-Si algún manuscrito o cita de algún padre de la iglesia tiene una palabra diferente en un determinado lugar, eso se considera una variación textual -señaló Wallace-. Si tenemos mil manuscritos que, por ejemplo, tienen la palabra «Señor» en Juan 4:1, y todo el resto de los manuscritos tiene «Jesús», todo eso se cuenta como una sola variación. Si un solo manuscrito del siglo décimo cuarto tiene mal escrita una palabra, eso también se cuenta como una variación.
-Por lejos, las variaciones más comunes son los errores de ortografía, aun cuando el error de ortografía en el griego no hace abso lutamente ninguna diferencia en cuanto al sentido de la palabra -me dijo.
-Por ejemplo, la variante textual más común tiene que ver con lo que se denomina una «nu móvil». La letra griega nu (o «n») se coloca al final de una palabra cuando la siguiente comienza con una vocal. Es como en el inglés, cuando aparece el artículo indefinido: se escribe a si la palabra que sigue comienza con consonante, y an si la palabra que sigue comienza con vocal (a book, an apple). Sea que la nu aparezca o no en esas palabras, no afecta su significado. Sin embargo, se registran todas esas palabras como variaciones textuales.
-Otro ejemplo es que cuando aparece el nombre de Juan se lo escriba con una o con dos enes. Hay que registrarlo como una variación textual; pero su traducción en español es siempre «Juan». No produce ninguna diferencia. Algo así como entre el setenta y el ochenta por ciento de todas las variaciones textuales tienen que ver con diferencias en la ortografía que ni siquiera se pueden traducir a otros idiomas y tienen cero impacto sobre el significado.
Yo hice un cálculo mental. Tomando el estimativo más alto de las posibles variaciones, 400.000, eso significaría que entre 280.000 y 320.000 serían diferencias de ortografía, sin consecuencia alguna sobre el texto.
-Luego tenemos errores tontos, en los que algún escriba distraído ha cometido una equivocación que se detecta fácilmente como un error descabellado -señaló-. Por ejemplo, en un manuscrito que está en el Instituto Smithsoniano, un escriba colocó la palabra «y» en lugar de poner «Señor». Resulta obvio que la palabra «y» no encaja dentro del contexto. Así que en esos casos resulta fácil reconstruirlo con la palabra correcta.
-También hay variaciones que involucran sinónimos. ¿Cómo dice Juan 4:1, «Cuando, pues, Jesús entendió», o «Cuando, pues, el Señor entendió»? No estamos seguros cuál es la que se remonta al original, pero ambas palabras son verdaderas. Muchas de las variaciones tienen que ver con la práctica griega de utilizar un artículo definido. junto a un nombre propio, cosa que no hacemos en español. Por ejemplo, un manuscrito puede referirse a «la María» y otro escriba puede haber escrito simplemente «María». De nuevo aquí no se produce ningún impacto sobre el significado, pero se consideran como variaciones.
-Además de todo eso, tenemos variaciones que ni siquiera se pueden traducir al español. El griego es un idioma que se declina. Eso implica que el orden en que se colocan las palabras en griego no es tan importante como lo es en castellano. Por ejemplo, hay dieciséis diferentes maneras de decir en griego «Jesús ama a Pablo», pero se traducirían al castellano siempre de la misma manera. Sin embargo, se cuenta como variación textual el que haya diferencias en el orden en que aparecen las palabras, aunque el sentido no se vea afectado.
-Así que si consideramos que hay entre 200.000 y 400.000 variaciones, ¡me sorprende que sean tan pocas! -señaló-. ¿Cuál podría ser el número potencial de ellas? Decenas de millones! Parte de la razón por la que tenemos tantas variaciones es porque contamos con tantos manuscritos. Y nos alegramos de tener tantos manuscritos: nos ayudan inmensamente en la labor de remontarnos hacia el original.
-¿Cuántas de las variaciones textuales realmente introducen diferencias? -le pregunté.
-Solo alrededor del uno por ciento de las variaciones son significativas (lo que implica que afectan el sentido del texto en cierta medida) y viables (lo que significa que tienen alguna posibilidad de remontarse al texto original). Pero la mayoría de estas no son realmente muy significativas -me dijo.
-Quiero mencionar dos de las cuestiones más conocidas. Una tiene que ver con Romanos 5:l. ¿Lo que dijo Pablo fue: «tengamos paz» o «tengamos paz»? La diferencia en el griego es de una letra. Los eruditos están divididos sobre esto, pero el punto importante es que ninguna de las dos variantes contradi ce las enseñanzas de las Escrituras.
-Otro famoso ejemplo es 1 Juan 1:4. El versículo dice: «Estas cosas escribimos, para que nuestro gozo sea cumplido» o bien, «Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido». Hay testimonios antiguos en cuanto a ambas lecturas. Así que el sentido se ve afectado, pero no peligra ninguna creencia fundamental. De cualquiera de las dos maneras, el sentido obvio de este versículo es que el escribir esta carta produjo gozo.
Cambios intencionales
Ehrman pone mucho énfasis en los escribas que alteraron el texto intencionalmente.
-Eso preocupa mucho a la gente-le dije.
-Bueno, en esto él está en lo correcto -me respondió Wallace-. A veces los escribas cambiaban intencionalmente el texto.
-¿Cuál fue la razón más frecuente para ello? -le pregunté.
-Querían que el texto resultara más explícito. Por ejemplo, la iglesia comenzó a usar secciones de las Escrituras para realizar lecturas diarias. Los llamaban leccionarios. Establecían lecturas diarias o semanales de las Escrituras para un año.
-En el Evangelio de Marcos hay ochenta y nueve versículos seguidos en los que no se menciona el nombre de Jesús ni una vez. Solo se usan pronombres; a Jesús se lo menciona como «él». Cuando uno extrae un pasaje para la lectura de un leccionario, no se puede comenzar con: «Cuando él iba...» El lector no sabría a quién se hace referencia. Así que resultaba lógico para el escriba reemplazar ese «él» por un «Jesús», para poder hacer más específico el leccionario. Pero esto también se cuenta como una variación cada vez que aparece.
-Ahora bien, no quiero dar la impresión de que los escribas no cambiaban el texto por razones teológicas. Lo hacían, y casi siempre esos cambios iban dirigidos a hacer que el Nuevo Testamento pareciera más ortodoxo. Probablemente el grupo de cambios más comunes era intentar armonizar los Evangelios. Cuanto más nos alejamos del texto original, más armonizado está por los copistas, como para liberar al texto de cualquier discrepancia aparente. Pero estas armonizaciones son muy fáciles de detectar.
-¿Cuantas de las doctrinas cristianas se han visto amenazadas por las variaciones textuales?
-Ehrman intenta presentar los mejores argumentos que puede en MisquotingJesus [Citando erróneamente a Jesús] -dice Wallace-. Lo más notable es que al ir pasando las páginas del libro uno se pregunta: «¿En qué lugar realmente prueba algo?» Ehrman no prueba que ninguna doctrina corra peligro. Permítanme repetir la tesis básica que se ha argumentado esde 1707: Ninguna doctrina fundamental oesencial ha sido alterada por ninguna variación que tenga alguna verosimilitud de poder remontarse hasta los originales. La evidencia que se tenía no ha cambiado hasta el día de hoy.
-¿Qué es lo que más se ha acercado?
-Marcos 9:29 podría impactar la ortopráxis, que significa la práctica correcta, pero no la ortodoxia, que significa la creencia correcta. Allí. Jesús dice que cierta clase de demonios no pueden salir sino con oración, y algunos manuscritos agregan y «ayuno». Entonces, si «y ayuno» forma parte de lo que dijo Jesús, aquí se presenta una variación textual que afecta la ortopraxis: ¿es necesario ayunar para realizar ciertas clases de exorcismos?
-Pero, considerándolo seriamente, ¿mi salvación depende de eso? -me dijo-. Muchos cristianos jamás han escuchado ese versículo ni nunca van a llevar a cabo un exorcismo.
Atractiva, pero no auténtica
Es una de las historias bíblicas más apreciadas: la de la mujer descubierta en adulterio a la que los fariseos llevan delante de Jesús. Pero en lugar de afirmar que debe ser apedreada hasta morir, Jesús dice unas palabras que se citan con mucha frecuencia: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella». Los fariseos, acusados por su conciencia, se alejan. Jesús entonces despide a la mujer diciéndole: «Vete y no peques más» (Ver Juan 7:53-8:11).
Hay un problema: los eruditos han sabido por más de un siglo que esta historia no es auténtica. Sin embargo, para los lectores de Ehrman constituyen palabras perturbadoras. Cuando uno lee este pasaje, dice:
«¡Cielos, me deja sin respiración!» -señala Wallace-. Y decimos: «Yo quiero que esté en la Biblia». Y fue eso precisamente lo que los copistas dijeron. La leyeron como una historia independiente y acabaron colocándola en media docena de diferentes ubicaciones tanto en el Evangelio de Juan como en el de Lucas. Es como si los escribas hubieran dicho: «Quiero que esté en mi Biblia, así que la voy a insertar aquí, o aquí, o aquí».
-¿Así que esta es una historia que nos llegó a través del tiempo? -le pregunté.
-Aparentemente había dos historias diferentes circulando con respecto a una mujer que había sido tomada en algún pecado y Jesús se había mostrado misericordioso con ella. Es más que probable que gran parte de la historia sea históricamente verdadera, pero no acabó incluida dentro de las Escrituras.
-Mi hipótesis es esta: estos versículos parecen ser más del vocabulario y el estilo de Lucas que de Juan. En realidad, un grupo de manuscritos la colocan en el Evangelio de Lucas y no en el de Juan. ¿Cómo sería la historia cuando Lucas tuvo acceso a ella, y por qué no la colocó dentro de su Evangelio? No tengo las respuestas aún.
-Pero resulta claro que la historia que aparece en la Biblia no es auténtica... -dije.
-¿Es literariamente auténtica? En otras palabras, ¿escribió Juan esta historia? Mi respuesta es un no incuestionable. ¿Es históricamente auténtica? ¿Sucedió realmente? Mi respuesta es que tiene muchas probabilidades de serlo; algo debe haber sucedido en cuanto a que Jesús se mostró misericordioso con una pecadora, pero la historia originalmente se presenta en una forma trunca.
-Leamos cualquier traducción de la Biblia y encontraremos una nota marginal diciendo que este pasaje no se encuentra en los manuscritos más antiguos. Pero con frecuencia la gente no lee esas notas. Cuando Ehrman informa dentro de una esfera popular que la historia no es auténtica, la gente piensa que ha sido engañada.