3Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 4He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. (Gén. 17:3-4)
Serás el padre de muchas naciones. Piense usted en esto. Por unos 4000 años ha habido dos grandes líneas que proceden de Abram. Hay la línea de Ismael, y también la línea de Isaac. Y ha habido millones de cada una de estas líneas. Luego, se añaden a estas la descendencia espiritual de Abram: nosotros que somos llamados los hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Por eso el Apóstol Pablo llama a Abram, el padre de todos nosotros en su epístola a los Romanos, capítulo 4, versículo 16. Él es el padre de los creyentes en Cristo y de las naciones de Israel y de los árabes. Ciertamente, Dios cumplió Su promesa. Dijo hace más de 4000 años que Abram sería el padre de muchas naciones y así ha sido. Ahora, el versículo 5, dice:
5Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. (Gén. 17:5)
Abram, como dijimos en nuestro programa anterior, significa “padre enaltecido”, o “padre de la altura”. Podríamos decir, “padre exaltado”, y Abraham significa “Padre de una multitud”. Permítanos ahora ilustrar algo de la fe de este hombre Abram. Supóngase usted que una mañana
Abram y Sarai se levantan y están trabajando en la hacienda, cuando unos mercaderes llegan del desierto. Se paran en el pequeño oasis allí en el manantial de Hebrón para sacar agua del pozo. Mientras viajan desde el norte en su camino hacia Egipto, le piden agua para ellos mismos y para los camellos, y Abram sale para recibirlos. Debemos recordar que había un gran número de personas que eran hospitalarias en aquellos días. Es muy interesante que hablemos de los cavernícolas de años atrás y cuán terribles eran ellos. Pero, en aquellos días, no le era posible a ningún extranjero viajar por el país sin que alguien le abriera su casa para hospedarle.
Si usted va a alguna de nuestras grandes ciudades como extranjero sin conocer a nadie, amigo oyente, le será muy difícil encontrar quien le abra su casa para darle hospedaje. Hay muchos cristianos por allí, pero nuestra cultura es completamente diferente hoy. Nos hace falta la hospitalidad que se conocía en aquel entonces. Pues, bien, Abram sale a recibirlos y les dice que se sirvan del agua, y les da de comer a los animales. Luego, les dice: “¿Gustan quedarse un rato?” Y ellos le responden: “Pues, no nos es posible porque tenemos prisa en llegar a Egipto”. Ellos entonces se presentan, y luego le preguntan a Abram cómo es que él se llama. Él les responde: “Me llamo padre enaltecido”. Ellos entonces le dicen: “Bueno, ¿tienes un hijo o una hija?” Y Abram les responde: “No, no tengo ningún hijo”. Ya puede usted imaginarse cómo se reirían aquellos comerciantes. “¿Nos quieres decir – dirían ellos – que no tienes ningún hijo y tu nombre es Abram? Y así, pues, se iban por el desierto riéndose.
Luego, después de pasar unos seis meses, pasan por allí los comerciantes, de regreso otra vez, y se detienen una vez más, y Abraham sale a recibirlos. Y comienzan a reírse otra vez y a decir: “Buenas tardes padre enaltecido”. Abraham les dice entonces: “No me llamo más padre enaltecido”. Entonces le preguntan: “¿Cuál es su nombre nuevo ahora?” Él les dice: “Me llamo padre de una multitud”. Están entonces tan curiosos que le dicen: “Pues, debe ser que te nacieron mellizos, entonces”. Abraham les dice que todavía no tiene ningún hijo, y ya puede usted imaginarse cómo se reirían en esa ocasión. Tal vez dicen: “Cuán ridículo es este hombre; he aquí que él es padre antes que tenga hijos”. Por supuesto que esto es solamente una ilustración.
Pero, piense usted en la fe de este hombre Abraham. Y después de 4000 años, usted y yo ya no nos reímos porque estamos convencidos que Dios cumplió Su promesa, que Dios le hizo padre de muchas naciones, y todavía, su nombre es Abraham, el “padre de una multitud”. Leamos ahora los versículos 6 hasta el 8 de este capítulo 17 de Génesis:
6Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. (Gén. 17:6-8)
Dios ciertamente ha hecho proceder reyes y naciones de Abraham. Luego, sigue y hace un pacto eterno con Abraham. Es eterno y quiere decir que todavía sirve para el día de hoy en que vivimos. Porque Dios ha prometido a usted y a mí, amigo oyente, un pacto eterno si estamos dispuestos a confiar en Cristo Jesús. Ese es el pacto que Dios ha hecho con nosotros. Amigo oyente, si Dios no cumple el pacto que hizo con Abraham, no sería entonces malo investigar el que hizo con usted. Pero, Dios cumplirá el suyo y también el que hizo con Abraham. Fíjese usted que Dios dice: “Pondré”, “estableceré”, “multiplicaré”. El pacto que Dios hará, es un pacto eterno. No puede ser violado. No es un pacto que se acaba. Dios no les ha arrendado esa tierra por 99 años. Dios se las ha dado en posesión eterna.
A través de la historia, ellos han estado en aquella tierra en tres ocasiones. La tierra es de ellos, pero lo importante es que la ocupan sólo bajo ciertas condiciones. Dios, en primer lugar, les envió a la tierra de Egipto, y estuvieron esparcidos allí. Allí fue donde llegaron a constituirse en una nación. Bajaron a Egipto como una familia de unas 70 personas, y salieron de allá como una nación de un millón y medio de personas, o más. Luego, estuvieron desalojados de la tierra en la cautividad babilónica porque participaron de la idolatría, y no guardaron un testimonio limpio para con Dios. Fueron traídos de vuelta a la tierra y fueron esparcidos una vez más en el año 70 de nuestra era, después de haber rechazado a su Mesías. En la actualidad, no han regresado totalmente aún. Dios predijo que serían expulsados de la tierra tres veces, y dijo que estarían de vuelta tres veces. Bueno, han estado de vuelta sólo dos veces. Cuando regresen la
próxima vez, quiere decir que nunca jamás saldrán de ella. Esto sucederá cuando tenga lugar el milenio, cuando Dios los recoja, y los traiga de vuelta a la tierra. No consideramos que el presente regreso a la tierra sea un cumplimiento. Más bien consideramos que cualquier persona que haga esa declaración trata de hacer algo sensacional, y hay tanto sensacionalismo en nuestros estudios de la profecía hoy día. Hay un intento demasiado grande de hacer todo muy sensacional. Es suficiente sensacional si se lo toma tal como es. Lo importante es que no agreguemos algo a las promesas de Dios, y que no añadamos cosas que Él no ha dicho. Leamos ahora, los versículos 9 y 10 de este capítulo 17 de Génesis:
9Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. 10Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. (Gén. 17:9-10)
La circuncisión es la señal de aquel pacto. Y no se lleva a cabo este rito para hacerse miembro del pacto. Ellos lo llevaron a cabo porque hicieron un pacto con Dios; y eso es lo que constituye la diferencia. Es la misma relación para el creyente hoy día con respecto a las buenas obras. El creyente no hace las buenas obras para ser salvo. El creyente hace las buenas obras porque ya ha sido salvado.
Un Pastor cuenta que cuando era niño, y se marchó del hogar, se encontró en muchos apuros. Lo que le mantuvo alejado de llegar a ser un renegado por completo, fue el recuerdo de su padre. Decía él: “Porque soy hijo de mi papá, no voy a hacer esto, y no voy a entrar en aquel lugar”. Se refrenó por esa razón. Ahora, dice él: “No llegué a ser hijo de mi padre, al refrenarme de hacer ciertas cosas; ya era hijo de mi padre. Fue por ser su hijo, precisamente, que me abstuve de ciertas cosas”. La señal del pacto, pues, es la circuncisión. No fue la circuncisión la que le puso bajo el pacto; la circuncisión fue solamente la evidencia del pacto, la señal del pacto. Ahora, el versículo 12 de este capítulo de Génesis, dice:
12Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. (Gén. 17:12)
¿Se fija usted cuán escrupulosamente se relata todo respecto al nacimiento de Cristo? Toda la ley fue cumplida con respecto al nacimiento de este pequeño bebé. Fue hijo de Abraham, y fue hijo de David. Fue de aquel linaje, y así en el octavo día, fue circuncidado. El Apóstol Pablo nos dice que Cristo fue nacido bajo la ley. Ahora, el versículo 13 de Génesis capítulo 17, dice:
13Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. (Gén. 17:13)
Esta fue la señal. No se circuncidaban para obtener el pacto. Dios ya lo había hecho por ellos. Y esperamos que usted, amigo oyente, comprenda esto. Es importante que lo vea porque lo mismo es verdad hoy día. Hay muchísimas personas que creen que por hacerse miembros de la iglesia, o por bautizarse, se salvan. Pero, no es así, amigo oyente; estas cosas no salvan a nadie. Ahora, si usted es salvo, creemos que hará ambas cosas. Creemos que se hará miembro de alguna iglesia, y creemos que llegará a bautizarse. Pero no hará estas cosas para llegar a ser salvo. Hay que empezar la casa por el piso, y no por el tejado. En efecto, en el pensar de muchas personas, realmente comienzan a edificar la casa por el tejado. Leyendo ahora el versículo 14 de este capítulo 17 de Génesis, encontramos:
14Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto. (Gén. 17:14)
Había aquellos en Israel que desobedecieron el mandamiento de ser circuncidado. Y veremos que casi toda la nación desobedeció este pacto cuando salieron de la tierra de Egipto. Pero, esto afectó al pacto. Significaba que el individuo estaría excluido. Ningún individuo, ni grupo, pudía destruir este pacto con la nación. Dios lo hizo con Abraham y con su descendencia, y es un pacto eterno. Cuando el hombre viola el pacto, se excluye, pero el pacto queda. ¡Cuán maravilloso es
esto! Veamos ahora, cómo Dios cambia el nombre de Sarai, a Sara, y promete que le nacerá un hijo. Leamos los versículos 15 y 16:
15Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. 16Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. (Gén. 15:15-16)
Si es que el viejo Abraham va a ser el padre de naciones, pues, Sara será la madre de naciones. El versículo 17 dice:
17Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? (Gén. 17:17)
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¡El viejo Abraham! Simplemente se reía. Ahora, no es la risa de la incredulidad. Creemos que es la risa de pura alegría que algo así como esto iba a suceder. Usted sabe que de vez en cuando en nuestra vida, Dios hace algo por nosotros que es simplemente maravilloso. Quizá usted mismo ha tenido aquella experiencia que le causó simplemente risa. No podía hacer menos que reírse en cuanto a ella. Este hombre Abraham nunca soñaba que esto jamás pudiera pasar. Siéntese usted en la silla de él, y se dará cuenta que esto es algo sin ejemplo, sin precedente. Hubo la muerte de la matriz de Sara, y en efecto, Abraham estaba también como muerto. Pablo escribe acerca de esto en Romanos, capítulo 4, versículos 17 al 22, diciendo: (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Abraham creyó a Dios y estuvo completamente enajenado de alegría por el milagro y la bondad de Dios. Pero, de golpe le llega
una reflexión, y es como una flecha que entra en su corazón. ¿Sabe usted lo que es? Abraham piensa en un niño, y aquél es Ismael. Y en este capítulo 17 de Génesis, los versículos 18 y 19, Abraham habla con Dios:
18Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. 19Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. (Gén. 17:18-19)
Ahora, Abraham dice: “O Señor, este niño se ha criado en mi hogar”. Porque, note usted que está muy apegado a él. Ismael tenía 14 años cuando Abraham le despidió, y no creemos que Abraham jamás le volviera a ver. Quedó acongojado por haberlo despedido. Amigo oyente, no importa lo que creamos acerca de Ismael. Fue hijo de Abraham. Y Abraham amaba a su hijo, y esto fue una angustia grande tener que entregarlo. Opinamos que debe haber reflexionado muchas veces, diciéndose: “Cometí un gran error en tomarme a Agar”. Aquel fue su pecado, y le afectó no solamente a él, amigo oyente, sino también a aquella tierra en que vivió, y le afecta todavía hoy en día. Ha habido dificultades en esa tierra desde el principio. ¿Por qué? Porque Abraham pecó.
Ahora, amigo oyente, hay muchos que dicen que el pecado es cosa pequeña, que el pecado es una cosa que se puede cometer sin que nadie les vea. Bueno, el Apóstol Pablo dice en su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 7: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Existen los frutos del pecado, amigo oyente. Uno no simplemente siega algo similar sino exactamente “eso”. Este hombre Abraham está segando ahora. Ojalá Ismael viva delante de ti. – dice él.
Dios le dice que Sara dará a luz un hijo. Y con ello está confirmando en efecto que Ismael no es el hijo de la promesa. Lo que hizo, pues, Abraham fue malo. No debe decirse nunca pues, que Dios aprobó la poligamia. Vemos aquí mismo, que en efecto la condena. No da su aprobación a lo que hizo Abraham. Leamos ahora los versículos 20 al 22 del capítulo 17 de Génesis:
20Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. 21Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. 22Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con Abraham. (Gén. 17:20-22)
Dios cumple la promesa que ha hecho. No ha de ser disuadido de ella ni la aplazará. Hará exactamente lo que dijo que Él haría. Habla como si Isaac ya existiera, como si ya hubiera nacido. Habla de las cosas que no son como si fueran. Isaac no nacerá hasta el año que viene. El Señor deja de hablar con Abraham. Es como si hubiera dicho: “Abraham, mejor es que te quedes callado”. Dios ya ha hecho Su decisión. Amigo oyente, hay veces cuando debemos dejar de pedir a nuestro Señor. Hay ciertas cosas, que no debemos pedir más. Hay veces cuando ya hemos dicho lo suficiente, y no debemos decir más. Hay muchísimas personas que simplemente molestan al Señor en la oración a pesar de ya haber recibido la respuesta. La respuesta es un no. De modo que, Abraham escucha decir a Dios que es suficiente. No debe mencionar más a Ismael. Isaac ha de ser el hijo de la herencia, y Dios no cambiará aquella promesa.
Esto no significa que Dios no vaya a escuchar más las oraciones de Abraham. Veremos más adelante que Dios escuchó a Abraham, pero no tocó este asunto. A veces hay personas que oran en cuanto a cosas que Dios no intenta contestar. Recuerde usted que Dios nos ha enseñado a orar según Su voluntad. Debemos pues, tener mucho cuidado cuando pedimos que nuestros amigos oren en cuanto a ciertas cosas. Debemos orar por aquellas cosas que son razonables para Dios contestarlas. Ahora, el versículo 23, nos dice:
23Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día, como Dios le había dicho. (Gén. 17:23)
Esta es la señal del pacto que Dios hizo con Abraham. Surge la pregunta en cuanto al por qué Ismael fue incluido en el rito de circuncisión. Bueno, es simplemente porque Dios prometió
que también él sería una gran nación. Está incluido en el pacto en este sentido, pero no es él, el cual Dios prometió en el principio. No debe ser el padre de aquella nación, la cual Dios usará, y de la cual vendrá el Mesías. Es muy importante que veamos esto. El Mesías deberá venir de la línea de Isaac. El capítulo 17 concluye de la siguiente manera; leamos ahora los versículos 24 al 27:
24Era Abraham de edad de noventa y nueve años cuando circuncidó la carne de su prepucio. 25E Ismael su hijo era de trece años, cuando fue circuncidada la carne de su prepucio. 26En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. 27Y todos los varones de su casa, el siervo nacido en casa, y el comprado del extranjero por dinero, fueron circuncidados con él. (Gén. 17:24-27)
Estos versículos se explican por sí solos. Y notamos aquí la obediencia de Abraham para dar cumplimiento a la exigencia que Dios había puesto para el cumplimiento de este pacto. Y diremos que tanto él como su hijo Ismael y los demás varones en su casa, como dice el último versículo: el siervo nacido en su casa, y el comprado del extranjero por dinero, todos fueron circuncidados junto con Abraham.
Y así, amigo oyente, llegamos al final de nuestro estudio del capítulo 17 del libro de Génesis. En nuestro próximo programa, estudiaremos el capítulo 18. Así es que esperamos contar con su gentil sintonía en nuestro próximo programa. Gracias una vez más por la atención que nos ha dispensado hoy y será hasta entonces. ¡Que Dios le bendiga es nuestra ferviente oración!