SEGUNDO HECHO: LOS DISCÍPULOS DE JESÚS CREÍAN QUE ÉL HABÍA RESUCITADO Y SE LES HABÍA APARECIDO
-El segundo hecho es la creencia de los discípulos en cuanto a que Jesús realmente había regresado de entre los muertos y se les había aparecido-- dijo Licona-. Existen tres líneas de evidencias sobre esto: El testimonio de Pablo sobre los discípulos, las tradiciones que corrieron dentro de la iglesia primitiva, y los escritos de la iglesia primitiva.
-Pablo resulta importante porque él informa que conoce a algunos de los discípulos personalmente, incluyendo a Pedro, Santiago y Juan. Los Hechos de los Apóstoles lo confirman (Ver Hechos 9:26-30; 15:1-35). Y Pablo dice en 1 Corintios 15:11 que «ya sea que se trate de mí o de ellos, esto es lo que predicamos», al referirse a la resurrección de Jesús. Dicho en otras palabras, Pablo conocía a los apóstoles e informó que ellos declaraban (así como él mismo) que Jesús había regresado de los muertos.
-Luego tenemos la tradición oral. Obviamente, la gente de esos días no contaba con grabadoras y pocas personas podían leer, así que ellos dependían de la transmisión verbal para comunicar en el tiempo lo que había sucedido, hasta que con posterioridad eso se escribiera. Los eruditos han reconocido varios lugares del Nuevo Testamento en los que esta tradición oral fue copiada en forma de credos, himnos y resúmenes de sermones. Eso resulta realmente significativo porque la tradición oral debe haber existido con anterioridad a los escritos del Nuevo Testamento para que los escritores neotestamentarios las hayan incluido.
-Así que eso fue en una etapa temprana.
-Sí, muy temprana, lo que pesa mucho a su favor. Por ejemplo, tenemos credos que establecieron doctrinas básicas de una manera en que resultara fácil memorizarlas. Uno de los credos más tempranos e importantes fue el transmitido por Pablo en su primera carta a la iglesia de Corinto, y fue escrito alrededor del año 55 d.C. Dice:
Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas [Pedro], y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles (1Corintios 15:3-7).
-Muchos eruditos creen que Pablo recibió este credo de Pedro y Jacobo cuando los visitó en Jerusalén, tres años después de su conversión. Eso sería dentro de los primeros cinco años posteriores a la crucifixión. Como lo expresó uno de los expertos: «Esto está dentro del tipo de datos que logra que a los historiadores de épocas antiguas se les haga agua la boca» (John Rodgers, decano de Trinity Episcopal School for Ministry, citado en el artículo de Richard N. Ostling «Who was Jesus?» Time, 15 de agosto de 1988). No solo se trata de material de una etapa extremadamente temprana, sino que aparentemente le fue transmitido a Pablo por testigos presenciales u otros a los que consideraba confiables, lo que aumenta aun más su credibilidad.
-¿Es importante este credo?
-Sí, es poderoso y persuasivo -señaló-. Aunque una fecha temprana no descarta totalmente la posibilidad de invención o engaño por parte de los seguidores de Jesús, aparece demasiado temprano como para haberse producido como resultado del desarrollo de una leyenda, la que toma forma con el tiempo, dado que prácticamente se lo puede trazar hasta los discípulos originales de Jesús. De hecho, este credo ha constituido uno de los más formidables obstáculos para los críticos que intentan rebatir la resurrección.
-Y aún tenemos más tradición oral; por ejemplo, el Nuevo Testamento preserva varios sermones de los apóstoles. En realidad, aparentemente son resúmenes de predicaciones. Podemos decir que por lo menos la vasta mayoría de los historiadores cree que las enseñanzas apostólicas más tempranas se conservan en los resúmenes de estos sermones del libro de Hechos, y ellas declaran que Jesús resucitó corporalmente de los muertos.
-Por ejemplo, Pablo dice en Hechos 13 algo muy similar a lo que Pedro informa en Hechos 2: «Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió, fue sepultado con sus antepasados, y su cuerpo sufrió la corrupción. Pero aquel a quien Dios resucitó no sufrió la corrupción de su cuerpo» (Ver Hechos 13:36-39). Esa es una aseveración tajante: el cuerpo de David se corrompió, pero el de Jesús no, porque él fue levantado de los muertos.
-Finalmente, contamos con fuentes escritas como Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Ha sido ampliamente aceptado, aun entre historiadores escépticos, que los Evangelios fueron escritos durante el primer siglo. Hasta los eruditos muy liberales admitirán que contamos con cuatro biografias escritas en el término de setenta años después de la vida de Jesús, las que informan de manera nada ambigua acerca de la afirmación que hacían sus discípulos en cuanto a que Jesús se había levantado de los muertos.
-Creo que podríamos sustentar un muy buen caso como para fechar los Evangelios aun más temprano, pero vayamos adelante con las estimaciones más generosas. Eso todavía resulta extremadamente cercano a los acontecimientos, en especial comparado con otros escritos históricos antiguos. Nuestras dos mejores fuentes sobre Alejandro Magno, por ejemplo, no fueron escritas hasta por lo menos cuatrocientos años después de su muerte.
-Luego tenemos los escritos de los padres apostólicos, que se dice que conocieron a los apóstoles o que eran cercanos a otros que los conocieron. Existe una gran posibilidad de que sus escritos reflejaran las enseñanzas de los mismos apóstoles; ¿y qué decían ellos? Que los apóstoles habían sido tremendamente impactados por la resurrección de Jesús.
-Por ejemplo, consideremos a Clemente. Uno de los primeros padres de la iglesia, Ireneo, nos informa que Clemente había mantenido conversaciones con los apóstoles. Tertuliano, el africano, padre de la iglesia, señala que Clemente fue ordenado por el mismo Pedro.
-¿Y qué es lo que Clemente informa con respecto a los discípulos? -le pregunté.
-En la carta de Clemente a la iglesia de Corinto, escrita durante el primer siglo, él dice: «Por lo tanto, al haber recibido... completa certeza debido a la resurrección de nuestro Señor Jesucristo... ellos salieron... predicando las buenas nuevas de que el reino de Dios está a punto de venir» (1Clemente 42:3).
-También tenemos a Policarpo: Ireneo dice que Policarpo fue «instruido por los apóstoles, y tuvo ocasión de hablar con muchos que habían visto a Cristo», incluyendo a Juan. Tertuliano confirma que Juan designó a Policarpo como obispo de la iglesia en Smirna. Alrededor del año 110 d.C., Policarpo escribió una carta a la iglesia de Filipos, en la que menciona no menos de cinco veces la resurrección de Jesús.
-Así que consideremos la profundidad de evidencias que tenemos en estas tres categorías: Pablo, la tradición oral, y los informes escritos. En total, contamos con nueve fuentes que reflejan múltiples testimonios, inclusive de testigos presenciales de la primera hora, con respecto a la afirmación de los discípulos de que habían visto al Jesús resucitado. Eso era algo que los discípulos creían en la fibras más íntimas de su ser.
-¿Cómo lo sabe?
- Porque contamos con evidencias de que los discípulos fueron transformados al punto de estar dispuestos a sufrir persecución y hasta el martirio. Solo hace falta leer los Hechos para ver la forma en que los discípulos estaban dispuestos a sufrir por su convicción de que Jesús había resucitado de los muertos. Los padres de la iglesia Clemente, Policarpo, Ignacio, Tertuliano y Orígenes, todos ellos lo confirman. De hecho contamos con al menos siete fuentes tempranas que dan testimonio de que los discípulos voluntariamente sufrieron por defender sus creencias; y si incluimos el martirio de Pablo y de Santiago, el medio hermano de Jesús, disponemos entonces de once fuentes. Pero -objeté-, la gente que pertenece a otra fe también ha estado dispuesta a morir por sus creencias a través de todas las épocas. ¿Qué prueba el martirio de los discípulos, entonces?
-En primer lugar, significa que ciertamente consideraban sus creencias como la verdad -me dijo-. Ellos no mintieron deliberadamente a este respecto. Los mentirosos no son buenos mártires. En segundo lugar, los discípulos no solo creían que Jesús había resucitado de los muertos; ellos sabían con seguridad que él lo había hecho. Estuvieron en medio de la escena y pudieron establecer con certeza que él había resucitado. Así que fue por su certeza con respecto a la resurrección que estuvieron dispuestos a morir.
-Eso es algo totalmente diferente de los terroristas islámicos de hoy en día, o de otros que se disponen a morir por sus creencias. Esta gente solo puede tener fe en que sus creencias sean verdaderas, pero no están en situación de saberlo con seguridad. Los discípulos, en cambio, sabían con toda certeza que la resurrección había ocurrido verdaderamente; y conociendo la verdad , estaban dispuestos a morir por esa creencia que tenían.
-Entonces, ¿cuál es el resultado final? -le pregunté.
- Habermas le ha echado un vistazo general a más de dos mil fuentes de eruditos en la resurrección en estos últimos treinta años, y probablemente ningún otro hecho haya sido más ampliamente reconocido que el hecho de que los creyentes cristianos primitivos tuvieron experiencias reales que consideraban apariciones del Jesús resucitado -me respondió Licona-. Hasta el ateo Lüdemann admitió: «Podría tomarse como históricamente cierto que Pedro y los discípulos hayan tenido ciertas experiencias luego de la muerte de Jesús en las que Jesús se les apareció como el Cristo resucitado» (Gerd Lüdemann, What Really Happened to Jesus?, traductor John Bowden, Westminster John Knox, Louisville, 1995, p. 80). Ahora bien, él afirma que esto fue el resultado de visiones, lo que yó simplemente no considero que sea una explicación creíble. Sin embargo, él admite que sus experiencias realmente sucedieron.
Licona también cita a Paula Fredriksen, la erudita liberal de la Universidad de Boston, quien dijo: «La convicción que tenían los discípulos de que habían visto al Cristo resucitado... es [parte] del cimiento histórico, de los hechos conocidos más allá de toda duda» (Paula Fredriksen, Jesus of Nazareth, Vintage, Nueva York, 1999, p. 264).
-Creo que eso es algo completamente imposible de negar -señaló Licona-. Y creo que hay evidencias claras y convincentes de que lo que ellos vieron era el regreso de Jesús de entre los muertos.