21Huyó, pues, con todo lo que tenía; y se levantó y pasó el Eufrates, y se dirigió al monte de Galaad. (Gén. 31:21)
Anotamos que ya había avanzado bastante porque el monte de Galaad queda al oriente del río Jordán. Consideremos ahora, que Labán descubre que Jacob ha huido y le persigue. Leamos los versículos 22 al 24 de este capítulo 31 de Génesis:
22Y al tercer día fue dicho a Labán que Jacob había huido. 23Entonces Labán tomó a sus parientes consigo, y fue tras Jacob camino de siete días, y le alcanzó en el monte de Galaad. 24Y vino Dios a Labán arameo en sueños aquella noche, y le dijo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente. (Gén. 31:22-24)
Notamos que Labán viaja a toda velocidad para poder alcanzar a Jacob. Y por supuesto, no intentaba nada bueno en cuanto a Jacob. Opinamos que estaba lo suficientemente enojado como para darle muerte y lo hubiera matado si no hubiera sido porque Dios intervino. Dios dice a Labán, que tenga cuidado en lo que va a decir y hacer con Jacob.
Escuchemos ahora al tío Labán. Es un pícaro mañoso, ha estado viajando, voceando amenazas y deseoso de recobrar todas las posesiones que Jacob había llevado. Sin duda quería matar a Jacob y llevar de vuelta a sus dos hijas y sus nietos. Pero, Dios, como dijimos, tuvo que intervenir para proteger a Jacob. En los versículos 25 al 27, vemos la reacción de Labán al haber alcanzado a Jacob; leamos:
25Alcanzó, pues, Labán a Jacob; y éste había fijado su tienda en el monte; y Labán acampó con sus parientes en el monte de Galaad. 26Y dijo Labán a Jacob: ¿Qué has hecho, que me engañaste, y has traído a mis hijas como prisioneras de guerra? 27¿Por qué te escondiste para huir, y me engañaste, y no me lo hiciste saber para que yo te despidiera con alegría y con cantares, con tamborín y arpa? (Gén. 31:25-27)
¡Mire usted, qué mañoso es Labán, y hasta diplomático! Trata de lograr que Jacob se entristezca por haber salido como salió. El tío Labán dice que les hubiera dado una maravillosa fiesta de despedida. Les hubiera preparado una gran celebración y una despedida tierna. Eso es lo que él dice, pero no creemos que lo hubiera hecho. Luego, sigue despertando la simpatía. Escuchemos lo que Labán continúa argumentando en el versículo 28:
28Pues ni aun me dejaste besar a mis hijos y mis hijas. Ahora, locamente has hecho. (Gén. 31:28)
Estos hijos aquí, son sus nietos. Están destinados a sobresalir en cuanto a la historia del mundo. En los versículos 29 y 30, Labán revela la advertencia que Dios le hiciera en cuanto a su trato con Jacob; leamos:
29Poder hay en mi mano para haceros mal; mas el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente. 30Y ya que te ibas, porque tenías deseo de la casa de tu padre, ¿por qué me hurtaste mis dioses? (Gén. 31:29-30)
Labán, al fin les deja saber que pensaba hacerles mal. Pero que Dios, le impidió llevar a cabo su obra. Ahora, pregunta en cuanto a los bienes hurtados. Es un tipo de “dios” raro y curioso, ¿verdad? Es un dios extraño porque se le puede secuestrar. Ahora, realmente Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos. Cuando contesta a Labán, le contesta en cuanto a la salida, sin notificarle, ni siquiera para que les pudiera dar una fiesta de despedida. Notemos lo que dice Jacob en el versículo 31:
31Respondió Jacob y dijo a Labán: Porque tuve miedo; pues pensé que quizá me quitarías por fuerza tus hijas. (Gén. 31:31)
Jacob sabía que Labán no le hubiera dejado llevar a las esposas y la familia y todo lo que le pertenecía. Y continúa hablando con la certeza de que nadie habría robado algo de Labán. Y es que Jacob no le creía a Labán. Si usted cree que Labán creyó a Jacob, está muy equivocado también. No tenía ninguna confianza el uno en el otro. Han pasado juntos unos veinte años muy “amables y agradables”, ¿verdad? Jacob, ahora, alega su inocencia. Leamos el versículo 32:
32Aquel en cuyo poder hallares tus dioses, no viva; delante de nuestros hermanos reconoce lo que yo tenga tuyo, y llévatelo. Jacob no sabía que Raquel los había hurtado. (Gén. 31:32)
Vemos aquí que Labán no queda contento con la respuesta de Jacob y procede de inmediato a investigar lo relacionado con la desaparición de sus ídolos. Leamos los versículos 33 al 35 de este capítulo 31 de Génesis, que dicen:
33Entró Labán en la tienda de Jacob, en la tienda de Lea, y en la tienda de las dos siervas, y no los halló; y salió de la tienda de Lea, y entró en la tienda de Raquel. 34Pero tomó Raquel los ídolos y los puso en una albarda de un camello, y se sentó sobre ellos; y buscó Labán en toda la tienda, y no los halló. 35Y ella dijo a su padre: No se enoje mi señor, porque no me puedo levantar delante de ti; pues estoy con la costumbre de las mujeres. Y él buscó, pero no halló los ídolos. (Gén. 31:33-35)
En realidad, Labán esperaba que una de las hijas los tuviera. Raquel es una mujer muy mañosa también, es hija de su padre. Los había hurtado y los puso en una albarda de un camello, es decir, en esa especie de silla de montar que el camello llevaba. Luego, se sentó sobre ellos y pidió a su padre que la disculpara. Le dijo que no podía levantarse porque no se sentía bien aquel día. Y todo el tiempo estuvo sentada sobre los ídolos. ¡Qué escena más realista es la que tenemos aquí! ¡Qué cuadro el que nos da esta familia! Jacob se siente algo confiado ahora; los ídolos no pueden ser encontrados y Jacob está seguro de que no se encontrarán en ninguna parte. Quiere regañar al suegro quien le ha perseguido. Ahora, escuchemos su queja. Francamente, este es el curso que él aprobó; y ahora está recibiendo su título universitario; su titulo de la universidad del sufrimiento. Leamos ahora, el versículo 36 de Génesis, capítulo 31, que dice:
36Entonces Jacob se enojó, y riñó con Labán; y respondió Jacob y dijo a Labán: ¿Qué transgresión es la mía? ¿Cuál es mi pecado, para que con tanto ardor hayas venido en mi persecución? (Gén. 31:36)
Jacob increpa ahora a su suegro por la forma agresiva en que trata de encontrar los ídolos, que según Labán, sospecha que Jacob los ha robado. Sigamos escuchando la defensa que hace Jacob ante su suegro. Leamos los versículos 37 al 38, que dicen:
37Pues que has buscado en todas mis cosas, ¿qué has hallado de todos los enseres de tu casa? Ponlo aquí delante de mis hermanos y de los tuyos, y juzguen entre nosotros. 38Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. (Gén. 31:37-38)
Labán ni siquiera le daba la comida. Jacob tuvo que pagarla. Sigamos escuchando los argumentos de Jacob, en el versículo 39:
39Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. (Gén. 31:39)
Jacob no tenía seguro de ninguna clase. Cuando un corderito era robado, o era muerto por un animal feroz, Jacob tenía que pagarlo. Amigo oyente, créanos que este Labán era un capataz duro. En el versículo 40, Jacob sigue sacando a la luz la dura actitud de su suegro:
40De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. (Gén. 31:40)
Jacob no tomó las vacaciones en el verano. Y además, cuando tenía frío, todavía tenía que quedarse afuera con las ovejas y los otros animales. Durante muchas noches, Jacob tenía que vigilar para proteger el ganado. En el versículo 41, Jacob sigue exponiendo su queja:
41Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces. (Gén. 31:41)
Escúchelo usted. Esto es lo que le pasó a Jacob. Aquí está el hombre engañador, recibiendo su propia medicina. Pensaba salirse con la suya, pero note usted que realmente no pudo hacerlo. Dios no pasó por alto su pecado, porque Dios ha dicho que Él no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Jacob rehusó someterse a Dios en casa, y ahora tuvo que someterse a su tío. Jacob vino con dignidad a recibir una esposa, pero fue hecho un siervo porque Dios respeta los derechos del primogénito. Jacob había engañado a su padre, y él ahora, es engañado por su suegro. Jacob, siendo el hijo menor se hizo pasar por el mayor. Luego, descubrió que le fue dada la hija mayor cuando pensaba recibir la hija menor como esposa. Manifestó un espíritu mercenario, el cual se mostró en su modo de conseguir la primogenitura, permitiendo a la madre cubrir sus manos con las pieles de los cabritos. Mas adelante, veremos que sus propios hijos le engañan del mismo modo. Degollaron un cabrito y tiñeron la túnica de diversos colores de su hijo menor José, con la sangre. Amigo oyente, la sentencia bíblica afirma: Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Jacob dice ahora, que a no ser porque Dios está con él, su situación sería muy diferente. Escuchemos lo que él dice en el versículo 42:
42Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche. (Gén. 31:42)
A Jacob le ha llegado su hora de expresarse. Ahora, piensa partir de la presencia de Labán, y se despiden haciendo primero el siguiente pacto. Leamos los versículos 43 al 49:
43Respondió Labán y dijo a Jacob: Las hijas son hijas mías, y los hijos, hijos míos son, y las ovejas son mis ovejas, y todo lo que tú ves es mío: ¿y qué puedo yo hacer hoy a estas mis hijas, o a sus hijos que ellas han dado a luz? 44Ven, pues, ahora, y hagamos pacto tú y yo, y sea por testimonio entre nosotros dos. 45Entonces Jacob tomó una piedra, y la levantó por señal. 46Y dijo Jacob a sus hermanos: Recoged piedras. Y tomaron piedras e hicieron un majano, y comieron allí sobre aquel majano. 47Y lo llamó Labán, Jegar Sahaduta; y lo llamó Jacob, Galaad. 48Porque Labán dijo: Este majano es testigo hoy entre nosotros dos; por eso fue llamado su nombre Galaad; 49y Mizpa, por cuanto dijo: Atalaye Jehová entre tú y yo, cuando nos apartemos el uno del otro. (Gén. 31:48-49)
Ellos hacen un pacto. Y estas últimas palabras han sido usadas por sociedades de jóvenes en muchas partes y por otros grupos, como una bendición. Pero, no creemos que debe ser usado en esa forma. Lo que realmente sucede aquí es que se hace un pacto entre dos pícaros que prometen no robarse más el uno al otro. Atalaye Jehová entre tú y yo, cuando nos apartemos el uno del otro. Esto quiere decir: “Que el Señor te vigile a ti, para que no me robes más”. Eso es exactamente lo que están diciendo estos hombres. Y después de esto se apartan. Veamos a continuación otros puntos sobresalientes de este pacto surgido entre Jacob y Labán. Leamos los versículos 50 al 52, que dicen:
50Si afligieres a mis hijas, o si tomares otras mujeres además de mis hijas, nadie está con nosotros; mira, Dios es testigo entre nosotros dos. 51Dijo más Labán a Jacob: He aquí este majano, y he aquí esta señal, que he erigido entre tú y yo. 52Testigo sea este majano, y testigo sea esta señal, que ni yo pasaré de este majano contra ti, ni tú pasarás de este majano ni de esta señal contra mí, para mal. 53El Dios de Abraham y el Dios de Nacor juzgue entre nosotros, el Dios de sus padres. Y Jacob juró por aquel a quien temía Isaac su padre. 54Entonces Jacob inmoló víctimas en el monte, y llamó a sus hermanos a comer pan; y comieron pan, y durmieron aquella noche en el monte.
55Y se levantó Labán de mañana, y besó sus hijos y sus hijas, y los bendijo; y regresó y se volvió a su lugar. (Gén. 31:50-52)
El majano en Mizpa, quedó como testigo entre Labán y Jacob. Los dos prometieron no cruzar al otro lado para mal. Y esto concluye nuestro estudio del capítulo 31 del libro de Génesis.
Nos encontramos ahora, en el capítulo 32. Este es uno de los grandes capítulos de la Biblia y por supuesto que ya hemos dicho esto antes. Bueno, es que hay muchos grandes capítulos de la Biblia y este es uno de ellos. La crisis en la vida de Jacob en Peniel, se relata en este capítulo y el nombre de Jacob, es cambiado por el de Israel, que quiere decir, el que lucha. Este es un punto decisivo en la vida de Jacob, pero no es su conversión. Era hombre de Dios, aunque por cierto había vivido en la carne hasta aquí. Hasta la crisis en Peniel, Jacob es un ejemplo del hombre de Dios que vive por el poder de la carne. Después de la crisis, es el hombre de Dios que llega al lugar donde le permite a Dios, que le guíe. Por eso se nos manda que tengamos mucho cuidado en juzgar a los hombres, si son cristianos o no. Hay muchísimas personas que no parecen ser cristianos, y sin embargo lo son. Eso queda en las manos de Dios. Hay cristianos que no se portan como cristianos y que dan muy poca evidencia de su cristiandad. Jacob no dio ninguna evidencia de la suya, excepto aquellas ocasiones, cuando Dios se le apareció, y Él respondió en alguna manera.
Dios no puede dejar que Jacob siga así. Es representante de Dios y es testimonio para Dios en el mundo. Ha servido de mal testimonio hasta aquí, y por tanto, Dios va a tratar con él. Para decir verdad, Dios quebrará la pierna de Jacob para ganarlo. Y así es como el Señor nos disciplina también. El escritor a los Hebreos, dice en el capítulo 12, versículo 6: Porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Ya hemos visto que Lot no parecía ser hijo de Dios, y sin embargo lo era. El Apóstol Pedro nos dice que Lot fue justo y que Sodoma afligía su alma justa. Y, mire usted, cómo lo disciplinó el Señor. Ciertamente pasó por el fuego de las pruebas. Escapó al fuego de Sodoma y Gomorra, pero el Señor hizo que pasara por el fuego de las pruebas. Ahora, esta es la experiencia de Jacob.
Jacob graduó en la “escuela del sufrimiento”. El tío Labán era el Director y Decano de esa escuela. Graduó y este joven Jacob dio el discurso de despedida. ¡Fue una cosa lamentable! Dice que le llevó 20 años para graduarse y que ciertamente trabajó muchísimo para lograrlo. Dice que el tío Labán cambió los requisitos diez veces. Cada cierto número de años, el tío Labán hacía un nuevo contrato y siempre llevaba la ventaja a Jacob. Esa, pues, fue la experiencia de Jacob. Y quisiéramos escribir como una inscripción sobre todo este capítulo, el versículo 29 del capítulo 40 del profeta Isaías, que dice: Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Dios obra en la vida de este hombre, y ahora, esta es su experiencia. Leamos, entonces, los primeros dos versículos de este capítulo 32:
1Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. 2Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es este; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim. (Gén. 32:1-2)
Dios ahora, trata directamente con Jacob para traerlo hasta el punto de que llegue a producir fruto, y que sirva como un testimonio verdadero y vital. En los versículos 3 al 5 de este capítulo 32, notamos los preparativos de Jacob ante el posible encuentro con su hermano Esaú. Leamos:
3Y envió Jacob mensajeros delante de sí a Esaú su hermano, a la tierra de Seir, campo de Edom. 4Y les mandó diciendo: Así diréis a mi señor Esaú: Así dice tu siervo Jacob: Con Labán he morado, y me he detenido hasta ahora; 5y tengo vacas, asnos, ovejas, y siervos y siervas; y envío a decirlo a mi señor, para hallar gracia en tus ojos. (Gén. 32:3-5)
Todavía continúa siendo mañoso Jacob. Simplemente, no puede dejar de serlo después de sus experiencias con Labán. Al regresar, se acuerda de la última vez hace veinte años cuando Esaú le amenazaba. Note usted que manda a los mensajeros a que digan: mi señor Esaú, y tu siervo Jacob. Esa no es la manera en la cual Jacob había hablado antes. Había manipulado para conseguir la primogenitura y robó la bendición. Era pícaro, pero ahora, su modo de hablar es diferente. Suponemos que aprendió unas pocas cosas de su tío Labán. ¡Mi señor Esaú! ¡Tu siervo Jacob! Conozcamos ahora, los resultados de este intento de paz con su hermano mayor. Leamos el versículo 6:
6Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él. (Gén. 32:6)
Eso atemorizó de veras a Jacob porque no sabía el significado de todo eso. Esaú no le indicó a los siervos, de ninguna manera. Suponemos que Jacob los interrogó detenidamente y les preguntó: ¿Detectaron ustedes alguna señal de animosidad o amargura, u odio hacia mí? Imaginamos que los siervos dijeron que no la habían detectado. Ellos pensaban que Esaú estaba contento de recibir la información de que Jacob venía a encontrarle, y por tanto salió él a encontrar a Jacob. Aun el hecho de que Esaú estaba contento, no significó nada para Jacob. Después de todo, podría significar que Esaú estaría contento porque tiene la oportunidad de vengarse ahora. El pobre Jacob, pues, quedó muy turbado. En los versículos 7 al 11, encontramos a Jacob preparando una estrategia ante el encuentro con su hermano Esaú; leamos:
7Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. 8Y dijo: Si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará. 9Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; 10menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. 11Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. (Gén. 32:7-11)
Jacob cree que le va mal de veras. Su hermano viene a encontrarle, y por tanto divide el grupo en dos partes. Todavía es mañoso y dice que si Esaú ataca a un grupo, el otro grupo tendrá la oportunidad de escapar. Ahora vemos que en su hora de apuro, suplica a Dios. Implora a Dios sobre la base del hecho de que Él es el Dios de su padre Abraham, y el Dios de su padre Isaac. Comenzamos a descubrir ahora un pequeño cambio en su vida. Esta es la primera vez que oímos decir a Jacob que no era digno de la más pequeña de las misericordias de Dios. Aquí está Jacob, y por primera vez reconoce que puede ser pecador delante de Dios.
Hay muchos cristianos hoy día, que no reconocen que son pecadores. Hasta se encolerizan a veces porque se les indica que son pecadores. Y cuentan todas las cosas que hacían antes y expresan también que son salvos, y que ahora, ya no son pecadores. Amigo oyente, todos somos pecadores que hemos llegado a ser salvos por la gracia de Dios. Mientras estemos en este cuerpo mortal, tenemos esta naturaleza vieja que no puede llevarnos al cielo. Y, es más, no irá al cielo. Dios no le permitirá entrar en el cielo. Por eso, nos da una naturaleza nueva. La naturaleza vieja, ni siquiera puede ser reparada.
Ahora, Jacob comienza a decir que no es digno. Cuando cualquier hombre comienza a acercarse a Dios en esta base, encuentra que Dios se comunica con él. Y Jacob hace la declaración interesante de que había cruzado el Jordán con sólo el cayado, y que ahora llega al cruce con dos campamentos. Pero, tenía miedo y esa noche de veras imploró a Dios. Fue una noche muy difícil para él, y lo peor del caso es que ni siquiera había llevado una aspirina con él. no llevó con él ni siquiera una aspirina. Fue una noche verdaderamente difícil. Veamos ahora los versículos 13 al 16:
13Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú: 14doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, 15treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos. 16Y lo entregó a sus siervos, cada manada de por sí; y dijo a sus siervos: Pasad delante de mí, y poned espacio entre manada y manada (Gén. 32:13-16)
Es interesante que ahora Jacob es muy generoso con su ganado. Su táctica es enviar una manada, como rico regalo a su hermano. Ahora, cuando llegaba aquella primera manada, Esaú diría: “Pues, y ¿qué es esto?” Los siervos le responderían: “Te traemos un regalo de tu hermano Jacob”. Esaú recibiría entonces aquella manada, y después de viajar más, se encontraría con otra manada del mismo tamaño. Y al preguntar a los siervos a dónde iban, le dirían que iban a encontrarse con Esaú. Y él diría, “pues, yo soy Esaú”. Y le contestarían los siervos: “Ten un regalo de tu hermano Jacob”. Y así, cuando por fin se encontrara con Jacob y su familia, el corazón de Esaú estaría ya muy enternecido.
Jacob había orado a Dios y recordó que el Señor le había mandado que regresara a su tierra, con la promesa de que le protegería. Pero, ¿Cree Jacob a Dios de veras? Tal vez, no. Sigue haciendo todos estos arreglos que revelan que no confía en Dios de ninguna manera. Y tememos que esta sea nuestra misma posición. Muchos de nosotros llevamos nuestros cuidados y aflicciones al Señor en oración y los ponemos en Cristo. Yo lo hago personalmente. Luego, al terminar de orar, nos paramos y nos ponemos de nuevo las cargas y salimos de nuevo con ellas. No creemos a Dios de veras; no confiamos en Él como debiéramos confiar. Jacob, pues, preparó estas manadas y las envió con los siervos, diciéndoles que dijeran a Esaú, que eran regalos de Jacob y que él venía llegando tras ellos. Y aquí vamos a detenernos por esta ocasión, para continuar en nuestro próximo programa. Hasta entonces, y ¡que Dios le bendiga abundantemente!