Concluimos nuestro programa anterior diciendo que este hombre Jacob no acostumbraba a buscar a Dios, ni a pedirle Su dirección. Sin embargo, vemos aquí que ofrece sacrificios a Dios. Ahora, acude a Dios y fíjese usted que Dios será bondadoso para con él y se le aparecerá. Leamos los versículos 2 hasta el 4:
2Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. 3Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. 4Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos. (Gén. 46:2-4)
Dios prometió que haría de Jacob una gran nación en la tierra de Egipto. Ahora, ¿cumplió Dios Su promesa? Bueno, si quiere avanzar algunas páginas en su Biblia, lea conmigo lo que dice aquí en Éxodo, capítulo 1, versículo 7: Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. Hubo una verdadera explosión de la población entre los israelitas en la tierra de Egipto. Ahora, ¿cómo se explica eso? Dios estaba cumpliendo Su promesa a Jacob. Pasemos ahora al versículo 5 y leamos hasta el 7 de este capítulo 46 de Génesis:
5Y se levantó Jacob de Beerseba; y tomaron los hijos de Israel a su padre Jacob, y a sus niños, y a sus mujeres, en los carros que Faraón había enviado para llevarlo. 6Y tomaron sus ganados, y sus bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y vinieron a Egipto, Jacob y toda su descendencia consigo; 7sus hijos, y los hijos de sus hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y a toda su descendencia trajo consigo a Egipto. (Gén. 46:5-7)
La vida de Jacob se puede dividir en tres etapas que coinciden con tres sitios geográficos: la tierra de Harán, la tierra de Canaán, y la tierra de Egipto. Estos no son tan sólo sitios geográficos sino que denotan también tres niveles espirituales, comunes a todos nosotros. Jacob salió de la tierra con sólo su cayado que lo acompañaría el resto de su vida. En primer lugar llega a Harán, y allí es un hombre de Dios que vive según la carne. Ahora, salió corriendo de Harán, huyendo de su suegro y con temor de encontrarse con su hermano Esaú. Luego, tenemos la segunda etapa de su vida en la tierra de Canaán donde tuvo su lucha con un ángel. Es ahora un hombre de Dios que lucha con sus propias fuerzas. Ahora va a Egipto y no necesita caminar o correr, desciende en carros, apoyándose sobre su cayado, y ahora sí camina por fe.
Aunque José es sobresaliente en esta sección del Génesis, cerciórese usted de anotar las evidencias del hombre espiritual de fe en la vida de Jacob. Jacob llega al fin a ser el tipo de hombre que Dios quería que fuera. Sólo Dios puede hacer este tipo de hombre.
Permítanos declararlo de nuevo. La vida de Jacob en Harán representa al hombre de Dios que vive en la carne. La vida de Jacob en la tierra de Canaán representa al hombre de Dios que lucha por sus propias fuerzas. Y la vida de Jacob en Egipto representa al hombre de Dios que ahora sí camina por fe.
Creemos que esto es también verdad en cuanto a muchos de nosotros hoy en día. Hubo aquel tiempo en nuestras vidas cuando primero conocimos al Evangelio, la Palabra de Dios y confiamos en Cristo. Luego, vino aquel período de lucha cuando pensamos que nos era posible vivir nuestra vida espiritual por nuestras propias fuerzas. Tal vez ese período duró años. Luego, vino el tiempo en que crecimos en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Amigo oyente, no se desanime. Recuerde que pasaron años antes de que Dios perfeccionara a Jacob. Un diamante no se labra de la noche a la mañana.
Notemos en los versículos 5 al 7, que se nos dice que Jacob descendió a Egipto con todo lo que tenía. Ahora, ¿por qué, si es que iba solo para una visita? Bueno, porque había hambre en la tierra. Llevó sus posesiones, sus hijos, y también sus nietos, y creemos que había también biznietos. Y así llegamos ahora a la lista de todos los que descendieron con él. Es muy importante, porque esta es la genealogía que conducirá hasta Jesucristo mismo, y que continuará en el resto de la Biblia. Pero siendo que es tan fastidioso leer tantos nombres, no vamos a leer toda la genealogía. Usted puede leerla a solas. Sin embargo, quisiéramos dirigir su atención a estos versículos que contienen una verdad muy importante. Estamos leyendo los versículos 26 y 27 de Génesis 46:
26Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. 27Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta. (Gén. 46:26-27)
Había setenta personas que descendieron a Egipto. Por supuesto, José y su familia ya estaban allí esperándoles, y sesenta y seis viajaron desde Canaán. Todos eran descendientes de Jacob, y en esta genealogía, todos se mencionan por nombre. ¿Por qué están todas estas listas de nombres en la Sagradas Escrituras? ¿Es que Dios no tiene informaciones más importantes que éstas para darnos?
Amigo oyente, la verdad es que no hay nada más importante que nuestro Señor Jesucristo, y esta es la genealogía que conduce a Él. Encontraremos que algunos de estos nombres están en la genealogía que es dada en Mateo el capítulo uno, en el principio del Nuevo Testamento. De nuevo, veremos algunos de estos nombres también en la genealogía que nos da Lucas en el capítulo tres. Por eso, estas listas de nombres son importantes.
Además, hay otra razón, y esta es muy personal. ¿Ha oído usted alguna vez hablar del Libro de la Vida del Cordero? ¿Está su nombre escrito en aquel libro? Está escrito allí si es que usted ha aceptado personalmente a Jesucristo por la fe como su todo suficiente Salvador. Y es que, amigo oyente, usted está en la línea de Adán. Todos estamos en esa línea. Llegamos a esa línea por el simple hecho de nacer. Pero, llegamos a la línea de Jesucristo también por nacer, pero, por el nuevo nacimiento. Se efectúa al recibir a Cristo como nuestro Salvador personal. Al recibirlo, llegamos a ser hijos de Dios; esto es lo que nos dice el Apóstol Juan, en su evangelio capítulo 1, versículos 11 y 12: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
¿Cuánta importancia tiene usted? Bueno, aquí hay una indicación de la importancia de cada individuo. Dios hace la lista de estas personas por nombre, porque yo no le conozco a usted, ni usted a mí, pero Dios nos conoce a todos personalmente. El hecho es que Él hasta cuenta nuestros cabellos. Nos conoce a cada uno mucho mejor que cualquiera otro; aun nosotros mismos no nos conocemos. Su querida madre por ejemplo, nunca ha contado sus cabellos. En cambio, Dios sí los ha contado. Nos conoce a usted y a mí, íntima y personalmente. Amigo oyente, Dios nos ama a cada uno de nosotros. Cristo murió por cada uno de nosotros.
Cuando usted asiste a un partido de fútbol en un estadio grande, ve a miles de aficionados que andan sin ningún pensamiento de Dios. El arquero allá en la grama es muy importante en los ojos de todos, y saben muchísimo en cuanto a él. En cambio, no saben nada con respecto a Dios. Sin embargo, Dios conoce a cada uno de ellos. Nos dice que cada uno le es precioso.
Yo no le conozco a usted, amigo oyente. Es posible que se sienta perdido dentro de esta gran explosión de la población con los millones de personas que hay a nuestro alrededor hoy en día. Pero, permítanos decirle que usted es ante Dios un “individuo”. Dios conoció a todas las personas en la lista de esta genealogía. Las conoció por nombre, y se deleitó en escribir sus nombres aquí porque son de Él. Por eso quisiéramos hacerle de nuevo la misma pregunta: ¿Está escrito su nombre en el libro de la vida del Cordero? Leamos ahora el versículo 28 de este capítulo 46 de Génesis:
28Y envió Jacob a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén; y llegaron a la tierra de Gosén. 29Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente. (Gén. 46:28-29)
¡Qué cuadro tenemos aquí, amigo oyente! En cierto modo, nos hace recordar el regreso del hijo pródigo, aunque José no es pródigo. ¡Fue un encuentro glorioso! José se echó sobre el cuello de su padre y le abrazó, y lloró allí. La Palabra de Dios dice que lloró largamente. No sabemos por cuánto tiempo sería, pero estamos seguros que quiere decir que no era simplemente un apretón de manos, carente de significado. La emoción aquí fue genuina y sincera. Ahora, el versículo 30 dice:
30Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, y sé que aún vives. (Gén. 46:30)
¡Qué gozo para el viejo Jacob! Francamente, amigo oyente, creemos que Jacob era un viejo que estaba ya listo para morir. Creemos que apenas logró hacer el viaje, pero Dios lo sustentó y así pudo llegar a la tierra de Egipto. Veremos que se queda a vivir allí por unos pocos años en la tierra de Egipto. Jacob y José se gozan de estos últimos años juntos. Note usted que Jacob ahora es el hombre de Dios que camina por fe. Por eso lo llaman por su nombre Israel. Y ahora leamos los versículos 31 al 34 de este capítulo 46 de Génesis:
31Y José dijo a sus hermanos, y a la casa de su padre: Subiré y lo haré saber a Faraón, y le diré: Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí. 32Y los hombres son pastores de ovejas, porque son hombres ganaderos; y han traído sus ovejas y sus vacas, y todo lo que tenían. 33Y cuando Faraón os llamare y dijere: ¿Cuál es vuestro oficio? 34entonces diréis: Hombres de ganadería han sido tus siervos desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres; a fin de que moréis en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas. (Gén. 46:31-34)
Aquellos pastores tuvieron el mismo problema en aquel día que tuvieron más tarde los pastores en el oeste de los Estados Unidos. Se nos dice que en el occidente del estado de Tejas, si un hombre trataba de criar ovejas en aquella región, se encontraba en mucha dificultad. Se daba cuenta que no tendría vecinos de ninguna manera. Es decir, encaraba muchísima dificultad. De la misma manera a los egipcios, no les gustaban los pastores. Es interesante que la Palabra de Dios ha tenido tanto que decir en cuanto a pastores. Estos hombres eran pastores que criaban ovejas, como los que todavía crían ovejas en la tierra de Israel. Esta es la figura que se emplea para describir a nuestro Señor. Él es el Buen Pastor que da Su vida por las ovejas. Él es el Gran Pastor que hoy día cuida de Sus ovejas. Es el Príncipe de los pastores que todavía ha de aparecer. Se llama el Pastor. El pastor todavía es abominación al mundo, y todavía el Buen Pastor no es recibido, ni aún hoy en día.
Los que se han apartado de la Palabra de Dios han inventado a un Jesús que aunque es aceptado por el mundo, ni siquiera se parece al Cristo de la Biblia. El Señor Jesús, como verdaderamente es, el Señor Jesús de la Biblia, todavía es rechazado hoy en día. El Jesús que han inventado aquellos que se han apartado de las enseñanzas de Dios, es un hombre que nunca vivió. Declaran que no hubo un nacimiento virginal ni que hizo milagros, ni que murió por los pecados del mundo, ni que fue levantado de la muerte. Amigo oyente, no hay documento alguno sobre un tal Jesús. No hay tal persona como la que ellos describen.
El verdadero Pastor es Aquel que murió por los pecados del mundo. Fue nacido de una virgen, e hizo milagros. Resucitó corporalmente del sepulcro. Aquel es el Pastor que al mundo no le gusta. Ese es el Pastor que el mundo no acepta, pero ese es el Pastor que la Biblia presenta como el único al cual deben seguir las ovejas.
Los pastores eran abominación para los egipcios. José entonces, aconseja a sus hermanos que digan a Faraón que son pastores y que crían ganado. En realidad, tenían tanto ganado como ovejas. Notaremos más adelante que Faraón les dará la tierra de Gosén y les pedirá que cuiden de sus ovejas, a fin de que los israelitas llegaran a ser los pastores de las ovejas en la tierra de Faraón. Es en realidad maravilloso ver que ahora la familia de Jacob vive en la tierra de Gosén. Esta será su habitación por mucho tiempo. Más tarde, después de la muerte de José, llegaron a
ser esclavos en la tierra de Egipto, pero Dios estará con ellos a través de todo aquel tiempo. Llegarán a ser una nación allí, y luego Dios los dirigirá para salir de esa tierra bajo el mando de Moisés.
No hay documento que afirme que Dios se apareciera jamás a José. Sin embargo, ciertamente vemos la providencia de Dios en la vida de José. Ahora, nos es obvio que José tuvo que llegar primero a Egipto para preparar el camino, de manera que toda la familia de Jacob pudiera más tarde descender a la tierra de Egipto.
Y en esta forma, concluimos nuestro estudio del capítulo 46 del libro de Génesis. Y nos encontramos ahora en el capítulo 47. Los setenta miembros de la familia de Jacob habitaban ahora en Gosén y José los presenta a Faraón. Debido a la gravedad del hambre, José compra todos los animales y la tierra de Egipto para Faraón. Y José jura que no enterrará a Jacob en Egipto. En el capítulo 46 vimos cómo Jacob con toda su familia había llegado a la tierra de Egipto. José, por medio de una jugada estratégica los trajo a la tierra de Gosén, la tierra más rica en aquel día. Pero ahora se encuentran en medio de un período de hambre universal, y ninguna tierra tiene mucho valor al dueño en un tiempo así.
Veremos que hasta aquí este será el mejor capítulo con respecto a la vida de Jacob. Jacob no se veía tan bueno como primero lo conocimos en la Escritura. El hecho es que realmente no había vivido la vida de fe, sino hasta cuando llegó a Egipto. Creemos que este capítulo, más que cualquier otro, revelara esto.
El hambre ha llegado ahora a ser más intensa y mucho peor. Las gentes de todo el mundo estaban bajo los efectos del hambre, pero Canaán y Egipto son las únicas tierras mencionadas, porque son las tierras que tienen que ver con el desarrollo de la historia que se nos relata aquí. Leamos el primer versículo del capítulo 47 de Génesis:
1Vino José y lo hizo saber a Faraón, y dijo: Mi padre y mis hermanos, y sus ovejas y sus vacas, con todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán, y he aquí están en la tierra de Gosén. (Gén. 47:1)
José viene al palacio a presentar a su padre y a los hermanos al Faraón de Egipto. Pero, primero los instala en la tierra de Gosén antes de pedir un lugar para ellos. Se puede ver la estrategia de José en esto. Si ya estuvieran viviendo allí, pues, Faraón estaría más inclinado a darles la tierra. Después de todo, ya se habían mudado a las casas y habían desempaquetada sus posesiones. Ahora, los versículos 2 y 3, dicen:
2Y de los postreros de sus hermanos tomó cinco varones, y los presentó delante de Faraón. 3Y Faraón dijo a sus hermanos: ¿Cuál es vuestro oficio? Y ellos respondieron a Faraón: Pastores de ovejas son tus siervos, así nosotros como nuestros padres. (Gén. 47:2-3)
Ya vimos anteriormente que los pastores y los ganaderos no se llevaban bien en aquellos días. A los egipcios simplemente no les gustaba los pastores. No les gustaba ese trabajo de pastorear. Eso, pues, les abrió la oportunidad a los israelitas de hacer algo que bien podían hacer y que a los egipcios no les gustaba hacer. Y ahora, los versículos 4 al 6:
4Dijeron además a Faraón: Para morar en esta tierra hemos venido; porque no hay pasto para las ovejas de tus siervos, pues el hambre es grave en la tierra de Canaán; por tanto, te rogamos ahora que permitas que habiten tus siervos en la tierra de Gosén. 5Entonces Faraón habló a José, diciendo: Tu padre y tus hermanos han venido a ti. 6La tierra de Egipto delante de ti está; en lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y
a tus hermanos; habiten en la tierra de Gosén; y si entiendes que hay entre ellos hombres capaces, ponlos por mayorales del ganado mío. (Gén. 47:4-6)
Siendo que el oficio de pastor no era muy popular entre los egipcios, a Faraón le faltaba alguien que cuidara de su ganado.
Sabemos que el hambre era grave en la tierra de Canaán, y en todo el mundo. Y ahora también es tan seria que afecta aún a la tierra misma de Egipto. Egipto dependía de las inundaciones del río Nilo cada año. Cuando no había inumdaciones del Nilo, Egipto sufría. Pero antes del tiempo de crisis, José ya tenía los depósitos de grano que había recogido.
Ahora, José presenta a su padre al Faraón, y esto es algo muy notable. Fijémonos que Jacob se ve ahora mejor que nunca, mejor que lo que lo hemos visto durante todo nuestro estudio de su vida. Leamos el versículo 7:
7También José introdujo a Jacob su padre, y lo presentó delante de Faraón; y Jacob bendijo a Faraón. (Gén. 47:7)
Note usted que es Jacob quien bendice a Faraón. Comienza a cumplir lo esperado. Ahora es un testimonio para Dios, y aquí, como siempre, es el menor quien es bendecido por el mayor. Jacob, pues, bendice a Faraón como testimonio para Dios. Leamos los versículos 8 y 9:
8Y dijo Faraón a Jacob: ¿Cuántos son los días de los años de tu vida? 9Y Jacob respondió a Faraón: Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación. (Gén. 47:8)
Si éste hubiera sido el Jacob viejo, haciendo valer su naturaleza carnal que tenía en el principio, esto hubiera sido un buen lugar para jactarse. Pudiera haber dicho que tenía 130 años, y que realmente había visto ya muchas cosas. Pudiera haberle contado a Faraón cómo es que había engañado a su hermano Esaú, y cómo acumuló gran riqueza en la tierra de Harán, y cómo por fin hizo un convenio con su suegro. Luego, pudiera haber dicho algo sobre su encuentro con Esaú. Pudiera haberle contado muchísimo acerca de sus doce hijos.
Pero, note usted cómo ha cambiado este hombre Jacob. Dice que tiene 130 años, y que su vida realmente no tiene nada de qué se pueda jactar. “Pocos y malos han sido los días de mi vida”– dice. No se jacta de haber engañado a su padre. En lugar de eso, dice que no se iguala a sus padres. Él dice: “No han llegado a los días de los años de mis padres en los días de su peregrinación”. ¿No cree usted, amigo oyente, que este hombre ha cambiado? Realmente no suena como el Jacob de los años pasados, ¿verdad que no? Ahora, da a Dios la gloria por su vida, y no se jacta de que haya logrado grandes cosas. Ahora, el versículo 10 dice:
10Y Jacob bendijo a Faraón, y salió de la presencia de Faraón. (Gén. 47:10)
Francamente, creemos que Jacob ha llegado a un punto de alta estatura espiritual en su vida. Reconoce que es un pecador. No trata de crear una “buena impresión” ante Faraón. No tiene nada de qué jactarse. Reconoce que ha sido salvado por la gracia de Dios. Y por ello, no se jacta.
Y nos detenemos aquí por hoy. Continuaremos nuestra consideración de este capítulo 47 en nuestro próximo programa. Le sugerimos mientras tanto, leer el resto de este capítulo 47 de Génesis para estar mejor preparado para nuestro próximo estudio. Las notas y bosquejos que hemos preparado para ayudarle en el estudio de la Palabra de Dios están a su orden sin costo alguno para usted. Solicite este material escribiendo a la dirección que le daremos en unos instantes. Gracias por su atención de hoy y será hasta nuestro próximo programa. ¡Que el Señor le bendiga es nuestra ferviente oración