Y por decir: «Por cierto que matamos al Mesías, Jesús, hijo de María, el apóstol de Dios». Cuando en realidad no es cierto que le mataran, ni le crucificaran, sino que se les simuló. Más, quienes discrepan a este respecto están en duda de ello; porque no poseen conocimiento alguno, sino que se fundan en conjeturas; pero, en realidad, no le mataron; sino que Dios le ascendió hasta Él; porque Dios es poderoso, prudente» (Traductor al inglés, Abdullah Yusuf Ali, The Qur'an, Tahrike Tarsile Qur'an, lnc., Elmhurst, NY, 1999, p.61. Traducción de El Sagrado Corán al español de Rafael Castellanos y Ahmed Abboud, Editorial Arábigo, Argentina "El Nilo", impreso en Chile en 1958).
Cerré el libro.
-Parece haber dos posibilidades: o se le dio la apariencia de Jesús a otro y los romanos mataron a esa persona, o Jesús estuvo en la cruz y Alá hizo parecer que él había muerto cuando en realidad no sucedió así. Lo pusieron en una tumba, Alá lo sanó, y fue llevado al cielo. ¿No son esas situaciones posibles?
-Bueno, todo es posible para Dios -dijo Licona-, pero la cuestión real es hacia dónde apunta la evidencia. El tema no tiene que ver con lo que Dios puede hacer sino con lo que hizo. Y el Corán no es una fuente muy creíble cuando se trata de Jesús.
-¿Usted no cree que el Corán tenga buenas credenciales al respecto?
-El Corán proporciona una prueba para que la gente pueda verificar su propio origen divino: reunir a la gente más sabia del mundo y convocar a los jinn, que son semejantes a demonios pero sin que necesariamente tengan todas las connotaciones negativas, y que intenten escribir una sura, o capítulo, que sea tan bueno como alguno de los que contiene el Corán. Las implicaciones, por supuesto, es que esto no se puede hacer.
-¿Usted cree que puede hacerse?
-Creo que sí, y con bastante facilidad. Una persona que habla árabe escribió lo que él llama The True Furqan, en el cual mantuvo el estilo del Corán en árabe pero con un mensaje que es más cristiano que islámico. (The True Furqan, World Wide Printing, Duncanville, TX, 2006. No intentamos decir que se presente en The True Furqan la pura doctrina cristiana. Uno puede escribir utilizando cualquier doctrina, verdadera o falsa, e igualmente sirve para responder a la prueba presentada en el Corán) Se les leyó a algunos musulmanes ciertas porciones de él, ¡y ellos quedaron convencidos de que eran del Corán! Así que imagino que pasó la prueba. Los que no leemos el árabe, podemos realizar una prueba comparando la primera sura del Corán con el Salmo 19 de la Biblia.
Licona tomó mi Corán para leer el primer sura en voz alta:
En el nombre de Dios, graciabilísimo, misericordioso.
Alabado sea Dios, creador del universo.
¡Graciabilísimo, misericordiosísimo; Soberano en el día del juicio!
¡Solo a ti adoramos, y de ti imploramos ayuda!
Indícanos el sendero recto;
El sendero de quienes agraciaste, no el de los execrados ni el de los extraviados. (Abdullah Yusuf Ali, traductor al ingles, TheQur'an, l.(Traductores al español de El sagrado Corán, Rafael Castellanos y Ahmed Abboud))
Cerró el Corán, luego usó su computadora portátil para acceder al Salmo 19 y leyó:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de
sus manos.
Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje,
sin una voz perceptible,
por toda la tierra resuena su eco,
¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!
Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol.
Y este, como novio que sale de la cámara nupcial,
se apresta, cual atleta, a recorrer el camino.
Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro
extremo, sin que nada se libre de su calor.
La ley del SEÑOR es perfecta: infunde nuevo aliento.
El mandato del SEÑOR es digno de confianza: da sabiduría al sencillo.
Los preceptos del SEÑOR son rectos: traen alegría al corazón.
El mandamiento del SEÑOR es claro: da luz a los ojos.
El temor del SEÑOR es puro: permanece para siempre.
Las sentencias del SEÑOR son verdaderas: todas ellas son justas.
Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado;
son más dulces que la miel, la miel que destila del panal.
Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa.
¿Quién está consciente de sus propios errores?
¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!
Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen.
Así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados.
Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos,
oh SEÑOR, roca mía y redentor mío.
-Tanto el sura como el salmo hablan acerca de la bondad y santidad de Dios -dijo Licona-. El salmo me parece mucho más lleno de significado y más bello. Admito que la sura árabe tiene un ritmo poético; pero también lo tiene el salmo hebreo, que en realidad es una canción.
-Pero los musulmanes dirían que uno tiene que leer la sura en árabe porque fluye hermosamente en ese idioma -señalé.
-Yo les respondería: «¿Pueden leer el hebreo?» -me dijo Licona-. Si no pueden, ¿cómo saben que la canción en árabe es mejor que la canción en hebreo, que tiene un ritmo que fluye de manera similar al del sura? En realidad tiene que ver con cuál lenguaje le suene mejor a cada uno. Es algo muy subjetivo. Por eso no constituye una buena prueba de la naturaleza divina del Corán.
-En contraste, Jesús nos provee un suceso histórico (su resurrección) como la prueba por la que podemos saber que su mensaje es verdadero. Ahora bien, esa sí es una buena prueba, porque una resurrección no sucede a menos que la lleve a cabo Dios.
La credibilidad del Corán
Estuve de acuerdo con Licona: la supuesta calidad lírica del Corán resulta evidentemente una prueba subjetiva. -¿Es por eso que usted no cree que el Corán sea creíble? -le pregunté.
-Ese es solo el comienzo de los problemas que se encuentran en el Corán cuando se trata de Jesús -señaló Licona-. Además, el Corán es un testimonio de quinta mano, en el mejor de los casos: el original supuestamente nos vino del cielo, a través de un ángel, luego pasó por Mahoma, después por los que registraron lo que Mahoma dijo, y luego quedó lo que fue seleccionado por Uthman. Encima de todo eso, tenemos el callejón sin salida islámico.
-¿El qué?
- Permítame explicarle -me dijo-. Podemos establecer históricamente que Jesús predijo su próxima muerte, inminente y violenta. Encontramos eso registrado en Marcos, que es el evangelio más antiguo, y en su multiplicidad de copias certificadas en diferentes formas literarias, lo que constituye una evidencia fuerte a los ojos de los historiadores.
-También consideremos el criterio de la vergüenza. Una cantidad de veces, cuando Jesús predijo su muerte, los discípulos le dijeron que no, que eso no podía suceder; y, por otra parte, no lo entendieron. Eso los hizo verse como tontos y testarudos; así que a los discípulos les resultaba embarazoso registrarlo en el evangelio. Lo que indica que es auténtico, porque nadie armaría algo que mostrara a los apóstoles bajo una luz desfavorable. Por lo tanto, tenemos buenas razones históricas para creer que Jesús predijo su partida inminente y violenta.
-Bueno, ¿pero dónde aparece el callejón sin salida islámico?
- Si Jesús no sufrió una muerte inminente y violenta, eso hace de él un falso profeta. Pero el Corán dice que es un gran profeta, así que no estaría en lo correcto y quedaría desacreditado. Por otro lado, si es que Jesús sí padeció una muerte violenta e inminente como predijo, entonces sí es un gran profeta: pero eso entraría en contradicción con el Corán, que dice que él no murió en la cruz. Así que, sea como fuere, el Corán queda desacreditado.
-El resumen final es este: A menos que se trate de un musulmán comprometido con el Corán, ningún historiador que valga la pena jamás ubicaría al Corán como fuente más creíble, en lo que hace a Jesús, que el Nuevo Testamento, que cuenta con cuatro biografías y otros escritos fechados poco después del paso de Jesús, y que contiene testimonios de testigos presenciales. En lo que se refiere a los estudios históricos sobre Jesús, yo no conozco un solo erudito que consulte al Corán como fuente en lo que tiene que ver con el Jesús histórico.
-Pero sería difícil probar que Alá lo haya substituido por otro en la cruz en el último minuto, o que no lo haya hecho -le dije.
-Mire, yo podría sacar a relucir una teoría que diga que todos hemos sido creados hace solo cinco minutos, con comida en nuestros estómagos de alimentos que nunca comimos, y con recuerdos en nuestra mente de sucesos que nunca tuvieron lugar. ¿Cómo podría usted probar que no es así? Pero la cuestión es esta: ¿Hacia dónde apunta la evidencia?
¿Cuál parece ser más creíble y racional?
-Cuando escuché a un musulmán analizar esta cuestión, él dio un enfoque que señalaba que cuando Jesús estaba en la cruz Alá lo hizo parecer muerto aunque no lo estaba -le dije-.
Entonces él declaró que Alá había sanado a Jesús.
-¿Eso no lo convertiría a Alá en un engañador? -me preguntó Licona-. Podemos entender que él engañara a los enemigos que intentaban matar a Jesús. Pero dado que sabemos por datos históricos que los discípulos de Jesús creían sinceramente que a él lo habían matado y que luego su cadáver había sido transformado en un cuerpo inmortal, eso convierte a Dios en un engañador de sus seguidores también. Si Jesús nunca aclaró las cosas con sus discípulos, entonces los engañó a ellos también.
Encontré que la lógica de Licona era convincente. La simple utilización de las herramientas de la erudición histórica rápidamente descalificó al Corán como texto confiable en cuanto a Jesús, aunque no fuera por otra razón que por la fecha tan tardía del libro. Los eruditos discuten sobre diferencias de pocos años en el fechado del Nuevo Testamento, pero el Corán no apareció hasta después de seis siglos del paso de Cristo por la tierra. Además, yo sabía que el Corán no era el único libro que señalaba que Jesús no había muerto en la cruz.
Tomé The Jesus Papers [Los documentos de Jesús] y me preparé para cuestionar a Licona con respecto a las acusaciones directas que contenía y que buscaban refutar la crucifixión.
Deconstruir el pensamiento de Baigent
-Michael Baigent declara en The JesusPapers que aunque los zelotes judíos deseaban que Jesús fuera crucificado, Poncio Pilato experimentaba conflicto con eso porque Jesús le decía la gente que pagara sus impuesto a Roma -señalé. Entonces le leí a Licona este pasaje:
Pilato era el oficial que representaba a Roma en Judea, y la principal disputa de Roma con los judíos consistía en que se negaban a pagar el impuesto al César. Sin embargo, aquí nos encontramos con uno de los judíos principales (nada menos que el rey legítimo) que le dice a su pueblo que pague el impuesto. ¿Cómo podría Pilato juzgar, y mucho menos condenar, a una hombre que de acuerdo con sus dichos, apoyaba la política de Roma? Pilato mismo podía ser acusado de negligencia en el cumplimiento del deber si procedía a condenar a un hombre que se mostraba como un partidario (Michael Baigent, The Jesus Papers, p. 125).
-Así que -continué diciendo- Baigent señala que Pilato decidió condenar a Jesús para aplacar a los zelotes, pero que él tomó medidas para asegurarse de que Jesús sobreviviera, de modo que no tuviera que informar a Roma que lo había matado. Baigent especula que a Jesús se le dio medicación para inducir una apariencia de muerte. De hecho, los Evangelios indican que Jesús murió muy rápido. ¿Esto no mina la declaración que usted hace acerca de que Jesús murió en la cruz?
-Con franqueza, le diré que es un argumento demasiado débil -señaló-. En primer lugar, Baigent declara que el áloe y la mirra fueron usados para revivir a Jesús luego de su terrible experiencia. Si estas hierbas comunes pudieran haberse utilizado para resucitar y devolverle la salud a un individuo crucificado que había sufrido tan horribles azotes, ¿por qué no se usan en el mundo hoy? ¡Resultarían drogas maravillosas! ¡Vamos, todo eso es ridículo!
-Y la idea de que Roma nunca crucificaría a alguien que los hubiera apoyado, se desvanece ante los hechos. Consideremos a Pablo: él instaba a la gente a que obedeciera a las autoridades gobernantes porque era Dios el que las había colocado en ese puesto; ¡sin embargo, eso no detuvo a Roma en su intento de ejecutarlo!
-Consideremos lo siguiente: Si Jesús hubiera sobrevivido a la crucifixión, hubiera quedado horriblemente mutilado y debilitado. ¿De qué manera se hubieran convencido los discípulos de que él era el resucitado príncipe de la vida? Es absurdo. Baigent no tiene nada que sustente sus declaraciones delirantes. En el otro extremo, en cambio, hay toda una avalancha de erudición.
-Baigent sostiene que la Biblia misma respalda su teoría -señalé--. Dice en Marcos, que cuando José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Cristo, utilizó la palabra griega soma, la que denota un cuerpo vivo. En respuesta, Pilato usó la palabra ptoma para referirse al cuerpo, lo que indica un cadáver. Baigent dice: «En otras palabras, el texto griego del Evangelio de Marcos deja en claro que cuando José solicita el cuerpo vivo de Jesús, Pilato le concede lo que piensa que es un cadáver. La supervivencia de Jesús queda revelada allí mismo en el propio relato del Evangelio.» (Ibid. p. 130 (énfasis a adido)).
-Eso es basura pura -replicó Licona-. La verdad es que la palabra soma no establece ninguna distinción entre un cuerpo vivo y un cuerpo muerto. Es más, en Hechos 9:37, Lucas habla acerca de la muerte de Tabita. Luego de que ella muere, él dice que lavaron su soma,o sea su cuerpo. Obviamente, se trata de un cadáver. Encontramos ejemplo tras ejemplo, aún en los escritos de Josefo, en los que soma significa cadáver. Así que Baigent no sabe lo que dice aquí tampoco.
-Lo que es más, Baigent ignora el contexto de Marcos. El Evangelio hace claro que Jesús está muerto. Marcos 15:37 dice que Jesús «lanzando un fuerte grito, expiró»; en Marcos 15:44-45 encontramos testigos presenciales que confirman que Jesús ha muerto; y en Marcos 15:47-16:1, María Magdalena y las otras mujeres ven cuando Jesús es enterrado y regresan el domingo por la mañana para ungirlo. Con toda seguridad ellas piensan que él está muerto. Así que no hay nada que pueda apoyar las declaraciones de Baigent.
Resulta claro que el caso de Baigent sería desestimado inmediatamente por cualquier juez imparcial, tal como lo sería la declaración sin sustento del Corán acerca de que Jesús logró escapar de la cruz. El hecho de que él murió crucificado no ha podido ser refutado por ningún argumento contrario medianamente creíble.
Todo eso nos lleva a hacernos esta pregunta: ¿Por qué era necesario que Jesús muriera? La razón, expresada simplemente, es la expiación. «Allí el amor y la justicia de Dios se satisficieron mutuamente, haciendo posible que nosotros nos reconciliáramos con el Altísimo», explicó Erwin Lutzer. «El amor quería redimirnos, pero la justicia demandaba que pagáramos por nuestros pecados, lo que resultaba imposible para los pecadores. Por lo tanto, Dios eligió tomar la iniciativa y satisfacer sus propias demandas» (Erwin Lutzer, Slandering Jesus, Tyndale, Carol Stream, Ill., 2007, pp. 50-51).
Increíblemente, el horror de la cruz romana se convirtió en un acontecimiento de impresionantes implicancias, hasta magníficas. Según Lutzer, «La crucifixión de Jesús constituyó la hora más trascendente de Dios en lo que a nosotros, los pecadores, nos concierne» (Ibid., p. 50).