-¿Existe alguna conexión histórica con la misma María?», le pregunté a Evans.
- Ningún erudito serio y competente diría que María Magdalena redactó ese evangelio que ahora lleva su nombre.
- ¿Se le adosó su nombre para legitimarlo? -pregunté.
-Con seguridad. Eso es lo que harían los gnósticos. En contraste con ello, los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas circularon anónimamente. Todos sabían que eso era lo que Jesús había enseñado, así que no existía mucha preocupación por quién había sido el que lo había escrito. Pero los Evangelios del segundo siglo y los posteriores le adosaban un nombre del primer siglo para intentar amarrar los cordones de su credibilidad, dado que lo que decían no sonaba a Jesús.
Usted dataría el Evangelio de María durante el segundo siglo?
-Sí, probablemente entre los años 150 y 200 -respondió-. Y francamente, eso no es objeto de controversias. Los eruditos prácticamente se muestran unánimes al respecto.
No hay nada confiable que nos lleve a trazar sus orígenes hasta el primer siglo, o hasta el Jesús histórico, o hasta la María histórica.