Vemos aquí cuán seguros estaban estos hombres de que ninguno de ellos tenía la copa. Estaban dispuestos a respaldar aun con su propia vida lo que acababan de declarar. Leamos ahora los versículos 10 hasta el 13 de este capítulo 44 de Génesis:
10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11 Ellos entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el costal suyo. 12 Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. 13 Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad. (Gén. 44:10-13)
Podemos asegurarnos que no volverían a casa sin llevar a Benjamín. Prosigamos ahora con el versículo 14 que dice:
14 Vino Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra. (Gén. 44:14)
Aquí tenemos aun otra ocasión en que se postran ante su hermano. Esta vez es con espanto e intensa emoción. Avancemos ahora con el versículo 15:
15 Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar? (Gén. 44:15)
Notemos que Judá se adelanta, y ahora la nobleza de este hombre realmente resalta. Fue de la tribu de Judá de quien procedió el Salvador. Este hombre da uno de los discursos más excelentes que la historia jamás haya registrado. Confiesa que es por causa del pecado de ellos que esto les ha sucedido. Leamos los versículos 16 y 17 de Génesis, capítulo 44:
16 Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. 17 José respondió: Nunca yo tal haga. El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre. (Gén. 44:16-17)
Ahora, José desea probarlos más con respecto a su amor para con su hermano. Dice que Benjamín es el culpable, y por tanto es Benjamín quien tiene que quedarse. Recuerde que ellos lo habían vendido a él como esclavo. Ahora él dice simplemente: “Dejad a Benjamín aquí y me servirá de esclavo”. José estaba dispuesto a dejar que los otros volvieran a la casa sin Benjamín. Veamos ahora una vez más la nobleza de Judá en los versículos 18 al 29:
18 Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón. 19 Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano? 20 Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; y un hermano suyo murió, y él solo quedó de los hijos de su madre; y su padre lo ama. 21 Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él. 22 Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre, porque si lo dejare, su padre morirá. 23 Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no desciende con vosotros, no veréis más mi rostro. 24 Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre tu siervo, le contamos las palabras de mi señor. 25 Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos un poco de alimento. 26 Y nosotros respondimos: No podemos ir; si nuestro hermano va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del varón, si no está con nosotros nuestro hermano el menor. 27 Entonces tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; 28 y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. 29 Y si tomáis también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol. (Gén. 44:18-29)
Creemos que Judá aquí en esta declaración hace un recuento de lo que ha pasado y describe la condición de su padre. En realidad, al padre lo han engañado y ahora José se da cuenta de esto. Ahora sabe exactamente lo que sus hermanos le habían dicho a su padre en cuanto a lo que le había sucedido tantos años atrás. Creemos que esta es una confesión verdadera ahora. Creemos que es la primera vez que alguno de ellos ha dicho precisamente lo que había pasado. Habían dicho previamente que José no pareció, dando a entender que estaba muerto. Nunca antes habían contado lo que realmente aconteció. Podemos ver algo más. Jacob crece en la gracia, pero no ha madurado todavía por la sencilla razón de que en vez de confiar en el Señor, se apoya en su hijo Benjamín. Si algo le hubiera pasado a Benjamín, esto lo hubiera matado y habría ido al sepulcro. Amigo oyente, hay cristianos hoy en día que demuestran una fe maravillosa en Dios en la hora en que llega la muerte para un ser amado. Otros, en realidad, se afligen cuando llega esta hora. No importa cuanto ame uno a un ser querido, amigo oyente, si usted es hijo de Dios y si él es hijo de Dios, usted sabe que un día volverá a verlo de nuevo. El que anda por fe no se aflige en tal hora. Por eso, reconocemos que Jacob no ha madurado. Sí, crece en la gracia, pero todavía no confía completamente en Dios. Leamos ahora los versículos 30 al 34, donde Judá continúa hablando:
30 Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él, 31 sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al Seol. 32 Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; 33 te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. 34 Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre. (Gén. 44:30-34)
¿Nota usted la ansiedad que siente Judá por Jacob su padre? Judá se constituye en el vocero del grupo, pero creemos que cualquiera de los otros hermanos hubiera expresado el mismo sentimiento. Judá está dispuesto a tomar el lugar de Benjamín. José ahora sabe los resultados de la prueba a que ha sometido a sus hermanos.
Amigo oyente, vino Uno de la línea de Judá y llevó la pena por los culpables de todo el mundo. Tomó el lugar de los culpables así como Judá aquí estaba dispuesto a tomar el lugar de Benjamín. El Apóstol Pablo nos dice en su carta a los Romanos, capítulo 5, versículo 8: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Y esto quiere decir, amigo oyente, que murió por usted y murió por mí, también. Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 44 del libro de Génesis. Y entramos al capítulo 45. La historia de José sigue adelante. José se identifica ante sus hermanos, y después de una reunión compasiva, los envía a su padre Jacob, con una invitación para que todos vengan hasta Egipto. Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 45 de Génesis:
1 No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. 2 Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. (Gén. 45:1-2)
Esta vez José no pudo salir del cuarto. Simplemente se soltó en llanto. Nadie sabe la razón, excepto José. No le fue posible encubrir más su identidad sabiendo que había probado completamente a sus hermanos. No había otro motivo para encubrir su identidad. Sus hermanos en este momento no saben por qué llora, ni los siervos que están allí presentes. Por tanto, José los manda a salir a todos para darse a conocer a sus hermanos.
Viene el día cuando el Señor Jesús se dará a conocer a sus hermanos. Vino la primera vez a lo Suyo, y los Suyos no le recibieron. Lo entregaron para ser crucificado. Llegará el día cuando vendrá por segunda vez, y se dará a conocer a los Suyos. En aquel día, como dice Zacarías, capítulo 13, versículo 6: Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos. Nos dicen que en aquel día se abrirá en Jerusalén un manantial para la purificación. Esto es un cuadro de aquel día lo que vemos aquí con José.
José estaba tan cargado de emoción que no podía contenerse. Se podía oír el llanto hasta en el palacio de Faraón mismo. No podían comprender qué era lo que estaba pasando en la casa de José. Leamos ahora el versículo 3:
3 Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. (Gén. 45:3)
La palabra turbados, en nuestra traducción, no es realmente una palabra lo suficientemente fuerte. En realidad, los hermanos tenían terror ante su presencia. Si antes tenían miedo, ahora estaban aterrorizados de veras. Había transcurrido un lapso de 25 años desde que lo habían visto la ultima vez, cuando lo vendieron a los ismaelitas. Créame, amigo oyente, que estaban seguros que ahora José desearía vengarse de ellos. Eran presa del más profundo terror; aunque sin base en la realidad ya que como vemos en el verso 4, dice:
4 Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. (Gén. 45:4)
Soy vuestro hermano. Estamos en el momento dramático. ¿Puede usted imaginar cómo se sienten ellos en cuanto a esto? Fíjese aquí en la reacción de José. No está enojado y no busca venganza. Buscar venganza sería la reacción humana y natural. Pero, ¿por qué no quiere vengarse? La explicación la encontramos en los versículos 5 al 8:
5Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. 6Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. 7Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. 8Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. (Gén. 45:5-8)
Note usted que José podía ver en todo esto que Dios era quien le había permitido toda esta experiencia con un propósito. Dios había estado obrando en su vida. Si usted, amigo oyente, y yo pudiéramos ver la mano de Dios obrando en nuestras vidas, ¿nos pondríamos enojados, o buscaríamos venganza? Creemos que no. Este hombre da a Dios la gloria.
Note usted la explicación que da. Reconoce que Dios ha estado obrando en su vida y les dice a sus hermanos, que todavía quedan cinco años de hambre por delante. José tenía 17 años cuando fue traído a Egipto. Tenía 30 años cuando se paró delante de Faraón. Habían pasado 7 años de abundancia, y ahora han pasado dos años de hambre. Por tanto, José tiene aquí 39 años, y había estado viviendo en la tierra por 22 años. ¿Ve usted la mano de Dios en todo esto? Leamos ahora los versículos 9 al 11 de Génesis, capítulo 44 que dicen:
9 Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. 10 Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. 11 Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes. (Gén. 45:9-11)
Jacob y su familia no podían haber quedado vivos si se hubieran quedado en la tierra de Palestina durante ese período de hambruna. La muerte sería segura; así es que José quería traerlos a la tierra de Gosén, que en realidad, era la mejor parte de la tierra. Era en aquella tierra donde Dios los iba a hacer una nación, protegidos de lo demás del mundo. La conducta de la familia había revelado que era necesario que salieran de la tierra de Canaán. Leamos ahora los versículos 12 al 15 de Génesis, capítulo 45:
12He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. 13Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa, y traed a mi padre acá. 14Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. 15Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él. (Gén. 45:12- 15)
Creemos que se pararon allí absolutamente fascinados, y que se postraron y se pararon, quedando sin palabras al escuchar hablar a José las palabras que parecían ser increíbles. Debían ser increíbles exceptuando que José estaba allí mismo delante de ellos. Hay una escena compasiva aquí entre dos hombres maravillosos, los hermanos José y Benjamín. Los otros hermanos no sólo estaban perplejos sino también aturdidos. No sabían qué decir, pero ahora al recobrar el juicio, comienzan a hablar. Luego la noticia empieza a publicarse. Leamos el versículo 16:
16 Y se oyó la noticia en la casa de Faraón, diciendo: Los hermanos de José han venido. Y esto agradó en los ojos de Faraón y de sus siervos. (Gén. 45:16)
Había tanto bullicio en la casa de José, que todos lo podían oír. Faraón quiso saber lo que estaba ocurriendo y suponemos que preguntara a uno de los siervos de la casa de José en cuanto a esto. Este probablemente explicó que los once hombres que habían llegado de Canaán eran hermanos de José. Esto alegró grandemente a Faraón. Ahora, ¿por qué lo alegró? Bueno, tengamos en cuenta que Faraón era un rey hicso, aparentemente de la misma descendencia de José y sus hermanos. Mientras que el Faraón desconfiaba del pueblo egipcio, podía confiar en José y sus hermanos y así se alegró en tener a estas personas a su alrededor. Continuemos leyendo ahora desde el versículo 17:
17 Y dijo Faraón a José: Di a tus hermanos: Haced esto: cargad vuestras bestias, e id, volved a la tierra de Canaán; 18 y tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí, porque yo os daré lo bueno de la tierra de Egipto, y comeréis de la abundancia de la tierra. 19 Y tú manda: Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres, y traed a vuestro padre, y venid. (Gén. 45:17-19)
Note usted la palabra “carros”. Dice aquí que Faraón prometió enviar carros con ellos. La invención de la rueda es considerada como una de las invenciones principales de la humanidad. Jacob y su familia no usaban carro todavía, pero en Egipto ya estaban en pleno uso. Por tanto, Faraón muy bondadosamente envía carros con ellos. Él mismo suplirá todo lo que les falta, como vemos ahora en los versículos 20 al 28, que dicen:
20Y no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra. 21Y lo hicieron así los hijos de Israel; y les dio José carros conforme a la orden de Faraón, y les suministró víveres para el camino. 22A cada uno de todos ellos dio mudas de vestidos, y a Benjamín dio trescientas piezas de plata, y cinco mudas de vestidos. 23Y a su padre envió esto: diez asnos cargados de lo mejor de Egipto, y diez asnas cargadas de trigo, y pan y comida, para su padre en el camino. 24Y despidió a sus hermanos, y ellos se fueron. Y él les dijo: No riñáis por el camino. 25Y subieron de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán a Jacob su padre. 26Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. 27Y ellos le contaron todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. 28Entonces dijo Israel: Basta; José mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera. (Gén. 45:21-28)
¡Qué acontecimientos más conmovedores vemos aquí! La esperanza de ver a José ciertamente persuadió a Jacob a decidirse en hacer el viaje a Egipto. ¿Cree usted que Jacob pensaba radicarse en Egipto? Creemos que no. Creemos que su intención era hacerle una visita breve a su hijo, y luego regresar a su casa en Canaán tan pronto como acabara el tiempo del hambre. Sin embargo, Jacob nunca más regresó a Canaán, excepto para su propio entierro.
Murió en la tierra de Egipto mientras toda su familia vivía allí, pero le enterraron en la tierra de Canaán.
Y así concluye el capítulo 45 del libro de Génesis. Y entramos en el capítulo 46. En este capítulo veremos cómo Jacob, con toda su familia, desciende a Egipto, y se reúne con su hijo José. Jacob aparentemente pensaba que iba a Egipto sólo para una visita breve, y aún fue con algo de mala gana y vacilación Quería que Dios mismo le indicara lo que debía hacer. Antes, Dios había instruido a Abraham que se mantuviera fuera de Egipto. Y Abraham se halló en apuros cuando fue allí. Dios había dicho lo mismo a Isaac. Ahora, la pregunta es pues, ¿debe descender Jacob a la tierra de Egipto? Bueno, él necesita algo más que la invitación de su hijo José, o aún la de Faraón mismo. Necesitaba una luz verde de parte de Dios, y Dios se la va a dar, por supuesto.
Ahora, la última vez que Dios se había aparecido a Jacob, le dijo que fuera a Bet-el. Ahora quería ir a Egipto para ver a su hijo, una visita que cree será temporal, pero permanece inquieto aun en cuanto a esta visita: si es que realmente debe ir o no. Leamos el primer versículo de Génesis capítulo 46:
1 Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. (Gén. 46:1)
Aquí tenemos una cosa asombrosa. Dice aquí que Jacob (o sea Israel) ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. ¿Recuerda usted la primera vez que salió de aquella tierra descendiendo a la tierra de Harán, y llegó a Betel? ¿Estaba buscando a Dios en ese entonces? No, amigo oyente, Jacob pensaba huir de Él. No buscaba la voluntad de Dios de ninguna manera, ni pedía Su dirección. ¡Qué contraste había entre Jacob y el siervo de Abraham! El siervo de Abraham nunca avanzó sin buscar la dirección divina. Jacob en cambio, había dado muchos pasos sin acudir a Dios. No creía que en manera alguna Dios le hiciera falta en su vida. Pasaron muchos años, antes de aprender que ese no era el debido camino que debía seguir en su vida. Cuántos cristianos hoy en día se pasan toda la semana dejando a Dios fuera de sus planes. Hacen sus propias decisiones, haciendo lo que les da la gana. Luego, van a la iglesia los domingos y se portan como si fueran muy religiosos, creyéndose dispuestos a hacer la voluntad de Dios los domingos. Creen que la voluntad de Dios es asistir a la iglesia y quizá enseñar una clase en la Escuela Dominical. Luego, el mismo domingo después del servicio de la mañana, le dicen “hasta el próximo domingo”, a Dios. Durante los demás días de la semana, Dios no está incluido en sus planes. Bueno, este hombre Jacob no acostumbraba a buscar a Dios ni a pedirle Su dirección. Sin embargo, vemos aquí que ofrece sacrificios a Dios. Ahora, se acerca a Dios. Y veremos que Dios es bondadoso para con él y se le aparece. Pero esto será tema de nuestra consideración en nuestro próximo programa.
Mientras tanto, le sugerimos leer cuidadosamente este capítulo 46 de Génesis, para estar mejor informado de su contenido. Además, las notas y bosquejos que ofrecemos están a su orden sin costo alguno de su parte. Solicite este material de estudio, escribiendo a la dirección que mencionaremos en unos instantes. Quedamos en espera de su pedido. Será pues, hasta nuestro próximo programa, es nuestra oración ¡que Dios le bendiga abundantemente!