hicieron su elección mientras José se había apartado de ellos ante estas fuertes emociones. Eligieron, pues, a Simeón y José aceptó tal selección. Ahora, el versículo 25, dice:
25 Después mandó José que llenaran sus sacos de trigo, y devolviesen el dinero de cada uno de ellos, poniéndolo en su saco, y les diesen comida para el camino; y así se hizo con ellos. (Gén. 42:25)
José simplemente no pudo quitar el dinero de sus hermanos. Por tanto, mandó a los hombres que llenaran los sacos y que devolvieran el dinero y lo metieran dentro de los sacos; y así se hizo con ellos. Y ahora, los versículos 26 al 28:
26 Y ellos pusieron su trigo sobre sus asnos, y se fueron de allí. 27 Pero abriendo uno de ellos su saco para dar de comer a su asno en el mesón, vio su dinero que estaba en la boca de su costal. 28 Y dijo a sus hermanos: Mi dinero se me ha devuelto, y helo aquí en mi saco. Entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados dijeron el uno al otro: ¿Qué es esto que nos ha hecho Dios? (Gén. 42:25-28)
No es difícil reconocer la culpa que sentían estos hombres. Ven la mano de Dios en sus vidas y sienten que la restitución de su dinero es como un juicio de Dios sobre ellos. Esto, que ordinariamente habría sido una buena noticia, y algo maravilloso que el dinero les fuera devuelto, se convierte en motivo de angustia para ellos.
Amigo oyente, ¿no le gustaría a usted, ir al supermercado para hacer las compras y después sacar los paquetes con los víveres para toda la familia, y al vaciar los paquetes en la casa descubrir que le han devuelto todo el dinero que había pagado por los víveres? ¿Cree que esto sería noticia mala para usted, especialmente si el dueño del establecimiento le comunicara que le estaba devolviendo el dinero como regalo? Tenemos que decir que bajo circunstancias ordinarias, eso sería una buena noticia. Nos animaría muchísimo ¿verdad?
Bueno, no surtió tal efecto entre estos hombres. Ya se sentían como si estuviesen en suficientes aprietos con aquel gobernador tan duro y porfiado en Egipto, quien les ha hecho tan difíciles las cosas. Esto, pues, sólo sirvió para aumentar sus dificultades. Leamos ahora el versículo 29 de este capítulo 42 de Génesis:
29 Y venidos a Jacob su padre en tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había acontecido, (Gén. 42:29)
¿Por qué no regresaron a José enseguida? Amigo oyente, ¿qué habría hecho usted en esas circunstancias? Creemos que reconocieron que habrían de estar en dificultades si hubieran regresado, por lo menos así pensaban. Luego, este hombre les acusaría de haberse robado el dinero. Simplemente, no podían correr el riesgo; así es que deciden regresar a su casa, proponiendo devolver el dinero cuando fuesen de nuevo a Egipto. Sigamos la trama de esta apasionante historia bíblica en los versículos 29 al 36:
29 Y venidos a Jacob su padre en tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había acontecido, diciendo: 30 Aquel varón, el señor de la tierra, nos habló ásperamente, y nos trató como a espías de la tierra. 31 Y nosotros le dijimos: Somos hombres honrados, nunca fuimos espías. 32 Somos doce hermanos, hijos de nuestro padre; uno no parece, y el menor está hoy con nuestro padre en la tierra de Canaán. 33 Entonces aquel varón, el señor de la tierra, nos dijo: En esto conoceré que sois hombres honrados: dejad conmigo uno de vuestros hermanos, y tomad para el hambre de vuestras casas, y andad, 34 y traedme a vuestro hermano el menor, para que yo sepa que no sois espías, sino hombres honrados; así os daré a vuestro hermano, y negociaréis en la tierra. 35 Y aconteció que vaciando ellos sus sacos, he aquí que en el saco de cada uno estaba el atado de su dinero; y viendo ellos y su padre los atados de su dinero, tuvieron temor. 36 Entonces su padre Jacob les dijo: Me habéis privado de mis hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis; contra mí son todas estas cosas. (Gén. 42:29-36)
¡Pobre Jacob! No es el individuo engreído a quien una vez conocimos. Ni es todavía el hombre de fe que veremos más adelante. Pero ya se está desarrollando en esa dirección. Ahora no se jacta. Es pesimista. Dice que todas las cosas están en su contra. Su hijo José no diría tal cosa. Pero Jacob lo dijo. José hubiera dicho lo mismo que Pablo dijo cuando escribió tantos años después su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 28: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Y en Filipenses 1:6 leemos: . . . estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Leamos ahora los dos versículos finales de este capítulo 42 de Génesis, versículos 37 y 38:
37 Y Rubén habló a su padre, diciendo: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo; entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti. 38 Y él dijo: No descenderá mi hijo con vosotros, pues su hermano ha muerto, y él solo ha quedado; y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor al Seol. (Gén. 42:37-38)
La vida de Jacob se desenvolvía alrededor de la vida de su hijo Benjamín. José era su favorito porque era el primogénito de su amada Raquel. La ausencia de José era una angustia constante para Jacob. Ahora, enfrenta la posibilidad de perder al otro hijo de Raquel, y dice que si eso llega a suceder, morirá. Con toda sinceridad creemos que realmente moriría, pues su vida estaba involucrada por completo en la vida de su hijo Benjamín. Dijo: es el hijo de mi mano derecha, es mi bastón, me apoyo sobre él. Y esto es precisamente lo que había hecho durante ya muchos años. Pero ahora, surge la posibilidad de que se lo quiten. Por tanto, Jacob dice categóricamente que no le dejará ir. Pero mientras tanto, el pobre Simeón está en la cárcel en Egipto esperando largo tiempo. Jacob es muy obstinado y terco. Sin embargo, no es Jacob quien está gobernando las circunstancias, sino Dios. Y así concluye el capítulo 42 del libro de Génesis. Ahora, en el capítulo 43, encontramos que debido a la gravedad del hambre, los hijos de Jacob se ven obligados a regresar a Egipto, pero esta vez acompañados por Benjamín, su hermano menor. Allí tienen otra audiencia con José y le presentan a Benjamín. José todavía no se da a conocer. Lo que les impulsa a viajar a Egipto de nuevo, es como dijimos, la gravedad del hambre. Si hubiera disminuido el hambre, creemos que Simeón habría tenido que pasar toda su vida en la cárcel en Egipto, o por lo menos hasta cuando su hermano lo hubiera puesto en libertad.
Sin duda alguna, el capítulo 43 de Génesis, se puede considerar como el capítulo más dramático de todo el libro de Génesis. No conocemos nada que sea tan conmovedor como el encuentro de Benjamín con José, que se narra en el capítulo 43. Y ese será nuestro tema para el próximo programa en nuestro estudio bíblico A Través de la Biblia. No queremos despedirnos sin antes recordarle que las notas y bosquejos de estos estudios bíblicos están a su disposición sin costo alguno de su parte. Solicítelas a la dirección que mencionamos al término del programa. Esperamos muy pronto su pedido. Será pues, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, es nuestra oración ¡que Dios le bendiga abundantemente!